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viernes, 1 de enero de 2021

El Reloj de Bolsillo

Cuando era niño no había que comer. Yo era el mayor de cinco hermanos así que era mi deber asegurar que mis hermanos y hermanas comieran antes que yo. La guerra avanzaba lentamente desde la costa y a medida que se estrechaba, nuestra comida comenzaba a escasear. Los animales huían del área o eran sacrificados para su consumo debido al pánico de las demás familias de la villa.

Mi madre era una mujer muy sabia y precavida así que esperamos hasta entrado el otoño para sacrificar nuestras dos gallinas, cuando la grama y corteza de los árboles se había vuelto demasiado difícil de encontrar o se habían tornado incomestibles. Los vecinos sabían que teníamos gallinas y mi madre se quedaba despierta toda la noche, cada noche para cuidarlas. Cuando las gallinas no eran más que huesos y éstos se habían vuelto quebradizos y porosos por las muchas sopas que madre había hecho con ellos, nos mandó a mí y a dos de mis hermanos a recolectar insectos y ratones de campo para la cena. Estábamos hambrientos, pero no del todo famélicos hasta una mañana que nos levantamos ante la primera nevada y ya no quedaba nada con vida para comer.

Madre comenzó a considerar lo inevitable, quizás debería ir a la costa y venderle el reloj de bolsillo de su padre a alguno de los soldados ebrios (pero bien remunerados) que solían beber en los bares cerca del muelle. Era la única cosa valiosa que nos quedaba y la última reliquia de la familia que ella me podía heredar.

Yo no quería que se fuera, tenía miedo de que la nos alcanzara mientras ella no estaba y yo era demasiado joven y demasiado débil como para proteger a mis hermanos menores. Le rogué que se quedara pero insistió en que todo estaría bien luego de prometerme que volvería antes de que la semana terminara. Tenía tanto miedo, cuando madre estaba fuera preparando su bolsa para el viaje, aplasté el reloj de bolsillo bajo mi zapato y lo coloqué de vuelta en el escritorio medio podrido.

Madre lloró por días, mis hermanos hicieron su mejor esfuerzo por reconfortarla mientras la veía pelando el cuero de sus botas para luego hervirlo como cena. La noche siguiente mamá encontró una rata muerta e hirvió la enfermedad utilizando la nieve virgen de la noche anterior y el día siguiente llenó nuestras barrigas con huesos de rata y más nieve derretida.

Mi hermanito pequeño, Albert, nos mantuvo despiertos a todos esa noche llorando por su hambre, rogaba por todas las cosas que solíamos comer en la época que teníamos cosechas y animales...

—Estofado de carne, panecillos blancos, suculento maíz y cordero condimentado—susurraba. Hizo que todos nuestros estómagos gruñeran y nos torturaran. Terminé pidiéndole que guardara silencio, mientras lo veía sollozar desde su habitación.

Ese día acaricié el cabello de Albert por horas, él se quejó hasta que la luz tenue del amanecer se coló por nuestras andrajosas cortinas. Podía escuchar a mi madre en su habitación retocando el reloj. El hambre había desgastado mi miedo a los soldados desde hace mucho tiempo y recé silenciosamente para que lograra repararlo.

Madre trabajó en el reloj de bolsillo durante todo el día y hasta entrada la noche. Mi hermana Selia había encontrado grillos muertos en las paredes de una pastelería abandonada y mientras los comíamos nuestra madre emergió de su habitación. Casi había olvidado la sonrisa en su rostro, pues no la había visto desde el día que nació mi hermana. Nos dijo que había reparado el reloj de nuestro abuelo y que había oído de un campamento de soldados que estaba cerca. "Tres días" nos prometió "Tres días y regresaré con zanahorias, papas, un cordero y panes tan grandes que llenarán sus barrigas por todo el año".

Aplaudimos de la alegría y corrimos por nuestro pequeño y sucio patio con un regocijo que a estas alturas parecía ser un lenguaje extraño para nosotros. Madre les dijo que todos debían ayudarme a buscar cosas hermosas para decorar la mesa del comedor; la mañana siguiente nos entregó a cada uno un pedazo de caucho de la suela de sus zapatos para que los masticáramos y nos mandó en nuestra misión después de habernos dado un beso de despedida y de haber prometido que regresaría antes de que recordáramos que se había ido.

Nos divertimos mucho ese día recolectando herraduras y piezas de vidrio roto, enroscamos pedazos de cordel a través de las cerraduras para colgarlas encima de la mesa y amarramos el vidrio a las puntas, esperando que destellaran bajo la luz de las lámparas. Regresamos a la casa mientras el sol se ponía, felices con el trabajo de nuestro día y muy ansiosos de retomarlo la mañana siguiente.

Aún estábamos cerca de la casa cuando comencé a olerlo: ¡cebollas, caldo de pollo, cordero condimentado e incluso caramelos! Corrí tan rápido como pude, lanzando al suelo nuestras decoraciones de mesa en mi búsqueda desesperada de comida. Irrumpí por la puerta de entrada y encontré a madre junto a la estufa, preparando nuestra cena con una veneración silenciosa. Le extendí mis brazos y su sonrisa me dio a entender que había tenido éxito.

La abracé con más fuerza y me senté en la mesa mientras mis hermanos y hermanas llegaban por la entrada. Se sentaron rápidamente en sus lugares, con miradas hambrientas y expectantes en sus rostros mientras madre traía una bandeja humeante de cordero condimentado. Nos asintió con la cabeza y nosotros llenamos nuestras manos con la nutritiva carne sin siquiera prestarle atención a nuestros platos.

Después de la cena nos mandó a la cama con nuestras barrigas llenas, pero prácticamente sin haber dicho una sola palabra desde que la cena fue servida. Comimos nuestra ración a la noche siguiente y luego la siguiente y la siguiente. Pero a medida que nuestras reservas de alimentos comenzaron a menguar, pasaba lo mismo con la salud de nuestra madre. Cada día nuevo la desgastaba más, hasta que mis hermanos y yo quedamos peleando por sobras de carne cruda mientras madre yacía débil y marchita en su alcoba.

La primera noche que volví a pasar sin comida fue la noche que el éter feliz y brumoso comenzó a alzarse y mis recuerdos de los días anteriores se tornaron confusos. Recordaba que el cordero condimentado que había devorado tan ferozmente en realidad estaba enfermizamente dulce y que los acompañamientos que había olido desde la distancia nunca fueron parte del festín.

No podía recordar que madre hubiera comido algo en todos los días desde su regreso; en vez de ello se quedaba sentada junto a nosotros en la mesa, en silencio, contemplando la pila de carne gris que consumíamos con tanto fervor.

Atemorizado y hambriento no pude dormir hasta entradas las horas más oscuras de la noche. La mañana siguiente; cuando madre emergió de su habitación le pregunté qué había sido del viejo reloj de mi abuelo y ella me dijo que se lo había vendido a un mercader adinerado que estuvo encantado de comprárselo. Luego nos mandó a pelar corteza de los arbustos del bosque.

Quizá la razón por la que no comprendí lo que había pasado en ese entonces, fue porque era demasiado horrible como para llegar a ser considerado y tenía demasiada, demasiada hambre. Pero madre murió hace unos días y en su lecho de muerte me encomendó la verdad. De su inventario de míseras posesiones heredé una pequeña caja que no contenía nada más que un reloj de bolsillo roto y brillante.

Tal vez madre quería que lo recordara todo: "La única esperanza de nuestra supervivencia que yo había aplastado bajo mi talón. Su último beso amoroso antes de que nos mandara a recolectar decoraciones para el festín. La carne gris excesivamente condimentada y el olor rancio que había comenzado a flotas por debajo de la puerta de su alcoba, volviéndose más punzante cada día".

Madre sacrificó más por su familia de lo que la mayoría se atrevería. Solía lamentarme con que no tendría nada con lo cual recordarla, ninguna reliquia de la familia que pudiera legarle a mis propios hijos algún día.

Pero ahora tengo su reloj de bolsillo, algo que no le puedo legar a mis hijos. No porque el vidrio esté roto... no porque los engranajes estén desencajados.

No puedo desprenderme del reloj porque es una maldición que yo debo cargar... Pues, el metal brillante y torcido nunca perdió el olor enfermizo que emanaba esa carne dulce y grisácea.



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martes, 6 de octubre de 2020

El devorador de Órganos

Son las 8 de la noche y acabo de regresar de la escuela debido a tantos proyectos que tengo que acabar por ser final de semestre. Estoy bastante cansada: entro en mi cuarto, prendo la tele y me dejo caer boca abajo sobre mi cama, la tele se enciende. Mientras me quedo dormida solo alcanzo a escuchar una nota: "Un asesino en serie sigue suelto, y sus últimas victimas fueron un hombre de 22 años junto a toda su familia, su esposa, su hijo de 16 años y su hija de 4, una completa masacre, y según la autopsia, a las víctimas les faltaban partes de sus órganos y lo que les quedaba tenía señales de haber sido mordido. Lo más extraño eran las marcas de dientes. La gente ha empezado a apodarle a este asesino el devorador de órganos.

Me desperté a media noche para cambiarme el uniforme. Antes de acostarme, escucho un fuerte ruido en la cocina, pero no presto atención.

Mi madre estudió psicología y me ha enseñado bastante sobre la mente humana, lo que me ayuda a pensar de manera más crítica en estas situaciones. Recuerdo que escuché lo del asesino en serie antes de dormir: mi mente sigue en un estado subconsciente y seguro asocia el primer ruido extraño con el miedo, así que intenté desentenderme.

Me volví a despertar después de 1 hora, a causa de un fuerte trueno que hizo retumbar mis ventanas. Había empezado a llover. Me levanté un momento, y me asomé por la ventana, ya que me encanta la lluvia.

Ya no tenía tanto sueño, parecía que esas 5 horas de sueño me habían bastado. Bajé a la cocina pues tenía hambre: solo había comido un sándwich en el recreo de mi escuela.

Al entrar en la cocina vi una cacerola en el piso, parece que se había caído del escurridor del fregadero. La recogí, abrí el refrigerador y decidí hacerme otro sándwich. Lo preparé y regresé a mi cuarto, pero cuando estaba entrando noté que la luz del cuarto de mis padres se prendió y apagó rápidamente. Me quedé mirando un momento más... volvió a encenderse y apagarse, parecía como si me estuvieran llamando. Fui hacia su cuarto, y al abrir la puerta, lancé un grito lo más fuerte que pude, estoy segura que mis vecinos alcanzaron a escucharlo. No podía creerlo: mis padres, estaban, estaban... 
Completamente descuartizados. Tenían el estomago partido por la mitad y todos sus intestinos desparramados,

No lo soporté y vomité. En ese momento un relámpago alumbró la habitación, creí ver algo afuera, en el pequeño balcón del cuarto de mis padres. Lo miré fijamente. Cayó otro relámpago y logré distinguir una silueta humana.

Caminé hacia el balcón, no sé por qué, sabía que era una mala idea, pero abrí las puertas y lo vi, justo al borde del balcón: un muchacho, parecía de mi edad, de cabello negro y un ojo rojo.

Él solo dijo: "Aún no es tu momento."

Salto y desapareció en la nada.

Desde ese día se han presentado mas casos de asesinatos en donde las victimas son despedazadas y sus órganos destrozados, igual que.... Mis padres, me he dedicado a investigar todo lo que puedo acerca de aquel hombre... Pero lastimosamente, no puedo encontrar nada... Solo les advierto que estén alertas... No sabemos a quien más pueda atacar.




Calificación:


martes, 7 de julio de 2020

Carne

Hace muchos siglos existía un pequeño pueblo en la mitad de la nada, éste tenía una población gigante y lo más importante, un rey.

El nombre del rey no ha sido recordado, pero se dice que fue una persona “devoradora”, posiblemente debido a que además de gobernar el lugar como si fuera un juego, se devoraba la mayoría de la comida que ya no podrían comer los pobres.

Muchos de los recursos no llegaron a durar para los tiempos fuertes por lo que el pueblo y el rey se quedaron sin nada. Fue entonces cuando sin despeinarse, mandó a que buscaran “carne” y otros alimentos para sobrevivir a la escasez que tenían. La búsqueda duró dos semanas, no encontraron nada, los otros pueblos estaban también en escasez de recursos; todo estaba perdido.

Las personas del pueblo comenzaron a debilitarse y a enloquecer, los habitantes destruían, se agredían y estaban dispuestos a cualquier cosa para no morir. El único que no parecía desesperado era el rey ya que aunque no encontraran comida en otro lugar, siempre le encontrarían una solución.

Mientras todo se venía abajo, varias personas fueron desapareciendo misteriosamente sin dejar un rastro o un indicio de su paradero. Pero para el rey ya había una solución, solamente para él había carne y no se tardó un segundo en meditar de donde provenía.

El rey permanecía en su trono esperando la comida, los animales entraron a la cocina, fueron asesinados, faenados y convertidos en el valioso producto.

Desfilaban los sirvientes con platos, cubiertos y en una bandeja de oro, la carne.

El gobernante comenzó a comer: devoraba, desgarraba, rompía y tragaba el líquido rojo que emanaba de su banquete, hasta quedar completamente sucio con esta sustancia.

Los sirvientes comenzaron a retirar los huesos y restos de los animales, mientras que el rey salía feliz y satisfecho del comedor. Al terminar uno de los mozos no pudo evitar preguntarle a su compañero:

—Te puedo hacer una pregunta ¿Que comió exactamente el rey?— preguntó.

—Carne— Respondió un joven que limpiaba detrás de la mesa.

—¿Carne? ¿cómo que carne? en este pueblo nunca ha habido animales— agregó asustado el muchacho.

—No lo sé, aunque me preocupa que los mendigos no hayas salido aún de la cocina.



Calificación:



jueves, 4 de junio de 2020

Delicioso [Micropasta]

Hmm... El sabor de la cena de hoy es excepcional mente delicioso. Es simple carne pero, aún así, el toque especial es de dónde proviene: hoy lloramos por la muerte de mi querido hermano.
Yo no puedo dejar de recordar cuando puse su cuerpo despedazado a asar.

miércoles, 1 de enero de 2020

Arbol Carnivoro de Madagascar


Localización: Madagascar, África.
Aspecto: Árbol con lianas 
Tamaño: 2 a 6 m
Primer Reporte: 1874
Población: Desconocida





Información

En 1878 el biólogo polaco Omelius Fredlowski recibió una carta en la que un explorador Alemán llamado Carl Liche, en la cual relataba haber protagonizado un encuentro con un tipo de planta que devoraba hombres. El relata que en sus viajes tuvo un encuentro con la tribu Mkdo en el que presenció un sacrificio humano presentado al terrible Arbol de Madagascar.

"Los esbeltos y delicados palpos, con la furia de serpientes hambrientas acariciaron por un momento la cabeza de la mujer, y entonces, como si el instinto de una inteligencia demoníaca se apoderara de ellos, se enroscaron de repente alrededor de su cuello y de sus brazos; entonces, mientras chillaba salvajemente la estranguló, envolviéndola entre sus tentáculos, como grandes serpientes verdes, y con brutal energía y rapidez infernal la levantaron y se contrajeron, envolviéndola capa tras capa, aplastándola con cruel rapidez y la salvaje tenacidad de anacondas devorando a su presa."
Carl Liche
(Fragmento)



Este árbol fue descrito como una gran piña de más de dos metros de altura apoyada sobre su base y sin hojas. El tronco del árbol es de un marrón oscuro y deslustrado, el cual parece tan duro como el hierro y desde la cima de este árbol, cuelgan unas hojas en forma de huesos, las cuales llegan hasta el suelo, estas hojas, con una longitud de dos metros, terminan en sus puntas con la forma de un cuerno de vaca y poseen una cara cóncava, desde el interior del cono -blanco y Redondo- exuda un líquido transparente, tan dulce como la miel y altamente tóxico y soporífero. Bajo el borde inferior salen unos zarcillos verdes, largos y peludos, de unos tres metros de largo. Por encima de éstos, seis tentáculos blancos, finos como juncos y casi transparentes, se retuercen y enrollaban incesantemente.




sábado, 19 de octubre de 2019

Cafetería

Nosotros veíamos los mismos rostros yendo de paso cada día, mi leal esposa y yo. Espectros de caras pálidas y macilentas deambulando por nuestras ventanas. Su habla distorsionada, casi fantasmagóricamente. Enseñaban letreros, aunque la mayoría convergían en mensajes similares: «Trabajaré por comida», «Aliméntame», «¿Tienes cambio?». Cómo no podías sentir pena por los mendigos y vagabundos de las calles cuando dirigías una respetada cafetería familiar.

Estando sus rostros mugrientos, supusimos que no podríamos alimentarlos gratuitamente. Entonces los clientes habituales demandarían el mismo trato, siendo tan injusto. Pero, al mismo tiempo, no podíamos dejarlos a que se pudrieran tampoco. Teníamos que ayudarlos. Vimos de nuevo la fotografía de nuestro hijo, quien fue a la guerra y su cuerpo nunca fue recuperado, y así es como la idea aterrizó.

Al día siguiente, cuando la noche llegaba a un paso lento, dejamos entrar a este hombre. Se introdujo como Fernando... Fernando era una de esas personas. Había estado durmiendo en callejones y en las afueras de la ciudad por años luego de que fue desahuciado y perdió su hogar, incapaz de proveer para sí mismo a razón de la inestabilidad económica nacional. Ordenó costillas de res, la especialidad de la cafetería.

En la cocina, en tanto mi esposa preparaba la comida del hombre, ella me preguntó si lo que hacíamos estaba bien —nuestro método, si esta era verdaderamente la forma de guiarlos—. Luego de una larga discusión, le aseguré que Fernando estaría agradecido por la manera en la que lo ayudaríamos.

Sus ojos destellaron en cuanto trajimos el platillo y comenzó a devorarlo ávidamente. Era alguien muy hambriento; nos preguntamos cuándo fue la última vez que tuvo una comida decente. Su boca se veía casi mecánica por la forma veloz en la que mordía y masticaba cada bocado. En medio de una pequeña sonrisa, nos agradeció por la maravillosa cena. Le sonreímos de vuelta, por cortesía más que otra cosa.

Se desmayó y, horas más tarde, fue declarado muerto por las autoridades. Lo encubrimos bien. Después de todo, resultó que el hombre tenía una enfermedad terminal y pudo haber muerto cualquier día. Un toque de suerte ahí.

El segundo. El tercero. El cuarto. Todas estas almas en pena que fueron acalladas. Lejos del sufrimiento de las calles, enfermedad y hambruna.

Nuestros esfuerzos fueron paralizados, sin embargo, luego de que cierto cliente fue recibido. Hasta el día de hoy nos resulta difícil suprimir la memoria que nos tormenta por lo que hicimos esa noche.

Nos dijo que su nombre era Rafael en tanto le permitíamos entrar. Era un hombre bastante desarreglado, vestido en ropajes sucios hechos jirones. Era desagradable para la vista el solo observar a este pobre desgraciado por tanto tiempo. Le dimos un gran platillo de filete para cenar y, como el resto, no pareció notar que había sido untado en veneno.

Cómo lo amó. Nos dijo que le recordaba a la técnica de su mamá. Sonreímos en unísono y esperamos. Esperamos, y pronto el efecto llegó mientras vimos sus ojos cerrarse por última vez.

Lo ubicamos a un par de kilómetros de nuestra locación, en donde fue declarado muerto. Hasta ese momento, nunca llegaron a sospechar nada de nosotros, al menos no hasta que nos entregamos.

El hombre, aparentemente, sufría de amnesia tras un accidente muchos años atrás. El médico forense comunicó que el vagabundo utilizaba una placa de identificación militar alrededor de su cuello, y mi corazón dio un vuelco cuando se nos mencionaron sus datos. Estaba confundido primero, pero luego me relampagueó, pues descubrimos que nuestro pobre y querido hijo nunca murió en la guerra después de todo.




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sábado, 14 de septiembre de 2019

Aquí

Hola, sé que no hago muchas cosas como esta, pero aquí estoy, haciendo esto para aquella persona, quién esté leyendo esto entenderá porqué lo hago. Mi nombre es Todd, y esta es mi historia:

En vacaciones de verano, toda mi familia se iba a un bosque cerca de nuestra ciudad, en donde habían varias cabañas a lado de un lago en donde la gente se quedaba por algunos días. En fin, a mí, con 17 años, no me gustaba ir con mi familia porque era aburrido y siempre daba una excusa para no ir, pero mi madre insistía en que los acompañe y la pasara bien, así que acepté porque mis amigos se iban a ir a otro lugar, así que no había mucho más que hacer.

Por fin llegó el gran día de irse, llegamos más tarde de lo previsto, lo que hizo que la única cabaña que quedara disponible fuera la más lejana a las demás. A muchos visitantes no les gustaba, ya que por esa zona aparecían muchos animales peligrosos como osos, lobos, arañas, entre otros. Ya que no había otra opción, elegimos esa cabaña; era linda, con chimenea y 5 habitaciones para mi padre, mi madre, mi hermano mayor, mi tío y mi tía, solo sobró una habitación. Yo soy muy callado, pero me gusta divertirme y, para eliminar el aburrimiento, decidí ir al lago. Caminé hacia éste, pero algo andaba mal, sentía varias miradas puestas en mí aunque no me importo, seguí caminando por el bosque escuchando el ruido de las hojas siendo pisadas.

La verdad es que esos ruidos me asustaban, mi miedo creció cuando un agudo sonido se escuchó cerca de los árboles en donde estaba, corrí hacia el lago, el ruido se acercaba más y más a donde yo estaba, no sabía lo que era, el camino ya había acabado pero el ruido se había ido.

Al regresar a la cabaña con mi familia, estaba pálido, mi piel estaba fría y mi boca seca. Mi padre, con quien no me llevaba muy bien, me abrió la puerta y me dejó entrar, cenamos más tarde y todos fuimos a dormir. En la madrugada desperté a tomar un vaso de agua. Iba por toda la casa caminando sin hacer ruido, cuando mi respiración se volvió más rápida, mi corazón empezó a palpitar más rápido, mi piel se puso pálida y me quedé inmóvil al ver a una cosa parada viéndome entre dos árboles torcidos y con pocas hojas arrancadas, esa cosa emitió el mismo ruido agudo que había escuchado mientras caminaba hacia el lago. ¿Que era esa cosa? No lo sabía, camine despacio hacia atrás, y para mi mala suerte tropecé, esa cosa camino hacia la ventana y me miró fijamente. Tenía cinco ojos, cinco malditos ojos que se fijaban cada uno en mí. Corrí hacia mi habitación y la cerré con llave.

A la mañana siguiente, desperté cansado, hubiera querido que todo lo que pasó anoche hubiera sido un sueño, pero no. Recorro los pasillos mirando al piso y pensando en múltiples cosas, cuando de repente, se escucha un grito, asustado me escondí, después de unos minutos busque a mí familia pero, ya no estaba, nadie estaba en la cabaña.

Escuché el mismo ruido que escuché camino al lago.

Esa cosa estaba dentro de la cabaña... ¡estaba dentro! Esa criatura me atacó, sus manos tenían dedos fríos y grises, sus ojos cinco ojos eran blancos, su aliento era repugnante y no tenía pelo, saltó hacia atrás y yo me levanté lo más rápido que pude y fui a mi habitación, mi corazón vuelve a palpitar más rápido, me quedo sin aliento, no sé que hacer. Tengo miedo, no quiero morir, él me sigue esperando, comiéndose a la gente que viene a esta cabaña.

Aquí me quedare, llevo 4 días sin comer y sin beber agua, me siento mal, esa cosa intenta entrar, nunca saldré de aquí, tendrá que esperar para matarme... Aquí




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viernes, 2 de agosto de 2019

Wendigo


Localización: Región de los grandes lagos, E.E.U.U. y Canadá

Origen: Pueblos nativos de zona.
Aspecto: Humanoide
Temperamento: Agresivo
Tamaño: 2 metros aproximadamente.
Equivalentes: El Mohán (Colombia)


Antecedentes:


El mito más popular sobre en Wendigo cuenta que hace mucho tiempo un gran cazador se perdió en el bosque y al alimentarse de carne humana para sobrevivir fue castigado transformándose un monstruo muy ágil, de grandes manos dotadas de garras que le sirven para alimentarse de carne humana. 
Puede personificarse como el viento soplando sobre la copa de los árboles o como un espíritu, también puede ser un ser musgoso que habita lo profundo de el bosque o en el peor de los casos una híbrido entre bestia y humano. El Wendigo llama a sus presas por su nombre éstas al escuchar su llamado se internan en el bosque inevitablemente perdiéndose para siempre como alimento de esta criatura.
También suele describirse como un corpulento espíritu del bosque que posee un blanco pelo y se alimenta de musgos, aunque otras historias dicen que comía guerreros que se aventuraban demasiado profundo en los grandes bosques desiertos y helados del norte de E.E.U.U y Canadá.

Otra leyenda dice que el primer Wendigo fue un hombre mortal quien fue traicionado por su amada y para vengarse la mata y se come su corazón, sin embargo, en lugar de poder saborear su venganza, sintió como su corazón se congeló convirtiéndose en una bestia capaz de alimentarse solo de este órgano.





domingo, 26 de mayo de 2019

Al borde de la supervivencia

En Berlín, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el dinero escaseaba, los suministros se agotaban, y parecía que todo el mundo moría de hambre. Durante este período, las personas contaron la historia de una joven que decidió ayudar a un hombre que caminaba a ciegas entre una multitud.

La leyenda cuenta que ambos comenzaron a conversar y el hombre le preguntó si podía hacerle un favor: 
“¿Podrías entregar esta carta en la dirección escrita en el sobre?”

Bueno, el lugar le quedaba de camino a su casa, por lo que ella acepto sin más. La chica comenzó su camino para entregar el mensaje, cuando notó algo en la dirección, un número que no podía distinguir, no sabía si se trataba de un “4″ o “9″. Se volvió de nuevo hacia el hombre ciego y se dio cuenta de que había emprendido una huida entre la gente sin sus gafas oscuras ni su bastón, como si estuviera huyendo.

Ella, por supuesto, encontró aquella actitud sospechosa, y en lugar de ir a casa fue a la policía. La policía, que tenía sospechas de que algo estaba pasando en la región por los incidentes registrados, visitó la dirección para comprobar si existía alguna conexión con sus sospechas. Una vez allí, hicieron un descubrimiento aterrador, tres carniceros cortaban carne humana y la vendían a la gente hambrienta por un precio amigable.

¿Sabes lo que había en la carta que el hombre le dio a la joven? Una nota, apenas se limitaba a decir:
“Esta es la última que mando para ustedes hoy”








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lunes, 26 de febrero de 2018

Ahora puedes verme

Estaba aterrada cuando escuché la noticia. Los doctores dijeron que mi visión sólo podía ir a peor con el tiempo y que la ceguera era inevitable. Al principio, los objetos se veían borrosos, como si estuvieran desenfocados. Luego vinieron las manchas oscuras y luminosas. Y finalmente llegó la mañana en que al despertarme todo había desaparecido, ya no podía ver nada.

Aun así tenía suerte. Tengo un amante marido que me ayuda y un bebé adorable. Siempre había sido muy comprensivo con todo esto. Me sentía muy torpe los primeros meses. Rompí muchos vasos y platos. Por culpa de los golpes tenía los dedos de los pies destrozados. Pero mi marido siempre me ayudó con cariño en mi nueva vida.

Usaba su tiempo libre para hacerme compañía, alimentarme, vestirme, bañarme y bueno… Hacerme sentir… Deseada en mi nueva normalidad. Estaba feliz de saber que a pesar de mi problema viviría una vida feliz.

Un día algo extraño ocurrió. Me desperté, y en vez de no ver nada, comencé a ver manchas de luz y oscuridad de nuevo. Grité emocionada, hacía muchísimo tiempo que había dejado de ver cualquier cosa. Era cauta con mi optimismo sobre recuperar mi visión, no quería darme falsas esperanzas.

Así que decidí darme tiempo para ver cómo las cosas progresaban. En los siguientes días, las manchas comenzaron a ser colores. Si seguía así, ¡Recuperaría mi visión! Mantuve la sorpresa hasta recuperar por completo mi visión y darle las buenas noticias a mi marido. Seguro que se alegraría por mí.

Me desperté un día y mi visión estaba perfecta. Esperé pacientemente a que mi marido regresara de la guardería con nuestro hijo.

— Cariño, ya estoy en casa. — Escuché a mi marido decir. Corrí hacia él para abrazarlo pero me quedé helada. El hombre junto a la puerta no era mi marido, tenía la voz de mi marido pero era un completo extraño. La sangre de mis venas se tornó hielo y sentí la bilis en mi garganta.

— No, no te levantes Celeste. Déjame ayudarte. —El extraño se acercó a mí y me ayudó a sentarme con un beso. —No te preocupes, he dejado al pequeño Henry listo para dormir.

Con horror vi como usaba su teléfono para iniciar el audio de un bebé llorando. Caminé despacio hacia la puerta, pero él me bloqueó el camino.

—Celeste, no intentes moverte, aún te estás adaptando. Siéntate, haré algo para cenar.

Me llevó a la cocina donde tuve que morderme la lengua para no gritar. Los restos de mi marido y mi pequeño hijo cubrían la encimera sobre una piscina de sangre.

—Cariño. ¡Esta noche tendremos filete!



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