Cuenta la leyenda que un autobús escolar se detuvo sobre las vías del tren en un paso a nivel. Su conductor estaba tan borracho que no se dio cuenta de dónde había aparcado, mientras bajaba a orinar. Por desgracia, a los pocos segundos, un tren de mercancías, que circulaba a gran velocidad, chocó contra el bus, matando a todos los niños que había dentro. Los pobres angelitos casi ni se dieron cuenta. Se dice que desde entonces sus almas sin descanso penan en ese mismo punto, deseando cobrarse la vida de quien les dejó a su suerte por influjo del alcohol.
Cualquiera que se detenga por la noche en el paso a nivel del tren con la luz en rojo sufrirá su ira. Decenas de pequeñas manos invisibles empujarán su coche hacia la vías, donde serán aplastados por el tren.
Los más afortunados podrán acelerar su vehículo y escapar a tiempo, pero los espíritus de los infantes impedirán a cualquiera que haya bebido o esté borracho escapar con vida. Según los testimonios de los pocos supervivientes, a veces, cuando los cristales de los coches están empañados, se pueden ver sus manitas apoyándose en el cristal mientras te empujan a tu muerte. Otros dicen haber escuchado las voces y lamentos de los niños mientras permanecen en el sitio.