Mostrando entradas con la etiqueta Bosque. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bosque. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de noviembre de 2020

A través de las Escaleras

En mi ciudad hay varios sitios que están embrujados. Todo el mundo los conoce y evita pasar cerca. Uno de ellos es la escalera de piedra que conduce al barrio conocido como “El bajo”.

Es una escalera que se construyó a principios del siglo XX, utilizada mayormente por los obreros de la vieja fábrica frigorífica. Hoy en día casi no se la usa porque hay muchas otras calles asfaltadas que conducen al Bajo, y además porque, como dije anteriormente, todo el mundo sabe que hay algo malo en ella. Muchos habitantes que utilizaron estas escaleras aseguran haber visto a una figura encapuchada que asciende escalón por escalón, haciendo un ruido crujiente como de papel. El rostro nunca se le ve, aparece cubierto por la capucha, pero algunos vecinos dicen que tarde o temprano la aparición levanta la cabeza y entonces el destino de uno está marcado, porque lo que ve es espantoso y ya no podrá sacárselo de la mente nunca más.

Tengo un amigo que una vez vio esta cosa, aunque lo contó una sola vez y hasta el día de hoy se niega a volver a hacerlo. Dijo que él tenía doce años cuando ocurrió, jugaba al rugby en el club náutico que está al final de la barranca y siempre daba grandes rodeos para evitar utilizar la escalera. Pero ese día llegaba tarde a las prácticas y el entrenador, que era muy severo, le había advertido que lo dejaría fuera del equipo si llegaba con retraso una vez más. Así que mi amigo no dudó en utilizar las escaleras para descender, porque si bien temía al famoso sitio, mucho más temía al entrenador, un tipo rubicundo y algo excedido de peso al que todo el mundo apodaba “El Oso”.

Mi amigo se aferró al viejo pasamanos de madera y comenzó a bajar. Pensaba que si lo hacía lo suficientemente rápido, el miedo no le ganaría y no tendría tiempo para arrepentirse. El problema es que aquellas escaleras, que están ubicadas en un lugar solitario y rodeado de vegetación, son muy largas y los escalones de piedra en muchos casos están partidos o directamente no existen, por lo que uno tiene que descender con cierto cuidado a menos que quiera romperse una pierna. Así que mi amigo muy pronto aminoró la velocidad del descenso, y más o menos a mitad del trayecto comenzó a escuchar unos extraños crujidos, que provenían de la parte baja de la escalera.

Alarmado, vio que alguien había comenzado a subir, escalón por escalón, de una manera muy lenta, como si tuviera las piernas enfermas. La cara no se le veía, la tenía cubierta por una capucha. Mi amigo trató de darse vuelta y huir, pero no pudo, estaba paralizado, solo podía contemplar aquella aparición que se le acercaba de a poco, emitiendo esos crujidos que sonaban en la tarde silenciosa como a papel seco.

La distancia entre él y la misteriosa figura se fue acortando con rapidez, había diez escalones entre ellos, luego cinco, luego dos. Y ahí la figura encapuchada se detuvo. Y alzó la cabeza. Y era él. Era mi amigo. Solo que mucho más viejo, y con la cara podrida porque ya estaba muerto. Sus mejillas se veían hundidas y los ojos habían sido comidos por los gusanos. La aparición extendió una mano cadavérica y le acarició el brazo. Y luego le sonrió.

Así te verás cuando estés durmiendo en el ataúd le dijo con una voz espantosa. Dentro de sesenta y nueve años.

Recién ahí mi amigo pudo salir de su parálisis. Dio la media vuelta y corrió escaleras arriba gritando como un loco. Los vecinos lo socorrieron y fueron a buscar al presunto agresor, pero en las escaleras no había nadie.

A la noche mi amigo tuvo una pesadilla. Soñó que estaba muerto y se veía exactamente como esa cosa de las escaleras. Cuando despertó, se miró en el espejo del baño y suspiró aliviado al ver su rostro lampiño de adolescente. Se lavó la cara y recordó que ese día era su cumpleaños, ya tenía trece. Regresó al dormitorio y al mirar hacia la ventana lanzó un grito; sobre el vidrio empañado, alguien había escrito:

"Sesenta y ocho"...



Calificación: 

sábado, 4 de enero de 2020

El bosque de las Ardenas

Existen muchas historias de fantasmas originadas en la 2da guerra mundial, pero quizás la menos conocida de todas sea la del monte de las Ardenas, tal vez por su inexactitud histórica ya que realmente no existen documentos (por lo menos no desclasificados) que den veracidad de este suceso. Sin embargo no son pocos los relatos de valientes aventureros,que en búsqueda de artilugios de la guerra, se adentran en el bosque y exploran los derruidos y maltrechos túneles que conforman las redes de búnkeres abandonados tras la guerra y que, tras varias horas de caminata llegan a un monte que ninguno a logrado ubicar geográficamente, pero que todos aseguran, es el lugar donde extraños sucesos ocurren.

Aunque tal vez lo mejor sea contar esto desde el principio. El bosque de las Ardenas fue testigo de una de las batallas más importantes de la guerra, la conocida como «Batalla de las Ardenas», en la cual el ejército alemán en un movimiento desesperado por darle un golpe fatal a las fuerzas aliadas en el frente occidental planificó y llevó a cabo una gran ofensiva con el objetivo de frenar el avance aliado y de esta forma, poder enviar más recursos y soldados al frente oriental, en el cual los alemanes no la estaban pasando nada bien. Si bien dicha ofensiva fracaso, eso no quita que fue una de las batallas más sangrientas de toda la guerra, siendo ese bosque el último lugar que más de 30.000 almas vieron antes de morir en circunstancias violentas, quienes vivieron para contarlo han quedado irremediablemente marcados por las experiencias vividas durante la batalla, pero quizás quienes tengan la historia más desgarradora sean los sobrevivientes de la división 98 de infantería estadounidense. Esta división fue encomendada con la tarea de despejar una red de búnkeres fuertemente custodiados por lo que quedaba de la 9na división de infantería y la 11ba división de infantería mecanizada alemana, ubicadas en una colina bastante notoria gracias a los fuertes impactos de artillería que tenía. Los hombres de la división 98 pensaban que sería un trabajo fácil, al fin de cuentas las divisiones alemanas apostadas en esa colina habían sufrido grandes bajas por fuego de artillería, que equivocados estaban…

El primer intento por tomar la colina fue un ataque de artillería seguido por un ataque de infantería que tenía como objetivo despejar lo que quedará de resistencia en la zona, pero los alemanes habían previsto el ataque y habían excavado aún más dentro de el monte, usando dichos túneles como un improvisado refugio de el ataque de artillería y, al terminar el ataque se desplegaron a lo largo de los ya bastante destrozados búnkeres que había en la colina, esperando a los estadounidenses, quienes en su arrogancia esperaban encontrarse solamente con cadáveres y heridos. Cuando los estadounidenses llegaron fueron recibidos con una lluvia de balas y granadas, los estadounidenses fueron sorprendidos y en el caos en el que se encontraron entraron en pánico, para los alemanes fue como jugar tiro al blanco ya que prácticamente no hubo ningún intento de contraataque por parte de los soldados de la 98, la sangre tiñó de rojo la colina y los cuerpos despedazados por las balas y granadas se esparcieron por toda su extensión, dándole un aspecto grotesco al lugar. Ese no fue más que el primero de muchos intentos por tomar la colina, todos y cada uno de ellos fracasaron y dieron como resultado una enorme cantidad de muertos y heridos. sin embargo los alemanes tampoco la pasaron nada bien, a medida que pasaba el tiempo la comida se iba agotando al igual que las balas y el combustible que mantenía andando los generadores de los búnkeres. Así mismo los destrozados túneles ya no suponían un refugio del frío invernal que asolaba el bosque especialmente durante las noches y la ropa de abrigo escaseaba entre las tropas. A pesar de todo los alemanes nunca se plantearon la retirada, ya que sabían que de fracasar allí los aliados tendrían paso libre hacia Alemania, por lo que siguieron luchando allí donde estaban.

Mientras tanto los soldados de la división 98 se cansaron de llorar a sus muertos y la mayoría desarrolló un profundo miedo hacia dicha colina ya que consideraban que atacarla era inútil y nadie quería ser carne de cañón en contra de las defensas alemanas, por lo que el general de la división decidió que lo mejor era rodear la colina y esperar a que los alemanes se rindieran o en su defecto, murieran de hambre.

Pasaron las semanas y entre los soldados alemanes empezaban a brotar la locura y la enfermedad. El frió le congeló a muchos las extremidades, generando dolorosas gangrenas, literalmente se estaban pudriendo en vida, otros ante la falta de alimentos recurrieron al canibalismo, comiéndose los cadáveres que se encontraban por todo el monte y bebiendo la nieve, que por culpa de las escaramuzas estaba manchada de sangre y vísceras, también hubo muchos que caían en incontrolables ataques de pánico y empezaban a gritar hasta prácticamente desgarrarse las cuerdas bocales, sin embargo esto no quedó ahí, ya que los estadounidenses bombardearon en repetidas ocasiones el monte, por lo que los alemanes permanecían la mayor parte del tiempo en los túneles, en completa oscuridad y compartiendo espacio con sus compañeros muertos, los cuales no sacaban afuera de los túneles por temor a el fuego de artillería aliado , lo que derivó en que aquellos túneles tuvieran un pútrido y enfermizo olor que causaba nauseas incluso al más inmutable de los soldados.

Llegado el mes desde que inició el sitio a el monte el general de división le ordenó a la 98 avanzar con extrema precaución desde todos los flancos y limpiar el monte de cualquier tipo de resistencia. Para sorpresa de los soldados de la 98, no hubo ningún tipo de respuesta por parte de los alemanes, lo que les hizo pensar que los alemanes finalmente habían muerto de hambre. Si bien el monte lucía una horrible imagen gracias a los cadáveres destrozados y los cráteres producto de diversas explosiones, nada de eso se compararía a lo que los soldados de la 98 encontraron dentro de los túneles de aquel monte.

Al ingresar un pequeño grupo de soldados armados con pistolas y subfusiles gracias a lo ventajosas que eran estas armas en espacios cerrados, se encontraron con un panorama desolador, a lo largo y ancho de los túneles había sangre y huesos con claras marcas de mordiscos, de hecho al principio los soldados teorizaron que, al morir de hambre los alemanes, esos túneles habían sido tomados por una manada de lobos quienes se habían dado un macabro festín con sus restos, sin embargo esta teoría fue rápidamente desechada ya que no había lobos en Bélgica, entonces ¿que había pasado?. Los soldados siguieron avanzando, adentrándose cada vez más en los túneles y encontrándose con más restos, sin embargo ahora los huesos presentaban algunos pedazos de carne y tendones aun pegados aunque con claras muestras de putrefacción. Finalmente, al llegar a lo más profundo de dichos túneles, se encontraron con algo que nunca más olvidarían. En el piso había cadáveres despedazados y podridos, las entrañas estaban desparramados por el suelo y las paredes, los que en algún momento habían sido elegantes uniformes militares alemanes habían sido reducidos a sangrientos harapos que cubrían los cuerpos de aquellos soldados. Y sin embargo, a pesar de lo grotesco de la situación y lo improbable que pueda parecer, entre los cadáveres se encontraban algunos alemanes sobrevivientes, aunque realmente costaba llamarlos sobrevivientes ya que se encontraban en tal estado que cualquiera hubiera preferido la muerte antes que terminar de tal forma. Los sobrevivientes tenían la piel pegada a los huesos, parecían esqueléticas bestias, sin embargo no suponían ningún peligro ya, no tenían fuerzas ni para levantarse y no hubieran podido aunque quisieran ya que sus extremidades habían sido alcanzadas por la gangrena y lo que antes habían sido piernas y brazos, ahora eran bultos de carne putrefacta y congelada que ya carecían de cualquier utilidad incluso para el peor de los carroñeros, sus ojos miraban hacia el piso y todos cantaban la canción alemana «Erika» en lo que parecía un acto de locura colectiva.

Los soldados de la 98 que bajaron a esos túneles quedaron completamente atónitos y trataron de pensar qué hacer con esos sobrevivientes. Finalmente dieron con la conclusión de que esos alemanes estaban en un estado irrecuperable y que probablemente el solo hecho de sacarlos de allí los mataría, por lo que decidieron que lo más humanitario era acabar con el sufrimiento de estos pobres soldados de un certero tiro a la cabeza. Al acabar con la tarea y salir de allí dinamitaron las entradas a esos túneles para darle lo más parecido a una sepultura que podían darles a esos soldados, ya que el olor pútrido de esos túneles no les permitía estar más tiempo, por lo que no pudieron sacar ningún cuerpo.

Ahora que sabes un poco la historia te podrás preguntar ¿qué tiene que ver esta horrible historia con fantasmas? bien, se dice que las almas de esos soldados alemanes custodian la montaña y sus túneles aún después de muertos. Muchos fanáticos de los artilugios militares visitan el bosque de las Ardenas todos los años en búsqueda de balas, cartuchos, cascos y demás material militar abandonado a la intemperie. Muchos afirman que después de largas caminatas, adentrándose en el corazón del bosque hay un monte que muestra obvias marcas de bombardeo y que aún conserva en pie algunos de los destrozados búnkeres que alguna vez sirvieron de refugio para las tropas alemanas. Dicen que no es raro escuchar voces que susurran la canción «Erika» o ver sombras que te observan desde los derruidos búnkeres. Incluso se pueden escuchar disparos a lo lejos, casi como si algo te estuviera advirtiendo de no adentrarte más en el bosque. El relato más escalofriante pertenece a un joven español llamado Daniel, quien es un gran coleccionista de material militar, lo que lo llevó a buscar innumerables veces en lugares tales como la playa de Normandía o el río Rin, lugares que se puede permitir visitar gracias a su posición económica, sin embargo el cuenta que la más memorable y aterradora de sus búsquedas ocurrió en las Ardenas.

El dice que al adentrarse más y más en el bosque, dío con el tan nombrado monte y, seguro de que allí encontraría artefactos de la guerra, no dudo en entrar en los búnkeres que todavía no habían sucumbido al paso del tiempo. Una vez dentro del primer búnker se encontró con lo que parecía la entrada de un túnel que mostraba claros indicios de que había tratado de ser dinamitado, pero por alguna razón las cargas explosivas de esa entrada no habían detonado, Daniel, quien no es ningún tonto sabía que no era buena idea adentrarse en ese túnel, ya que la dinamita todavía podría estar activa y un túnel tan antiguo podría derrumbarse en cualquier momento, por lo que decidió que lo que pudiera encontrarse allí no valía la pena.

Sin embargo, cuando estaba a punto de volver a su búsqueda de artilugios militares, escuchó unos pasos a la distancia, parecían provenir del túnel y venían en su dirección. Al principio Daniel pensó que eso era una mala jugada de su subconsciente, pero luego pudo escuchar de forma nítida como unas voces rasposas y guturales cantaban con increíble sintonía la tan famosa canción «Erika», dichas voces se escuchaban cada vez más cerca y Daniel, sin dudarlo salió corriendo del lugar para nunca más volver ya que el miedo que le generó esa experiencia fue mayor a cualquier tipo de curiosidad que los artilugios militares le pudieran generar.


martes, 24 de diciembre de 2019

Dendrofobia

El camino se siente inestable. La carretera se tambalea con cada paso que doy, y es como si las casas se movieran entre los callejones para huir de mí. Quizás me pasé de copas esta noche; cada trago que raspó mi garganta me quitó una pizca de valor como persona, y ahora parezco un simple indigente borracho…

Pero valió la pena, o por lo menos así es a mi parecer. Años que no dejaba a mi cuerpo y mi mente escapar al libertinaje de una fiesta desenfrenada con los viejos colegas, como las que hacíamos en nuestros tiempos de estudiantes. ¡Ah! Voy a vomitar… La resaca me matará mañana, definitivamente. Se supone que debo salir rumbo a la central al primer canto del gallo, como dicen por ahí, y para eso faltan unas… ¿Qué hora es?

¡Cinco y media de la mañana! ¿Tanto tiempo duramos? Perdí la noción del tiempo por completo… Al Diablo, no tengo ganas de ir a trabajar. Que se joda el jefe, tiene unos cincuenta, o cien, o quinientos o mil trabajadores más, ¡qué sé yo! El punto es que alguien puede tomar mi lugar, ¿no?

Pero para que sea esta hora… Es extraño que esté tan oscuro. Ni una pizca de luz celeste, ni de sol ni de luna; no veo estrellas, tampoco, ni el asomo del amanecer. Nada. Está como la boca de un lobo.

¡Bah! No me interesa… Quizás algún Dios en las alturas me esté dando la oportunidad de llegar a casa para conciliar el sueño. No falta mucho, he caminado un buen tiempo, debería estar a un par de calles…

¿Dónde está la casa de la señora Malavé? ¿Y las casas en general? O mejor, ¿dónde demonios estoy? Seguí el camino que era, ¿cierto? No… ¡Debí distraerme demasiado! Joder, despierta un poco, hombre, has terminado muy, muy lejos… No veo un carrizo, ¡está demasiado oscuro, maldita sea!

¿¡Qué fue eso!? Maldición, ¡algo me ha arañado el brazo! Creo que está sangrando… No veo nada, no veo a nadie… Sólo puedo percibir leves siluetas, pero, ¿de qué?

Se mueven… Se sacuden, hay un siseo, ¿murmullos? No, es… ¿el viento? ¿Dónde dejé mi celular? Sería bueno si pudiera iluminar un poco alrededor de mí… Vamos, vamos, estúpido aparato. ¡Aquí! Bien, bien… Ilumino con la pobre luz de mi viejo celular alrededor, pero no hay nada raro. Aunque ahora puedo confirmar lo mucho que me he perdido…

Lo único que hay alrededor son árboles. Enormes árboles, por donde quiera que vea, frondosos hasta el punto de ocultar el cielo. Se sacuden y sisean con el viento… Es como si hablaran… como si hablaran a costa de mí.

No estoy a gusto en este lugar, joder… Mi cabeza da vueltas, y siento que en cualquier momento vaciaré todo el contenido de mi estómago. Camino, camino y camino y no encuentro la salida. ¿Con qué me topo? ¡Más árboles! Aquí, allá, ahí, acá; están en todas direcciones, como una barrera. Me aprisionan… ¡No me dejan salir!

Se cierran sobre mí, no me permiten respirar… Se roban mi espacio, me aplastan, sus malditas ramas me arañan y las enormes raíces no me dejan avanzar.

Y murmuran, susurran entre ellos. ¡Al Diablo con el viento! Una brisa no suena así, no como voces… Tengo que salir de aquí rápido, ahora mismo. Me siento mal, me están observando. Estoy seguro de eso. Me miran, no apartan la vista de mí. Pero, ¿quiénes? ¡Los árboles, claro! Son los únicos aquí, sólo ellos saben que me he perdido en este jodido lugar.

Empiezo a sudar a pesar del inmenso frío. Sigue sin llegar rayo alguno del sol, no parece que se acercara el amanecer nunca… ¿Dónde está la salida? ¡Malditos sean esos estúpidos árboles!

¿Y ese sonido? Es como si algo se arrastrara… ¿Qué será? Miro en todas direcciones pero no hay nadie. No veo animales, ni personas, sólo… Oh, Dios, ¡Dios mío! Son ellos, alzan sus raíces, ¡vienen hacia mí! No, no, no me van a alcanzar. ¡Nunca! Corre, joder, ¡corre! ¡Me arrepiento de haber bebido tanto! ¡Maldita sea, maldita sea! Apenas puedo mantener el equilibrio, más aún por culpa del terreno traicionero…

¡Más cerca, más cerca! Se aproximan, casi llegan, siento que me pisan los talones. La adrenalina me da fuerzas, aparta el alcohol de mis sentidos por unos instantes para ayudarme a correr. Pero a donde sea que vaya, están ellos. En frente, detrás, a mis lados, ¡sus copas están encima de mí, y sus raíces se arrastran por debajo!

Van a matarme, lo sé, eso desean; no sé el porqué. Quizás para alimentar sus suelos con mi cadáver como un maldito abono putrefacto, o regar sus parásitas enredaderas con mi sangre.

¡Joder! Me atacan, sus ramas no permiten que llegue, como si en realidad estuviese yendo a alguna parte. Desconozco el camino, y ellos no me permiten ver más allá con sus fuertes troncos… Enormes y rústicos, a diferencia de mí; me aplastarán, me triturarán si no me muevo. No sé dónde quedó mi celular, se ha caído después de uno de sus golpes; pero poco me interesa.

No sé cuánto tiempo llevo corriendo, pero estoy exhausto. No puedo respirar en definitiva por el cansancio y por su cercanía abrasadora, y siento que me voy a desmayar…

Pierdo las fuerzas, me detengo y doy un último vistazo detrás de mí. Ellos están ahí, quietos, murmurando; se burlan de mi desgracia. Sus ramas se retuercen hacia mí como si el viento las moviese, en calma, pero yo sé que sólo intentan alcanzarme… ¡Malditos! No deberían disimular, ¡sé lo que intentan! ¡Sé lo que hacen!

Tengo una última oportunidad y tomo fuerzas. Un nuevo arranque, mayor impulso; el miedo me apoya en mi carrera. Al fin, al fin veo algo de luz lejana: un claro, y ningún árbol en él. Sólo tengo que apresurarme, que correr.

Están justo en mis espaldas, pero ya casi llego. Subo a la parte más alta del terreno, sólo tengo que bajar la ladera para llegar al fin a los hermosos rayos del sol. ¡No podrán conmigo! Eso me lo repito una, y otra, y otra y otra vez en mi mente, pero repetírmelo no es suficiente. Mi cuerpo me traiciona y mi vista se nubla unos instantes; la descarga de adrenalina habrá acabado, y el mareo vuelve a mí.

Doy unos pasos torpes, pero ellos me alcanzan… Sus raíces se enredan en mis zapatos ya agujereados, me jalan al suelo, caigo y ruedo por la ladera.

Las raíces y pequeñas ramas sobresalientes se ensartan en mi piel, la destrozan, la rasgan, la tiñen al rojo vivo de mi sangre. Los golpes no se quedan atrás, el dolor es inmenso. Lo último que vi al tomar valor para abrir los ojos mientras caía, fue la punta filosa de aquella garra frondosa de uno de mis enemigos, instantes antes de que atravesara mi ojo y ensartara mis sesos en una muerte rápida, pero dolorosa…


Calificación:

sábado, 24 de agosto de 2019

Aokigahara, el bosque de los suicidios

Aoikagahara es un bosque de unos 35 km ubicado al noroeste de la base del Monte Fuji entre la prefectura de Yamanashi y Shizuoka, Japón . Podría ser un bosque más pero su negra leyenda se remonta a más de mil años donde ya se escribían poemas indicando que el bosque estaba maldito por los Onis o demonios de la mitología japonesa, en los que se habla del sorprendente poder que tiene este bosque para arrastrar a él a las personas mas débiles llevándolas hasta la muerte para así alimentar los corazones de los Onis que viven presos entre las ramas de los árboles.

En el s. XIX las familias castigadas con el hambre y las epidemias abandonaban en el bosque a los niños y a los ancianos que no podían alimentar. En 1960 se publicó la novela "Nami no Tou" de Seicho Matsumoto, en la que al final de la obra dos amantes se suicidan en el bosque, novela de la que quizás provenga la fama de este sitio para suicidarse, además, en 1993 se publicó "El completo manual del suicidio" de Wataru Tsurumi , una guía para suicidarse donde recomienda este bosque como un lugar idóneo.

Nada más entrar al bosque hay un cartel que invita a la reflexión a los suicidas y a buscar ayuda familiar. Las sendas para los turistas están perfectamente marcadas y aunque no es ilegal abandonar la senda hay carteles que advierten y aconsejan no hacerlo. A menudo el vigilante del bosque encuentra cuerpos ahorcados en los árboles y restos como pertenencias de personas que han decidido quitarse la vida. Es el segundo lugar del mundo donde más gente se quita la vida, siendo solo superado por el puente Golden Gate de San Francisco (Estados Unidos). 

Además de los suicidios también existe información de que algunos de los cuerpos encontrados no son de suicidas si no provenientes de asesinatos pasionales o de los Yakuzas, los asesinos dejan los cadáveres en el bosque esperando que no los encuentren o en su defecto que los confundan con el cuerpo de algún suicida. 

Los Yürei también forman parte de las leyendas de este bosque,son almas de personas que vagan por el bosque al haber sidos arrancados de la vida de una forma violenta. Se dice que al caer el sol se les puede ver vagando entre los arboles y que sus gritos de sufrimiento se oyen a través del viento.

Otro tipo de fantasmas que las leyendas cuentan que allí habita son los Goryo un tipo de fantasma vengativo, espíritus que antaño fueron humanos y maldicen un lugar como forma de vengarse por algo que se les hizo en vida. Algunos espiritistas afirman que los arboles del Aokigahara están impregnados de una energía malévola acumulada desde hace siglos. Esa energía proviene de toda esa gente que murió en este lugar y hacen todo lo posible para atraer a más personas y así convertirlas en nuevas víctimas. 

Pero fuera de las leyendas de fantasmas y demonios hay una realidad aterradora indiscutible y es que el Aokigahara ,fuera de los caminos marcados, el paisaje crea una distorsión del sentido de la orientación. Si miras delante tuyo para andar derecho, corres peligro de resbalarte y caerte, ya que el suelo parece sólido mientras que en realidad, a menudo, éste se encuentra a 30 o 40 cm más abajo bajo una alfombra de raíces y hojas, las cuales crean una tela que da la impresión de un terreno perfectamente llano. Este bosque posee numerosas cuevas enormes y profundas. Estas grietas abren ampliamente sus bocas bajo la vegetación y es muy fácil caer en el interior y reencontrarse allí, con horror, frente a esqueletos de los que quedaron atrapados tiempo atrás.