miércoles, 4 de marzo de 2020

La invocación de Zalgo

El que espera detrás de la pared.
El que espera para acabar con todo.

Todo lo que sabes, todo lo que eres.
El lo destrozará y lo dejará distante.
Él llamará a la bestia para devorar tu alma.
Él tomará al mundo entero y lo volverá incompleto.

Él viene.

El que cantará la canción que acabará con la Tierra.
Una canción tan hermosa.
En una noche tan hermosa.

Él espera esa noche.
Él Espera la Oscuridad.
Él, que espera detrás de la pared.
Él es el Caos de la conciencia colectiva.

Siendo uno con Él.

Caos y victimas, ambos serán privados.
No hay orden sin Caos.
Ya no quedará Orden.

Él espera esto.

El que espera detrás de la pared.
Espera por la llamada que lo deje libre.
Él destruirá todo.
Él enterrará los restos.

Convertirá todo en suyo con sus propias manos.
Si se lo permites.
¡Tú vas a permitirlo!

Él cantará la canción.
La canción que acabará con la Tierra.

Él es el que no tienen ojos.
Él es que no tiene forma.
Él será el que mienta.
Él será el que viole.

A través de ese mundo destrozado.
A través de mis ojos ennegrecidos.
A través de la Fe retorcida.
A través de la reconstrucción de este mundo.
YO cantaré la canción.

Él cantará atreves de mi.

Cantaré la canción todo el día.
Por Él yo la llevaré.
Provocando su regreso en este cruento mundo.
Regresará todo lo que perdimos.

YO cantaré la canción. Y será así.
Serenata del Fin.

Con el ritmo que todos ustedes conocen.
El latido del corazón de la Tierra.
La canción del Alma.

Mantelo cerca de tu corazón.
Al ritmo de su canción.
Cada quien es su tambor.
Cada quién es su canción.
Él espera detrás de la pared.

En un palacio de cristal torturado.
Servido por legiones forjadas a partir de las lágrimas de los muertos sin descanso.
Él, el Padre, cubierto con una armadura tallada en el sufrimiento de las madres.

En su mano derecha sostiene una estrella muerta y en su mano izquierda sostiene la vela, cuya luz es la sombra.

Su mano izquierda está manchada con la sangre de Am Dhaegar.

Sus seis bocas hablan en lenguas diferentes.

Y la séptima será la que cantará la canción que acabe con la Tierra.

¡Él viene!


martes, 3 de marzo de 2020

Mantícora

Origen: Mitología Persa
Fecha: Año 
Alias: Martyaxwar, "Devorador de hombres"
Aspecto: Híbrido: león, caballo, escorpión , humano.
Temperamento: Agresivo
Tamaño: Grande 3 a 5 m
Raza: Quimera



Antecedentes

Las Mantícoras son seres originarios de la Mitología Persa y se consideran un equivalente a la esfinge de la mitología egipcia, aunque a diferencia de ésta, no destaca por ser un animal sabio e inteligente; sino más bien por ser una criatura feroz e implacable. 

Esta criatura es un híbrido con cuerpo de león, un enorme par de alas de murcielago, una cola parecida a la de los escorpiones con la cual lanza púas que contienen un veneno paralizador y cara humana.

Es una bestia de naturaleza carnívora y gusta de devorar humanos, de echo su nombre deriva del antiguo persa (martya=hombre y خوار xvar=comer, devorar), significando «devoradora de personas». Cuando necesita cazar una presa utiliza su cola, soltando púas que atacan como dardos venenosos, la mantícora se dejará caer desde el aire sobre su presa. 

En la edad media eta criatura se convirtió en un símbolo de tiranía, opresión y envidia. Básicamente se convirtió en la encarnación del mal.

Son criaturas monógamas que cuidan de sus crías durante años, hasta que se hacen adultos y sus alas son lo suficientemente fuertes para emprender vuelo. En los bestiarios clásicos comentan que es posible adiestrar a los cachorros de mantícora con mucho esfuerzo, aunque nada te garantiza que de adulto el animal obedezca tus ordenes ya que son seres muy temperamentales.

Se dice a menudo que su naturaleza es malvada, llegando a establecer alianzas con otros seres perversos para mutua protección.








A la Deriva - Horacio Quiroga


Autor: Horacio Quiroga
Nacionalidad: Uruguayo
Año de publicación: 1917

A la Deriva


—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.

—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!

La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.

—Bueno; esto se pone feo... —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso.

Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.

Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.

Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú–Pucú.

El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito –de sangre esta vez–, dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.

La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú–Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.

—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano—. ¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo.

En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva. El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, siempre la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.

El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.

El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú–Pucú.

El bienestar avanzaba y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú–Pucú? Acaso viera también a su ex patrón, míster Dougald, y al recibidor del obraje.

¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.

Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.

De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración...

Al recibidor de maderas de míster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...

El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.

—Un jueves...

Y cesó de respirar.



Horacio Quiroga

#074 El Holder de la Marca

En cualquier ciudad, en cualquier país dirígete a cualquier institución mental o centro de acogida al que puedas llegar por tus propios medios, cuando llegues frente al escritorio pregunta por quien se hace llamar "El Portador de la Marca". La recepcionísta se congelará, ella esperaba hace mucho tiempo este momento y tenia mucho miedo de que al fin hayas llegado. Tartamudeará y te dirá que esa persona no se encuentra en ese lugar, debes insisitir, luego de mucho tiempo de insistencia ella cederá, comprobará a su alrededor si están solos y te hará una seña para que la sigas.

Te guiará por corredores cada vez de menor tamaño hasta que finalmente tengas que inclinarte y te señalará una puerta lejana a la que solo podrás acceder arrastándote. Será una puerta normal solo que en el centro tendrá dibujado un gran signo de exclamación, y un pequeño signo de interrogación en el pomo.
Esta es tu última oportunidad de dar la vuelta, si tienes la menor de las dudas, te recomiendo que lo hagas; si tu voluntad es fuerte, continúa abre suavemente la puerta y sal del pasillo.

Saldrás a una sala adornada con pinturas de famosos dictadores históricos, asesinos, carniceros violadores y ladrones. No te detengas en ellos, ya que sus almas, contenidas en los cuadros acumulan el odio retorcido que solo ha aumentado desde su muerte, esperan alcanzarte y desgarrar extremidad tras extremidad, deleitándose con tu lenta y dolorosa muerte.

Cuando llegues finalmente al final del pasillo, verás una pequeña caja de madera con una vieja y descolorida insignia, sentirás un escalofrío agudo subir por tu columna al contemplar el artículo y escucharás decir a una voz detrás de ti: "¿Hermoso, no es así?... Debes contestar : "Como la luna llena"...
Sin no está satisfecho con tu respuesta solo puedes rezar para que no te convierta en una de esas pinturas y en su lugar solo te de una muerte sin dolor.
Pero si el está satisfecho te dirá: "¿Lo preguntas?", debes contestar exactamente: "¿Cómo los destruímos? El reirá y dirá que no sabe, pero luego agregará: "Seguro que piensas en algo".

Luego despertarás en el baño más cercano, con un dolor increíble en el ojo, a medida que el dolor va desapareciendo verás que tu pupila ha tomado ahora la forma de la marca que tenía la caja que viste en la habitación.



Esa marca es el objeto 74 de 538. Te permitirá contemplar la verdad última. Si la experiencia vale o no la pena es otro asunto.

lunes, 2 de marzo de 2020

Cómo nuestra familia recibe dinero

Bajo al sótano, compruebo mi entorno. Todo está oscuro, siempre está oscuro. No hay ventanas ni en el sótano ni en la casa.

Mi hijo está atado a la mesa, está nervioso podría decir. Él siempre está nervioso, endeble, al menos no está llorando como la primera vez. Después de muchas rondas de esto, al menos se ha endurecido un poco.

Primero lo primero, anestesia, no soy un monstruo. Le puse la máscara en unos minutos ya no estará consciente, hora de empezar.

El primer corte es siempre el más duro, me preocupa con que lo voy a arruinar. No puedo dañar nada, o no se venderá, hay mucha presión sobre mí.

Empiezo con el corazón, es lo más valioso. El cerebro también lo es, pero los trasplantes de cerebro no existen.

Después de que todo esté vacío, lo pongo en la cama. Limpio mis herramientas. No tienen sangre, pero las bacterias siguen siendo una preocupación.

Cuando termino, puedo escuchar que está empezando a despertarse. No nos lleva mucho tiempo regenerarnos, así que no me sorprende demasiado. Me pongo de pie, y miro la pila en la mesa a mi lado.

—Oh, bien. Has vuelto. ¿Puedes ayudarme a guardar esto?

—¿Enserio mamá? —Puso los ojos en blanco. Los adolescentes son tan perezosos.

—Desde que vinieron de ti, sí.

A regañadientes me ayudó a embolsar las cosas. Los órganos se venderán bien en el mercado negro. Siempre lo hacen. Siempre ganamos suficiente dinero con ellos para vivir cómodamente y obtener la sangre que necesitamos para sobrevivir.

Sí, es un poco asqueroso, pero la alternativa es peor. Después de todo, ni siquiera podemos salir al exterior durante la mitad del día, así que esto es lo que tenemos que hacer.

Finalmente, hemos terminado.

—Trae a tu hermana. Ahora es su turno.