—¡Esas eran verdes! —gritó el hombre, mirando las plantas en el jardín. — ¡lo juro, ayer eran verdes!
Su esposa intentaba leer un libro al otro lado del sillón.
Miró a su alrededor. Sus ojos fueron incapaces de enfocar un momento y se los talló.
—¡Los muros! ¡Antes eran azules!, ¡los pintamos de color azul hace dos meses! ¿por qué no son azules? —parecía incapaz de controlarse, su esposa detuvo la lectura y lo miró un momento, esperando aún que estuviera jugando.
—Amor, has tenido un día muy largo, deberías relajarte.
—¡No me digas qué hacer, no me digas qué me pasa!
Tal vez su esposo estuviera borracho. La mujer intentó seguir con el libro, pero a cada tanto, los gritos de su esposo la volvían a interrumpir.
—¡Esto era naranja! —lo escuchó gritar al otro lado del cuarto.
—¡Esto era marrón! —gritó después.
—Eso era morado! —insistió entonces.
Luego, guardó silencio. La mujer sonrió y devolvió la vista al libro.
Algo estalló en la cocina. La mujer saltó del sillón y salió disparada para ver qué pasaba. Cuando llegó, se ahogó en un largo y profundo grito.
La ventana al exterior estaba deshecha. Olía a pólvora. Pudo reconocer la escopeta, tirada en el suelo, junto a su marido, que sostenía sus tripas en las manos.
—Estas… eran… rojas…
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