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domingo, 14 de febrero de 2021

Los Errantes

Goler y Belgor eran errantes, guerreros profesionales expertos en la lucha contra criaturas no-muertas. Nunca eran recibidos con alegría en las aldeas o ciudades donde trabajaban, pues su llegada siempre significaba problemas. Pero eran necesarios, y las personas los toleraban, sobre todo porque los errantes gozaban de inmunidad y protección del rey y de todos sus vasallos.

En aquellos días, Goler y Belgor habían sido enviados a una villa llamada Villaespino. Dicha villa era propiedad de un señor muy poderoso, lo suficiente como para costear el trabajo de dos errantes. Las calles de Villaespino habían sido regadas con la sangre de muchos de sus habitantes, todos varones, adultos y sanos. Sus cuerpos siempre aparecían al amanecer en alguna plaza concurrida, con las vísceras colgando y el cuello completamente abierto. Los dos errantes tenían claro quién era el culpable, todo apuntaba a un súcubo, un tipo de demonio bastante común en los grandes centros de población; y el que las victimas fueran solo hombres y que se hubiera licuado toda su sangre, encajaba a la perfección con su modo de cazar.

Cuando llegaron a la villa, las calles estaban vacías, solo se dejaba ver el humo de alguna chimenea distante, o la luz tenue de una vela proveniente de alguna habitación. Fueron directos a la posada El Ciervo Feliz. Ya los estaban esperando; tenían ordenes de concederles asilo con todos los gastos pagados, cosa que no agradaba al obeso posadero y su casi adolescente esposa.

Goler era mayor que Belgor, hacía tiempo que había pasado los 40, su vientre era más grueso, su pelo ya escaseaba, pero su mirada seguía igual de dura, al igual que sus ojos azules, fríos e inquisitoriales. Belgor por el contrario contaba con 20 años menos, era su segunda misión, sus ojos eran más inquietos, aunque a ojos inexpertos parecerían seguros y tranquilos; era alto, de constitución atlética, rasgos agradables y ojos marrones.

Goler se acercó al posadero y le pidió la cena.

—Espera sentado en la mesa y vigila quién entra y quién sale —le dijo Goler con aire sombrío a su joven compañero.

Belgor asintió y se dirigió a la mesa no sin antes recorrer con sus ojos el cuerpo de la esposa del posadero, una pelirroja de amplias curvas y busto generoso. El posadero gruñó muy alto, tanto, que hasta le temblaron los bigotes. Goler le lanzó una mirada gélida a sus compañero, y finalmente se sentó en una mesa destartalada cerca de la chimenea central. Belgor se quedó sentado fingiendo que aseguraba las correas de su armadura negra de cuero reforzado, no sin dirigir alguna que otra mirada a la pelirroja. Goler suspiró y llevó hasta la mesa una bandeja con dos codornices asadas, caldo aguado con huesos de pollo, pan duro, y queso más duro aún. Para ellos aquello era un manjar, pues el camino siempre era duro y escaso en privilegios.

—No deberías haberla mirado así, no queremos problemas —recriminó Goler a su joven compañero.

—No hice nada malo, es la primera mujer joven y bella que no intenta destriparme desde hace mucho tiempo.

—Te entiendo, pero entiende por qué estás tú aquí. Cada segundo que pasa es más probable que estemos cerca del súcubo. A estas alturas ya sabrá que estamos en Villaespino, y en cualquier momento tendremos sobre nosotros a un monstruo rabioso, aunque sin apetito, pues lleva mucho tiempo comiendo de la cocina local, cosa rara ya que no suelen arriesgarse a acumular tantas víctimas en un solo lugar.

—Nos ha tocado el súcubo imbécil.

—Es un monstruo, un monstruo que te puede destripar con un sencillo giro de muñeca.

Belgor asintió mansamente y comenzó a comer con ganas. Goler barrió una última vez con la mirada la posada y acometió con ímpetu su propio plato.

Al terminar se despidieron del posadero y subieron a la habitación más amplia de que disponían. Era grande, con cuatro camas, y altos ventanales. Dejaron solo una vela encendida. Goler hizo la primera guardia.

Cuando los ronquidos de Belgor ya eran audibles, se sentó cerca de la ventana para observar las calles mal empedradas y los tejados torcidos de pizarra en busca de algún movimiento inusual. De pronto, un sonido grave proveniente de la parte baja hizo que los sentidos parcialmente aletargados de Goler se agudizaran como nunca. Bajó sin despertar a Belgor, con paso rápido y su mano derecha apoyada en el pomo de su estilete.

Al llegar abajo vio al gordo posadero tirado sobre los restos de la sopa que se había derramado con la caída. Se acercó hasta él y confirmó que aún tenía pulso. Antes de que le diera tiempo a hacer una sola conjetura, un grito ahogado atravesó su pecho desde el piso de arriba.

Subió corriendo, pero esta vez con el estilete desenvainado, acompañado por una preocupación que era más bien una certeza en su mente, una certeza que se vio confirmada al atravesar el umbral de la puerta que daba a la habitación. Belgor yacía en el suelo con el cuello abierto, y sobre él, la esposa del posadero le estaba drenando la sangre con sus largos colmillos ayudados por una lengua anormalmente larga y roja.

Los ojos del súcubo quedaron fijos en Goler que ya había desenvainado la espada dispuesto a batirse con él. Cada paso que Goler realizaba iba acompañado de una maldición y una punzada de culpabilidad, pero barrió aquellas emociones y se centró en la tarea que tenía entre manos. No era el primer súcubo que mataba, y aquella estúpida trampa tendría que haberla visto venir. El súcubo pelirrojo, sin pensárselo se abalanzó en busca del cuello de su nueva víctima, pero Goler desvió sus zarpas con el estilete, mientras golpeaba el costado derecho del monstruo con la empuñadura de la espada; finalmente se separaron. Ella estaba excitada por la proximidad de una nueva presa, él era frío y realizó bien sus cálculos.

Cuando el súcubo se abalanzó de nuevo, éste lo esquivo con una finta hacia la izquierda, fingió una ataque hacia su costado, ella lo esquivó con dificultad y justo en ese lapso de tiempo, Goler atravesó su vientre con la espada hasta la empuñadura, no sin recibir antes un mordisco en el hombro izquierdo aunque sin llegar a perforar el cuero.

Goler no quería esperar a que el súcubo se recuperara, debía cercenar la cabeza del monstruo, pero cuando ya estaba en posición con la espada sujeta con las dos manos sobre su cabeza, algo frío y afilado afloró sobre su pecho, un cuchillo largo de carnicero que atravesó con rabia cuero y costillas. Goler calló de rodillas, y antes de desvanecerse, vio cómo el obeso posadero, presionaba la herida abierta del súcubo.

Luego sobrevino el frío, y finalmente, la oscuridad.



viernes, 12 de febrero de 2021

La leyenda del jinete sin cabeza

Cuentan que en el año 1856; en uno de esos pueblos alejados de la montañas, Ciudad De Monterrey, Nuevo León, México. Sucedió que dos hombres lugareños se disputaban el amor de una bella mujer llamada Margarita.

Era tanto el amor y cariño que Ponciano Arriaga y Federico Loera le tenían a Margarita; que no había día que no se retaran y sus miradas retadoras no se cruzaran, pero el corazón de Margarita pertenecía en secreto a otro muchacho de ése mismo pueblo, su nombre era Lorenzo Antonio Sánchez, quien era un extraordinario jinete que montaba con gran facilidad los caballos de su rancho ¨La Cruceta", localizada al kilómetro 78 por la carretera a Reynosa, y precisamente, cuentan los bisnietos de los que fueron testigos, fue en ese rancho donde se protagonizó una de las terroríficas historias de la cual aún no se tiene una explicación lógica y científica de lo que en realidad sucedió ahí.

Dicen que cuando Antonio se dio cuenta del amor que Margarita en silencio le profesaba a el, le correspondió totalmente en sus sentimientos y se la llevo en una noche de luna llena, con previo consentimiento de ella y la llevo a su rancho, para ser felices solos y amarse profundamente, mas sin embargo, los padres de Margarita se negaban totalmente al romance entre el humilde Antonio y la Doncella, pues los predilectos para ella precisamente algunos de los otros 2 hombres en disputa; y Antonio, sin pelear alguna batalla gano el corazón de aquella bella mujer.

Solo que el padre de Margarita, y mucho menos aquellos 2 hombres se iban a quedar tranquilos y dejar en manos de aquel muchacho a Margarita, así que aquel viejo con complicidad de Ponciano y Federico acordaron un plan para deshacerse de Antonio y quitarlo del camino...

Fue así que aquella noche, y con algunos pesos de por medio, aquellos otros rivales y ahora compañeros irrumpieron en aquel rancho de las crucetas, Margarita se encontraba dormida mientras que Antonio terminaba de amarrar unos caballos, en eso cuatro poderosos brazos lo atraparon y una nube de puñetazos llovió sobre su rostro sin darle oportunidad de ver a sus agresores ni mucho menos de defenderse, la golpiza fue tremenda al grado de que los golpes y los gemidos de Lorenzo Antonio la despertaron, pero para cuando quiso salir, solo atino a ver que uno de los agresores agarraba a Antonio fuertemente el otro no dejaba de darle golpes hasta dejarlo caer como un guiñapo, la chica, del susto, se quedó paralizada ante tremenda golpiza y no sabia que hacer, como tiro de gracia, una filosa hoja de un machete que uno de aquellos desgraciados cargaba, brillo a través de la luna para pasar finalmente por el cuello de aquel joven brutalmente asesinado, la cabeza de Lorenzo Antonio rodó por el césped limpiamente ante el asombro mudo de Margarita, ahí fue cuando su garganta dejó escapar un grito de horror e impotencia, aquellos cobardes al descubrirla la tomaron y se la llevaron, no sin antes echar un vistazo al cuerpo decapitado de Antonio, y esbozando una cínica sonrisa en complicidad se retiraron de aquel lugar, sin darse cuenta; estos, que la cabeza del muchacho, con la leve luz de la luna, alcanzó a distinguir los rostros de sus asesinos...

La noticia del asesinato se dio a conocer a nivel regional, más nunca se supo de los asesinos y así, estos, recibieron el dinero acordado del padre de Margarita, y ahora solo quedaría pendiente la disputa entre ellos sobre quien seria el merecedor del corazón de aquella chica: quien por cierto, al paso de los días se le vio marchita y seca.

No pasó más de una semana, cuando en una noche se oyó y vio galopar cerca de aquel pueblo un caballo negro, pero la sorpresa es que los que lo vieron no daban crédito cuando vieron que el hombre que lo jineteaba ¡no tenía cabeza!.

Una hora después el cuerpo de Ponciano Arriaga se localizó decapitado y tasajeado en los atajos de aquel pueblo, mientras casi al mismo tiempo, cerca de la casa de Margarita; hallaron el cuerpo inmóvil, y con la misma suerte que el de Ponciano, de Federico Loera... ¡Los 2 fueron decapitados de la misma manera!

Afuera de la casa de Margarita, se encontraba un remolino de gente, entre curiosos, algunos de la policía montada y una avalancha de reporteros, pues la puerta principal de madera, de la casa; fue quebrada y dentro apareció el cuerpo del padre de Margarita, aparentemente su cuerpo sin sangre ni huellas de violencia, pero si su rostro reflejo antes de morir tuvo la impresión más fuerte de su vida que fue lo que le causó el infarto que lo condujo hacia la muerte, finalmente aquellos canallas pagaron caro sus malditas acciones y la osadía de invadir un amor puro, pagando con la misma moneda, la muerte... Pero, la gente extrañada se preguntaba ¿quién los mató?, ¿tenían algo que ver con el asesinato del joven Lorenzo Antonio?, ¿dónde quedo Margarita, se la llevó el jinete? ¿por qué desapareció?, ¿ella fue la causante de todo esto? o ¿esta muerta?... Nadie supo responderse a esas preguntas ni mucho menos con el paso del tiempo quedó aclarado.

Pero cuentan algunas versiones, y casi la mayoría coincide, que aquella noche el jinete sin cabeza apareció para vengarse de sus asesinos, y que si en vida le arrebataron el amor de Margarita, más allá de la muerte no pudieron lograrlo, pues el jinete sin cabeza además de cobrarse la mala jugada se llevó a su amada lejos muy lejos, cuentan que no volvieron a ver a Margarita y aquel jinete, extraño por el pueblo ni por lugares circunvecinos, dice que se marchó más allá, a todo galope; en brazos de su amado para seguirse amando como jamás lo hicieron en vida.

lunes, 8 de febrero de 2021

Promesa de Hermanos

Ya acababa el año y los estudiantes estaban a punto de salir del colegio. Justo cuando faltaba una semana para las vacaciones, un profesor decide poner un trabajo en parejas: habría sido la oportunidad perfecta para unos gemelos en la clase, como tantas otras veces, excepto por el hecho de que uno de ellos se encontraba fuera de la ciudad. A pesar de este aparente inconveniente, los hermanos ya se habían puesto en contacto para ponerse de acuerdo en todo lo relacionado con la tarea.

El hermano de viaje le comunicó a través de un correo que el vuelo de regreso a casa había sido cancelado, por lo que tendría que tomar otro avión que salía un poco más tarde. Y dado que el día de la entrega de trabajo coincidía con su llegada a casa, y en vista del poco tiempo restante, tendría que ir del aeropuerto directo a la escuela.

Pero te prometo que voy a ir, finalizaba el correo.

El día de la presentación del trabajo, los hermanos se encontraron en la escuela. Se abrazaron y compartieron recuerdos. Su presentación fue una de las mejores, como siempre. Al finalizar la clase, se dirigieron hacia su casa, pero antes de pasar por la puerta, el gemelo recién llegado le pidió a su hermano que se adelantase. Su hermano no se preguntó por qué y le hizo caso. Llamó a su madre, para que le diese la bienvenida a su hermano, pero esta apareció derramando abundante llanto.

Lo abrazó fuertemente y, llorando aún más fuerte, balbuceó:

—Me acaba de llamar tu padre. D-dice que el avión en el que venía tu hermano explotó en el aire, los restos cayeron al mar. N-no hubo sobrevivientes... ¡Tu hermano está muerto!



lunes, 16 de noviembre de 2020

En el Sótano

Nací en Tennessee, U.S.A. Tuve una vida normal hasta que nos mudamos a Connecticut, un estado muy paranormal en lo que a mí respecta. Crecí como un niño normal hasta que cumplí los 13 años de edad.

La casa a la que nos mudamos era muy vieja, perteneciente a la transición del siglo XVIII al siglo XIX. Vivimos allí durante muchos años. Un día fui al sótano. Era muy húmedo y muy oscuro, las luces no funcionaban, así que bajaba con una linterna a buscar el jabón de baño y todas las provisiones compradas que se guardaban allí. Mi hermano se burlaba de mí, diciéndome cobarde.

Un día, específicamente un martes, bajé al sótano a buscar un paquete de arroz y en lo que fui a abrir el empaque del arroz miré hacia atrás.

Me asusté al ver una figura que me estaba observando. Me dije que podría ser mi hermano, pero luego recordé que estaba lavando su ropa. Tomé la paca de arroz y salí corriendo del sótano.

Fui asustado a contar a mi mamá, pero no me quiso creer. Esa noche me levanté para tomar agua. Fue entonces cuando me pegó la curiosidad y decidí ir al sótano a ver si esa cosa seguía allí. Prendí la linterna y me dirigí al sótano. Se veía más feo y húmedo por la noche que por el día.

Cuando bajé las escaleras recorrí el sótano, y escuché un crujido. Provenía de una vieja mesa que había estado allí desde que compramos la casa. Me acerqué y la toqué. La mesa se rompió, de cuyo interior huyeron algunos ratones.

Seguí buscando hasta que encontré el cuarto donde se almacenaban las provisiones. Iba a entrar y vi de nuevo a la sombra. Esta vez se movía. Me cerró la puerta con candado. Salté del barandal y me torcí la muñeca del brazo izquierdo. La sombra me miraba como el diablo, con esos ojos saltones y rojos.

Cuando estaba al punto de atacarme, a lo lejos brillaron las luces del sol naciente. La cosa había desaparecido. Desde entonces no volví a verla. Creo que lo que quería era asustarme y hacerme saber que esa es su casa. Quizás esté acechando hasta que otro intente entrar en el sótano, ten cuidado.



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miércoles, 21 de octubre de 2020

El Baño de sus Padres

Mi amiga solía contar que en su casa sucedían cosas extrañas, que las luces se encendían solas, escuchaba como las puertas se cerraban pero cuando iban a revisar seguían abiertas y otras cosas así.

Pero lo que más llamaba mi atención era el baño de sus padres, ella relataba que la llave del grifo se abría sola y se podía escuchar el agua correr además de que se escuchaban sonidos extraños en la ducha. Yo no creía en sus historias, la verdad pensaba que las inventaba, pero, un día me invitó a su casa para que viéramos una película y yo acepté ir.

Después de un rato viendo la película me dieron ganas de ir al baño, le pedí que me mostrara donde está el baño, pero al estar descompuesto el de visitas, tendría que ir al baño de sus padres. Cuando llegamos le dije que no le pondría seguro a la puerta, aunque no le creía seguía sintiendo miedo.

Ella se quedo afuera cuidando la puerta y esperando a que yo saliera. En el momento que entré sentí una presencia extraña conmigo, pero decidí no hacerle caso, me quité el pantalón y comencé a sentir mucho frío y pude oir a alguien acercándose a mi desde la ducha. No soporté y corrí hasta la puerta y la encontré trabada, grité con todas mis fuerzas mientras mi amiga intentaba abrir a golpes del otro lado.

Sentía que esa "cosa" se acercaba cada vez más, lloraba sin saber que hacer y pensaba que estaba sola, luego de unos segundos que me parecieron eternos. Mi amiga abrió la puerta tranquilamente mientras me preguntaba qué me pasaba. Entre lágrimas y suspiros le dije que había algo ahí dentro, que la puerta estaba trabada y no podía abrirla, me miró extrañada y me contestó que cuando ella abrió la puerta estaba sin seguro y que no había escuchado nada.

Le conté lo que me pasó y ella dijo que mejor no volviera a entrar a ese baño porque una presencia extraña estaba ahí. Ese día no pude dormir, de solo pensar en qué habrá sido "eso" que estaba conmigo en el baño.

Desde ese día cada vez que voy a su casa recuerdo lo que pasó, fue horrible y nunca más volví a entrar al "Baño de sus padres"...





martes, 20 de octubre de 2020

Nadie

A todos nos suena “Nadie”; solemos usarlo cuando somos niños. Cuando derramas tu bebida por la alfombra blanca, cuando se te cae un vaso y se rompe… nuestros padres nos preguntan qué quién ha sido y contestamos cosas como no lo sé, yo no he sido, no estaba aquí… o la mejor de todas: Creo que ha sido “Nadie”.

La mayoría de niños ni se preocupan por “Nadie”, están más preocupados en esquivar una bronca, ahorrarse unos azotes o que les quiten su Play Station. Pero no los más listos y despiertos.

Esos que se quedan la noche de reyes despiertos para ver a Baltasar (o al menos un camello) o que ponen trampas para atrapar al Ratoncito Pérez, esos mismos son los que buscan la oportunidad de demostrar los muchos crímenes sin castigo de “Nadie”.

Mi hijo es uno de esos niños. Gastó semanas en su búsqueda personal de “Nadie”: escondiéndose por horas en los armarios, colocando trampas… Incluso le pillé alguna vez robando la cámara de video que usamos en las vacaciones para grabarlo. Siempre estaba orgulloso de ello, contándome lo cerca que estaba de atraparlo. Un día, simplemente dejó de hacerlo. No más preguntas ni cacerías, decidió que era mejor idea jugar fuera en el porche.

Al principio pensaba que se estaba haciendo mayor, olvidando juegos infantiles.

Ayer por la noche uno de los platos de la vajilla de mi madre cayó al suelo. Mi hijo dijo que fue él, recogió los trozos rotos y me pidió que le castigara por ello. Estaba en el porche cuando ocurrió, así que no vi nada… pero sé que no fue mi hijo, él estaba en el porche conmigo.


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lunes, 19 de octubre de 2020

La Reencarnación

Una pareja recién casada tuvo su primera hija a los pocos meses de gestación; sin embargo, la niña nació con deformaciones que llamaron la atención de sus vecinos. A causa de eso, se produjeron chismes y que hablaran mal de la joven pareja.

La pareja cansada de los chismes, en un momento de desesperación, se llevó a la criatura y la tiró a un río. Por un tiempo, la culpa acechaba a la pareja, pero las cosas empezaron a mejorar para ellos, ya que a los pocos años tuvieron otra hija; esta vez la criatura era saludable y hermosa. Aquel oscuro evento que representaba el hórrido asesinato de su hija, fue desapareciendo con el pasar del tiempo y así comenzaron a vivir en completa felicidad.

Un verano, la familia decidió salir de viaje en un crucero. La nave zarpó y no tardó mucho antes de que dejaran de observar tierra a su alrededor. Se encontraban los tres observando el paisaje desde el barandal del buque y sin esperárselo, la pequeña volteó su mirada hacia sus padres.

Su voz tan dulce y suave, cargaba un aterrador mensaje:

—Mami, papi... No volverán a tirarme al agua de nuevo, ¿o sí...?


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lunes, 5 de octubre de 2020

Los niños del Ferrocarril

Cuenta la leyenda que un autobús escolar se detuvo sobre las vías del tren en un paso a nivel. Su conductor estaba tan borracho que no se dio cuenta de dónde había aparcado, mientras bajaba a orinar. Por desgracia, a los pocos segundos, un tren de mercancías, que circulaba a gran velocidad, chocó contra el bus, matando a todos los niños que había dentro. Los pobres angelitos casi ni se dieron cuenta. Se dice que desde entonces sus almas sin descanso penan en ese mismo punto, deseando cobrarse la vida de quien les dejó a su suerte por influjo del alcohol.

Cualquiera que se detenga por la noche en el paso a nivel del tren con la luz en rojo sufrirá su ira. Decenas de pequeñas manos invisibles empujarán su coche hacia la vías, donde serán aplastados por el tren.

Los más afortunados podrán acelerar su vehículo y escapar a tiempo, pero los espíritus de los infantes impedirán a cualquiera que haya bebido o esté borracho escapar con vida. Según los testimonios de los pocos supervivientes, a veces, cuando los cristales de los coches están empañados, se pueden ver sus manitas apoyándose en el cristal mientras te empujan a tu muerte. Otros dicen haber escuchado las voces y lamentos de los niños mientras permanecen en el sitio.


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martes, 22 de septiembre de 2020

El aula 2°B

En un pequeño pueblo de España, más concreto, en Andalucía, muchos alumnos que habían acabado sus estudios de Primaria entraban al instituto de Secundaria IES Alminar. Este contaba con cuatro cursos, los cuatros catalogados con las letras: A, B, C y D.

El instituto nunca había sufrido ningún acontecimiento que lo obligase a ser clausurado, o eso hacen creer a los jóvenes que tratan de lograr una enseñanza básica a su nivel. Sin embargo existe una "leyenda" que los profesores más veteranos, junto al director, han querido mantener en secreto.

Todo comenzó un caluroso día de verano, casi al final del trimestre.

Una joven de segundo curso, sector B, comenzaba su día como cualquiera, dirigiéndose a su clase. Pasó la primera lección y sintió ganas de ir al baño.

Pidió permiso al profesor y fue a los lavabos. Pobre chica...

El baño de mujeres no era nada del otro mundo, puertas de metal y pareces de azulejo. Hacía un calor horrible.

Abrió la puerta del último lavabo y se cerró tras ella. Al terminar intentó abrirla, fallando en el intento. Aporreó la puerta, pero lo único que recibió fue una quemadura debido al calor intenso. Comenzó a alterarse, el calor se apoderaba de ella.

¿Cómo terminó?

La encontraron pegada a la puerta, su piel se había incrustado en esta.

Al retirar el cuerpo, se pudo escuchar el sonido de la carne despegarse y desgarrarse poco a poco. El olor era vomitivo. Sus huesos eran visibles y su sangre se quedó cuajada debido al intenso calor de los urinarios.

Muchos dicen que aún hay marcas en la puerta de ese lavabo, de sus manos y su rostro, y que si te encuentras allí en verano podrás ver a la chica.

Yo nunca he entrado a esos lavabos, me limito a no pasar por la zona.

¿Ustedes entrarían?


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jueves, 23 de julio de 2020

Los Chicos Malos de la Cocina

Cuando era niño, solía vivir con mis padres en una casa muy antigua. La cocina tenía una estufa de hierro, de esas que se usaban para calentar la comida con las primeras hornillas de gas. En la sala de estar permanecía el sofá de mis abuelos y varios cuadros de la familia completa. Era un lugar acogedor pero también tenía sus cosas siniestras.

Todas las noches por ejemplo, sufría horribles alucinaciones en las que creía escuchar voces fuera de mi habitación. Hablaban acerca de mí como si estuvieran espiándome y yo no les podía ver. Solo podía quedarme escondido entre las sábanas, oyéndoles.

—¿Ya se ha dormido?

—No, sigue despierto todavía. Se hace el dormido bajo las sábanas para despistarnos.

Mierdas como esas eran las que decían. Y me quedaba aterrado al escucharles aquellas cosas, seguidas de risas maliciosas que parecían provenir de todas partes. Lo peor era cuando sus pasos se acercaban corriendo a mi recámara y yo pensaba que iban a entrar para hacerme algo.

Por supuesto, aquello se fue quedando en el olvido con el paso del tiempo. Nadie me creía cuando lo contaba y al ir creciendo, llegué a la conclusión de que no eran más que pesadillas.

Las casas tan grandes y antiguas pueden intimidar bastante a un niño.

Tiempo después habría de seguir mi propio camino, tú sabes, alquilarme un piso en la ciudad más próxima para ir a la universidad, conocer a alguien y todo eso. Para ese entonces, “los chicos malos de la cocina”, (que era como yo llamaba a esas impertinentes voces), no eran más que un mal recuerdo que ni siquiera se había molestado en salir a la superficie de mi subconsciente.

Exámenes, trabajo, ligoteo, responsabilidades y aventuras varias hacen que todos los traumas infantiles parezcan una nimiedad. Sin embargo…

Sin embargo, hace unos días que me he mudado a un nuevo apartamento. Es muy distinto a mi hogar de infancia, todo tan nuevo y moderno. No pude evitar comparar cada habitación con los pocos detalles que recordaba del sitio donde viví con mis padres. Al principio, la nostalgia me embargó. Hasta que mi hijo de seis años me contó algo muy extraño.

—Tengo un nuevo amigo que se llama Ben —me dijo.

Amigos imaginarios. Típico de los críos.

—¿Ah sí?

—Pero hoy me he molestado con él.

—¿Y eso por qué? —le pregunté, mientras acomodaba libros en una estantería.

—Por qué dijo que cuando eras niño, él y sus amigos solían hacer que te cagaras en los pantalones.

—¿Cómo dices? —me reí, aunque probablemente debí haberlo reñido por usar ese lenguaje. Y entonces, mi hijo comenzó a darme una descripción muy detallada de como solía ser mi casa, de lo que este chico, llamado Ben y sus amigos, solían hacer para asustarme en las noches.

—Él dijo que tú solías llamarlos “los chicos malos de la cocina”. ¿Es cierto eso, papá?

Me quedé paralizado.

—No hagas caso, hijo. Tu amigo solo está celoso.

Creo que no me va a gustar vivir aquí.


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miércoles, 22 de julio de 2020

El Sonido de las Campanas

Adolfo siempre fue una persona muy solitaria, y aunque le gustaba conocer lugares nuevos y relacionarse con otras personas, lo cierto es que por alguna extraña razón nunca consiguió mantener una amistad duradera. Quizás se debía a su temperamento o directamente a que no llegaba a encontrar la persona adecuada con la que congeniar.

Esa fue quizás la razón por la que finalmente decidió olvidarse de las amistades y se dedicó a sacar el máximo tiempo posible para ir conociendo los lugares más asombrosos que había en su entorno.

Ya llevaba varios años viajando y conociendo los rincones más bonitos de su país, pero hacer estos viajes solo comenzaba a ser algo aburrido, además de que al llegar a casa no tenía a nadie con quien compartir estas nuevas experiencias.

Un día acudió a un viejo pueblo que llevaba abandonado desde el final de la Guerra Civil, un lugar que sorprendía no ya sólo porque había quedado alejado de la mano del hombre hacía ya muchos años sino también por su aspecto ruinoso y la sensación de que todos aquellos que fueron fusilados todavía permanecían allí en espíritu.

Y esto lo empieza a creer cuando cada vez que llegaba oía el sonido de las campanas, apenas unos minutos antes de entrar con su coche a la calle principal. Al principio pensó que se trataba simplemente del viento que mecía la campana, pero no tardó mucho en dirigirse a la torre de la iglesia y observar que realmente era imposible que la campana sonase, puesto que la cuerda se había acabado rompiendo y la campana estaba depositada en el suelo.

Fue en ese mismo instante cuando se dio cuenta de que por fin había conseguido encontrar a los verdaderos amigos que siempre había estado buscando.



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miércoles, 15 de julio de 2020

Spectare supra te

Es muy común escuchar historias de fantasmas en las escuelas, sin importar en cual escuela hayas estado, nunca falta alguna historia de fantasmas que rondan por los pasillos, salones o baños de las instalaciones durante la noche. En esta ocasión les traigo un creepypasta o quizás leyenda urbana que nos habla sobre un chico y una frase: "Spectare supra te".

Hace mucho tiempo en un colegio este chico se dirigía a la enfermería, pero antes de llegar al pasillo se desvió para pasar al baño. Como nunca se había sentido cómodo usando los orinales, entró a un cubículo; mientras estaba en lo suyo comenzó a sentir escalofríos que se volvían cada vez más insoportables y luego escuchó los susurros de alguien.

—¿Quién está ahí?— preguntó el joven.

Miró hacia los lados intentando no mojarse, pero no vio nada, solo seguía escuchando susurros que poco a poco comenzaron a ser entendibles, repetían muchas veces la frase: "Spectare supra te", "Spectare supra te", "Spectare supra te"...

A penas logró subirse el cierre del pantalón antes de salir corriendo del baño, decidió ir en busca de un profesor y contarle lo sucedido; encontró a uno y le contó la historia repitiendo la frase que escuchó: "Spectare supra te", en ese momento el profesor se puso pálido y fue a la oficina del director, pero antes de irse le ordenó al chico no contarle a nadie sobre lo sucedido. Al día siguiente realizaron una especie de exorcismo en la escuela.

Años después volvió al colegio y al entrar se percató de que el baño había sido remodelado y en su lugar ahora había cubículos de computación. Con curiosidad buscó al profesor para preguntarle sobre lo que había ocurrido ese día. El hombre le explicó que aproximadamente hace 30 años una niña había sido llevada a ese baño con engaños y posteriormente abusada sexualmente. Jamás dijo quiénes eran los culpables y días después esa niña se suicidó ahorcándose en ese mismo baño. 
El joven se sorprendió y preguntó con curiosidad:

—¿Qué tiene que ver la frase "Spectare supra te" que escuché ese día?

El profesor se queda en silencio por un momento y le responde:

—En latín, eso significa: "Mira arriba tuyo"...



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miércoles, 8 de julio de 2020

El Hombre sin Ojos

Era 30 noviembre del 2004, como siempre mis amigos y yo nos disfrazamos para la fiesta que organizaba mi escuela y luego nos iríamos a recoger dulces. Pero mientras paseábamos por el pueblito (no es muy grande) a mi amigo Marco se le ocurrió una idea: ir a ver la casa abandonada en medio del campo de girasoles.

Todos aceptamos el reto y tomamos las bicicletas, en menos de media hora ya habíamos dejado atrás el bosque y nos adentramos a la zona de campo; dejamos las bicis arrimadas a un árbol y cruzamos el campo de girasoles.

¡Esa casa si que daba miedo! Estaba toda oscura, despintada y fea…como los caserones infestados de las películas de terror. Nos armamos de valor y con las linternas que habíamos llevado con nosotros entramos. Recorrimos toda esa casa hasta el sótano y como no pasó nada de interesante decidimos irnos, también porque ya eran las 7 de la tarde y no era bueno estar ahí hasta pasado el anochecer...cuando quisimos alcanzar la puerta para salir de esa casa esta se cerró dejando todo a oscuras.

Al principio no nos asustamos porque teníamos las linternas pero luego empezaron a oírse pasos y risas por todo el cuarto, todos apuntábamos las linternas a donde venía el ruido pero no se veía absolutamente nada; yo ya estaba muerta de miedo pero grité como una loca cuando sentí una mano fría sujetar mi brazo.

Ya teníamos suficiente y Marco alcanzó por primero la puerta e intentó abrirla pero no pudo, tuvimos que romperla a patadas para poder salir de ahí. Salimos corriendo, pero Oscar tropezó y cayó cerca mio, trate de ayudarlo a levantarse pero era como si algo lo estuviera aplastando, el pobre gritaba y yo no sabía qué hacer.
De repente recordé que mi abuela decía siempre "si algún fantasma o espíritu se aparece reza o insulta" y eso hice. Los dos comenzamos a rezar y luego de algunos instantes mi amigo se pudo levantar, le ayudé a ponerse de pie y en ese momento mi mirada se desvió a la entrada de la casa. ¡Ahí lo vi!.

Era un hombre alto, grueso, con un pantalón oscuro y un buzo claro... me estremecí hasta lo más profundo de mi alma al darme cuenta de que esa figura no tenia ojos, sus cuencas vacías como una calavera parecían mirarme aún sin tener ojos.

Mis amigos dijeron que me encontraron arrodillada con Oscar intentando hacerme reaccionar, estaba como en un trance, completamente quieta con la mirada clavada en la puerta de la casa. Una bofetada me sacó de ese estado y luego me incorporé y miré nuevamente la casa... no vi nada.

Volvimos rápidamente al pueblo y aunque les conté lo que había visto, no me quisieron creer y yo acabe pensando que solo fue mi imaginación.

A pesar de todo esa noche nos divertimos mucho y contamos nuestra experiencia como una broma, una que casi nos mata del susto. Antes de irme a la cama noté que tenía una marca roja en el brazo... la huella de una mano grande, no le di importancia ya que podía habérmela hecho mi padre, ya que el tiene la mano pesada, pero al día siguiente me enteré que mi amigo Oscar tenía marcas muy grandes en el cuerpo.

La semana siguiente alguien notó la puerta rota y fueron a investigar, por suerte no encontraron rastros nuestros, pero ellos también escucharon algo. Dos días después el sacerdote nos preguntó si habíamos visto algo (Nos conocía y nosotros éramos sus principales sospechosos). Le contamos con la condición de que no se lo dijera a nuestros padres. Cuando escuchó lo que le contamos estaba pálido como un papel.

—Hija, estás segura— Preguntó.

—Si padre, ellos no lo vieron, pero yo si— contesté.

—Viste al espíritu del hombre que vivió ahí— agregó.

Todos nos petrificamos en ese momento

—Así es, hace cincuenta años ahí vivía una familia. Un día la esposa y los hijos se fueron a visitar a una tía y el hombre se quedó solo. Esa noche fue asaltado por unos cultistas que nunca fueron identificados, solo se encontró el cuerpo del hombre al cual le habían arrancado los ojos, en el centro de un pentáculo— nos contó el padre. No pueden imaginar el terror y la angustia que sentí en ese instante.

—Los atacó porque entraron a su casa, tal vez solo quería asustarlos, pero ustedes lo enfrentaron y se enfadó.

—Es verdad— Pense —No nos fuimos enseguida, sin querer lo hicimos enojar y nos quiso dar una lección.


Al siguiente mes se realizó un exorcismo en esa casa y luego fue demolida, nunca volví a ver a ese hombre... tal vez ahora finalmente descansa en paz.



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jueves, 18 de junio de 2020

Recuerdos

Una madre decidió un hacer un paseo por su antiguo vecindario donde aún se encontraba la vieja casa en la cual ella creció, llena de hermosos recuerdos y anécdotas que quería contarles a sus dos pequeños hijos mellizos, un varón y una niña de apenas unos años, así que los llevó consigo.

Al entrar al barrio ya eran mas de las 6 de la tarde. A medida que su memoria se llenaba de recuerdos de cómo ella caminaba por esas calles y de como pasaba el día con sus dos muñecos, curiosamente, un varón y una niña, al parecer siempre había sido su sueño tener hijos gemelos, y esos dos muñecos los representaban en su infancia, y ahora sus hijos eran una realidad.

Sin embargo, no todos sus recuerdos eran hermosos, también había uno que la aterraba, y no fue hasta que llego a su antiguo hogar, cuando todo regreso a su mente. Al llegar ella le pidió a sus hijos que la esperaran en el auto, mientras ella entraba a la vieja casa, ahora abandonada y descuidada por la familia, al subir las escaleras para llegar hasta su habitación, con cada paso que daba, podía ver sombras de ella misma corriendo y jugando con sus muñecos por todas partes, era como ver imágenes transparentes que le contaban una historia, se recordaba feliz, pero ademas también empezó a recordar una figura oscura de pequeño tamaño, algo que parecía seguirla en su infancia, parecía ser otra niña mas o menos de su misma edad, pero alguien que no existía porque ella era hija única.

Esta figura misteriosa tenia la costumbre de esconderle sus muñecos, era como si ella también quisiese jugar, pero al ver que la ella siendo una niña muy recelosa de sus cosas no le prestaba sus juguetes, entonces comenzó a volverse violenta, mover las cosas, golpearla y hasta darle pesadillas, tanto así que un día estando ella sola en casa jugando con sus muñecos, esta figura, la cual pudo determinar que era otra niña como ella, la saco del cuarto con una gran fuerza, haciéndola dejar sus dos muñecos solos, para cuando logro entrar devuelta, los dos muñecos habían desaparecido, nunca mas los volvió a ver, ni a ellos ni a la sombra, y así creció, y su familia se fue de aquel lugar, nunca mas volvió hasta ahora, ya siendo una mujer adulta y con familia propia.

El recordar eso la puso un poco incomoda y algo nerviosa, no era normal haber vivido eso, así que retrocedió para salir de su vieja habitación, y regresar a buscar a sus dos hijos, al salir del cuarto, le pareció ver aquella vieja sombra, pero fue como ver un relámpago, tan solo paso frente a ella, y ya no era tan pequeña como antes, esta vez podía ser de su mismo tamaño, esto le heló la sangre y se apresuro a bajar y al llegar a la sala, ahí, en el suelo estaban aquellos dos muñecos que perdió en la infancia. Misteriosamente se los habían dejado en ese lugar , para que los recuperara, visiblemente estaban muy maltratados, estaban rotos, desgarrados, como si en vez de manos hubieran sido navajas las que los cuidaron todo este tiempo, incluso uno no tenia cabeza y al otro le faltaban los ojos.

La madre se agacho para recogerlos, asombrada y aterrada por lo que veía, pero al levantarlos había una nota escrita con una letra muy fea y extraña, como si fuera una persona con problemas para comunicarse, o alguien que jamas escribió antes, pero la madre pudo leer lo que decía:

—¡Gracias por dejarme jugar con ellos!

La madre dejo caer los muñecos y la nota de la impresión, y por fin reacciono para salir de aquel lugar, solo que al levantar su cabeza, afuera, cerca de su auto donde estaban sus hijos, su verdadera pareja de gemelos, había esta figura siniestra, que ya no era una niña, ahora parecía ser también una adulta, era como si se manifestara exactamente igual a la atormentada madre, que aunque corrió con todas sus fuerzas para llegar hasta el auto junto a sus hijos, al abrir la puerta, solo encontró otra nota que le decía:

— ¿PUEDO AHORA JUGAR CON ELLOS?

La madre busco por todas partes pero nunca encontró a sus hijos, así que solo le queda sufrir por su perdida y su error en regresar para revivir recuerdos, aprendió que aveces es mejor dejar ciertas cosas en el olvido.

Aunque, lo mas seguro, es que alguna vez le devuelvan a sus hijos cuando ya no se pueda jugar con ellos, tal vez en el mismo estado en el que devolvieron sus viejos muñecos.


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