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domingo, 14 de febrero de 2021

Los Errantes

Goler y Belgor eran errantes, guerreros profesionales expertos en la lucha contra criaturas no-muertas. Nunca eran recibidos con alegría en las aldeas o ciudades donde trabajaban, pues su llegada siempre significaba problemas. Pero eran necesarios, y las personas los toleraban, sobre todo porque los errantes gozaban de inmunidad y protección del rey y de todos sus vasallos.

En aquellos días, Goler y Belgor habían sido enviados a una villa llamada Villaespino. Dicha villa era propiedad de un señor muy poderoso, lo suficiente como para costear el trabajo de dos errantes. Las calles de Villaespino habían sido regadas con la sangre de muchos de sus habitantes, todos varones, adultos y sanos. Sus cuerpos siempre aparecían al amanecer en alguna plaza concurrida, con las vísceras colgando y el cuello completamente abierto. Los dos errantes tenían claro quién era el culpable, todo apuntaba a un súcubo, un tipo de demonio bastante común en los grandes centros de población; y el que las victimas fueran solo hombres y que se hubiera licuado toda su sangre, encajaba a la perfección con su modo de cazar.

Cuando llegaron a la villa, las calles estaban vacías, solo se dejaba ver el humo de alguna chimenea distante, o la luz tenue de una vela proveniente de alguna habitación. Fueron directos a la posada El Ciervo Feliz. Ya los estaban esperando; tenían ordenes de concederles asilo con todos los gastos pagados, cosa que no agradaba al obeso posadero y su casi adolescente esposa.

Goler era mayor que Belgor, hacía tiempo que había pasado los 40, su vientre era más grueso, su pelo ya escaseaba, pero su mirada seguía igual de dura, al igual que sus ojos azules, fríos e inquisitoriales. Belgor por el contrario contaba con 20 años menos, era su segunda misión, sus ojos eran más inquietos, aunque a ojos inexpertos parecerían seguros y tranquilos; era alto, de constitución atlética, rasgos agradables y ojos marrones.

Goler se acercó al posadero y le pidió la cena.

—Espera sentado en la mesa y vigila quién entra y quién sale —le dijo Goler con aire sombrío a su joven compañero.

Belgor asintió y se dirigió a la mesa no sin antes recorrer con sus ojos el cuerpo de la esposa del posadero, una pelirroja de amplias curvas y busto generoso. El posadero gruñó muy alto, tanto, que hasta le temblaron los bigotes. Goler le lanzó una mirada gélida a sus compañero, y finalmente se sentó en una mesa destartalada cerca de la chimenea central. Belgor se quedó sentado fingiendo que aseguraba las correas de su armadura negra de cuero reforzado, no sin dirigir alguna que otra mirada a la pelirroja. Goler suspiró y llevó hasta la mesa una bandeja con dos codornices asadas, caldo aguado con huesos de pollo, pan duro, y queso más duro aún. Para ellos aquello era un manjar, pues el camino siempre era duro y escaso en privilegios.

—No deberías haberla mirado así, no queremos problemas —recriminó Goler a su joven compañero.

—No hice nada malo, es la primera mujer joven y bella que no intenta destriparme desde hace mucho tiempo.

—Te entiendo, pero entiende por qué estás tú aquí. Cada segundo que pasa es más probable que estemos cerca del súcubo. A estas alturas ya sabrá que estamos en Villaespino, y en cualquier momento tendremos sobre nosotros a un monstruo rabioso, aunque sin apetito, pues lleva mucho tiempo comiendo de la cocina local, cosa rara ya que no suelen arriesgarse a acumular tantas víctimas en un solo lugar.

—Nos ha tocado el súcubo imbécil.

—Es un monstruo, un monstruo que te puede destripar con un sencillo giro de muñeca.

Belgor asintió mansamente y comenzó a comer con ganas. Goler barrió una última vez con la mirada la posada y acometió con ímpetu su propio plato.

Al terminar se despidieron del posadero y subieron a la habitación más amplia de que disponían. Era grande, con cuatro camas, y altos ventanales. Dejaron solo una vela encendida. Goler hizo la primera guardia.

Cuando los ronquidos de Belgor ya eran audibles, se sentó cerca de la ventana para observar las calles mal empedradas y los tejados torcidos de pizarra en busca de algún movimiento inusual. De pronto, un sonido grave proveniente de la parte baja hizo que los sentidos parcialmente aletargados de Goler se agudizaran como nunca. Bajó sin despertar a Belgor, con paso rápido y su mano derecha apoyada en el pomo de su estilete.

Al llegar abajo vio al gordo posadero tirado sobre los restos de la sopa que se había derramado con la caída. Se acercó hasta él y confirmó que aún tenía pulso. Antes de que le diera tiempo a hacer una sola conjetura, un grito ahogado atravesó su pecho desde el piso de arriba.

Subió corriendo, pero esta vez con el estilete desenvainado, acompañado por una preocupación que era más bien una certeza en su mente, una certeza que se vio confirmada al atravesar el umbral de la puerta que daba a la habitación. Belgor yacía en el suelo con el cuello abierto, y sobre él, la esposa del posadero le estaba drenando la sangre con sus largos colmillos ayudados por una lengua anormalmente larga y roja.

Los ojos del súcubo quedaron fijos en Goler que ya había desenvainado la espada dispuesto a batirse con él. Cada paso que Goler realizaba iba acompañado de una maldición y una punzada de culpabilidad, pero barrió aquellas emociones y se centró en la tarea que tenía entre manos. No era el primer súcubo que mataba, y aquella estúpida trampa tendría que haberla visto venir. El súcubo pelirrojo, sin pensárselo se abalanzó en busca del cuello de su nueva víctima, pero Goler desvió sus zarpas con el estilete, mientras golpeaba el costado derecho del monstruo con la empuñadura de la espada; finalmente se separaron. Ella estaba excitada por la proximidad de una nueva presa, él era frío y realizó bien sus cálculos.

Cuando el súcubo se abalanzó de nuevo, éste lo esquivo con una finta hacia la izquierda, fingió una ataque hacia su costado, ella lo esquivó con dificultad y justo en ese lapso de tiempo, Goler atravesó su vientre con la espada hasta la empuñadura, no sin recibir antes un mordisco en el hombro izquierdo aunque sin llegar a perforar el cuero.

Goler no quería esperar a que el súcubo se recuperara, debía cercenar la cabeza del monstruo, pero cuando ya estaba en posición con la espada sujeta con las dos manos sobre su cabeza, algo frío y afilado afloró sobre su pecho, un cuchillo largo de carnicero que atravesó con rabia cuero y costillas. Goler calló de rodillas, y antes de desvanecerse, vio cómo el obeso posadero, presionaba la herida abierta del súcubo.

Luego sobrevino el frío, y finalmente, la oscuridad.



viernes, 12 de febrero de 2021

La leyenda del jinete sin cabeza

Cuentan que en el año 1856; en uno de esos pueblos alejados de la montañas, Ciudad De Monterrey, Nuevo León, México. Sucedió que dos hombres lugareños se disputaban el amor de una bella mujer llamada Margarita.

Era tanto el amor y cariño que Ponciano Arriaga y Federico Loera le tenían a Margarita; que no había día que no se retaran y sus miradas retadoras no se cruzaran, pero el corazón de Margarita pertenecía en secreto a otro muchacho de ése mismo pueblo, su nombre era Lorenzo Antonio Sánchez, quien era un extraordinario jinete que montaba con gran facilidad los caballos de su rancho ¨La Cruceta", localizada al kilómetro 78 por la carretera a Reynosa, y precisamente, cuentan los bisnietos de los que fueron testigos, fue en ese rancho donde se protagonizó una de las terroríficas historias de la cual aún no se tiene una explicación lógica y científica de lo que en realidad sucedió ahí.

Dicen que cuando Antonio se dio cuenta del amor que Margarita en silencio le profesaba a el, le correspondió totalmente en sus sentimientos y se la llevo en una noche de luna llena, con previo consentimiento de ella y la llevo a su rancho, para ser felices solos y amarse profundamente, mas sin embargo, los padres de Margarita se negaban totalmente al romance entre el humilde Antonio y la Doncella, pues los predilectos para ella precisamente algunos de los otros 2 hombres en disputa; y Antonio, sin pelear alguna batalla gano el corazón de aquella bella mujer.

Solo que el padre de Margarita, y mucho menos aquellos 2 hombres se iban a quedar tranquilos y dejar en manos de aquel muchacho a Margarita, así que aquel viejo con complicidad de Ponciano y Federico acordaron un plan para deshacerse de Antonio y quitarlo del camino...

Fue así que aquella noche, y con algunos pesos de por medio, aquellos otros rivales y ahora compañeros irrumpieron en aquel rancho de las crucetas, Margarita se encontraba dormida mientras que Antonio terminaba de amarrar unos caballos, en eso cuatro poderosos brazos lo atraparon y una nube de puñetazos llovió sobre su rostro sin darle oportunidad de ver a sus agresores ni mucho menos de defenderse, la golpiza fue tremenda al grado de que los golpes y los gemidos de Lorenzo Antonio la despertaron, pero para cuando quiso salir, solo atino a ver que uno de los agresores agarraba a Antonio fuertemente el otro no dejaba de darle golpes hasta dejarlo caer como un guiñapo, la chica, del susto, se quedó paralizada ante tremenda golpiza y no sabia que hacer, como tiro de gracia, una filosa hoja de un machete que uno de aquellos desgraciados cargaba, brillo a través de la luna para pasar finalmente por el cuello de aquel joven brutalmente asesinado, la cabeza de Lorenzo Antonio rodó por el césped limpiamente ante el asombro mudo de Margarita, ahí fue cuando su garganta dejó escapar un grito de horror e impotencia, aquellos cobardes al descubrirla la tomaron y se la llevaron, no sin antes echar un vistazo al cuerpo decapitado de Antonio, y esbozando una cínica sonrisa en complicidad se retiraron de aquel lugar, sin darse cuenta; estos, que la cabeza del muchacho, con la leve luz de la luna, alcanzó a distinguir los rostros de sus asesinos...

La noticia del asesinato se dio a conocer a nivel regional, más nunca se supo de los asesinos y así, estos, recibieron el dinero acordado del padre de Margarita, y ahora solo quedaría pendiente la disputa entre ellos sobre quien seria el merecedor del corazón de aquella chica: quien por cierto, al paso de los días se le vio marchita y seca.

No pasó más de una semana, cuando en una noche se oyó y vio galopar cerca de aquel pueblo un caballo negro, pero la sorpresa es que los que lo vieron no daban crédito cuando vieron que el hombre que lo jineteaba ¡no tenía cabeza!.

Una hora después el cuerpo de Ponciano Arriaga se localizó decapitado y tasajeado en los atajos de aquel pueblo, mientras casi al mismo tiempo, cerca de la casa de Margarita; hallaron el cuerpo inmóvil, y con la misma suerte que el de Ponciano, de Federico Loera... ¡Los 2 fueron decapitados de la misma manera!

Afuera de la casa de Margarita, se encontraba un remolino de gente, entre curiosos, algunos de la policía montada y una avalancha de reporteros, pues la puerta principal de madera, de la casa; fue quebrada y dentro apareció el cuerpo del padre de Margarita, aparentemente su cuerpo sin sangre ni huellas de violencia, pero si su rostro reflejo antes de morir tuvo la impresión más fuerte de su vida que fue lo que le causó el infarto que lo condujo hacia la muerte, finalmente aquellos canallas pagaron caro sus malditas acciones y la osadía de invadir un amor puro, pagando con la misma moneda, la muerte... Pero, la gente extrañada se preguntaba ¿quién los mató?, ¿tenían algo que ver con el asesinato del joven Lorenzo Antonio?, ¿dónde quedo Margarita, se la llevó el jinete? ¿por qué desapareció?, ¿ella fue la causante de todo esto? o ¿esta muerta?... Nadie supo responderse a esas preguntas ni mucho menos con el paso del tiempo quedó aclarado.

Pero cuentan algunas versiones, y casi la mayoría coincide, que aquella noche el jinete sin cabeza apareció para vengarse de sus asesinos, y que si en vida le arrebataron el amor de Margarita, más allá de la muerte no pudieron lograrlo, pues el jinete sin cabeza además de cobrarse la mala jugada se llevó a su amada lejos muy lejos, cuentan que no volvieron a ver a Margarita y aquel jinete, extraño por el pueblo ni por lugares circunvecinos, dice que se marchó más allá, a todo galope; en brazos de su amado para seguirse amando como jamás lo hicieron en vida.

lunes, 8 de febrero de 2021

Promesa de Hermanos

Ya acababa el año y los estudiantes estaban a punto de salir del colegio. Justo cuando faltaba una semana para las vacaciones, un profesor decide poner un trabajo en parejas: habría sido la oportunidad perfecta para unos gemelos en la clase, como tantas otras veces, excepto por el hecho de que uno de ellos se encontraba fuera de la ciudad. A pesar de este aparente inconveniente, los hermanos ya se habían puesto en contacto para ponerse de acuerdo en todo lo relacionado con la tarea.

El hermano de viaje le comunicó a través de un correo que el vuelo de regreso a casa había sido cancelado, por lo que tendría que tomar otro avión que salía un poco más tarde. Y dado que el día de la entrega de trabajo coincidía con su llegada a casa, y en vista del poco tiempo restante, tendría que ir del aeropuerto directo a la escuela.

Pero te prometo que voy a ir, finalizaba el correo.

El día de la presentación del trabajo, los hermanos se encontraron en la escuela. Se abrazaron y compartieron recuerdos. Su presentación fue una de las mejores, como siempre. Al finalizar la clase, se dirigieron hacia su casa, pero antes de pasar por la puerta, el gemelo recién llegado le pidió a su hermano que se adelantase. Su hermano no se preguntó por qué y le hizo caso. Llamó a su madre, para que le diese la bienvenida a su hermano, pero esta apareció derramando abundante llanto.

Lo abrazó fuertemente y, llorando aún más fuerte, balbuceó:

—Me acaba de llamar tu padre. D-dice que el avión en el que venía tu hermano explotó en el aire, los restos cayeron al mar. N-no hubo sobrevivientes... ¡Tu hermano está muerto!



domingo, 7 de febrero de 2021

El contrato del espejo

Esto es un contrato.

Si firmas este contrato podrás hacer realidad todo lo que desees. (Siempre y cuando no contradiga las clausulas del mismo).

Firmar el contrato supone un ligero esfuerzo, no basta con estampar tu firma en un papel. Este contrato es algo distinto.

Los pasos para poder cerrar el trato y hacer realidad todos tus deseos son los siguientes:

Para empezar, espera a que anochezca y una vez que esté todo completamente a oscuras en tu casa, ponte delante de un espejo sin ni una luz encendida.

Una vez de cara al espejo, cierra los ojos y quédate en silencio.

Espera con los ojos cerrados durante 10 segundos. Si han pasado menos de 5 segundos y abres los ojos, te podrás echar atrás. Pero si han pasado más de 5 segundos y se te ocurre abrir los ojos, te quedarás ciego.

Durante la cuenta oirás unos pasos que se acercan hacia ti, pero no te asustes, mientras mantengas los ojos cerrados no te pasará nada.

Una vez pasen los 10 segundos la luz se encenderá, y cuando a través de tus párpados pases de percibir negro a ver un ligero tono rojo a través de tus párpados, abre los ojos.

Verás un ser en el espejo. Será aterrador para ti, pero él está dispuesto a escucharte.

Controla tu miedo, si sales corriendo él te perseguirá.

Cuando estén cara a cara, el ser sacará su mano por el espejo. Estréchala y el trato se cerrará.

A partir de entonces, todo deseo que pidas en voz alta se cumplirá.

Pero debes saber que a partir de entonces, el ser del espejo te seguirá a todas partes hasta el día de tu muerte.

Vayas a donde vayas él te seguirá, siempre pegado a ti, perturbándote. No volverás a dormir, él estará a tu lado, no te dejará. No podrás volver a mirarte delante de un espejo, porque lo seguirás viendo a él.

Por cada deseo que pidas tu vida se acortará, tu vista y tu percepción se irán trastornando y deformándose. El mundo cambiará, la gente que conoces cambiará. Oirás ruidos perturbadores, todo lo que antes te gustaba se volverá monstruoso poco a poco. No volverás a ver las cosas de la misma manera.

Pero siempre puedes solucionar esto.

Si quieres acabar con el contrato espera a que anochezca y ponte delante del espejo. Cierra los ojos y si los abres antes de haber pasado 5 segundos, ya no volverás a ver, y todo lo que te perturbaba, desaparecerá.

Ahora que lo has leído deberás aceptar el trato obligatoriamente. Si en 48 horas no has firmado el contrato, no volverás a ver la luz del sol.

¿Te atreves a firmar el contrato?


domingo, 3 de enero de 2021

Colores

—¡Esas eran verdes! —gritó el hombre, mirando las plantas en el jardín. — ¡lo juro, ayer eran verdes!

Su esposa intentaba leer un libro al otro lado del sillón.

Miró a su alrededor. Sus ojos fueron incapaces de enfocar un momento y se los talló.

—¡Los muros! ¡Antes eran azules!, ¡los pintamos de color azul hace dos meses! ¿por qué no son azules? —parecía incapaz de controlarse, su esposa detuvo la lectura y lo miró un momento, esperando aún que estuviera jugando.

—Amor, has tenido un día muy largo, deberías relajarte.

—¡No me digas qué hacer, no me digas qué me pasa!

Tal vez su esposo estuviera borracho. La mujer intentó seguir con el libro, pero a cada tanto, los gritos de su esposo la volvían a interrumpir.

—¡Esto era naranja! —lo escuchó gritar al otro lado del cuarto.

—¡Esto era marrón! —gritó después.

—Eso era morado! —insistió entonces.

Luego, guardó silencio. La mujer sonrió y devolvió la vista al libro.

Algo estalló en la cocina. La mujer saltó del sillón y salió disparada para ver qué pasaba. Cuando llegó, se ahogó en un largo y profundo grito.

La ventana al exterior estaba deshecha. Olía a pólvora. Pudo reconocer la escopeta, tirada en el suelo, junto a su marido, que sostenía sus tripas en las manos.

—Estas… eran… rojas…





sábado, 2 de enero de 2021

El Roble Encadenado

Era una fría noche de otoño del año 1821 y el conde Shrewsbury regresaba a casa en su carroza, cuando de pronto un anciano de aspecto zarrapastroso y barba gris se le cruzó en el camino haciendo ademán de que detuviese la carroza. ¿Quién sería aquel vagabundo que tenía la osadía de importunarle? se preguntó el conde mientras miraba con desdén al viejo, que le extendía la mano mientras guiado por una mezcla de vergüenza y pesar hundía la mirada en el suelo.

Al parecer el anciano quería una moneda y esto molestó bastante al conde quien detestaba a los mendigos, así que se quejó e hizo un gesto de asco y negación; Pero en lugar de callar el viejo se indignó y señalando un roble cercano dijo con voz ronca y un tono solemne: "Por cada rama que caiga de ese viejo roble que aquí yace, un amado miembro de tu familia morirá..."
Como era de esperarse el conde solo se enfadó más ante la maldición del mendigo, pero obedeció a su sentimiento de superioridad y se retiró sin decir una palabra.

Mientras volvía a la casa la llovizna que antes caía se transformó en una furiosa tormenta, en medio de la cual el viento rugía, las gotas caían como clavos de cristal y los relámpagos hacían palidecer el firmamento, seguidos por el sobrecogedor sonido de los truenos. Intentando guardar la calma, el conde se dijo a si mismo que todas las posibles sospechas de que ese clima fuese un indicio de que la maldición se cumpliría, no eran más que patrañas propias de mentes supersticiosas, lo que no era el caso de un hombre culto e inteligente como él, por lo que debía proseguir su camino con altiva indiferencia.

No obstante, poco después, la calma del conde se derrumbó por unos instantes pues un rayo acababa de caer muy cerca, al parecer sobre un árbol... El hombre intentó convencerse de que el árbol afectado no era el roble, pero al llegar a casa lloró como un niño al enterarse de que un querido familiar había muerto la noche anterior de causas desconocidas.

Inquieto ante la reciente desgracia, el conde se sorprendió cuando al revisar el sendero al día siguiente constató que efectivamente el rayo había caído sobre las ramas del roble, desprendiendo una...¿Era a causa de la maldición?... Quizá.

Por eso ordenó a sus criados que le encadenasen a las ramas del roble a fin de impedir que volviesen a caer y matar a más miembros de su familia.



Calificación: 

lunes, 14 de diciembre de 2020

Siren Head

Su primer encuentro oficial se ubica en Oregon (Estados Unidos) en el año 1966. Una familia viajaba por la carretera en uno de los bosques, y vieron, confundidos, una extraña figura: tenía la cabeza de un altavoz, un cuerpo alto y delgado, y se hallaba completamente estática. Se asustaron bastante, pero fueron capaces de tomar una fotografía y difundirla mucho tiempo después.


En 1978, una niña de 8 años llamada Catherine se perdió en el bosque cercano a su hogar. Después de que fueron investigados unos extraños sonidos provenientes de aquel lugar, la hermana de la joven afirmó que escuchó la voz de su madre y agregó que sonaba "mal, como una especie de eco".

Esta voz las llamaba, y Catherine nunca pudo ser encontrada.

En 1984, 4 adolescentes salieron a acampar al Parque Nacional Allegheny en Pensilvania. Todos desaparecieron, y tras ser reportados como perdidos, uno de los jóvenes apareció en la puerta de su casa diciendo que ellos fueron atacados en el bosque por una criatura gigante. Debido a su testimonio, las autoridades mandaron a un equipo de búsqueda. Lamentablemente, no pudieron encontrar nada ni a nadie; sólo un tenis de una de las víctimas.

6 años después, en el Parque Nacional Quin, un guardabosques encontró a un hombre colgado de una rama de un árbol. Parecía estar en shock con un estado catatónico, y no daba respuestas a nada. Fue a buscar a un grupo de rescatistas. No obstante, al regresar, hallaron al varón muerto en el suelo: su cabeza destruida, sus tejidos de oídos y boca muy dañados, comos si hubieran explotado; sus ojos no estaban en sus cuencas, sino colgando y deshechos.

En 1992, una vagabunda comentó a las autoridades que vio una criatura igual de alta que un poste de teléfono caminando por el bosque y se confundía con el entorno. Todo esto ocurrió en la ciudad de New Haven, de Pensilvania, y que el ser tenía una especie de bocinas que le colgaban donde salía una canción antigua que se transmitía por radio.

En 1995, un joven llamado Chad reporta un incidente: él y un grupo de amigos se encontraba caminando por los bosques de Tallar Crick al noroeste de Arkansas, cuando fueron atacados por la criatura repentina y sigilosamente. Chad logró sobrevivir al encuentro y fue admitido en el hospital con lesiones leves, y comentó esto a las autoridades y la describió.

Aunque se buscó al resto del grupo, jamás pudieron ser encontrados.

Mucha gente de Belgrado, Serbia, en marzo de 1999, escuchó al ser y la mayoría de los oyentes presentaron sordera severa después del incidente. Pensaron que se llevaba a cabo un bombardeo en la zona, pero nadie escuchó aviones ni una bomba.

Un local presentó que, todo antes de que esto empezara, vio una gigantesca lámpara fuera de su casa, cerca del cementerio local.

En la ciudad de Chicago, Illinois, en junio de 2010, múltiples personas escucharon (repentinamente en la noche) una sirena de alarma por la supuesta presencia de un tornado, cerca de los bosques de Willow Springs. Como las autoridades llegaron al área, avisaron que no había ningún tornado y no encontraron nada en los bosques, así como tampoco la fuente del sonido.

Después de la desaparición de un padre y su hijo en los bosques del parque nacional Yellowstone en julio de 2016, se llevó a cabo una búsqueda extensa. Desafortunadamente, no los encontraron; sólo el teléfono del padre que tenía una fotografía de Siren Head, indicando que fueron atacados por la bestia.


En el pueblo de Deguello en Austria, el pasado 28 de agosto de 2018, antes de la mañana, los habitantes reportaron sonidos extraños y perturbadores que provenían de los bosques. Al día siguiente, cuando la policía fue a investigar, encontraron una tienda de acampar vacía junto con equipo de supervivencia, 2 mochilas y 2 carteras (con sus identificaciones, tarjetas de crédito y dinero). Pertenecían a unos hombres llamados Joaquin Müller y Bruno Kofler, residentes del pueblo.

A partir de allí, hay reportes que relacionan a Siren Head y se cree que existe desde hace milenios.

Hubo una extraña vez en la que Siren Head empezó a reproducir sonidos extremadamente fuertes, haciendo que la mayoría de la población pereciera por la explosión de sus órganos internos y daños a tejidos.

"Muchos desaparecidos, pero los rumores de que una cantidad significativa de la población fue encontrada muerta en sus hogares o en las calles cercanas, con todos los cadáveres con tímpanos rotos y tejidos blandos. La tragedia fue descubierta mucho después del hecho cuando la policía..."

lunes, 16 de noviembre de 2020

En el Sótano

Nací en Tennessee, U.S.A. Tuve una vida normal hasta que nos mudamos a Connecticut, un estado muy paranormal en lo que a mí respecta. Crecí como un niño normal hasta que cumplí los 13 años de edad.

La casa a la que nos mudamos era muy vieja, perteneciente a la transición del siglo XVIII al siglo XIX. Vivimos allí durante muchos años. Un día fui al sótano. Era muy húmedo y muy oscuro, las luces no funcionaban, así que bajaba con una linterna a buscar el jabón de baño y todas las provisiones compradas que se guardaban allí. Mi hermano se burlaba de mí, diciéndome cobarde.

Un día, específicamente un martes, bajé al sótano a buscar un paquete de arroz y en lo que fui a abrir el empaque del arroz miré hacia atrás.

Me asusté al ver una figura que me estaba observando. Me dije que podría ser mi hermano, pero luego recordé que estaba lavando su ropa. Tomé la paca de arroz y salí corriendo del sótano.

Fui asustado a contar a mi mamá, pero no me quiso creer. Esa noche me levanté para tomar agua. Fue entonces cuando me pegó la curiosidad y decidí ir al sótano a ver si esa cosa seguía allí. Prendí la linterna y me dirigí al sótano. Se veía más feo y húmedo por la noche que por el día.

Cuando bajé las escaleras recorrí el sótano, y escuché un crujido. Provenía de una vieja mesa que había estado allí desde que compramos la casa. Me acerqué y la toqué. La mesa se rompió, de cuyo interior huyeron algunos ratones.

Seguí buscando hasta que encontré el cuarto donde se almacenaban las provisiones. Iba a entrar y vi de nuevo a la sombra. Esta vez se movía. Me cerró la puerta con candado. Salté del barandal y me torcí la muñeca del brazo izquierdo. La sombra me miraba como el diablo, con esos ojos saltones y rojos.

Cuando estaba al punto de atacarme, a lo lejos brillaron las luces del sol naciente. La cosa había desaparecido. Desde entonces no volví a verla. Creo que lo que quería era asustarme y hacerme saber que esa es su casa. Quizás esté acechando hasta que otro intente entrar en el sótano, ten cuidado.



Calificación: 


sábado, 14 de noviembre de 2020

Torture Soup.avi

Todo empezó hace 10 años. Un vídeo misterioso y escalofriante se subió a YouTube... La historia empezó hace ya 15 años, en 2005, Raymond S. Persi tuvo una visión. En su propio canal él empezó una serie únicamente para internet, el canal se llamó RaymondTV, en esta serie aparecerían unos personajes llamados Ray Ray. A través de unos vídeos les dio vida, pero su proyecto se quedó a la deriva, simplemente no siguió con el proyecto. Sin embargo mientras duró, este tipo no fue un creador cualquiera, él mandó a hacer los trajes de los Ray Ray y contrato actores, pero un día lograron abrir su oficina y se robaron los trajes, jamás se atrapó a los ladrones y el objetivo del robo fue desconocido.

En 2006 apareció un vídeo en YouTube llamado Torture Soup que había sido subido por un canal llamado Adana, Persi no tiene idea quién creó este vídeo y debió ser muy poco tranquilizador para él. Una teoría afirma que la sopa está compuesta de carne humana y que el hombre que aparece en el vídeo esta siendo torturado con los trajes de los personajes que él mandó a hacer. Se cree que una pareja fue capturada y que mataron a la mujer, que el hombre se esta comiendo a su propia pareja.

Han aparecido más vídeos donde aparecen los trajes de Ray Ray...


viernes, 13 de noviembre de 2020

Del Amor al Manicomio

Amelia se había divorciado hacía ya algunos meses y lejos de buscar compañía, fue volviéndose cada vez más huraña y se dedicó enteramente al cuidado de sus hijos, Ludmila y el pequeño Valentín.

En el invierno del 94', el pueblo fue asolado por una extraña enfermedad respiratoria que atacaba principalmente a niños y ancianos. La mortandad fue terrible, se decía que todas las familias habían perdido a alguien, y la de Amelia no fue ajena al brote.

Ella procuró por todos los medios aislar a sus pequeños, pero una noche comenzó la tos de la pequeña Ludmila. Se empecinó en no pedir ayuda y comentó con los vecinos que, con infusiones y muchas mañas, los niños se habían recuperado.

Pasó el tiempo, y, aunque el brote había acabado, Amelia se negaba a mostrar a sus niños, diciendo que en su casa estaba mejor, que en la calle podrían enfermar nuevamente. Los vecinos advirtieron pronto la paranoia en la joven madre, pero después de tremenda tragedia, no se podía culpar a nadie de ser demasiado cuidadoso.

El invierno dio paso a la primavera. Llegó el verano y los vecinitos se agolpaban ansiosos en la puerta esperando a que Ludmila saliera a jugar con ellos, pero Amelia los espantaba.

Llegó Marzo y comenzaron las clases, una par de semanas después, las maestras notaron la ausencia de Ludmila; la directora, preocupada, llamó a la casa.

—Hola, querida, ¿cómo estás?—preguntó— ¿Cómo está Ludmila?

—Gracias por preocuparse, Ludmila está muy pero muy bien. Yo le estoy dando clases en casa. Usted sabe que soy maestra.

—Ya lo sé, querida, pero la nena está en una etapa en la que necesita estar cerca de otros niños. Me gustaría por lo menos verla un rato al menos, si es posible— insistió la mujer.

—Por supuesto que puede venir a verla.

Cuando cerró el colegio, la directora tomó por la antigua calle de tierra, golpeó la puerta y Amelia la atendió sonriente. Apenas abrió la puerta, sintió el fortísimo olor a jazmín impregnado en el ambiente.

Se saludaron y la mujer fue hasta el cuarto de Ludmila. A medida que se acercaba, el olor a flores se desvanecía, absorbido por un hedor fétido, putrefacto; tan fuerte era el hedor que debió taparse la nariz con un pañuelo. Abrió la puerta temblorosa, y la vio... Sentada en un rincón, su carne corrupta, consumida por los insectos, con los brazos cruzados y, sobre la mesita, una bandeja con galletas y una taza de chocolate humeante. Corrió despavorida y se topó con Amelia, que sostenía al pequeño Valentin. Con su pecho desnudo y flaco, amamantaba un montón de huesos y trapos.

— ¿Cómo vio a Ludmila?

—Mejor de lo que esperaba, querida.

Contuvo el llanto hasta salir de la casa. Corrió hasta la comisaría para contar lo sucedido.

Amelia fue internada en el hospital psiquiátrico "El Sauce". Hasta el día de hoy, deambula por los pasillos del psiquiátrico, amamantando a un montón de trapos mugrientos y llamando Ludmila a toda joven que se le acerque.



Calificación: 

jueves, 12 de noviembre de 2020

A través de las Escaleras

En mi ciudad hay varios sitios que están embrujados. Todo el mundo los conoce y evita pasar cerca. Uno de ellos es la escalera de piedra que conduce al barrio conocido como “El bajo”.

Es una escalera que se construyó a principios del siglo XX, utilizada mayormente por los obreros de la vieja fábrica frigorífica. Hoy en día casi no se la usa porque hay muchas otras calles asfaltadas que conducen al Bajo, y además porque, como dije anteriormente, todo el mundo sabe que hay algo malo en ella. Muchos habitantes que utilizaron estas escaleras aseguran haber visto a una figura encapuchada que asciende escalón por escalón, haciendo un ruido crujiente como de papel. El rostro nunca se le ve, aparece cubierto por la capucha, pero algunos vecinos dicen que tarde o temprano la aparición levanta la cabeza y entonces el destino de uno está marcado, porque lo que ve es espantoso y ya no podrá sacárselo de la mente nunca más.

Tengo un amigo que una vez vio esta cosa, aunque lo contó una sola vez y hasta el día de hoy se niega a volver a hacerlo. Dijo que él tenía doce años cuando ocurrió, jugaba al rugby en el club náutico que está al final de la barranca y siempre daba grandes rodeos para evitar utilizar la escalera. Pero ese día llegaba tarde a las prácticas y el entrenador, que era muy severo, le había advertido que lo dejaría fuera del equipo si llegaba con retraso una vez más. Así que mi amigo no dudó en utilizar las escaleras para descender, porque si bien temía al famoso sitio, mucho más temía al entrenador, un tipo rubicundo y algo excedido de peso al que todo el mundo apodaba “El Oso”.

Mi amigo se aferró al viejo pasamanos de madera y comenzó a bajar. Pensaba que si lo hacía lo suficientemente rápido, el miedo no le ganaría y no tendría tiempo para arrepentirse. El problema es que aquellas escaleras, que están ubicadas en un lugar solitario y rodeado de vegetación, son muy largas y los escalones de piedra en muchos casos están partidos o directamente no existen, por lo que uno tiene que descender con cierto cuidado a menos que quiera romperse una pierna. Así que mi amigo muy pronto aminoró la velocidad del descenso, y más o menos a mitad del trayecto comenzó a escuchar unos extraños crujidos, que provenían de la parte baja de la escalera.

Alarmado, vio que alguien había comenzado a subir, escalón por escalón, de una manera muy lenta, como si tuviera las piernas enfermas. La cara no se le veía, la tenía cubierta por una capucha. Mi amigo trató de darse vuelta y huir, pero no pudo, estaba paralizado, solo podía contemplar aquella aparición que se le acercaba de a poco, emitiendo esos crujidos que sonaban en la tarde silenciosa como a papel seco.

La distancia entre él y la misteriosa figura se fue acortando con rapidez, había diez escalones entre ellos, luego cinco, luego dos. Y ahí la figura encapuchada se detuvo. Y alzó la cabeza. Y era él. Era mi amigo. Solo que mucho más viejo, y con la cara podrida porque ya estaba muerto. Sus mejillas se veían hundidas y los ojos habían sido comidos por los gusanos. La aparición extendió una mano cadavérica y le acarició el brazo. Y luego le sonrió.

Así te verás cuando estés durmiendo en el ataúd le dijo con una voz espantosa. Dentro de sesenta y nueve años.

Recién ahí mi amigo pudo salir de su parálisis. Dio la media vuelta y corrió escaleras arriba gritando como un loco. Los vecinos lo socorrieron y fueron a buscar al presunto agresor, pero en las escaleras no había nadie.

A la noche mi amigo tuvo una pesadilla. Soñó que estaba muerto y se veía exactamente como esa cosa de las escaleras. Cuando despertó, se miró en el espejo del baño y suspiró aliviado al ver su rostro lampiño de adolescente. Se lavó la cara y recordó que ese día era su cumpleaños, ya tenía trece. Regresó al dormitorio y al mirar hacia la ventana lanzó un grito; sobre el vidrio empañado, alguien había escrito:

"Sesenta y ocho"...



Calificación: 

martes, 3 de noviembre de 2020

"¿Crees que los perros no sonríen?

Fragmento sacado una crónica del diario local:

"En el pequeño pueblo de San Ángel, era habitual que ocurrieran extraños sucesos que rompían la normalidad: Los perros ladraban sin cesar, incluso a veces amanecían muertos; Las personas de los alrededores desaparecían y después de 7 días eran encontradas con marcas de rasguños y mordidas de animales, o simplemente nunca se volvía a saber de ellos".

Experiencia de una joven residente:

Buenos días, mi nombre es Sally y tengo 16 años de edad. Siempre me la pasaba sola en casa ya que mis padres trabajaban hasta muy entrada la tarde y pocas veces tenían tiempo para mí; me fue muy difícil hacer amigos y para pasar el tiempo me sumergía en el mundo de las historias de terror y sucesos paranormales, siempre fuí fanática de los creepypastas, eran como un vicio o una droga de la cual quería más. Recuerdo que hay un creepypasta en especial que me gustaba muchísimo, su nombre era "Smile.dog" y llegué a leerlo gracias a un usuario anónimo que me contactó por facebook.

El User aceptó decirme el nombre del Creepy, con la simple condición de que no viera el video a partir de las 3:00 de la mañana, pero la curiosidad me mataba y decidí quedarme despierta hasta la madrugada, eran las 3:00 AM, extraje un archivo "Ram" el cual contenía un documento y un vídeo, abrí el documento, el cual contenía una nota que decía: "Crees que los perros no sonríen", cerré el documento y abrí el vídeo.
En ese momento las luces comenzaron a fallar, estaba aterrada pero el miedo no me impidió continuar. El video comenzó a reproducirse: Al principio podía verse la terrorífica imagen de un gran perro sonriente, con el hocico lleno de sangre y sus ojos infernales mirándote directamente. De repente, en ese momento comencé a escuchar a un perro ladrar en la puerta principal, bajé rápidamente las escaleras hasta allí, pero cuando abrí la puerta no había nada.

Al subir las escaleras de regreso a mi habitación, noté que la luz del baño estaba encendida y entonces recordé que no había nadie a parte de mí en casa. En ese momento mi respiración comenzó a acelerarse cada vez más cuando daba un paso, acercándome a la puerta del baño. Giré la perilla del lentamente mientras la puerta se abría despacio; llegué a ver algo escrito en el espejo, así que entré algo asustada y pude leer con claridad una frase escrita con sangre en el espejo: "Crees que los perros no sonríen".

De repente algo me derribó al suelo y me sacó a arrastras fuera de el baño...


Fragmento sacado del periódico local:

El día de hoy, la brigada de homicidios de la pequeña localidad de San Angel ha encontrado un macabro hallazgo que consiste en el cuerpo sin vida de una chica de aproximadamente 16 años de edad, que aún no ha sido identificada. Los detalles de peritaje indican que fue encontrada en su cama con la garganta rasgada por algún elemento cortante, y en sus manos sujetaba una nota que decía: "¿Crees que los perros no sonríen?"...

Calificación: 

viernes, 23 de octubre de 2020

Pero no estoy Amargada

El verano pasado tuvimos una fiesta enorme para mi hermanito por su sexto cumpleaños, había castillos inflables, guerras de bombas de agua, una barbacoa y por supuesto un gigantesco pastel.

Mi fiesta será mucho más pequeña, en realidad será solo un pastel e incluso para eso, mamá no tenía harina para hacer la masa.

Pero no estoy amargada. Troto enérgicamente por el camino que lleva a casa de los Parker. "Solo baja al pueblo rápidamente y mira si tienen algo de harina, apresúrate en tu regreso"—dijo mamá.— Y ponte tu impermeable y tus guantes Laura.

Levante la mirada hacia las sombrías nubes grises que siempre parecen estar cubriendo el suelo, dudo que un impermeable y guantes me vayan a ofrecer mucha protección.

Llamo a la puerta principal de la casa de los Parker cuando llego, sintiéndome un poco tonta. La Sra. Parker probablemente estará en el mismo lugar en el que estaba cuando vine la última vez: extendida sobre el piso de la cocina, cubierta en supurantes llagas con algunas ratas mordisqueándole la cara... Y es ahí donde está aún, pero dado que ya ha pasado una semana desde que vine, ahora es en su mayoría huesos con algunos pedazos cartilaginosos colgándole y no le importa en lo absoluto cuando agarro el bote de harina y la bolsa de azúcar que tenía guardada en la alacena. Las bombas, cos sus vapores venenosos y nubes infecciosas nos encontraron desprevenidos a casi todos nosotros, pero la Sra. Parker creía en que siempre había que contar con una alacena bien surtida ante cualquier eventualidad.

Me retiro rápidamente sin comprobar si el Sr. Parker sigue con vida, la última vez que lo vi estaba llorando mientras me rogaba que lo trajera conmigo, pero no pude bajar su silla de ruedas por las escaleras y perdí completamente el control de ella; el Sr. Parker terminó en el fondo y luego lo escuché gruñendo mientras salía corriendo por la puerta, por eso pienso que entonces estaba vivo.

Probablemente las ratas ya lo han reclamado en este punto, ni siquiera reviso, me limito a salir corriendo por la puerta nuevamente y voy hacia mi casa con el harina y el azúcar.

Mamá termina de preparar mi pastel y enciende la fogata para poder hornearlo. Mientras tanto comienzo a aplicar Desitin en las peores llagas del rostro y brazos de mi pequeño hermanito y luego medico las mías. Hoy están peor y dudo que haber salido hoy haya ayudado, incluso con el impermeable. En un mes, más o menos, de seguro estaremos muertos al igual que los Parker, quienes no tenían un sótano en el cual refugiarse cuando cayeron las bombas.

Mi pastel huele cada vez mejor a medida que se hornea, mi hermano me hizo un dibujo genial de nosotros dos pescando juntos y mi mamá incluso encontró las velas para mi pastel. Estoy segura de que esta será mi última fiesta de cumpleaños... Pero no estoy Amargada.



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jueves, 22 de octubre de 2020

Eisoptrofobia

Sara clavó sus ojos tristes en la pulida superficie del espejo, en el vestíbulo. Estaba a punto de salir para ir a trabajar, pero algo la había retenido al pasar hacia la puerta de la calle, algo indefinido, gélido y arrebatador: un impulso. Vio en su reflejo aquella imagen de sí misma a la que estaba tan acostumbrada, distante y extraña, la de cada día. Entrecerró los ojos tratando de atisbar a través de la figura escuálida que veía algo de humanidad, de sentimiento, pero su reflejo evidenciaba que estaba vacía, hastiada y cansada.

Giró hacia la puerta con gran desgana, la abrió y salió en silencio.

De camino a su estudio, aferrada al volante del viejo coche que conducía desde hacía cuatro años, no dejaba de preguntarse qué clase de maldición se había apoderado de su alma. No lograba sentir nada, vivía sin emociones, se limitaba a pasar por la vida como si nada pudiera afectarla a ella, ni ella pudiera afectar a nada ni a nadie… como un fantasma. Separada, sin hijos, sin amigos, lejos de su familia, vivía inmersa en la marea de actividad que agitaba su ciudad, anónima e impasible.

Miró por el retrovisor, hacia la larga cola que llenaba la carretera. Allí estaba el bullicio rutinario… el rumor de los coches, los pitidos, el desasosiego… Sara suspiró, concentrada por si de aquel gesto normal escapaba algún indicio de cordura, pena o exasperación, pero sólo era aire que ella forzadamente exhalaba.

Alguien pitó por detrás y Sara aceleró. Estaba resignada a pasar un largo día en su estudio, enfrentada a sus lienzos en blanco, sin poder pintar porque no podía transmitir, ni imaginar, ni sentir. Hacía mucho que sus cuadros estaban desprovistos de todo significado. Ya estaba contando las horas para regresar a casa.

Por la tarde, al llegar la ansiada hora de regresar a su seguro refugio, siguió un impulso, por el solo hecho de haberlo sentido. Decidió entrar en un café cercano por el que solía pasar cada día: "El Cafelito". Al cruzar la puerta de cristal del local sintió algo parecido a la ansiedad, y aunque no logró identificar su origen se sorprendió conservando esa pequeña dosis de emoción… Cruzó entre las mesas sin prestar atención a las parejas que charlaban, las amigas que se juntaban, el caballero solitario leyendo un periódico… Se conducía como una autómata, sin objetivo, excepto que había decidido entrar allí por hacer algo distinto. Se acercó a la barra y pidió un café descafeinado de máquina. Su voz sonó fría y monótona y el camarero la miró con indiferencia.

–Uno diez, por favor…

Sara pagó, se tomó el café y preguntó por el baño.

–Al fondo a la izquierda.

Entonces, sorprendentemente, por segunda vez aquel día, Sara sintió algo al dirigirse hacia los aseos… De nuevo algo negativo, una vaga inquietud, que venía a sumarse a la ansiedad de antes. Abrió la puerta del aseo para mujeres y entró en un baño amplio y moderno, excepcionalmente limpio. Sin quererlo se miró de reojo en el espejo: estaba pálida. ¿Por qué? ¿Por qué después de tanto tiempo sin sentir nada lo primero que la embargaba era un temor injustificado?

–Ten cuidado, niña. Vigila dónde miras.

Sara dio un respingo al oír aquella voz ronca muy cerca y descubrió a su lado a una vieja gitana toda vestida de negro que la miraba fijamente.

–Déjeme en paz, señora.

–Óyeme niña, no te lo vuelvo a repetir. Ten cuidado dónde miras. Un peligro te acecha.

Los profundos ojos azabache de la mujer la traspasaban como si de dos ascuas hirientes se tratase. Se acercó un poco a ella y bajó aquella voz gutural que parecía emerger del averno.

–Lo que ves, no siempre es de este mundo, y los espejos suelen encerrar terribles visiones. Aléjate de los espejos niña y guarda esto –le cogió la mano derecha por sorpresa, la sujetó con férrea determinación, y colocó en su palma una ramita de romero–… Llévala contigo y no busques más donde no debes.

–¿Qué dice señora? –Sara retiró la mano espantada, pero no se deshizo del romero–. ¡Métase en sus asuntos…

De pronto el corazón empezó a batir en su pecho como si ahogara un tropel de tambores resonando a la vez; le faltó el aire y no quiso permanecer allí más tiempo. Salió apresuradamente, sin volver la vista atrás. Cruzó el local, pálida como un muerto, y llegó a la calle. En su mente martilleaban las enigmáticas palabras de la vieja gitana, palabras sin sentido, siniestras.

Miró a ambos lados de la calle. Todo parecía tan normal… La gente caminaba a su alrededor, cada uno con su vida a cuestas, perdida la mirada.

Sara decidió regresar a casa cuanto antes, tratar de olvidar lo ocurrido y procurar recobrar la compostura. Casi echaba de menos su anterior apatía, no sentir miedo, no sentir nada. ¿Qué había querido decir la gitana?

Aquella noche la soledad se abatió sobre ella de forma despiadada. Sentada en la quietud de su salón apretaba en la mano la delicada ramita de romero, y lo hacía sin saber por qué, asombrada de prestarle atención a aquel absurdo trozo de superstición. Una agradable penumbra difuminaba los objetos a su alrededor; había puesto un disco para que llenara el vacío ambiente que tanto la oprimía y también había encendido la tele, que resplandecía emitiendo cambiantes destellos de colores, sin sonido. Acababa de cenar, y tras una larga ducha bien caliente reflexionaba a solas, acurrucada en su sofá color café. Aspiró el suave olor del romero y al instante acudió a su memoria la imagen de la gitana… y sus palabras.

–Mierda…

Se levantó y fue hacia la cocina, a por un vaso de leche caliente.

Fue muy consciente de que acababa de pasar por delante del espejo del recibidor. Retrocedió. ¿Por qué se detenía junto a él? ¿por qué se miraba en él mientras apretaba la ramita entre sus dedos con frenesí? Allí estaba ella, rubia, delgada, ojerosa, de finos labios rojos y una graciosa barbilla… Se miró a los ojos, se inclinó un poco hacia el reflejo y miró más de cerca.

–Oh Sara, estás horrible –murmuró con cierto desdén por su abandonado aspecto–… ¿y por qué no iba a mirarme en el espejo? Menuda tontería…

Se apartó con brusquedad, fue a la cocina y arrojó la ramita de romero a la basura.

Tras ella, en el reflejo oscuro del espejo en el que acababa de mirarse, una sombra se agitó desde el fondo, enturbiando la pulida superficie, que se empañó como si alguien hubiese echado el aliento sobre ella. La música en el salón se detuvo y el silencio pareció retomar su lugar con irrefrenable dominio, tan opresor que Sara dejó el vaso de leche que acababa de calentar y se volvió algo cohibida. Acababa de darse cuenta de que la másica ya no sonaba, porque precisamente había estado tarareando una de sus canciones favoritas mientras bebía la leche. Se asomó por la puerta y miró hacia el sombrío salón, donde la tele continuaba destellando intermitentemente. El aire estaba enrarecido, como si el mundo entero hubiese contenido el aliento.

Sara se negó a que ideas demasiado imaginativas inundasen su mente, así que salió con decisión, fue hasta la mesita de centro en el salón, cogió el mando de la tele y subió el volumen. Necesitaba oír algo, lo que fuese. Al instante la voz del hombre del tiempo se alzó con claridad, y al poco la música de los anuncios publicitarios llenó el ambiente. Permaneció con el mando en la mano unos segundos, contemplando absorta las imágenes de la pantalla. ¿Por qué estaba temblando? ¿Tenía algo que ver con el hecho de haberse deshecho del romero?

–Qué tontería…

Pero no se atrevía a volver a recogerlo, ni a pasar por delante del espejo. Ni siquiera era capaz de acercarse al recibidor. Se arrepintió de pronto, con espanto supersticioso, de haber tirado a la basura la ramita de romero protectora que la gitana le había dado. ¿Y si realmente servía de algo?

–Joder, pero si yo no creo en estas tonterías…

Dio un paso y luego otro, forzándose a caminar hacia el recibidor. La entrada de la casa se le antojó ahora mucho más sombría de lo normal, y por alguna razón la luz de la cocina no lograba desterrar las sombras. Sara frunció el ceño y apretó los dientes. Se colocó de frente al espejo, y se obligó a mirarse en él. Sólo para demostrarse que no ocurría nada.

Por alguna razón, al volver a mirar su reflejo pensó en su triste vida, en la soledad que pincelaba cada largo día, en la forma anodina que tenía de dejar pasar el tiempo. Estaba tejiendo una amarga sinfonía en torno a sí misma, y empezaba a ser incapaz de apartarse, de tomar otro camino, víctima de su encierro. ¿Cómo había llegado a estar tan aislada? ¿Qué había sido de sus amistades, de su risa, sus ilusiones, su buen humor, su gusto por las tertulias, por la compañía… ¿Quién era esa desconocida que le devolvía la mirada desde el otro lado? Aquella no era ella, aquel era el reflejo de una mujer solitaria, apática y depresiva.

–Maldita seas, estúpida –gruñó furiosa. De repente volvió a sentir, y con tanta intensidad que todo su cuerpo se agitó, como si una sacudida eléctrica lo hubiese recorrido de los pies a la cabeza. Una oleada de sensaciones embargó su mente y su corazón, rabia, ansiedad, frustración, desesperación… todo aquel cúmulo de emociones negativas que con tanto esmero había ido acumulando bajo una aparente indiferencia, emergió con violencia, aturdiéndola–… Joder...

Fijó unos ojos llorosos en los de su reflejo, y vio tristeza. No podía seguir así…

Mientras pensaba en su desdicha algo le llamó sobrecogedoramente la atención. Acababa de ser consciente de que el sonido de la tele, como la música, había cesado. ¿Desde cuándo? Al volverse a mirar se percató de que el aparato estaba apagado, y el salón a oscuras.

–¿Qué…

El silencio se le antojó espantoso, atronador. Hubo un movimiento fugaz en la superficie del espejo.

–No puede ser…

Se acercó de nuevo y entonces descubrió, aterrada, que no se veía en él. En vez de su reflejo, la brillante superficie mostraba un fondo oscuro y difuso…

…y entre aquellas negras sombras algo se movía…

Un grito ahogado agarrotó su garganta. Poco a poco, del mismísimo fondo de su espejo, una figura fue emergiendo, contorneándose sus formas… Unos ojos hueros se clavaron en ella, hirientes. La casa quedó atrapada en la pesadilla, un silencio mortal se adueñó de ella, Sara no lograba moverse. La figura pareció adquirir volumen, de su informe cuerpo surgieron brazos y piernas, sin dejar de ser una sombra ominosa que atravesó el cristal y se vertió hacia la joven como una marea envolvente cuya gélida esencia pronto se apoderó de ella, la rodeó, la cubrió…

Mientras engullía a la frágil Sara en un abrazo raptor y la arrastraba consigo de nuevo hacia las tinieblas, ella sólo pudo recordar las palabras de la gitana: “…ten cuidado dónde miras, un peligro te acecha…”.

En unos segundos la sombra y ella desaparecieron. La luz regresó, el televisor de plasma volvió a encenderse, pero la casa quedó vacía… Vacía de tiempo y sonrisas, de color, de momentos, de historias… Apareció consumida y triste, como si jamás la hubiesen habitado, desprovista de espíritu.

El espejo del recibidor quedó opaco, como una negra boca sin fondo.




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domingo, 18 de octubre de 2020

El silencio de Luis

En ocasiones las historias de terror no necesitan tener algo paranormal para dar miedo ya que la crueldad humana es suficiente. Esta es la historia de un chico que recibió un gran trauma, que ha tratado de olvidarlo por años.

El joven se llamaba Samuel, él trató de suicidarse varias veces por lo cual sus padres decidieron internarlo en un hospital psiquiátrico prometiéndole que mejoraría y no volvería a intentar quitarse la vida nuevamente. 

Dentro del hospital conoció a un chico muy raro que estaba en silencio todo el tiempo. Solía estar en las esquinas de los cuartos con la cabeza agachada, no hablaba: solo movía la cabeza para decir sí o no. Samuel comenzó a hablarle, siempre había buscado a alguien que lo escuchara sin interrumpirlo ni juzgarlo. Todo el tiempo se quejaba con aquel chico, él se llamaba Luis, le decía todos los problemas que tenía con su familia, lo que no le gustaba, cualquier cosa. Luis solo asentía moviendo la cabeza, o incluso no hacía nada.

Así pasaron los días y siempre se podía ver a Samuel junto a Luis. Los doctores notaron una mejoría en Samuel y que le tenía un gran afecto al joven callado. Un día, Samuel le dijo al doctor que su amigo no merecía estar en ese hospital, que él no tenía ningún trastorno, solo era callado y reservado. 

Por varios días Samuel le insistió al doctor que dejara ir a Luis con su familia. Después de tanto insistir el doctor aceptó. Dejó ir a Luis. Luis saldría de ahí dos días antes que Samuel. Samuel le entregó una carta con su nombre, teléfono y dirección, lo abrazó y dijo:

Sé que eres muy callado, pero me harías muy feliz si algún día me visitas Luis tomó el papel y se fue.

A los dos días Samuel salió del hospital algo tarde porque lo festejaron por la gran mejoría que presentó, la celebración terminó tarde y a esa hora fue a su casa. Al llegar, abrió la puerta y notó algo raro: 3 cuerpos sobre la mesa. No pudo fingir nada, pues conocía a su familia y sabía que sobre esa mesa estaban su mamá, su papá y su hermana. Se acercó en silencio, y se dio cuenta que en la casa estaba alguien más. En una esquina, en la obscuridad, se encontraba Luis.

Luis se acercó lentamente a Samuel y, extendiendo su brazo lleno de sangre, le dio el mismo papel que le había entregado con su dirección. Pero había algo más, un mensaje por parte de Luis escrito en la parte de atrás que decía: "Todas las personas de las que tanto te quejaste... ¿Estás feliz?"



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