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domingo, 3 de enero de 2021

Colores

—¡Esas eran verdes! —gritó el hombre, mirando las plantas en el jardín. — ¡lo juro, ayer eran verdes!

Su esposa intentaba leer un libro al otro lado del sillón.

Miró a su alrededor. Sus ojos fueron incapaces de enfocar un momento y se los talló.

—¡Los muros! ¡Antes eran azules!, ¡los pintamos de color azul hace dos meses! ¿por qué no son azules? —parecía incapaz de controlarse, su esposa detuvo la lectura y lo miró un momento, esperando aún que estuviera jugando.

—Amor, has tenido un día muy largo, deberías relajarte.

—¡No me digas qué hacer, no me digas qué me pasa!

Tal vez su esposo estuviera borracho. La mujer intentó seguir con el libro, pero a cada tanto, los gritos de su esposo la volvían a interrumpir.

—¡Esto era naranja! —lo escuchó gritar al otro lado del cuarto.

—¡Esto era marrón! —gritó después.

—Eso era morado! —insistió entonces.

Luego, guardó silencio. La mujer sonrió y devolvió la vista al libro.

Algo estalló en la cocina. La mujer saltó del sillón y salió disparada para ver qué pasaba. Cuando llegó, se ahogó en un largo y profundo grito.

La ventana al exterior estaba deshecha. Olía a pólvora. Pudo reconocer la escopeta, tirada en el suelo, junto a su marido, que sostenía sus tripas en las manos.

—Estas… eran… rojas…





viernes, 13 de noviembre de 2020

Del Amor al Manicomio

Amelia se había divorciado hacía ya algunos meses y lejos de buscar compañía, fue volviéndose cada vez más huraña y se dedicó enteramente al cuidado de sus hijos, Ludmila y el pequeño Valentín.

En el invierno del 94', el pueblo fue asolado por una extraña enfermedad respiratoria que atacaba principalmente a niños y ancianos. La mortandad fue terrible, se decía que todas las familias habían perdido a alguien, y la de Amelia no fue ajena al brote.

Ella procuró por todos los medios aislar a sus pequeños, pero una noche comenzó la tos de la pequeña Ludmila. Se empecinó en no pedir ayuda y comentó con los vecinos que, con infusiones y muchas mañas, los niños se habían recuperado.

Pasó el tiempo, y, aunque el brote había acabado, Amelia se negaba a mostrar a sus niños, diciendo que en su casa estaba mejor, que en la calle podrían enfermar nuevamente. Los vecinos advirtieron pronto la paranoia en la joven madre, pero después de tremenda tragedia, no se podía culpar a nadie de ser demasiado cuidadoso.

El invierno dio paso a la primavera. Llegó el verano y los vecinitos se agolpaban ansiosos en la puerta esperando a que Ludmila saliera a jugar con ellos, pero Amelia los espantaba.

Llegó Marzo y comenzaron las clases, una par de semanas después, las maestras notaron la ausencia de Ludmila; la directora, preocupada, llamó a la casa.

—Hola, querida, ¿cómo estás?—preguntó— ¿Cómo está Ludmila?

—Gracias por preocuparse, Ludmila está muy pero muy bien. Yo le estoy dando clases en casa. Usted sabe que soy maestra.

—Ya lo sé, querida, pero la nena está en una etapa en la que necesita estar cerca de otros niños. Me gustaría por lo menos verla un rato al menos, si es posible— insistió la mujer.

—Por supuesto que puede venir a verla.

Cuando cerró el colegio, la directora tomó por la antigua calle de tierra, golpeó la puerta y Amelia la atendió sonriente. Apenas abrió la puerta, sintió el fortísimo olor a jazmín impregnado en el ambiente.

Se saludaron y la mujer fue hasta el cuarto de Ludmila. A medida que se acercaba, el olor a flores se desvanecía, absorbido por un hedor fétido, putrefacto; tan fuerte era el hedor que debió taparse la nariz con un pañuelo. Abrió la puerta temblorosa, y la vio... Sentada en un rincón, su carne corrupta, consumida por los insectos, con los brazos cruzados y, sobre la mesita, una bandeja con galletas y una taza de chocolate humeante. Corrió despavorida y se topó con Amelia, que sostenía al pequeño Valentin. Con su pecho desnudo y flaco, amamantaba un montón de huesos y trapos.

— ¿Cómo vio a Ludmila?

—Mejor de lo que esperaba, querida.

Contuvo el llanto hasta salir de la casa. Corrió hasta la comisaría para contar lo sucedido.

Amelia fue internada en el hospital psiquiátrico "El Sauce". Hasta el día de hoy, deambula por los pasillos del psiquiátrico, amamantando a un montón de trapos mugrientos y llamando Ludmila a toda joven que se le acerque.



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domingo, 18 de octubre de 2020

El silencio de Luis

En ocasiones las historias de terror no necesitan tener algo paranormal para dar miedo ya que la crueldad humana es suficiente. Esta es la historia de un chico que recibió un gran trauma, que ha tratado de olvidarlo por años.

El joven se llamaba Samuel, él trató de suicidarse varias veces por lo cual sus padres decidieron internarlo en un hospital psiquiátrico prometiéndole que mejoraría y no volvería a intentar quitarse la vida nuevamente. 

Dentro del hospital conoció a un chico muy raro que estaba en silencio todo el tiempo. Solía estar en las esquinas de los cuartos con la cabeza agachada, no hablaba: solo movía la cabeza para decir sí o no. Samuel comenzó a hablarle, siempre había buscado a alguien que lo escuchara sin interrumpirlo ni juzgarlo. Todo el tiempo se quejaba con aquel chico, él se llamaba Luis, le decía todos los problemas que tenía con su familia, lo que no le gustaba, cualquier cosa. Luis solo asentía moviendo la cabeza, o incluso no hacía nada.

Así pasaron los días y siempre se podía ver a Samuel junto a Luis. Los doctores notaron una mejoría en Samuel y que le tenía un gran afecto al joven callado. Un día, Samuel le dijo al doctor que su amigo no merecía estar en ese hospital, que él no tenía ningún trastorno, solo era callado y reservado. 

Por varios días Samuel le insistió al doctor que dejara ir a Luis con su familia. Después de tanto insistir el doctor aceptó. Dejó ir a Luis. Luis saldría de ahí dos días antes que Samuel. Samuel le entregó una carta con su nombre, teléfono y dirección, lo abrazó y dijo:

Sé que eres muy callado, pero me harías muy feliz si algún día me visitas Luis tomó el papel y se fue.

A los dos días Samuel salió del hospital algo tarde porque lo festejaron por la gran mejoría que presentó, la celebración terminó tarde y a esa hora fue a su casa. Al llegar, abrió la puerta y notó algo raro: 3 cuerpos sobre la mesa. No pudo fingir nada, pues conocía a su familia y sabía que sobre esa mesa estaban su mamá, su papá y su hermana. Se acercó en silencio, y se dio cuenta que en la casa estaba alguien más. En una esquina, en la obscuridad, se encontraba Luis.

Luis se acercó lentamente a Samuel y, extendiendo su brazo lleno de sangre, le dio el mismo papel que le había entregado con su dirección. Pero había algo más, un mensaje por parte de Luis escrito en la parte de atrás que decía: "Todas las personas de las que tanto te quejaste... ¿Estás feliz?"



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sábado, 8 de agosto de 2020

Diversidad

No es normal. No, para nada. Despertar en medio de un charco de sangre no lo es, simplemente enloqueces. Primero está la desagradable sensación de sentir tu cuerpo extraño, empapado. Luego está la desorientación, la de los 0.3 segundos en los cuales tu cerebro no sabe ni siquiera quién eres o dónde estás, como el de una computadora, pero más rápido. Luego la sorpresa, la terrorífica sorpresa de ver aquel líquido rojo, sumamente viscoso y ya frío impregnado en todo tu cuerpo. Por un instante, tu mente no es capaz de asimilarlo: “¿es sangre?” y el subconsciente lo reconoce pero lo bloquea para no causar todo el daño psicológico: “no puede ser sangre”; sin embargo las ideas y la lógica traicionan esa “buena voluntad” del subconsciente y te gritan: “¡es Sangre!” y es en ese momento en el que te vuelves loco. Tu mente queda vacía en milésimas de segundo, la impresión de estar así cubierto de toda esa sangre hace que quieras deshacerte de ella y al mismo tiempo sacudirte esa “irrealidad” en la que te encuentras. Te arrastras hacia atrás, queriendo huir, pero la sangre te impide ser veloz y los gritos se ahogan en tu garganta. Te resbalas y te cuesta mucho trabajo alejarte del charco rojo del que vas dejando una estela mientras te mueves torpemente. Tu respiración agitada y consecuente hiperventilación hace que los niveles de oxígeno aumenten y la vista se te nuble y te sientes desfallecer. Es demasiado y tu cerebro envía señales confusas a los diferentes órganos causando que tu estómago se revuelva y vomites incontrolablemente. La tensión se libera un poco y piensas que todo es un maldito sueño. De nuevo, tu subconsciente empleando mecanismos de defensa: la negación.

Te levantas como puedes y te das cuenta de que no tienes ropa. Miras a tu alrededor y no reconoces el lugar, es una especie de bodega abandonada y hay cadáveres por todos lados, gritas pidiendo auxilio y te das cuenta de que puedes estar sangrando por alguna herida. Te revisas y no encuentras nada y el llanto hace que te acurruques en posición fetal en un rincón. ¿Cómo pudo pasar esto? Tratas desesperadamente de aferrarte al último de tus recuerdos antes de que despertaras para darle sentido a toda esta locura.

El instinto de supervivencia se apodera de ti y las lágrimas dejan de correr.

Te levantas y buscas algo con qué ocultar tu desnudez y caes en cuenta de que el o los responsables del horror que vives pueden volver a terminar el trabajo.

Como si fuera una grabación, los recuerdos de tu niñez se agolpan en tu cabeza, toda tu vida se revela en segundos y lentamente vas recordando quién eres. Los padres humildes a los que abandonaste por buscar un mejor futuro personal, los reconocimientos académicos, el éxito profesional, los continuos dolores de cabeza y la tensión para lograr superar todos los obstáculos, todos los sacrificios y al final, lograr tener mucho dinero. Todo ello te recuerda que eres fuerte y que podrás sobreponerte a esto.

En silencio, te deslizas por los rincones del lugar escudriñando cualquier cosa que te sea útil. Sorpresivamente encuentras tu ropa en el rincón más lejano junto con la de los demás cadáveres. No reconoces a ninguno pero cuentas cerca de 10 cuerpos. Te limpias como puedes la sangre y, claro, no utilizas tu propia ropa sino la de alguien más, tu manía por estar impecable de pies a cabeza se impone. Extrañamente todas las pertenencias están ahí: billeteras, bolsas de mano, carteras, joyas, relojes, e incluso el dinero. Y piensas entonces que no fue un robo sino un acto de maldad pura.

Encuentras la salida y rezas para que la puerta se abra. Lo hace. Sales y corres lo más rápidamente posible lejos de ese lugar dando gracias al cielo por permitirte salir con vida de ese horror. Lo siguiente es pedir ayuda aunque no reconoces el lugar en donde estás. Ves unas casas muy a lo lejos y la esperanza de llegar te da más fuerzas para seguir corriendo, lo consigues, pero cuando tratas de hablar con los habitantes de aquellas casas, las palabras se te atoran en la garganta y te desvaneces frente a ellos.

Cuando abres los ojos, estás en un hospital y un detective de la policía se encuentra frente a ti. Te hace preguntas que respondes como puedes. Él pretende hacerte responsable de los crímenes y quiere detenerte para seguir la investigación del caso. Pero conoces tus derechos, y a pesar de la indignación que sientes de que piensen mal de ti, llamas a tu abogado y le ofreces al detective tu ayuda para resolver el crimen.

Las idas y vueltas en el departamento de policía se vuelven rutinarias, ya has dado tu declaración demasiadas veces: fuiste a un bar turístico la noche anterior, tomaste unos tragos y luego no recuerdas nada más. Pero lo que no concuerda es que sólo tú hayas logrado sobrevivir. Se revela que no es el primer asesinato de ese tipo en la ciudad, pero en la ocasión anterior no hubo testigos. Se revela también que todas las víctimas son de varias nacionalidades, posiblemente turistas.

Vas a juicio, pero la evidencia es débil, tu abogado es bueno y tu reputación impecable. Te declaran inocente y se te ofrece una disculpa pública por parte de las autoridades.

Todo el proceso te ha dejado con los nervios de punta y estás irritable.

Unas vacaciones serían lo mejor, después de todo hay que vivir la vida y más ahora luego de algo tan aterrador como lo que has pasado.

Un destino concurrido es lo mejor, siempre te ha gustado la diversidad de la gente. Cada país tiene su magia y su gente es especial. Mientras más diversos mejor, su esencia se impregnará en todo tu ser y podrás sentir toda esa adrenalina corriendo por tus venas y nublando tu mente, es algo único y extasiante. Sólo hay que comprar zapatos especiales para no resbalar, debido a la sangre, y golpearte en la cabeza, como la última vez.

Lo difícil es atraerlos a tu país y juntarlos a todos, difícil, pero no imposible, ya lo has hecho antes...



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lunes, 20 de julio de 2020

Mi gran juego

Continúo sin entender... ¿Por qué ocurrió? ¿Por qué a mi?... Seguro no sabes de lo que hablo. En realidad es obvio que no lo sabes, por eso te lo contaré. Te relataré como se arruino mi vida en segundos, se destruyo todo lo que amaba y en especial... Como lo conocí a él.

En ese entonces yo tenía doce años, mi hogar no era muy armonioso porque mis padres siempre estaban muy ocupados, realmente no tenían mucho tiempo para darme atención por lo que a penas hablábamos; incluso en el colegio no tenía muchos amigos, por no decir ninguno. Lo único que me hacía llevar el día hasta el final era mi vecina. Una linda niña de mi edad con el cabello rubio y los ojos azules.

Podía pasar horas observándola con mi telescopio, realmente eso me hacía feliz. Las paredes de mi habitación, las gavetas y la mesa estaban llenas de fotos de ella, era una colección que podía atesorar gracias a que mis padres nunca me hablaban. No les interesaba lo que hacía en mi cuarto.

En ese entonces el único problema para mi era que no tenía el valor suficiente para hablarle, ella ni me conocía a pesar de ser mi alegría, lo único que sabía de mi era que yo era su vecino.
Fue precisamente en esos tiempos que aquel bastardo apareció.

Eran las diez de la noche y yo me encontraba en mi cuarto como siempre, moviendo mi telescopio de un lado a otro para ver a mi vecina en su casa, pero no la encontraba a ella ni a sus padres. La casa parecía estar completamente vacía. A mi me pareció muy extraño, monitoreaba esa casa cuanto podía y hasta ese momento no había visto salir a nadie de esa casa, los autos seguían en la entrada y supe en ese instante que algo andaba mal, muy mal.

Justo en medio de aquel pensamiento alguien llamó a la puerta de mi casa, miré la hora: once y quince de la noche, era extraño recibir un visitante a esas horas. Mis padres son de sueño pesado así que no me sorprende que no se despertaran. Primero pensé que podía ser un ladrón pero las probabilidades eran muy bajas; incluso cuando me dirigía a la entrada fantasee con que podría ser mi vecina y terminé por abrir la puerta. Ese fue el peor error que pude haber cometido.

Para mi sorpresa no había nadie, suspiré y miré alrededor por unos segundos antes de volver a cerrar la puerta, entonces escuche aquella voz... Nunca la olvidaré, ni olvidaré sus fuertes y claras palabras:

¡EL PAYASO DEMENTE ESTÁ DETRÁS DE TI!

Sentí un fuerte golpe detrás de la cabeza y todo se volvió negro. Cuando abrí los ojos nuevamente intenté moverme pero no pude, me encontraba atado a una silla y había un hombre frente a mi. Luego de unos cuantos segundos logre recuperar la conciencia totalmente y pude verlo con claridad.

Llevaba un saco azul con varios círculos de colores (rojo, verde, morado y amarillo), llevaba también guantes disparejos, el izquierdo negro y el derecho blanco. Alzando la mirada a su rostro me encontré la clásica máscara de la comedia teatral, pero lo que en verdad me aterró fue lo que estaba detrás de esa carreta, sus ojos... su mirada.

La emoción rebosaba desde las cuencas de su máscara al momento de asimilar a su nuevo juguete, en ese momento entendí lo que vendría y lo que había pasado con mis vecinos... en ese instante noté que quedé atrapado en aquel juego.




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miércoles, 24 de junio de 2020

El Brillo

¿Te duele?le preguntó a ella.

 Lo siento, cariño, ahora pongo más.
Agarró entre sus dedos una jeringuilla de delicado cristal en cuyo interior había algún tipo de anestésico. A pesar de su juventud, las manos le temblaban, parecían poseídas por demonios que las hacían batirse en espasmos. Se la clavó despacio, con mucho cuidado, con toda la delicadeza de la que disponía en esos momentos.

Ya está le dijo dándole un beso en la mejilla.

Tomó entre sus manos el delgado brazo de la joven, le dio un apósito recién desinfectado y, con extrema precaución colocó la mano de la bella mujer en la minúscula herida provocada por el pinchazo.

Presiona, mi amor le pidió mirándola a los ojos Espera a que haga efecto la anestesia.

Mientras esperaba, el muchacho, de aspecto demacrado, se secaba el sudor de la frente. Estaba empapado.

No te preocupes, cariño la tranquilizó dándole otro beso.

Todo volverá a ser como antes, ¿lo sabes, verdad?

Es incapaz de no mirar su boca. Incapaz de no mirar sus dientes machacados, incapaz de no mirar la inmensa grieta que atraviesa su mandíbula… Incapaz de no arrancar a llorar. Como avergonzándose de su llanto, se cubrió la cara con las manos y, tras unos segundos, se secó las lágrimas y volvió a mirarla.

No pasa nada le susurró con los ojos aún llorosos y la voz temblorosa Estoy bien.

Cogió con los dedos la aguja y la enhebró con toda la precisión que le permitían los temblores que recorrían sus manos. Pasó el dedo por los entrecruzados hilos que unían parte del brazo de la joven con su cuerpo. Pasó el dedo rozándolos, casi sosteniéndolo en el aire por miedo a lastimarla. Rozó también su piel, recubierta por una gruesa capa de sangre seca.

Solo queda un pocole dijo cogiéndola de la mano Tienes que ser fuerte, ¿vale?

Introdujo la aguja. Le costó atravesar su piel, bien por la rigidez de la carne o porque, llegados a este punto, le escaseaban las fuerzas. No lo sabe y, realmente, no le importaba. Tampoco podía siquiera pensar en ello. En su mente sólo aparecía ella, se la imaginaba forcejeando, luchando por su vida. Los golpes, los cortes, los gritos… todo se agolpaba en su cabeza, horrores impensables se formaban en su mente.

Alaridos, alaridos de terror. Sangre, la hoja de un cuchillo atravesando su piel, una y otra vez, rompiendo el hueso, astillándolo poco a poco… Todo se agolpaba en la mente del joven, tenía la sensación de que su cerebro iba a estallar. Sólo es capaz de gritar y golpear con rabia el cuerpo de su amada.

Sólo es capaz de recostar su cabeza sobre el vientre de la palidísima muchacha. Sólo es capaz de romper a llorar, de nuevo.

Lo… lo siento amor mío se disculpó con la mirada perdida Lo siento mucho, Darlene. No era mi intención, ¿lo sabes, verdad?

Levantó la vista hacia su rostro. Ella parecía perdonarle con la mirada. Eso hizo que el hombre se sintiera un poco mejor.

Continuó con su trabajo. Ha de terminarlo. Por ella y también por él. No podía soportar verla así. Cada puntada que daba le dolía en el corazón. Siguió mecánicamente con su tarea, intentando no prestar atención a lo que en su mente se formaba, intentando no mirar su rostro. Poco a poco y entre frases tranquilizadoras fue terminando su cometido.

Ya está, cariño le dijo.

Besó con ternura los finos y quebradizos filamentos que unían el cuerpo de Darlene con su extremidad, como dándole el aliento final que necesitaba para que recupere su forma natural.

El joven sonrió, “ya queda menos” pensaba, “solo la barbilla y ya estará lista”. Para la difícil tarea que se le presentaba utilizaría una pistola grapadora neumática, su pulso ya no estaba para coser y su paciencia tampoco. Miró a la mesilla y notó que ya no le quedaba anestesia. Se maldijo a él mismo, pero tenía que continuar, fuera como fuera.

Esto te va a doler… lo siento, pero no hay otra manera dijo con tremenda tristeza.

Cogió con fuerza la grapadora y la posó sobre la destrozada barbilla de la joven muchacha. Apretó el gatillo. El sonido producido por la grapadora al unir la carne era idéntico al que hace un cuchillo al cortarla. Lo apretó de nuevo. Un golpe seco que machacaba el brazo de Darlene viene a su mente. Volvió a apretarlo. Otra cuchillada consiguió romper el brazo esta vez.

Las lágrimas se mezclaban con la furia en el rostro del joven. Apretó. Sangre salpicando toda la habitación. Apretó. Gritos de dolor. Apretó. Golpes. Apretó. Forcejeos. Apretó… Miró hacia abajo, se dio cuenta de que ya había terminado y estaba grapando el aire.
Había terminado. Por fin había terminado. Comenzó a besarle la mejilla.
Ya está, cariño, ya está. Todo ha terminado le decía derramando lágrimas, esta vez de alegría.

Ya ha pasado cariño… ya esta…

Pero… se dio cuenta de que faltaba algo. Y solo podía ser una cosa: el brillo, el brillo de sus ojos color miel. Ese brillo tan inocente, tan hermoso, esos millones de pequeños cristales que recorrían por completo su iris, reflejando toda la luz que llegaba hasta ellos. Tenía que solucionarlo, todavía no había acabado.

Rebuscó desesperadamente por toda la habitación. Tras un largo periodo de tiempo vislumbró una polvorienta caja bajo un par de muebles. La cogió, sopló el polvo y la abrió. En su interior se encontraban varios adornos de Navidad: un pequeño árbol desmontado, varias figuras, guirnaldas, luces… ¡Luces! ¡Tenían el tamaño perfecto! Mientras cogía las luces vino a su mente las ya un tanto lejanas últimas Navidades.

Las habían pasado los dos juntos, solos. Su pasión no les había permitido siquiera terminar la cena romántica que habían preparado. Hicieron el amor toda la noche, sin descansar y, al amanecer se ducharon juntos y siguieron haciéndolo, de forma ininterrumpida. “Las próximas Navidades nos terminaremos la cena” se repetía una y otra vez.

Comenzó la operación. Lentamente introdujo la pequeña bombilla en el ojo de la muchacha. El humor vítreo del interior del mismo salió al exterior formando un pequeño charco en la cuenca tras romper la capa que recubría el ojo. Ese líquido hacía la operación más difícil. Además de temblorosas, sus manos también se tornaron resbaladizas.

Sin quererlo introdujo más de lo que quería la bombilla en el interior del ojo. Y al intentar sacarla torpemente, la introdujo aún más al fondo. Lo estaba echando todo a perder, tenía que calmarse. Respiró despacio, intentando calmarse. Tras aproximadamente medio minuto y visiblemente un poco más calmado, agarró una aguja de coser un tanto alargada. Intentó sacar la bombilla ayudándose de ella, pero la mala fortuna le acompañaba en cada intento.

Finalmente, y tras mucho intentarlo, solo consiguió desgarrarle la superficie del iris. Su ojo… lo había estropeado… El joven empezó a temblar y miró a aquel ojo ahora horrible y rezumante.

¿Qué había hecho?

¿Cómo podía haber sido tan torpe?

Lo había estropeado todo, ¡todo! La rabia se apoderó de él, cogió fuertemente el aguja y la clavó, una y otra vez en el ojo de la pobre mujer. La sangre comenzó a salpicar su cara. Clavaba y clavaba, cada vez más fuerte y más profundo. Lo clavó por última vez, con toda la fuerza que fue capaz de sacar de lo más hondo de su ser.

Cansado por el esfuerzo se apoyó sobre sus palmas y agachó la cabeza. Respiró fuerte y agitadamente, pero con su rabia ya apaciguada. Volvió su vista hacia aquel ojo, aquel ojo machacado, ensangrentado, ese ojo amorfo, ese ojo que más que un ojo parecía una masa uniforme de trozos de huesos, carne, piel y líquido ocular. Pero, en ese ojo, en esa masa vio un brillo.

La aguja brillaba, reflejaba la tenue luz que le llegaba del exterior, como lo haría un diminuto cristal. El brillo, el brillo de sus ojos color miel.

No le salían las palabras, sólo pudo mirarla con incredulidad y con un júbilo extremo en la mirada. La abrazó y estando abrazados acercó su boca a la suya. La besó en los labios, la besó en su mortecina boca, la besó con la mayor dulzura con la que había besado nunca.

Rozaron sus narices suavemente y él la miró a los ojos. Ahí seguía el brillo. Se quedó mirándolo, anonadado por el esplendor que proyectaba.

Y ahí, dentro del brillo lo vio. Por fin lo vio. Vio todo aquello que su mente le había hecho olvidar. Se vio a él mismo, gritándola. Se vio a él mismo enfadándose. Se vio a él mismo golpeándola. Se vio a él mismo destrozándole la boca a puñetazos. Se vio a él mismo cortando su cadáver con un cuchillo. Lo vio… lo vio todo. Todo lo que el mismo había hecho. Todo lo que le hizo.

No pudo soportarlo. No pudo con la culpa. Solo una soga, atada fuertemente al cuello fue capaz de ayudarle con esa carga. Y lo último que vio antes de morir fue aquel brillo, el brillo de sus ojos color miel…



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domingo, 7 de junio de 2020

Bridget Cleary

En Irlanda se conserva una vieja canción infantil, todavía muy popular entre los niños de aquella tierra, que alude a un caso donde se inscriben temas tan perturbadores como la violencia de género, el asesinato, y la creencia en hadas:


Are you a witch, or are you a fairy

Or are you the wife of Michael Cleary?

¿Eres una bruja, un hada,

o la esposa de Michael Cleary?


Bridget Cleary nació en Clonmel, condado de Tipperary, Irlanda. Fue torturada y asesinada por su esposo en 1895, quién aseguró que las hadas habían robado su alma, dejando en su lugar a un Changeling.

Los Changelings, según los mitos celtas, son aquellos hijos de las hadas que sustituyen a los niños humanos. Naturalmente, las hadas proceden a sustraer al niño humano para criarlo en sus costumbres.

Normalmente los Changelings son bastante torpes. Tienen un apetito voraz, se meten en problemas constantemente, y nunca logran adaptarse del todo al mundo de los humanos. Pueden ser muy afectuosos con las personas que quieren pero su amor termina siendo destructivo, y en muchos casos violento.

En marzo de 1894, Michael Cleary, un hombre que hasta el momento era considerado un buen vecino y un excelente marido, comenzó a pensar que algo extraño le ocurría a Bridget, su esposa, de veintiséis años de edad.

De modales delicados, que por momentos rozaban el más exquisito refinamiento, Bridget Cleary comenzó a mostrarse más reservada. Algunos sostienen que creció varios centímetros de altura en una sola noche, síntoma que para muchos irlandeses del siglo XIX significaba una sola cosa: Bridget mantenía algún tipo de relación con la gente pequeña, es decir, las hadas.

Michael confrontó a su esposa y realizó toda clase de acusaciones, entre ellas, que ya no era la Bridget de siempre sino un Changeling.

Bridget negó estas ridículas afirmaciones. Sostuvo, aún en los momentos de mayor dolor físico, que creía en las hadas, pero que ella era simplemente una mujer mortal. Sin embargo, pronto quedaría demostrado que una creencia aparentemente inocente como la fe en las hadas podía justificar el más atroz de los crímenes.

Michael Cleary no actuó en soledad, como uno podría fácilmente suponer, debido a lo absurdo de sus acusaciones. Por el contrario, comenzó a torturar metódicamente a su esposa en complicidad con varias personas, entre ellas, tres primos de la muchacha: James, Patrick y Michael; una tía, Mary; dos amigos, John Dunne y William Ahearne; y el propio padre de Bridget, Patrick Boland.

La intención de este grupo nefasto era quebrar el alma del Changeling para permitir el regreso de la verdadera Bridget.

Después de varios días, la gente de Clonmel advirtió la desaparición de Bridget. Una vecina, Johanna Burke, se presentó en el domicilio de la muchacha para verificar si estaba enferma. Fue acompañada por otros dos vecinos que estimaban a Bridget, William Simpson y su esposa. Al principio se les negó la entrada, pero después de algunas insistencias finalmente lograron convencer a Michael Cleary que los dejara pasar.

La pequeña comitiva de vecinos pronto cambió la preocupación por el más siniestro estupor: Bridget se encontraba atada a la cama, con los brazos y las piernas abiertas, vestida apenas con un camisón y con el rostro transfigurado por el dolor.

Los torturadores, lejos de sentirse culpables por ese acto aborrecible, intentaban que Bridget bebiera una especie de tónico, un remedio casero en base a leche y hierbas, con propiedades supuestamente repelentes para las hadas.

Lo peor de la escena, declaró luego Johanna durante un juicio que mantendría en vilo a toda Irlanda, es que el grupo se refería a Bridget directamente como bruja.

¡Bebe, bruja!

E inmediatamente después de que Bridget tragara gota a gota el infame antídoto se le preguntaba:

¿Eres Bridget Boland, esposa de Michael Cleary, en el Nombre del Señor?

Prácticamente ahogada en vómito, producto de los litros y litros de tónico que los torturadores la forzaban a beber, Bridget asentía desesperadamente, ya sin fuerzas para llorar.

Michael Cleary y el resto de los torturadores no le creyeron.

John Dunne, un sujeto especialmente sádico, sugirió la posibilidad de colocar la cabeza de Bridget sobre el fuego, lo cual fue admitido en seguida por los demás. En vano gritó la muchacha mientras su cuero cabelludo literalmente era abrasado por las llamas.

El fuego, según las viejas leyendas de hadas, era considerado una prueba sustancial para verificar si alguien era o no hijo de estas criaturas. Al ser expuesto a las llamas el Changeling revelaba su verdadera naturaleza y retornaba inmediatamente a los brazos de su verdadera madre.

A pesar de los esfuerzos de los vecinos, en este punto, retenidos contra su voluntad por el grupo de torturadores, las maniobras continuaron hasta bien entrada la madrugada.

Por fin, ya devastada, Bridget fue llevada a la cama, donde quedó inconsciente.

Al día siguiente, Michael Cleary fue hasta la casa de William Simpson. Necesitaba un revólver, afirmó.

Luego explicó que Bridget había confesado que se reunía periódicamente con las hadas en Kylegranaugh Hill, sitio donde podría recuperar a su verdadera esposa. Para probarlo le enseñó las extrañas ropas que ella guardaba en el sótano, telas con propiedades asombrosas que cambiaban de color según la luz; también una escoba de bruja e incluso el estiércol típico de los corceles grises que las hadas emplean para moverse en la noche.

Simpson creyó firmemente en estas absurdas evidencias; no obstante, no poseía ningún revólver para prestarle.

Horas después, según el testimonio de algunos vecinos, Michael Cleary fue visto dirigiéndose a Kylegranaugh Hill armado con un cuchillo.

Esa noche, Johanna Burke regresó a casa de Bridget. La encontró sentada junto al fuego, rodeada por sus hermanos, quienes la obligaban a beber té y comer pan, quizá para seguir buscando pruebas de su supuesta procedencia sobrenatural: las hadas mueren en el acto si consumen cualquier comida hecha por mortales.

Michael Cleary, recién llegado de su expedición a Kylegranaugh Hill, comenzó a golpearla y a exigir que revele su verdadera identidad. Bridget, una y otra vez, juraba entre llantos que no era un Changeling pero que creía en las hadas.

Completamente loco, ausente de toda lógica, incluso del más ínfimo registro de afecto y compasión, Michael Cleary bañó a su esposa con aceite de lámpara y la quemó viva.

Michael Cleary y Patrick Burke llevaron los restos calcinados de Bridget al cementerio local, en medio de la noche, y los enterraron en un foso.

Si bien la violencia doméstica, y especialmente la violencia de género, no eran motivos válidos de denuncia, o al menos no los suficientes como para que las autoridades policiales tomaran cartas en el asunto; el asesinato sí lo era.

Michael Cleary, Boland, los Kennedy, Ahearne y Dunne, la tía, y hasta el herbolario local, Dennis Ganey, fueron arrestados y llevados a juicio.

En menos de dos semanas Michael Cleary fue sentenciado a veinte años de prisión, de los cuales sólo cumpliría quince. El resto de los torturadores recibieron penas mucho menos severas.

La prensa tituló el caso como la última bruja quemada de Irlanda, a pesar de que Bridget Cleary jamás haya tenido nada que ver con la brujería. Su nombre, aún después de padecer las mayores atrocidades, continuó en la muerte asociada a lo sobrenatural.

La única justicia que recibió Bridget Cleary provino del sitio menos esperado.

Los niños de Clonmel, al parecer mucho más sabios que los adultos, poco a poco fueron limpiando la reputación de la muchacha; de tal forma que su nombre quedara separado de una vez y para siempre del reino de las hadas:

Are you a witch, or are you a fairy

Or are you the wife of Michael Cleary?

¿Eres una bruja, un hada,

o la esposa de Michael Cleary?

No es infrecuente que las hadas adopten como hermanas, incluso como reinas, a todas las mujeres que murieron por creer en ellas.

Fácilmente podríamos caer en una atroz coincidencia etimológica: el nombre Bridget es el mismo que el de la diosa del fuego de la mitología celta. Significa literalmente «fuerza», la misma que hizo falta para que Michael Cleary despertara en medio de la noche con todos los dientes arrancados por dedos invisibles, que nunca olvidan.



Calificación:

viernes, 5 de junio de 2020

El Artista

Yo solía ser una persona alegre con muchos amigos, ¿qué me paso? Ahora siendo ya un hombre de 25 años soy una persona corrompida por la misma vida, las personas siempre decían que mi arte era el mejor pero poco a poco se fueron alejando, dijeron que mi arte había cambiado, que yo era una persona espeluznante, pero no me importa, no he salido de mi casa en más de 5 años, sólo basta con pedir mi comida por delivary. Dibujo absolutamente todo el día, pero estoy cómodo así, entre mis pinturas, ellas no hablan ni se burlan, son la compañía ideal de mi día en un cuarto lleno de bocetos sin terminar.

Soy alguien que vive por el arte, todo esto comenzó cuando yo tenía 18 años. Me interesé por la pintura, siempre tuve un don natural. Poco después comencé a interesarme por los casos de asesinato y historias de terror y cuando me di cuenta, pintaba este tipo de cosas, es como si dos personas habitaran en mí.

Las personas dicen que el arte te consume, pero no creí que fuera así. Mi otro yo me controla, solo soy su marioneta, cuando me despierto del trance siempre mis manos están cubiertas de un líquido rojo espeso, trato de convencerme de que es pintura, pero sé que no es así, yo sé que mi otro yo busca sus modelos y las mata para luego pintarlas y yo no puedo controlar eso, ¿cómo poder controlarme a mí mismo?

Cuando miro al espejo él me sonríe malévolamente, la primera vez que me pasó fue cuando tenía 20 años. Me desperté en una casa que no conocía empapado en ese carmesí y espeso líquido con un olor pútrido, me fui asustado rápidamente a mi departamento. Cuando encendí el televisor en las noticias pasaban la noticia del asesinato, y pensé qué bueno fue que me había ido antes de que me pasara algo, pero me empecé a despertar cada vez más seguido en escenas de asesinato y las pinturas de las víctimas aparecían una a una en mi departamento, esa fue una de las razones por las que me encerré, no entiendo porque la policía no nos atrapa y porque no soy consciente de el momento en el que asesino a esas chicas.

Una vez hasta intenté encerrarme en un manicomio, pero cuando desperté todos estaban muertos, todos las paredes blancas estaban manchadas de rojo carmesí, pero el color favorito de él es el rojo, adora el rojo, se vuelve loco cuando lo ve, ¿quién es él? ¿Cuándo apareció? ¿Siempre existió? ¿Todos tenemos uno? No lo sé, solo quiero detener esto.

Hoy algo malo va a pasar, el me está hablando y dice que hoy es mi turno, está apretando mi cuello y desgarrado mi piel obteniendo lo que él más ama, ese color rojo tan bonito. Ahora sé que todos tenemos otro yo, otro que es malvado, o tal vez un espejismo de nosotros mismos, el mío es un artista sangriento y hoy ha elegido a su siguiente modelo, yo. Cada vez brotan más flores rojas de mi piel, es una escena hermosa, estoy creando la pintura perfecta, por fin lo logré, gracias a mi otro yo, ahora yo soy el arte. Por fin somos uno, un loco y demente artista.




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lunes, 17 de febrero de 2020

Una Sombra [Micropasta]

Eran las 3 de la mañana y aún seguía despierto viendo la televisión. Fui a la cocina a beber un vaso de agua y en la ventana de esta sala me percaté de que una sombra extraña estaba observándome.
Temeroso le pregunté qué se creía que hacía, a lo que me dio una respuesta bastante extraña:

Nada, solo espero a que un niño tonto me deje pasar y no dejar pruebas.




viernes, 7 de febrero de 2020

"Anónimo"

"Querido Muerto..."

Fueron las primeras palabras que leí al abrir una carta que había llegado a mi correspondencia, sin un destinatario ni un autor todo estaba en blanco, me llamó tanto la atención que abrí la correspondencia, la carta decía lo siguiente:

"Querido Muerto...

Lamento tanto haberlo hecho, pero mi gusto por la sangre fue tal que no pude contenerme.

Lamento tanto haberte hecho aquello, lamento tanto haber disfrutado cada una de tus entrañas y haberte devorado mientras aún seguías consciente de cada una de tus extremidades".

A este punto de la lectura no pude aguantar más y mis ojos comenzaron a ponerse llorosos, mi estomago débil y mis palmas sudorosas, pero cogí valor y seguí.

"Aquí escribo esto mirando tu ventana colando esta carta en la bolsa de tu cartero, esperando a que llegues a este punto, con cariño.

Anónimo."



Inmediatamente tocaron a mi puerta, lanzándome un cuchillo, lo ultimo que vi fue al atacante, después todo se volvió negro....


Cuando el peritaje encontró la escena del crimen, una nota anónima se encontraba cerca del occiso, se podía leer claramente:


 ¿Quien quiere otra carta??



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martes, 28 de enero de 2020

Desde Detrás del Espejo

Estoy solo en casa casi a oscuras, leyendo un libro viejo y aburrido. Es posible que si hablara de otras cosas lo hubiera abandonado. Pero habla de los espejos, del mundo de los espejos, y ese es un tema que me obsesiona.

Estoy solo. Hace una semana que mi mujer me ha abandonado, una semana que falto a oficina, que no abro la puerta a los que llaman, que no descuelgo el teléfono cuando suena, que no salgo a comprar comida, que me mantengo con lo poco que queda en el frigorífico.

Siento que la basura se amontona, y que un olor húmedo y repugnante invade la casa. Pero no me importa el olor, ni la cama deshecha, ni las sábanas sucias, ni el picor de la barba en la cara. Le he dicho a la portera que no me moleste, que no me pasa nada, que estoy de vacaciones. De otra forma a lo mejor hubiera llamado a la policía.

Supongo que en la oficina, hartos de llamar, me habrán mandado la carta de despido. Así que estoy solo en la penumbra, a media voz. –Huang-Ti, el Emperador Amarillo, extendió entonces su mirada, y el ruido de los tambores y el entrechocar de las armas cesó un momento, quedando como supendido en el aire denso que la sangre derramada llenaba de un olor perverso.

El Emperador invocaba a Sang-Ti, el padre y señor de los dioses. A su conjuro los guerreros zurdos penetraron de nuevo por la puerta de cristal llevando con ellos los cuerpos sin vida de sus compañeros. Tras ellos, Yuan-Sih-Tien-Tsun, el Eterno, selló la puerta, y el espejo suprimió la silueta de los guerreros vencidos, para reflejar tan sólo la alegría de sus oponentes.

Y la risa de Pu-Tai volvió a resonar para siempre. El Emperador había devuelto la paz y la libertad a sus súbditos. Pero, tras la puerta de su cárcel de cristal, los guerreros zurdos, condenados a repetir los gestos de los hombres, esperan su despertar. Entonces, romperán el cristal y saldrán para aniquilar la raza que les hizo esclavos.

He cerrado el libro, y miro ahora la silueta zurda que desde el fondo del pasillo me observa amenazadora.Podía haberme ahorrado la lectura. No me ha revelado nada que no supiera, que no hubiera presentido antes en mis últimas noches de insomnio.

Pero, al menos, me ha servido para corroborar mis pensamientos, para demostrarme que no estoy loco. Sé que tras el espejo se esconde un mundo distinto y hostil, un mundo en acecho, preparado a romper la puerta de cristal que nos separa y a caer sobre nosotros, sobre mí o sobre cualquiera. Esa imagen que me mira es una simple burla que trata de parecerse, un simple remedo sarcástico. Esos absurdos narcisos presumidos, que se pasan la vida frente al espejo, no saben que la imagen que ven no es la suya, que los gestos que hacen sonrientes son imitados burlona mente por los otros, por aquellos que se divierten reflejando lo opuesto a nosotros y a nuestros actos.

Yo, a lo largo de la semana, he tratado de combatirlos poco a poco, procurando no llamar su atención, lo que sin duda habría contribuido a irritarles, y quizás obligarles a adelantar sus planes, he intentado anularles, borrarles de mi vida. He ido despoblando mi casa de todos los espejos: las cornucopias del salón, el espejo del cuarto de baño, la luna del armario ropero de la alcoba. Todos, incluso los pequeños espejos de mano. Por eso no he podido afeitarme.

Me tiembla el pulso y el solo tacto del filo de la navaja me llenaría de pavor. Al principio pensé en romperlos, pero en seguida comprendí que habría sido un terrible error. Todo el mundo sabe que romper un espejo es presagio de muerte. El mundo terrible que se esconde en ellos no desaparece, antes bien se multiplica con la ruptura.

Pero, presiento que eso, con ser terrible, no es lo peor. Parte de ese mundo en ellos encerrado se libera, se escapa por las fisuras y cae sobre nosotros cargado de mortíferos deseos. Levanto de nuevo los ojos, y en el fondo del pasillo hay una silueta zurda que me mira y se ríe. Noto en sus ojos la locura. Una locura homicida que se ríe de mi impotencia.

No he podido desprenderme de ese espejo, el último que me queda. Los chamarileros que se llevaron los otros, sin que les pidiera nada a cambio, no quisieron llevárselo. Era demasiado grande, demasiado pesado, la luna estaba estropeada, el marco rajado. Es seguro que los otros oyeron sus excusas. Desde el fondo del cristal pude oír sus risas de triunfo.

No sé qué impulso incontrolable me ha llevado frente al espejo, mientras el loco maldito que me observa continúa riéndose con carcajadas terribles que hieren mis oídos. Tampoco sé lo que me impulsa ahora a golpearle, a chocar mis puños contra los suyos, cada vez con mayor violencia.

No lo sé, y no he debido hacerlo. El cristal se ha roto y sus cuchillos y lanzas, ahora liberados, penetran en mis muñecas y cortan mis venas. Siento que mi vida se escapa entre borbotones oscuros...



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domingo, 12 de enero de 2020

Navidad sangrienta

La navidad es aquella ceremonia donde se festeja el nacimiento de Cristo, y todos tienen una noche buena, pero la familia Edith no tuvo esa noche buena. Londres año 1980, la familia Edith espera ansiosa la navidad, es un día con mucha nieve, pero podría ser peor cuando informan por televisión sobre un asesino que se ha escapado de la cárcel con un traje de santa Claus y que ronda por esa misma zona, la familia se mantiene alerta, pero no lo suficiente ya que no han asegurado la casa y que en cualquier momento el prófugo podría introducirse en el hogar.

Ante esto la madre manda a dormir a su hijo en el segundo piso de la casa, para estar más asegurado. Ya es medianoche y en la casa están todas las luces apagadas, de repente se siente un ruido por la chimenea. Entonces Lautaro, hijo único de la familia, se levanta de la cama creyendo que era santa, fue entonces cuando la madre grita:

¡Lautaro corre y escondet....

Pero el asesino le corta el cuello a la mujer con lo cual muere ensangrentada, el niño siente un temor inexplicable. Mientras el niño subía las escalera rápidamente, el prófugo le decía con voz dulce y delicada:

Lautaro, dale un abrazo a Santa.

Fue entonces que en esa ocasión aparece el padre del niño peleando contra aquel asesino, pero por un descuido minúsculo el psicópata saca un hacha que tenia escondido en su traje robusto y le corta el hombro al pobre hombre que gritaba agonizante en el pasillo de su casa, mientras gritaba adolorido por la herida el esquizofrenia hombre le corta la cabeza al padre de Lautaro. Ahora sí, Lautaro sentía miedo, pero a la vez furia y tristeza por lo sucedido aquella noche de alegría, él estaba solo e indefenso lo único que pudo hacer fue esconderse en su cuarto, encerrarse en su closet y llamar sollozante a la policía sin que aquel demente se diera cuenta de la llamada a las autoridades y que todo se diera por terminado... pero no fue así como lo pensó Lautaro.

El asesino aun buscaba al joven asustado, pero cuando subió las escaleras escucho un bullicio en el armario, el loco sin pensarlo cortó el cable del teléfono, abrió el armario y asesinó brutal y despiadadamente a aquel joven niño de tan solo 7 años de edad, cortándole sus miembros y extrayendo sus órganos. Mientras Lautaro agonizaba el despiadado hombre le corto el cuello y es ahí cuando la vida de aquel niño se da por terminada, pero antes de irse el loco vestido de santa Claus descuartiza a los integrantes de la familia, los mete en una bolsa negra y los coloca en una caja cuadrada, los envolvió con papel de regalo y lo dejo debajo de aquel árbol de navidad que hermoso se veía con sus adornos navideños. Jamás se volvió a saber de aquel asesino, pero ten cuidado, puede que en cualquier navidad aparezca en tu casa, pero... ¿estarás preparado para ello?


viernes, 10 de enero de 2020

Desastre

Mi nombre es Chris, formó parte de un grupo de ayuda que se formó en mi escuela. Soy un chico "sádico" y obsesivo por las cosas —como dirían los demás— "raras". Me encanta ayudar a las personas, en especial a aquellas que tienen problemas mentales y físicos. Soy un chico solitario y de pocos amigos, durante toda mi vida me ha sido difícil socializar con personas. Tenía solos 2 amigos. Había clases por la tarde, en la noche me reunía con el grupo de ayuda. Esa noche, conocería a una chica que cambiaría por completo mi vida.

Al terminar las clases, fui directamente a la reunión, donde me presentaron a un grupo de chicos nuevos tímidos, pero amables. Había una chica linda, pero descuidada con su atuendo; su ropa estaba rasgada y quemada. Ella era las más tímida de todos. Me le acerqué diciéndole sonriente:

—Hola.

Su respuesta fue silencio.

—No seas tímida. Je, je. No te diré nada malo.

Seguía sin responderme

—Esta bien. Si quieres, te dejaré sola.

Me disponía a retirarme, pero unas palabras me lo impidieron:

—E-espera.

—¿Por qué eres tan tímida?

—Y-yo... Lo siento.

—No te preocupes.

—Ellos no te lo han dicho, ¿verdad?

—¿Decirme qué?

—Y-yo... Bueno. Yo no sé cómo decírtelo.

—Dímelo como tú quieras...

—Yo... sufro de TID, Trastorno de Identidad Disociativo. Lo siento.

—Joder. Pero ¿por qué estás aquí? Deberías estar en un lugar mejor.

—Quise escapar del lugar de donde estaba. Pedí ayuda, y ellos me trajeron acá. No sabes lo que me hacían en el lugar de donde vengo. Siempre era lo mismo. Me torturaban y abusaban.

—¿Q-qué...? ¿De qué lugar me hablas?

—Vengo de una clínica para personas con problemas de personalidad y de trastornos mentales. Perdí a mis padres, cuando era niña. Tenía un hermano mayor. Él... simplemente desapareció. Me quedé sola. Me llevaron a un orfanato. Las personas empezaron a ver que mi comportamiento era extraño. Decían que era algo agresiva... y deprimente. Mi hermano era muy violento. Él me golpeaba y me dejaba encerrada en un cuarto por horas. Una vez, trajo un perro en el lugar donde vivíamos... y lo degolló enfrente de mis ojos. Él me obligó a hacer varias cosas. Él llevaba animales a la casa... y me obligaba a degollarlos o decapitarlos. Él quemó el hogar en el que vivíamos... dejándonos sin nada.

Me callé, ya que no sabía qué decir.

—Lo sé. Soy muy rara. Perdóname.

—No, no es eso. Me intriga tu historia

—E-está bien..

—¿Cómo te llamas?...

—Afton, ¿y tu?

—Chris. Je, je. Lindo nombre.

—También me es lindo el tuyo.

—Afton, ¿quisieras que seamos amigos?

—S-sí.

—Je, je, je. Está bien.

Lo único que no sabía era que ella sería la que iniciaría el infierno en mi vida.



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viernes, 3 de enero de 2020

Dentro de mí

¿Por qué no me creen?

Hay algo dentro de mí, algo que me está consumiendo. Puedo sentirlo, como se retuerce lentamente, son como pequeñas larvas, parásitos o una nueva enfermedad que he contraído, pero en vez de ayudarme o de hacerme análisis para saber qué es lo que tengo, me encerraron en este cuarto, ¡Me pusieron en cuarentena! Una cuarentena en la que me vigilan solo para ver cómo estos malditos parásitos me consumen lentamente.

Me han convertido en un estúpido espectáculo para que los científicos vean mi condición y se maravillen.

Puedo entenderlo, tal vez como es una nueva enfermedad es muy contagiosa y no quieren que se propague, o tal vez me tienen aquí solo para estudiar mis síntomas y ver como evoluciono. De seguro cuando muera entrarán vistiendo trajes que los protejan y me harán una necropsia solo para conocer más de la enfermedad. ¡Es injusto!

También soy un ser humano, una persona con derechos, deberían estar tratando de curarme en vez de usarme como conejillo de indias para ver qué pasa conmigo al dejarme aquí encerrado con estos… estas... ¡Estas cosas en mi interior!

Si pudiera contactar con alguien del exterior, alguien que le explicara al mundo entero que me están dejando morir en esta especie de laboratorio solo por la curiosidad de la enfermedad que tengo.

Las cosas van empeorando, al principio cuando esa extraña araña, si es que a ese grotesco animal con ocho patas y alas membranosas se le puede llamar araña, cuando eso me acababa de “picar” en el brazo izquierdo solo sentí un leve dolor, al día siguiente la inflamación era muy pequeña así que no me preocupé, pero después sentí como la comezón se extendía por todo mi brazo, fue entonces cuando me preocupe y fui al médico, pero él al no tener ninguna forma de detectar esta enfermedad atribuyó la inflamación a un golpe y me dijo que todo lo de la araña había sido un sueño, que no era nada grave y que todo se arreglaría.

Que tan equivocado estaba, ahora sé que lo que hizo ese insecto fue inyectarme sus huevecillos.

¿Cómo lo descubrí?

Pues porque al tercer día, cuando la hinchazón no bajaba comencé a exprimirla, lo hice inconscientemente, como si un mecanismo de autodefensa se hubiese activado o como si un extraño placer morboso se hubiese apoderado de mí, un placer tan inexplicable como el que se siente al deshacerse del acné de la misma forma.

Ojalá lo hubiese hecho antes.

Al exprimir mi herida pude ver que no salía pus, sangre u otro líquido común en los cuerpos enfermos, en su lugar un hediondo líquido transparente de un tono azulado emanaba de mí. Por curiosidad me acerqué a examinarlo, y entonces me di cuenta, ¡Ese líquido contenía cientos de minúsculos huevecillos!

Acudí de inmediato al doctor, pero era inútil, al exprimir mi brazo había sacado la mayoría de los huevos, y los que quedaron pasaron a otras partes de mi brazo por la presión que ejercí.

El doctor no encontró nada, desesperado intenté hacerle ver que mi vida estaba en grave peligro, pero solo se limitó a darme un par de pastillas y me mandó a dormir.

Durante un tiempo pensé que las pastillas eran una especie de antibiótico poderoso que se había deshecho de los huevos que quedaban, incluso la inflamación bajó, pero eso solo era porque se estaban incubando en mi cuerpo, preparándose para eclosionar y dejar correr por todo mi cuerpo esas horribles larvas.

Tiempo después la "enfermedad" comenzó a empeorar, podía sentir como una gran cantidad de pequeños gusanos se arrastraban debajo de mi piel, entonces no lo sabía, pero poco después durante mi trabajo lo descubrí.

Estaba yo solo terminando unos pendientes a la hora de comer, cuando sentí una comezón renovada, comencé a rascarme tan fuerte en mi brazo izquierdo que comencé a sangrar, entonces fui al baño para lavar mi herida, ahí fue la primera vez que los vi, de entre mi piel salió un pequeño gusano, una larva de las que sobrevivieron dentro de mi cuerpo.

Todo comenzó a tener sentido, porque siempre me sentía cansado, mi perdida repentina de peso, todo se debía a que esas cosas se estaban alimentando de mi cuerpo para crecer y fortalecerse, y al final convertirse en un insecto idéntico al que me había picado, listos para infectar a otros humanos.

Mi terror y desesperación se convirtieron en ira y coraje, lo arroje al lavamanos, y al ver que el diminuto gusano permanecía vivo, arrastrándose, intentando salir, tomé mi bolígrafo de punto fino y lo apuñale con mucho cuidado, logrando partirlo a la mitad, pero mi sorpresa fue aún mayor, al darme cuenta de que esa cosa no solo seguía viva, sino que se había dividido y ahora eran dos.

De inmediato me las imaginé, creciendo dentro de mí, y cuando llegaban a un buen tamaño se dividían, ¡Todo mi brazo estaba infectado! No había tiempo de dudar, tenía que hacer algo antes de que se infectara el resto de mi cuerpo, así que tomé de una oficina la cuchilla de una guillotina para papel, me concentré para sentirlos moverse, y me di cuenta de que ellos habían logrado invadir mi brazo hasta un poco más arriba del codo.

Me preparé y deje caer la cuchilla en mi carne, el corte fue limpio en la piel y musculo, pero no pudo hacer nada con el hueso, aun así, me retorcí en el piso de dolor.

Cuando mis compañeros de trabajo se dieron cuenta de lo que pasaba de inmediato me llevaron a un hospital, ahí, después de curarme y hacerme pruebas se dieron cuenta al fin de mi condición, yo estaba feliz pues pensé que de seguro me iban a curar, lamentablemente no fue así, me encerraron aquí, en este laboratorio para vigilar el desarrollo de mi enfermedad, ahora esas cosas están en todo mi cuerpo, pronto serán tantas como para consumirme por completo.

Solo puedo hacer una cosa, y ya estoy preparado. Hoy como todos los días me sacan unos hombres de traje blanco para hacerme extrañas pruebas, como no quieren que las muestras se contaminen me mandan a bañarme primero, pero ya no voy a soportar esto más.

Con el trozo de sábana que corte con mis propios dientes tapo las rejillas del piso de la regadera, dejo que el agua inunde el baño, apoyándome en las llaves del agua alcanzo el techo, arranco el foco que siempre esta encendido y jaló los cables dejándome caer hasta estos, y mi cuerpo que cae de espaldas toca el piso.

Lo he logrado, al final he matado a todos esos parásitos de mi cuerpo.

EXPEDIENTE: 17302

Caso extremo de esquizofrenia, el paciente aseguraba tener heridas irreales, y estar invadido por una especie de parásitos, intento amputar su brazo para evitar que los inexistentes parásitos invadieran su cuerpo. Tres días después de ser ingresado al hospital psiquiátrico, donde se le cuidaba en un cuarto acolchonado para evitar que se lastimara, el paciente se suicida mediante una descarga eléctrica en el baño.



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