Mostrando entradas con la etiqueta Incendio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Incendio. Mostrar todas las entradas

sábado, 18 de julio de 2020

La espera

Cada noche espero hora tras hora su regreso, el reloj parece detener su ritmo tanto que a veces enciendo la luz para ver el despertador y apenas han pasado un par de minutos. Al final lo siento entrar y como siempre encender la luz de la cocina para después abrir el refrigerador y sacar una botella de cerveza, me llega el olor a tabaco aunque el sabe que lo detesto.

Al rato, cuando termina la botella de cerveza y el cigarrillo viene a la cama donde yo finjo estar dormida. Ni el olor a cerveza ni el del tabaco logran disimular el olor a perfume barato que trae; la mezcla de los tres aromas me provoca nauseas y tengo que esforzarme para contener las arcadas.

Una noche cuando el se durmió finalmente me convencí a mi misma que no merezco esta vida, así que comencé a pensar en cómo terminar con aquella farsa en la que él presume con su familia y amigos de ser un marido ejemplar mientras yo sufro en silencio el abandono y otros malos tratos.

Por la mañana le digo que mi tía está enferma y quiero pasar la noche con ella, a lo que mi esposo me mira con cara de asco para contestar:

—No creo que sirvas como enfermera, pero ve con ella para que vea lo bueno que soy, jajaja.

No tenía ganas de contestar, a eso de las siete de la tarde me voy a la casa de mi tía que vive justo en la calle de atrás, en un edificio alto que incluso se ve desde mi piso. Ella es una señora mayor y se alegra mucho cuando le comento que voy a quedarme con ella esa noche.

Después de la cena y una grata conversación mi tía se va a dormir mientras yo me quedo un buen rato viendo la televisión, a la hora que se que el regresa a casa me acerco a la ventana con el teléfono inalámbrico en la mano. Llegó a eso de las tres.

Todo ocurrió de una forma muy rápida, la luz de la cocina se encendió y la explosión de gas lo arrojó por la ventana, escucho el sonido de los bomberos llegar pero no me importa, lo poco que era de valor para mi en esa casa ahora está en la caja fuerte, no es cuestión de perderlo todo.

Me pongo el abrigo y salgo a la calle, al llegar les digo que escuché el estruendo y cuando me asomé vi que era mi casa... Por fin dormiré tranquila, se ha terminado la espera de cada noche.



Calificación:


domingo, 3 de noviembre de 2019

La hora Fría

El verano de 1998 un joven al que llamaremos Alejo me pidió que le contara historias de miedo. Yo le pregunté si él tenía algo que contar y me dijo que conocía una historia que le había ocurrido el verano anterior, a los padres de su novia (ella estaba en ese momento con nosotros y le horrorizaba contarlo así que dejó el relato en boca de Alejo).

Se habían reunido varios matrimonios en una terraza a pasar la noche charlando mientras las estrellas (y quizá alguien o algo más) los observaban. En un momento dado, ciertas bombillas de la terraza se apagaron y encendieron como hacen las estrellas. Alguien bromeó echándole la culpa a los espíritus. Todo quedó ahí. 

A la noche siguiente fueron a la terraza de otra casa siguiendo con la rutina veraniega habitual, y en un momento dado olieron a quemado y vieron humo. Asustados comprobaron que las llamas venían de la casa donde habían estado la noche anterior. Corrieron hacia allí y descubrieron que tan sólo ardía aquella parte en la que ellos habían estado sentados. 

¿Fallo eléctrico que llegó hasta los sillones en pleno aire libre? ¿Unos espíritus cabreados porque les habían echado la culpa de algo que probablemente no habían hecho (¿o sí?). 

Aquellas parejas llegaron a pensar que aquel trozo de la casa estaba embrujado y todos miraron con respeto aquel incendio extraño que no se propagó.




Calificación: