martes, 15 de abril de 2025

Siempre será mi madre

Apoyé la estaca justo en el centro del esternón y levanté el martillo, una lágrima resbaló por mi mejilla; la miré. 

Por un instante volví atrás en el tiempo, la vi bailando en el patio al anochecer, ataviada con su vaporoso traje de seda, la vi con el pelo empapado paseando bajo la lluvia en la oscuridad de la madrugada, saludándome desde la acera con los largos dedos de su mano...

La miré y agarré fuertemente el asa del martillo para asegurarme de no fallar. Y entonces, en aquel momento de extrema tención ella abrió sus ojos verdes y me miró. No dijo nada, no me arrancó la cabeza como me habían asegurado que pasaría si despertaba. Corrieron largos segundos y la vi indefensa bajo la madera puntiaguda, yo estaba dispuesto a atravesarla como un animal rabioso, pude escuchar la manecilla de mi viejo reloj de bolsillo; pude sentir el transcurso del tiempo en cada tic, en cada tac. Ella me miraba inexpresiva mientras podía ver el brillo de sus colmillos sobresalientes... ¿Quién era aquella mujer? ¿Era mi madre o era la bestia asesina y sin alma de la que hablaban los libros?

- No pienses -me dije. Y por fin escuche su delicada y melodiosa voz, esa voz...

- Has vuelto, estás aquí... 

Los mismos ojos, la misma boca, era la misma mujer; Sólo que ya no disfrutaba de mis magdalenas, ahora prefería los cuellos calientes y desnudos.

- No pienses, no pienses, no pien... - Solté el martillo y la dejé abrazarme. Ahora la acompaño a cazar cada noche porque ella siempre será mi madre.



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