Hoy fue un día importante para los Clark; después de 9 meses, la señora Clark finalmente dio a luz a su hija. Todo el mundo en la región sabía sobre el señor Clark, el juez famoso y serio que vivía allí.
Después de unas horas, la enfermera encargada de ayudar en el parto de la niña salió de la sala con una expresión de preocupación en su rostro, y se dirigió a la sala de espera del hospital, donde se encontraba el señor Clark.
- Um, señor. Clark... -la enfermera lo miró con una expresión impactante en su cara.
- ¿Sí? ¿Qué es? -el señor Clark miro a la mujer, que entró en pánico cuando éste frunció el ceño.
- Uh... es posible que tenga que verlo usted mismo, señor Clark...
- ¿Qué es lo que debería ver? ¿Por qué no me dices eso ahora? -respondió el hombre levantándose de la silla frustrado.
- Bueno... su hija parece ser un poco... -comenzó a explicar retrocediendo a pasos lentos con notable miedo hacia el hombre delante suyo- especial -dijo finalmente.
Esa palabra fue lo que disparó la carrera del señor Clark hacia la sala de partos donde se encontraba su mujer, aun tumbada en la camilla de hospital intentando recuperar las fuerzas que el nacimiento de su bebé le había quitado. Cuando el hombre hizo su aparición en la sala todo fue silencio.
El recién nacido era una niña, pero su pelo era rubio como el sol, a diferencia de sus padres; la señora Clark era pelirroja, mientras que el Sr. Clark tenía el cabello marrón. Lo más sorprendente, sin embargo, era que la chica tenia un par de ojos aterradores; sus ojos eran completamente negros con un pequeño brillo singular; la pupila era de un negro aún más profundo.
- ¿¡Qué criatura monstruosa es eso?! -gritó el Sr. Clark con furia. Nadie hablo en respuesta. De pronto, el señor Clark agarró a la Sra. Clark, que aún estaba descansando-. No te hiciste líos con otra persona, ¡¿verdad?! ¿para dar a luz a semejante monstruo!?
- Su mujer está muy débil en estos momentos, Sr. Clark. Por favor...
- ¡Como si me importara! -empujó a la enfermera, que cayó de espaldas sobre la cama-. Pediré a mi abogado para que venga aquí -concluyo el Sr. Clark, saliendo de la habitación.
Unos días más tarde, el abogado, Sr. Taylor, llego.
- Sr. Clark, en cuanto a la niña... ella es su hija, sin duda; la prueba de ADN lo confirma, y las revisiones a los ojos muestran que su vista es normal. El médico llegó a decir que nunca había visto un caso como éste. Sus ojos son de color negro, pero ella no tiene ningún problema en su vista, de hecho, su visión es dos veces mejor que la de una persona normal -finalizó Taylor poniéndose de pie frente al escritorio del señor Clark y depositando sobre ésta una pila de documentos con información de la niña.
- Pero ella es un monstruo. Ella no es perfecta; lo que quiero es un niño perfecto -dijo el Sr. Clark, sin siquiera tomar un vistazo a los documentos.
- Entonces... ¿qué debemos hacer? ¿Dejarla en el orfanato? -dijo Taylor.
- No, eso afectaría a la impresión que tiene la gente sobre mí... Si ese es el caso, entonces no voy a dejar que vaya a la escuela. Voy a contratar tutores para enseñarle. No dejes que nadie la vea. Ah, también, diles a las enfermeras que ayudaron en el parto a no decirle a nadie sobre esto. Esta es una muy mala impresión de nuestra familia -cerró su libro y miró a Taylor-. Si ocurre algún accidente, simplemente acabare con ella... Ella es un fracaso, después de todo...
Trece años más tarde, Dina Ángela Clark, la chica extraordinaria, no le gustaba hablar, posiblemente porque ella fue encerrada en la mansión durante toda su vida por su padre, por lo tanto, se volvió una anti-social. Dina sabía que su padre era un juez muy famoso, y que él hacía las cosas de manera muy justa, siempre vía las cosas desde un punto de vista neutral, al menos en su trabajo. Sin embargo, él siempre buscaba la perfección en todo, por lo que tiene una muy mala relación con Dina. A pesar de que sus padres nunca se llevaron bien entre sí antes ni después de que ella naciera, se sentía culpable de que entre ellos ya no existiera amor.
Dina nunca había salido antes debido a sus ojos. Observándose en el espejo, se dio cuenta que sus ojos no eran completamente negros, mirando de cerca, podían verse pequeños destellos en ellos, como una pequeña galaxia. Ella ha menudo se fascinaba mirando sus propios ojos en cualquier reflejo. Su cabello rubio lo llevaba corto y desordenado, por lo general era su madre la que lo cepillaba.
A la señora Clark no le importaba la apariencia de Dina, ella era su hija y la amaba; cuando no estaba al lado de su hija, pensaba en ella. Por supuesto, ella siempre sabía lo que su marido (que no le gustaba en absoluto su hija) estaba haciendo.
Dina no tenía ningún amigo. Su padre la había encarcelando en casa toda su vida, y aunque la mansión era realmente enorme, ella se sentía muy sola. Ella solía tener pensamientos sobre lo que era tener un amigo, a veces se dejaba llevar y mantenía largas conversaciones consigo misma. En la actualidad, la única persona con la que compartía era su madre, por lo que realmente la adoraba. Dina pensaba en estas cosas mientras observaba a los niños jugando alrededor del parque cerca de su casa.
De repente, alguien llamó a la puerta la habitación de Dina. Era la Sra. Clark.
- Dina, iré al centro comercial ¿Quieres que compre algo para ti? -terminó de decir, y miro a Dina.
- No, gracias.
- Pero querida, no has estado comiendo nada últimamente, y pareces más delgada que antes... te voy a comprar algo para comer después -la Sra. Clark salió de la habitación antes de que Dina pudiera contrariarla.
- Te dije que no quiero... -dijo suspirando.
A pesar de decir que no, Dina realmente agradecería probar algo del exterior; ropa, comida, todo era interesante para ella ahora. Quería probar algo del mundo exterior, pero no... Desde que nació, una criada fue contratada por la familia, su nombre era Maisha, y su trabajo consistía en cuidar de Dina. Pero el trabajo de la criada era en realidad, mantener informado al señor Clark. Invirtió un montón de dinero para contratar a esta mujer, que tenía un montón de antecedentes penales, para prevenir que Dina le cause problemas, mas que para protegerla.
Después de todo, Dina cavilaba ¿quién sabe lo que haré con él? Llegado a este punto, la mayoría de las personas dejarían de pensar ahí, pero Dina no lo quería ni sentía vergüenza en aceptar sus más profundos deseos.
- Si puedo, me gustaría matarlo.
Pocos días antes de Navidad, Dina no estaba muy entusiasmada con las fiestas, ya que ella siempre pasaba la Navidad como si fuera un día normal, no lo celebraban. Afortunadamente, cada vez que era su cumpleaños, la señora Clark siempre preparaba un pequeño pastel para celebrar con ella; no lo sabía todavía, pero gracias a su madre, Dina siempre recordaría su más temprana infancia como algo valioso.
- Ya que no voy a tener ninguna tutoría hoy, haré lo que suelo hacer -pensó Dina. Se levantó de la cama, salió de la habitación, y empezó a deambular por la casa. A pesar de que el Sr. Clark la encerraba en la casa, nunca dijo nada acerca de pasear alrededor de la morada. Era bueno que la casa fuera grande. Que la familia fuera más o menos la más rica de la región, nunca le pareció algo bueno a Dina, si para mantener tu fortuna debías ser tan arrogante como su padre, no quería tener nada que ver con eso.
A pesar de que estaba estrictamente prohibido para Dina entrar en la sala de colecciones del Sr. Clark, ella siempre se colaba en ella. En esa habitación, podía permanecer durante mucho tiempo, observando una cosa que realmente le llamaba la atención, una espada de color blanco. La espada descansaba tras un aparador de cristal, y estaba aislada de las otras colecciones, como si se tratará de algo realmente especial.
Siempre que Dina se acercaba a la espada, se creaba una resonancia sin sonido, y la espada brillaba de un color plateado. Dina se quedaba durante horas para contemplar la espada. Según su madre, había una leyenda que decía que la espada perteneció originalmente a un ángel y que, durante una guerra, ésta cayó accidentalmente en el mundo humano, y nunca fue reclamada por el ángel de nuevo. Sin embargo, desde entonces, los humanos del mundo comenzaron a usarla por diferentes razones; dicen que algunas veces se utilizó para matar, para proteger, para beneficios personales, etc. Y así la espada fue pasando de dueño en dueño durante muchos, muchos años. También sabía que, si la espada lo consideraba, podía establecer una conexión con su amo por toda la eternidad. Esto último Dina no recordaba quien se lo había dicho, simplemente lo sabía.
- Esa hermosa espada... -los ojos negros de Dina reflejaban la imagen de la espada. Cada vez que ponía sus manos sobre el aparador, sentía como sus palmas eran jaladas hacia el vidrio, esta vez no fue diferente. De repente, oyó pasos acercándose, así que ella se escondió. La puerta se abrió y por ella entró Maisha; haciendo su patrullaje diario. Era obvio que la estaba buscando, ya sabían que había salido de su habitación sin permiso.
Todo lo que pudo hacer fue mirarla con odio. Dina salió de su escondite tan pronto como Maisha salió de la sala de colecciones.
Por la noche, la señora Clark regresó a casa con un montón de cosas que había comprado en el centro comercial; casi todo eran suministros de uso diario. Lamentablemente, se encuentró con el Sr. Clark, que no aparecía a menudo en la puerta principal.
- ¿Qué has comprado? -dijo el Sr. Clark. Agarró con tanta fuerza el brazo de su madre, que algunos artículos cayeron al suelo, incluyendo el chocolate que había comprado en secreto.
- ¿Por qué compraste esto? Es por ese monstruo ¡¿no?! ¿Cómo te atreves a comprar estas cosas en secreto? -lleno de furia, empujo a la Sra. Clark al suelo, pero antes de que pudiera seguir humillándola, Dina apareció y se interpuso entre sus padres.
- ¡Padre! ¿¡Qué demonios estás haciendo?!
- No tienes derecho a llamarme "Padre", ¡monstruo! Sólo la más perfecta puede llamarme así! -sin entender lo que su padre quiso decir, recibió una bofetada que la tumbó. Cuando recobró la conciencia, pudo mirar como su padre se iba.
Dina ayudo a su madre a levantarse y, no sin antes asegurarse de que su padre se hubiera ido, le preguntó.
- Mamá ¿estás bien?
- No te preocupes, estoy bien. Estoy bastante de mala suerte hoy. ¿Y tú, querida?
- Estoy bien... Pero yo te dije que no compres nada para mí, Si papá lo ve...
- No importa... Ya que eres mi única hija... -la Sra. Clark tocó la cara de Dina con cuidado y antes de que ella pudiera decir algo, añadió-. Vamos a dormir juntas esta noche, Dina.
La verdad era que la señora Clark no podía escapar de su marido, aunque ella quisiera; había pensado en divorciarse, pero no podía renunciar a Dina, e incluso si se hubiera realizado correctamente, lo más probable era que el señor Clark usaría todas sus influencias para no dejarlas ir nunca.
- Madre...
La señora Clark se incorporó en la cama, mientras que Dina apoyaba su cabeza en el regazo de su madre.
- ¿Sí? -la Sra. Clark tocó el pelo de Dina suavemente. Le encantaba que lo hiciera.
- Madre... ¿Me odias? Mis ojos... -miro a su madre con sus ojos negros, intentando no pensar en la idea de no ser aceptada por su madre.
- Por supuesto que no... mami realmente ama tus ojos únicos. Tu eres mi ángel después de todo.
- Ángel... -de repente recordó la espada en la sala de colecciones-. Madre, ¿quieres escapar... de esta casa?
- Sí... siempre he querido...
- ¡Entonces vamos a huir juntas! ¡Vamos a dejar este lugar! ¡Y vamos a encontrar un lugar donde nadie nunca nos encontrara, para vivir!
Dina sostuvo la mano de su madre.
- Pero Dina... tu padre es una persona famosa, y él conoce a un montón de gente, si él nos llegará a encontrar... ¡No nos gustaría estar en una situación como esa! -dijo la señora Clark mientras bajaba la cabeza.
- Pero madre... ¿de verdad quieres vivir toda tu vida con un trato tan duro como el de mi padre? ¡Ambas sabemos que un día habré terminado con él, así que ¡Vamos a escapar de este lugar antes de que eso ocurra!
Los ojos de Dina estaban llenos de esperanza, y su madre, sabiendo que era una mala idea, tomó la mano de su hija y le dijo:
- Está bien...
- Entonces... ¡vamos a correr lejos en Nochebuena! ¡He preparado el plan ya! -sentenció antes de comenzar a explicarle su plan hasta el amanecer.
El tiempo vuela, y el día de la víspera de Navidad había llegado. Madre e hija se escaparían de casa hoy, este lugar ya no era su casa, para ella era el infierno. El amo de esta morada era un juez, y él era la ley. Dina había estado esperando este día, había preparado todo, y ahora sólo tenía que esperar a la noche para huir. Miro su reloj, eran las 5:00 de la tarde.
- Hm... creo que ya es hora -dijo al mismo tiempo que sujetaba su colgante. Lo había comprado en secreto, había salido a escondidas de la casa a una tienda de antigüedades cerca de su casa. La tienda vendía muchas cosas interesantes, incluyendo el colgante; ese día Dina se había escabullido llevando puesto un disfraz de ángel, pensó que la gente no se fijaría en ella. De todas formas, ella iba a obsequiárselo a su querida madre.
De repente alguien golpeó la puerta de la habitación de Dina, era la señora Clark, cubierta de sangre, corriendo y gritando.
- ¡Corre, Dina! -antes de que Dina pueda reaccionar, el Sr. Clark empujó a la Sra. Clark por detrás, camino hacia Dina y la agarró del brazo con desmedida fuerza.
- ¡Maldito monstruo! ¡Te voy a matar! ¿¡Cómo te atreves a salir a escondidas afuera?! ¡¿Por lo menos entiendes lo que has hecho, si alguien hubiera tomado una foto, alegando que vieron a un monstruo de ojos negros entrar en nuestra casa?! ¡Pensé que tal vez no era para tanto, pero ahora nuestro jardín está lleno de periodistas! -justo después de concluir, lanza a Dina a hacia un lado. Su cabeza golpeó el borde de la mesa y perdió el conocimiento.
Cuando Dina recuperó la conciencia, se dio cuenta de que el suelo estaba muy frío y el aire se sentía bastante húmedo, estaba en el calabozo. Su familia era muy antigua, por lo que no era raro que hubiera una mazmorra en el sótano.
- Ahora que lo pienso, el gusto de mi padre en esto realmente me da asco -pensó Dina. Se levantó y se paseó por el lugar, buscando sin éxito otra salida que no fuera la puerta de barrotes de hierro del calabozo.
No había nada allí, y a pesar de que el cuerpo de Dina era muy delgado, no le era posible escapar a través de las barras de metal. De repente, Dina oye que alguien se acercaba a ella. Se quedo mirando a la persona de comenzó a distinguirse cada vez más en la oscuridad.
- Hey, tú, pequeño monstruo ¿Cómo se siente estar aquí? -esas palabras provenían de Maisha-. Yo sabía de tus planes desde el principio, y por eso envié fotos de ti a los reporteros de las noticias, fea -le dedicó a Dina una mirada llena de desprecio-. Tu, chica bestia...
- Oh ¿pero no eres tú lo mismo? También estás siendo controlada por mi padre ¿verdad? Obligadas a depender de mi padre, porque para eso... maldita mujer... ¡Tú no eres diferente de un monstruo! Pensaste que no sabía cómo seduces a mi padre cada noche ¿verdad? -rió como una loca al ver la cara de sorprendida de la mujer-. Puta, ¡zorra, zorra, zorra! -repitió sin parar, hasta que Maisha, irritada, abrió la puerta del calabozo para darle un par de golpes. Solo hasta que tosa sangre, pensó.
- Ya basta ¡te estas convirtiendo en una loca, monstruo! ¡Tu padre me dijo podía terminar contigo cuando yo quisiera! -grito Maisha mientras le pisaba la cabeza a Dina-. Esto será suficiente...
- Suficiente... ¿eh? -lo dijo y comenzó a reírse espeluznante e histéricamente mientras ampliaba sus ojos negros.- ¡No! -agarro el tobillo de Maisha con una fuerza renovada, ésta gritó asustada-. ¡La que va a ser castigado eres tú! -se puso rápidamente de pie y mientras Maisha caía por la presa de su tobillo, Dina destrozó la rodilla de la mujer con su otra mano, del impacto alcanzo a vislumbrar un efímero destello blanco, que termino antes de que se diera cuenta del reguero de sangre y astillas de hueso que envolvían su mano. El dolor que sintió Maisha la hizo gritar enloquecidamente, entre lagrimas y mucus.
Se sentó sobre Maisha, mientras la abofetea, rasguñaba y golpeaba, se preguntaba porque se había tardado tanto en hacer esto.
- ¡Grita perra! -bramó antes de estrangular a Maisha-. ¡No debiste provocarme! ¡Nunca debes provocar a un ángel.
Maisha lucha como nunca; sus uñas con fiereza sobre la blanca piel de Dina y le rasgó el brazo hasta exponer su carne viva, pero ella no sintió nada, su nueva determinación la embriaga a continuar, porque sabía que la persona en frente de ella tiene que ser castigada.
- Esto es lo correcto Maisha, sabes todo lo que has hecho y yo también, así que tengo que juzgarte... Maisha Qwest... -la cara de ángel se acercó a la de la mujer, sus cuencas negras miraban fijamente los asfixiados ojos, la mujer miraba hacia todos lados en un inútil intento de escape-. Lo que has hecho no puede escapar de los ojos de un ángel, así que ahora anunciare... que eres... -estranguló a Maisha aún más fuerte y susurró junto a los oídos de la mujer- culpable.
Dina apretó una última vez, hasta sentir la columna de Maisha, ahora todo estaba en silencio. Después de asegurarse de que Maisha no respiraba más, se puso de pie emocionada.
- ¡Menos mal... he matado a alguien... yo maté a alguien...! -rió histéricamente mientras se abrazaba a sí misma, al fin había hecho lo que siempre había querido hacer-. Es hora de más ensayos...
Ella llegó a la sala de colecciones, y camino hacia el aparador de cristal, mirando la espada con una mirada fría.
- Es la hora. Ven... -a pesar de lo que había dicho de dejar este lugar, algo había cambiado sus planes, iba a terminar con esto de una vez por todas, y después se iría junto a su madre.
Una hora más tarde, Dina, todavía cubierta de sangre, llegó a la oficina del señor Clark.
- Padre...... Jejeje... -abrió la puerta de la oficina poco a poco, pero no vio señales de su padre. Sin embargo, justo antes de irse, vio a alguien tirado en el suelo. Se acercó al bulto para poder ver quien era, pero no hizo falta mucho, reconoció a la persona con claridad.
- ¡¡Madre!! -corrió hacia su madre, y la sostuvo, estaba cubierta de heridas, había sido apuñalada con un cuchillo; su madre ya no estaba respirando-. ¡¡¡No, no, no!!! ¡Madre! -pero ella no respondió. Su querida madre se había ido.
Lloró descontroladamente mientras abrazaba el cadáver inerte de su madre, pero una extraña sensación la hizo salir de su trance, era la espada. Alguien se estaba acercando y la hoja anhelaba su sangre. Cuando la persona entró en la habitación, Dina blandió la espada en una larga vuelta antes de dejarla caer sobre el juez.
- Hola, padre. -lo único que escucho en respuesta fue un desgarrador grito de dolor, con la poca luz que había en la casa, solo pudo distinguir como una de las piernas de su padre se separaba limpiamente del resto de su cuerpo. El Sr. Clark cayó aparatosamente al suelo, sujetando su muñón en un inútil intento por contener la hemorragia, pero Dina le pisó su herida para que se quedará quieto, una vez más dejó caer la afilada hoja sobre el otro pie de su padre.
- ¡Ahhhhhhh! -gritó el Sr. Clark.
- Padre... pensé que te habías ido... sería realmente apresurado ya que tú eres... he he he... -rió Dina antes de apuñalarlo en el estómago. Una y otra y otra vez, el frenesí de estocadas pulverizó su vientre, dando lugar a un río de sangre que comenzó a extenderse por toda la sala.
- ¿Qué está pasando padre? ¿No eras tan fuerte? ¿Cómo puedes morir así, por un monstruo? -los ojos de Dina se llenaron de pensamientos locos y asesinos-. Tú sabes ¡se siente tan bien juzgar y condenar a la gente! Tal vez voy a convertirme en una gran juez algún día...
- Juez... ¿cómo demonios va un monstruo poder convertirse en un juez? Un juez es... sólo es adecuado para aquellos que son justo y perfectos... -sentenció el Sr. Clark antes de enterrar la blanca espada en su pecho:
- ¡Tú... tú monstruo!!
- ¿Monstruo? No, no, no... ¡Yo soy un ángel! ¡Un ángel que nació a castigar! -levantó su espada-. Daniel Clark... Ahora anunciaré... que eres... ¡Culpable! -decapitó a su padre antes de que tuviera tiempo de reaccionar. El cuerpo mutilado se derrumbó hacia un lado, tiritando enérgicamente como si tuviera frío. Dina recogió la cabeza de su padre, que todavía contraía las pupilas con una mueca de horror-. Padre... Yo lo sabía todo... Lo que has hecho hasta ahora, lo he visto con mis ojos, no se como explicarlo, debiste haberme tratado como a un ser humano normal.
Dina sentía como su cuerpo hervía, adoraba la sensación. Consideraba que todo lo que había hecho era razonable. Agarró la espada con fuerza y la agitó en todas direcciones, como atacando a enemigos imaginarios. Había perdido la razón.
- No te preocupes mamá... voy a encontrar un buen lugar para enterrarte -dijo Dina al cadáver de su madre, mientras suavemente acariciaba su cabello. Antes de guardarla en una maleta, Dina se cambió de ropa a un vestido blanco, que mostraba mejor su tez blanca. La espada, antes de colgarla al hombro, creó una resonancia para expresarle su alegría a Dina.
- ¿Es así? Jejeje... Así es, ¡Ahora soy tu ama! Hehehehe... ¡Yo soy un ángel! Tengo el derecho de decidir si las personas viven o mueren por mí.
Dina balanceaba la espada, mientras hablaba con la hoja. Salió de la casa con una maleta pesada, y se encaminó hacia el bosque; miró a la mansión quemándose antes de desaparecer en el bosque.
Hubo un incendio en la mansión de los Clark esa noche. Cuando los policías y los bomberos llegaron, descubrieron grandes cantidades de cadáveres decapitados. Los policías sospechaban que la mayoría de los cadáveres eran de los sirvientes de los Clark. Por supuesto, también encontraron el cuerpo del Sr. Clark, sin cabeza, su quemado cráneo fue descubierto en la chimenea. El cuerpo de la señora Clark no fue encontrado, pero se supuso que también había muerto, ya que encontraron su sangre en la oficina del señor Clark. Taylor, abogado del Sr. Clark, también fue encontrado muerto después de que el fuego se inició; él también murió decapitado.
Vecinos del señor Clark fueron cuestionados si la familia tenía un hijo o no; todos ellos respondieron que no, no había datos que corroborarán que los Clark tuvieron un hijo.
Un mes más tarde.
- Buenos días, aquí David en las noticias de la mañana. Parece que algunas personas han sido testigos de una chica que vestía de blanco y que empuñaba una espada anoche. Vamos a pedir a algunos de los testigos su anécdota sobre el incidente.
- ¡Ella es un ángel! ¡Vi sus alas!
- ¡Ella es un fantasma blanco!
- ¡Ella está aquí para juzgar! ¡Ella va a tomar nuestras vidas!
- ¿Sí? ¿Qué es? -el señor Clark miro a la mujer, que entró en pánico cuando éste frunció el ceño.
- Uh... es posible que tenga que verlo usted mismo, señor Clark...
- ¿Qué es lo que debería ver? ¿Por qué no me dices eso ahora? -respondió el hombre levantándose de la silla frustrado.
- Bueno... su hija parece ser un poco... -comenzó a explicar retrocediendo a pasos lentos con notable miedo hacia el hombre delante suyo- especial -dijo finalmente.
Esa palabra fue lo que disparó la carrera del señor Clark hacia la sala de partos donde se encontraba su mujer, aun tumbada en la camilla de hospital intentando recuperar las fuerzas que el nacimiento de su bebé le había quitado. Cuando el hombre hizo su aparición en la sala todo fue silencio.
El recién nacido era una niña, pero su pelo era rubio como el sol, a diferencia de sus padres; la señora Clark era pelirroja, mientras que el Sr. Clark tenía el cabello marrón. Lo más sorprendente, sin embargo, era que la chica tenia un par de ojos aterradores; sus ojos eran completamente negros con un pequeño brillo singular; la pupila era de un negro aún más profundo.
- ¿¡Qué criatura monstruosa es eso?! -gritó el Sr. Clark con furia. Nadie hablo en respuesta. De pronto, el señor Clark agarró a la Sra. Clark, que aún estaba descansando-. No te hiciste líos con otra persona, ¡¿verdad?! ¿para dar a luz a semejante monstruo!?
- Su mujer está muy débil en estos momentos, Sr. Clark. Por favor...
- ¡Como si me importara! -empujó a la enfermera, que cayó de espaldas sobre la cama-. Pediré a mi abogado para que venga aquí -concluyo el Sr. Clark, saliendo de la habitación.
Unos días más tarde, el abogado, Sr. Taylor, llego.
- Sr. Clark, en cuanto a la niña... ella es su hija, sin duda; la prueba de ADN lo confirma, y las revisiones a los ojos muestran que su vista es normal. El médico llegó a decir que nunca había visto un caso como éste. Sus ojos son de color negro, pero ella no tiene ningún problema en su vista, de hecho, su visión es dos veces mejor que la de una persona normal -finalizó Taylor poniéndose de pie frente al escritorio del señor Clark y depositando sobre ésta una pila de documentos con información de la niña.
- Pero ella es un monstruo. Ella no es perfecta; lo que quiero es un niño perfecto -dijo el Sr. Clark, sin siquiera tomar un vistazo a los documentos.
- Entonces... ¿qué debemos hacer? ¿Dejarla en el orfanato? -dijo Taylor.
- No, eso afectaría a la impresión que tiene la gente sobre mí... Si ese es el caso, entonces no voy a dejar que vaya a la escuela. Voy a contratar tutores para enseñarle. No dejes que nadie la vea. Ah, también, diles a las enfermeras que ayudaron en el parto a no decirle a nadie sobre esto. Esta es una muy mala impresión de nuestra familia -cerró su libro y miró a Taylor-. Si ocurre algún accidente, simplemente acabare con ella... Ella es un fracaso, después de todo...
Trece años más tarde, Dina Ángela Clark, la chica extraordinaria, no le gustaba hablar, posiblemente porque ella fue encerrada en la mansión durante toda su vida por su padre, por lo tanto, se volvió una anti-social. Dina sabía que su padre era un juez muy famoso, y que él hacía las cosas de manera muy justa, siempre vía las cosas desde un punto de vista neutral, al menos en su trabajo. Sin embargo, él siempre buscaba la perfección en todo, por lo que tiene una muy mala relación con Dina. A pesar de que sus padres nunca se llevaron bien entre sí antes ni después de que ella naciera, se sentía culpable de que entre ellos ya no existiera amor.
Dina nunca había salido antes debido a sus ojos. Observándose en el espejo, se dio cuenta que sus ojos no eran completamente negros, mirando de cerca, podían verse pequeños destellos en ellos, como una pequeña galaxia. Ella ha menudo se fascinaba mirando sus propios ojos en cualquier reflejo. Su cabello rubio lo llevaba corto y desordenado, por lo general era su madre la que lo cepillaba.
A la señora Clark no le importaba la apariencia de Dina, ella era su hija y la amaba; cuando no estaba al lado de su hija, pensaba en ella. Por supuesto, ella siempre sabía lo que su marido (que no le gustaba en absoluto su hija) estaba haciendo.
Dina no tenía ningún amigo. Su padre la había encarcelando en casa toda su vida, y aunque la mansión era realmente enorme, ella se sentía muy sola. Ella solía tener pensamientos sobre lo que era tener un amigo, a veces se dejaba llevar y mantenía largas conversaciones consigo misma. En la actualidad, la única persona con la que compartía era su madre, por lo que realmente la adoraba. Dina pensaba en estas cosas mientras observaba a los niños jugando alrededor del parque cerca de su casa.
De repente, alguien llamó a la puerta la habitación de Dina. Era la Sra. Clark.
- Dina, iré al centro comercial ¿Quieres que compre algo para ti? -terminó de decir, y miro a Dina.
- No, gracias.
- Pero querida, no has estado comiendo nada últimamente, y pareces más delgada que antes... te voy a comprar algo para comer después -la Sra. Clark salió de la habitación antes de que Dina pudiera contrariarla.
- Te dije que no quiero... -dijo suspirando.
A pesar de decir que no, Dina realmente agradecería probar algo del exterior; ropa, comida, todo era interesante para ella ahora. Quería probar algo del mundo exterior, pero no... Desde que nació, una criada fue contratada por la familia, su nombre era Maisha, y su trabajo consistía en cuidar de Dina. Pero el trabajo de la criada era en realidad, mantener informado al señor Clark. Invirtió un montón de dinero para contratar a esta mujer, que tenía un montón de antecedentes penales, para prevenir que Dina le cause problemas, mas que para protegerla.
Después de todo, Dina cavilaba ¿quién sabe lo que haré con él? Llegado a este punto, la mayoría de las personas dejarían de pensar ahí, pero Dina no lo quería ni sentía vergüenza en aceptar sus más profundos deseos.
- Si puedo, me gustaría matarlo.
Pocos días antes de Navidad, Dina no estaba muy entusiasmada con las fiestas, ya que ella siempre pasaba la Navidad como si fuera un día normal, no lo celebraban. Afortunadamente, cada vez que era su cumpleaños, la señora Clark siempre preparaba un pequeño pastel para celebrar con ella; no lo sabía todavía, pero gracias a su madre, Dina siempre recordaría su más temprana infancia como algo valioso.
- Ya que no voy a tener ninguna tutoría hoy, haré lo que suelo hacer -pensó Dina. Se levantó de la cama, salió de la habitación, y empezó a deambular por la casa. A pesar de que el Sr. Clark la encerraba en la casa, nunca dijo nada acerca de pasear alrededor de la morada. Era bueno que la casa fuera grande. Que la familia fuera más o menos la más rica de la región, nunca le pareció algo bueno a Dina, si para mantener tu fortuna debías ser tan arrogante como su padre, no quería tener nada que ver con eso.
A pesar de que estaba estrictamente prohibido para Dina entrar en la sala de colecciones del Sr. Clark, ella siempre se colaba en ella. En esa habitación, podía permanecer durante mucho tiempo, observando una cosa que realmente le llamaba la atención, una espada de color blanco. La espada descansaba tras un aparador de cristal, y estaba aislada de las otras colecciones, como si se tratará de algo realmente especial.
Siempre que Dina se acercaba a la espada, se creaba una resonancia sin sonido, y la espada brillaba de un color plateado. Dina se quedaba durante horas para contemplar la espada. Según su madre, había una leyenda que decía que la espada perteneció originalmente a un ángel y que, durante una guerra, ésta cayó accidentalmente en el mundo humano, y nunca fue reclamada por el ángel de nuevo. Sin embargo, desde entonces, los humanos del mundo comenzaron a usarla por diferentes razones; dicen que algunas veces se utilizó para matar, para proteger, para beneficios personales, etc. Y así la espada fue pasando de dueño en dueño durante muchos, muchos años. También sabía que, si la espada lo consideraba, podía establecer una conexión con su amo por toda la eternidad. Esto último Dina no recordaba quien se lo había dicho, simplemente lo sabía.
- Esa hermosa espada... -los ojos negros de Dina reflejaban la imagen de la espada. Cada vez que ponía sus manos sobre el aparador, sentía como sus palmas eran jaladas hacia el vidrio, esta vez no fue diferente. De repente, oyó pasos acercándose, así que ella se escondió. La puerta se abrió y por ella entró Maisha; haciendo su patrullaje diario. Era obvio que la estaba buscando, ya sabían que había salido de su habitación sin permiso.
Todo lo que pudo hacer fue mirarla con odio. Dina salió de su escondite tan pronto como Maisha salió de la sala de colecciones.
Por la noche, la señora Clark regresó a casa con un montón de cosas que había comprado en el centro comercial; casi todo eran suministros de uso diario. Lamentablemente, se encuentró con el Sr. Clark, que no aparecía a menudo en la puerta principal.
- ¿Qué has comprado? -dijo el Sr. Clark. Agarró con tanta fuerza el brazo de su madre, que algunos artículos cayeron al suelo, incluyendo el chocolate que había comprado en secreto.
- ¿Por qué compraste esto? Es por ese monstruo ¡¿no?! ¿Cómo te atreves a comprar estas cosas en secreto? -lleno de furia, empujo a la Sra. Clark al suelo, pero antes de que pudiera seguir humillándola, Dina apareció y se interpuso entre sus padres.
- ¡Padre! ¿¡Qué demonios estás haciendo?!
- No tienes derecho a llamarme "Padre", ¡monstruo! Sólo la más perfecta puede llamarme así! -sin entender lo que su padre quiso decir, recibió una bofetada que la tumbó. Cuando recobró la conciencia, pudo mirar como su padre se iba.
Dina ayudo a su madre a levantarse y, no sin antes asegurarse de que su padre se hubiera ido, le preguntó.
- Mamá ¿estás bien?
- No te preocupes, estoy bien. Estoy bastante de mala suerte hoy. ¿Y tú, querida?
- Estoy bien... Pero yo te dije que no compres nada para mí, Si papá lo ve...
- No importa... Ya que eres mi única hija... -la Sra. Clark tocó la cara de Dina con cuidado y antes de que ella pudiera decir algo, añadió-. Vamos a dormir juntas esta noche, Dina.
La verdad era que la señora Clark no podía escapar de su marido, aunque ella quisiera; había pensado en divorciarse, pero no podía renunciar a Dina, e incluso si se hubiera realizado correctamente, lo más probable era que el señor Clark usaría todas sus influencias para no dejarlas ir nunca.
- Madre...
La señora Clark se incorporó en la cama, mientras que Dina apoyaba su cabeza en el regazo de su madre.
- ¿Sí? -la Sra. Clark tocó el pelo de Dina suavemente. Le encantaba que lo hiciera.
- Madre... ¿Me odias? Mis ojos... -miro a su madre con sus ojos negros, intentando no pensar en la idea de no ser aceptada por su madre.
- Por supuesto que no... mami realmente ama tus ojos únicos. Tu eres mi ángel después de todo.
- Ángel... -de repente recordó la espada en la sala de colecciones-. Madre, ¿quieres escapar... de esta casa?
- Sí... siempre he querido...
- ¡Entonces vamos a huir juntas! ¡Vamos a dejar este lugar! ¡Y vamos a encontrar un lugar donde nadie nunca nos encontrara, para vivir!
Dina sostuvo la mano de su madre.
- Pero Dina... tu padre es una persona famosa, y él conoce a un montón de gente, si él nos llegará a encontrar... ¡No nos gustaría estar en una situación como esa! -dijo la señora Clark mientras bajaba la cabeza.
- Pero madre... ¿de verdad quieres vivir toda tu vida con un trato tan duro como el de mi padre? ¡Ambas sabemos que un día habré terminado con él, así que ¡Vamos a escapar de este lugar antes de que eso ocurra!
Los ojos de Dina estaban llenos de esperanza, y su madre, sabiendo que era una mala idea, tomó la mano de su hija y le dijo:
- Está bien...
- Entonces... ¡vamos a correr lejos en Nochebuena! ¡He preparado el plan ya! -sentenció antes de comenzar a explicarle su plan hasta el amanecer.
El tiempo vuela, y el día de la víspera de Navidad había llegado. Madre e hija se escaparían de casa hoy, este lugar ya no era su casa, para ella era el infierno. El amo de esta morada era un juez, y él era la ley. Dina había estado esperando este día, había preparado todo, y ahora sólo tenía que esperar a la noche para huir. Miro su reloj, eran las 5:00 de la tarde.
- Hm... creo que ya es hora -dijo al mismo tiempo que sujetaba su colgante. Lo había comprado en secreto, había salido a escondidas de la casa a una tienda de antigüedades cerca de su casa. La tienda vendía muchas cosas interesantes, incluyendo el colgante; ese día Dina se había escabullido llevando puesto un disfraz de ángel, pensó que la gente no se fijaría en ella. De todas formas, ella iba a obsequiárselo a su querida madre.
De repente alguien golpeó la puerta de la habitación de Dina, era la señora Clark, cubierta de sangre, corriendo y gritando.
- ¡Corre, Dina! -antes de que Dina pueda reaccionar, el Sr. Clark empujó a la Sra. Clark por detrás, camino hacia Dina y la agarró del brazo con desmedida fuerza.
- ¡Maldito monstruo! ¡Te voy a matar! ¿¡Cómo te atreves a salir a escondidas afuera?! ¡¿Por lo menos entiendes lo que has hecho, si alguien hubiera tomado una foto, alegando que vieron a un monstruo de ojos negros entrar en nuestra casa?! ¡Pensé que tal vez no era para tanto, pero ahora nuestro jardín está lleno de periodistas! -justo después de concluir, lanza a Dina a hacia un lado. Su cabeza golpeó el borde de la mesa y perdió el conocimiento.
Cuando Dina recuperó la conciencia, se dio cuenta de que el suelo estaba muy frío y el aire se sentía bastante húmedo, estaba en el calabozo. Su familia era muy antigua, por lo que no era raro que hubiera una mazmorra en el sótano.
- Ahora que lo pienso, el gusto de mi padre en esto realmente me da asco -pensó Dina. Se levantó y se paseó por el lugar, buscando sin éxito otra salida que no fuera la puerta de barrotes de hierro del calabozo.
No había nada allí, y a pesar de que el cuerpo de Dina era muy delgado, no le era posible escapar a través de las barras de metal. De repente, Dina oye que alguien se acercaba a ella. Se quedo mirando a la persona de comenzó a distinguirse cada vez más en la oscuridad.
- Hey, tú, pequeño monstruo ¿Cómo se siente estar aquí? -esas palabras provenían de Maisha-. Yo sabía de tus planes desde el principio, y por eso envié fotos de ti a los reporteros de las noticias, fea -le dedicó a Dina una mirada llena de desprecio-. Tu, chica bestia...
- Oh ¿pero no eres tú lo mismo? También estás siendo controlada por mi padre ¿verdad? Obligadas a depender de mi padre, porque para eso... maldita mujer... ¡Tú no eres diferente de un monstruo! Pensaste que no sabía cómo seduces a mi padre cada noche ¿verdad? -rió como una loca al ver la cara de sorprendida de la mujer-. Puta, ¡zorra, zorra, zorra! -repitió sin parar, hasta que Maisha, irritada, abrió la puerta del calabozo para darle un par de golpes. Solo hasta que tosa sangre, pensó.
- Ya basta ¡te estas convirtiendo en una loca, monstruo! ¡Tu padre me dijo podía terminar contigo cuando yo quisiera! -grito Maisha mientras le pisaba la cabeza a Dina-. Esto será suficiente...
- Suficiente... ¿eh? -lo dijo y comenzó a reírse espeluznante e histéricamente mientras ampliaba sus ojos negros.- ¡No! -agarro el tobillo de Maisha con una fuerza renovada, ésta gritó asustada-. ¡La que va a ser castigado eres tú! -se puso rápidamente de pie y mientras Maisha caía por la presa de su tobillo, Dina destrozó la rodilla de la mujer con su otra mano, del impacto alcanzo a vislumbrar un efímero destello blanco, que termino antes de que se diera cuenta del reguero de sangre y astillas de hueso que envolvían su mano. El dolor que sintió Maisha la hizo gritar enloquecidamente, entre lagrimas y mucus.
Se sentó sobre Maisha, mientras la abofetea, rasguñaba y golpeaba, se preguntaba porque se había tardado tanto en hacer esto.
- ¡Grita perra! -bramó antes de estrangular a Maisha-. ¡No debiste provocarme! ¡Nunca debes provocar a un ángel.
Maisha lucha como nunca; sus uñas con fiereza sobre la blanca piel de Dina y le rasgó el brazo hasta exponer su carne viva, pero ella no sintió nada, su nueva determinación la embriaga a continuar, porque sabía que la persona en frente de ella tiene que ser castigada.
- Esto es lo correcto Maisha, sabes todo lo que has hecho y yo también, así que tengo que juzgarte... Maisha Qwest... -la cara de ángel se acercó a la de la mujer, sus cuencas negras miraban fijamente los asfixiados ojos, la mujer miraba hacia todos lados en un inútil intento de escape-. Lo que has hecho no puede escapar de los ojos de un ángel, así que ahora anunciare... que eres... -estranguló a Maisha aún más fuerte y susurró junto a los oídos de la mujer- culpable.
Dina apretó una última vez, hasta sentir la columna de Maisha, ahora todo estaba en silencio. Después de asegurarse de que Maisha no respiraba más, se puso de pie emocionada.
- ¡Menos mal... he matado a alguien... yo maté a alguien...! -rió histéricamente mientras se abrazaba a sí misma, al fin había hecho lo que siempre había querido hacer-. Es hora de más ensayos...
Ella llegó a la sala de colecciones, y camino hacia el aparador de cristal, mirando la espada con una mirada fría.
- Es la hora. Ven... -a pesar de lo que había dicho de dejar este lugar, algo había cambiado sus planes, iba a terminar con esto de una vez por todas, y después se iría junto a su madre.
Una hora más tarde, Dina, todavía cubierta de sangre, llegó a la oficina del señor Clark.
- Padre...... Jejeje... -abrió la puerta de la oficina poco a poco, pero no vio señales de su padre. Sin embargo, justo antes de irse, vio a alguien tirado en el suelo. Se acercó al bulto para poder ver quien era, pero no hizo falta mucho, reconoció a la persona con claridad.
- ¡¡Madre!! -corrió hacia su madre, y la sostuvo, estaba cubierta de heridas, había sido apuñalada con un cuchillo; su madre ya no estaba respirando-. ¡¡¡No, no, no!!! ¡Madre! -pero ella no respondió. Su querida madre se había ido.
Lloró descontroladamente mientras abrazaba el cadáver inerte de su madre, pero una extraña sensación la hizo salir de su trance, era la espada. Alguien se estaba acercando y la hoja anhelaba su sangre. Cuando la persona entró en la habitación, Dina blandió la espada en una larga vuelta antes de dejarla caer sobre el juez.
- Hola, padre. -lo único que escucho en respuesta fue un desgarrador grito de dolor, con la poca luz que había en la casa, solo pudo distinguir como una de las piernas de su padre se separaba limpiamente del resto de su cuerpo. El Sr. Clark cayó aparatosamente al suelo, sujetando su muñón en un inútil intento por contener la hemorragia, pero Dina le pisó su herida para que se quedará quieto, una vez más dejó caer la afilada hoja sobre el otro pie de su padre.
- ¡Ahhhhhhh! -gritó el Sr. Clark.
- Padre... pensé que te habías ido... sería realmente apresurado ya que tú eres... he he he... -rió Dina antes de apuñalarlo en el estómago. Una y otra y otra vez, el frenesí de estocadas pulverizó su vientre, dando lugar a un río de sangre que comenzó a extenderse por toda la sala.
- ¿Qué está pasando padre? ¿No eras tan fuerte? ¿Cómo puedes morir así, por un monstruo? -los ojos de Dina se llenaron de pensamientos locos y asesinos-. Tú sabes ¡se siente tan bien juzgar y condenar a la gente! Tal vez voy a convertirme en una gran juez algún día...
- Juez... ¿cómo demonios va un monstruo poder convertirse en un juez? Un juez es... sólo es adecuado para aquellos que son justo y perfectos... -sentenció el Sr. Clark antes de enterrar la blanca espada en su pecho:
- ¡Tú... tú monstruo!!
- ¿Monstruo? No, no, no... ¡Yo soy un ángel! ¡Un ángel que nació a castigar! -levantó su espada-. Daniel Clark... Ahora anunciaré... que eres... ¡Culpable! -decapitó a su padre antes de que tuviera tiempo de reaccionar. El cuerpo mutilado se derrumbó hacia un lado, tiritando enérgicamente como si tuviera frío. Dina recogió la cabeza de su padre, que todavía contraía las pupilas con una mueca de horror-. Padre... Yo lo sabía todo... Lo que has hecho hasta ahora, lo he visto con mis ojos, no se como explicarlo, debiste haberme tratado como a un ser humano normal.
Dina sentía como su cuerpo hervía, adoraba la sensación. Consideraba que todo lo que había hecho era razonable. Agarró la espada con fuerza y la agitó en todas direcciones, como atacando a enemigos imaginarios. Había perdido la razón.
- No te preocupes mamá... voy a encontrar un buen lugar para enterrarte -dijo Dina al cadáver de su madre, mientras suavemente acariciaba su cabello. Antes de guardarla en una maleta, Dina se cambió de ropa a un vestido blanco, que mostraba mejor su tez blanca. La espada, antes de colgarla al hombro, creó una resonancia para expresarle su alegría a Dina.
- ¿Es así? Jejeje... Así es, ¡Ahora soy tu ama! Hehehehe... ¡Yo soy un ángel! Tengo el derecho de decidir si las personas viven o mueren por mí.
Dina balanceaba la espada, mientras hablaba con la hoja. Salió de la casa con una maleta pesada, y se encaminó hacia el bosque; miró a la mansión quemándose antes de desaparecer en el bosque.
Hubo un incendio en la mansión de los Clark esa noche. Cuando los policías y los bomberos llegaron, descubrieron grandes cantidades de cadáveres decapitados. Los policías sospechaban que la mayoría de los cadáveres eran de los sirvientes de los Clark. Por supuesto, también encontraron el cuerpo del Sr. Clark, sin cabeza, su quemado cráneo fue descubierto en la chimenea. El cuerpo de la señora Clark no fue encontrado, pero se supuso que también había muerto, ya que encontraron su sangre en la oficina del señor Clark. Taylor, abogado del Sr. Clark, también fue encontrado muerto después de que el fuego se inició; él también murió decapitado.
Vecinos del señor Clark fueron cuestionados si la familia tenía un hijo o no; todos ellos respondieron que no, no había datos que corroborarán que los Clark tuvieron un hijo.
Un mes más tarde.
- Buenos días, aquí David en las noticias de la mañana. Parece que algunas personas han sido testigos de una chica que vestía de blanco y que empuñaba una espada anoche. Vamos a pedir a algunos de los testigos su anécdota sobre el incidente.
- ¡Ella es un ángel! ¡Vi sus alas!
- ¡Ella es un fantasma blanco!
- ¡Ella está aquí para juzgar! ¡Ella va a tomar nuestras vidas!