sábado, 4 de enero de 2020

El bosque de las Ardenas

Existen muchas historias de fantasmas originadas en la 2da guerra mundial, pero quizás la menos conocida de todas sea la del monte de las Ardenas, tal vez por su inexactitud histórica ya que realmente no existen documentos (por lo menos no desclasificados) que den veracidad de este suceso. Sin embargo no son pocos los relatos de valientes aventureros,que en búsqueda de artilugios de la guerra, se adentran en el bosque y exploran los derruidos y maltrechos túneles que conforman las redes de búnkeres abandonados tras la guerra y que, tras varias horas de caminata llegan a un monte que ninguno a logrado ubicar geográficamente, pero que todos aseguran, es el lugar donde extraños sucesos ocurren.

Aunque tal vez lo mejor sea contar esto desde el principio. El bosque de las Ardenas fue testigo de una de las batallas más importantes de la guerra, la conocida como «Batalla de las Ardenas», en la cual el ejército alemán en un movimiento desesperado por darle un golpe fatal a las fuerzas aliadas en el frente occidental planificó y llevó a cabo una gran ofensiva con el objetivo de frenar el avance aliado y de esta forma, poder enviar más recursos y soldados al frente oriental, en el cual los alemanes no la estaban pasando nada bien. Si bien dicha ofensiva fracaso, eso no quita que fue una de las batallas más sangrientas de toda la guerra, siendo ese bosque el último lugar que más de 30.000 almas vieron antes de morir en circunstancias violentas, quienes vivieron para contarlo han quedado irremediablemente marcados por las experiencias vividas durante la batalla, pero quizás quienes tengan la historia más desgarradora sean los sobrevivientes de la división 98 de infantería estadounidense. Esta división fue encomendada con la tarea de despejar una red de búnkeres fuertemente custodiados por lo que quedaba de la 9na división de infantería y la 11ba división de infantería mecanizada alemana, ubicadas en una colina bastante notoria gracias a los fuertes impactos de artillería que tenía. Los hombres de la división 98 pensaban que sería un trabajo fácil, al fin de cuentas las divisiones alemanas apostadas en esa colina habían sufrido grandes bajas por fuego de artillería, que equivocados estaban…

El primer intento por tomar la colina fue un ataque de artillería seguido por un ataque de infantería que tenía como objetivo despejar lo que quedará de resistencia en la zona, pero los alemanes habían previsto el ataque y habían excavado aún más dentro de el monte, usando dichos túneles como un improvisado refugio de el ataque de artillería y, al terminar el ataque se desplegaron a lo largo de los ya bastante destrozados búnkeres que había en la colina, esperando a los estadounidenses, quienes en su arrogancia esperaban encontrarse solamente con cadáveres y heridos. Cuando los estadounidenses llegaron fueron recibidos con una lluvia de balas y granadas, los estadounidenses fueron sorprendidos y en el caos en el que se encontraron entraron en pánico, para los alemanes fue como jugar tiro al blanco ya que prácticamente no hubo ningún intento de contraataque por parte de los soldados de la 98, la sangre tiñó de rojo la colina y los cuerpos despedazados por las balas y granadas se esparcieron por toda su extensión, dándole un aspecto grotesco al lugar. Ese no fue más que el primero de muchos intentos por tomar la colina, todos y cada uno de ellos fracasaron y dieron como resultado una enorme cantidad de muertos y heridos. sin embargo los alemanes tampoco la pasaron nada bien, a medida que pasaba el tiempo la comida se iba agotando al igual que las balas y el combustible que mantenía andando los generadores de los búnkeres. Así mismo los destrozados túneles ya no suponían un refugio del frío invernal que asolaba el bosque especialmente durante las noches y la ropa de abrigo escaseaba entre las tropas. A pesar de todo los alemanes nunca se plantearon la retirada, ya que sabían que de fracasar allí los aliados tendrían paso libre hacia Alemania, por lo que siguieron luchando allí donde estaban.

Mientras tanto los soldados de la división 98 se cansaron de llorar a sus muertos y la mayoría desarrolló un profundo miedo hacia dicha colina ya que consideraban que atacarla era inútil y nadie quería ser carne de cañón en contra de las defensas alemanas, por lo que el general de la división decidió que lo mejor era rodear la colina y esperar a que los alemanes se rindieran o en su defecto, murieran de hambre.

Pasaron las semanas y entre los soldados alemanes empezaban a brotar la locura y la enfermedad. El frió le congeló a muchos las extremidades, generando dolorosas gangrenas, literalmente se estaban pudriendo en vida, otros ante la falta de alimentos recurrieron al canibalismo, comiéndose los cadáveres que se encontraban por todo el monte y bebiendo la nieve, que por culpa de las escaramuzas estaba manchada de sangre y vísceras, también hubo muchos que caían en incontrolables ataques de pánico y empezaban a gritar hasta prácticamente desgarrarse las cuerdas bocales, sin embargo esto no quedó ahí, ya que los estadounidenses bombardearon en repetidas ocasiones el monte, por lo que los alemanes permanecían la mayor parte del tiempo en los túneles, en completa oscuridad y compartiendo espacio con sus compañeros muertos, los cuales no sacaban afuera de los túneles por temor a el fuego de artillería aliado , lo que derivó en que aquellos túneles tuvieran un pútrido y enfermizo olor que causaba nauseas incluso al más inmutable de los soldados.

Llegado el mes desde que inició el sitio a el monte el general de división le ordenó a la 98 avanzar con extrema precaución desde todos los flancos y limpiar el monte de cualquier tipo de resistencia. Para sorpresa de los soldados de la 98, no hubo ningún tipo de respuesta por parte de los alemanes, lo que les hizo pensar que los alemanes finalmente habían muerto de hambre. Si bien el monte lucía una horrible imagen gracias a los cadáveres destrozados y los cráteres producto de diversas explosiones, nada de eso se compararía a lo que los soldados de la 98 encontraron dentro de los túneles de aquel monte.

Al ingresar un pequeño grupo de soldados armados con pistolas y subfusiles gracias a lo ventajosas que eran estas armas en espacios cerrados, se encontraron con un panorama desolador, a lo largo y ancho de los túneles había sangre y huesos con claras marcas de mordiscos, de hecho al principio los soldados teorizaron que, al morir de hambre los alemanes, esos túneles habían sido tomados por una manada de lobos quienes se habían dado un macabro festín con sus restos, sin embargo esta teoría fue rápidamente desechada ya que no había lobos en Bélgica, entonces ¿que había pasado?. Los soldados siguieron avanzando, adentrándose cada vez más en los túneles y encontrándose con más restos, sin embargo ahora los huesos presentaban algunos pedazos de carne y tendones aun pegados aunque con claras muestras de putrefacción. Finalmente, al llegar a lo más profundo de dichos túneles, se encontraron con algo que nunca más olvidarían. En el piso había cadáveres despedazados y podridos, las entrañas estaban desparramados por el suelo y las paredes, los que en algún momento habían sido elegantes uniformes militares alemanes habían sido reducidos a sangrientos harapos que cubrían los cuerpos de aquellos soldados. Y sin embargo, a pesar de lo grotesco de la situación y lo improbable que pueda parecer, entre los cadáveres se encontraban algunos alemanes sobrevivientes, aunque realmente costaba llamarlos sobrevivientes ya que se encontraban en tal estado que cualquiera hubiera preferido la muerte antes que terminar de tal forma. Los sobrevivientes tenían la piel pegada a los huesos, parecían esqueléticas bestias, sin embargo no suponían ningún peligro ya, no tenían fuerzas ni para levantarse y no hubieran podido aunque quisieran ya que sus extremidades habían sido alcanzadas por la gangrena y lo que antes habían sido piernas y brazos, ahora eran bultos de carne putrefacta y congelada que ya carecían de cualquier utilidad incluso para el peor de los carroñeros, sus ojos miraban hacia el piso y todos cantaban la canción alemana «Erika» en lo que parecía un acto de locura colectiva.

Los soldados de la 98 que bajaron a esos túneles quedaron completamente atónitos y trataron de pensar qué hacer con esos sobrevivientes. Finalmente dieron con la conclusión de que esos alemanes estaban en un estado irrecuperable y que probablemente el solo hecho de sacarlos de allí los mataría, por lo que decidieron que lo más humanitario era acabar con el sufrimiento de estos pobres soldados de un certero tiro a la cabeza. Al acabar con la tarea y salir de allí dinamitaron las entradas a esos túneles para darle lo más parecido a una sepultura que podían darles a esos soldados, ya que el olor pútrido de esos túneles no les permitía estar más tiempo, por lo que no pudieron sacar ningún cuerpo.

Ahora que sabes un poco la historia te podrás preguntar ¿qué tiene que ver esta horrible historia con fantasmas? bien, se dice que las almas de esos soldados alemanes custodian la montaña y sus túneles aún después de muertos. Muchos fanáticos de los artilugios militares visitan el bosque de las Ardenas todos los años en búsqueda de balas, cartuchos, cascos y demás material militar abandonado a la intemperie. Muchos afirman que después de largas caminatas, adentrándose en el corazón del bosque hay un monte que muestra obvias marcas de bombardeo y que aún conserva en pie algunos de los destrozados búnkeres que alguna vez sirvieron de refugio para las tropas alemanas. Dicen que no es raro escuchar voces que susurran la canción «Erika» o ver sombras que te observan desde los derruidos búnkeres. Incluso se pueden escuchar disparos a lo lejos, casi como si algo te estuviera advirtiendo de no adentrarte más en el bosque. El relato más escalofriante pertenece a un joven español llamado Daniel, quien es un gran coleccionista de material militar, lo que lo llevó a buscar innumerables veces en lugares tales como la playa de Normandía o el río Rin, lugares que se puede permitir visitar gracias a su posición económica, sin embargo el cuenta que la más memorable y aterradora de sus búsquedas ocurrió en las Ardenas.

El dice que al adentrarse más y más en el bosque, dío con el tan nombrado monte y, seguro de que allí encontraría artefactos de la guerra, no dudo en entrar en los búnkeres que todavía no habían sucumbido al paso del tiempo. Una vez dentro del primer búnker se encontró con lo que parecía la entrada de un túnel que mostraba claros indicios de que había tratado de ser dinamitado, pero por alguna razón las cargas explosivas de esa entrada no habían detonado, Daniel, quien no es ningún tonto sabía que no era buena idea adentrarse en ese túnel, ya que la dinamita todavía podría estar activa y un túnel tan antiguo podría derrumbarse en cualquier momento, por lo que decidió que lo que pudiera encontrarse allí no valía la pena.

Sin embargo, cuando estaba a punto de volver a su búsqueda de artilugios militares, escuchó unos pasos a la distancia, parecían provenir del túnel y venían en su dirección. Al principio Daniel pensó que eso era una mala jugada de su subconsciente, pero luego pudo escuchar de forma nítida como unas voces rasposas y guturales cantaban con increíble sintonía la tan famosa canción «Erika», dichas voces se escuchaban cada vez más cerca y Daniel, sin dudarlo salió corriendo del lugar para nunca más volver ya que el miedo que le generó esa experiencia fue mayor a cualquier tipo de curiosidad que los artilugios militares le pudieran generar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario