martes, 20 de octubre de 2020

Nadie

A todos nos suena “Nadie”; solemos usarlo cuando somos niños. Cuando derramas tu bebida por la alfombra blanca, cuando se te cae un vaso y se rompe… nuestros padres nos preguntan qué quién ha sido y contestamos cosas como no lo sé, yo no he sido, no estaba aquí… o la mejor de todas: Creo que ha sido “Nadie”.

La mayoría de niños ni se preocupan por “Nadie”, están más preocupados en esquivar una bronca, ahorrarse unos azotes o que les quiten su Play Station. Pero no los más listos y despiertos.

Esos que se quedan la noche de reyes despiertos para ver a Baltasar (o al menos un camello) o que ponen trampas para atrapar al Ratoncito Pérez, esos mismos son los que buscan la oportunidad de demostrar los muchos crímenes sin castigo de “Nadie”.

Mi hijo es uno de esos niños. Gastó semanas en su búsqueda personal de “Nadie”: escondiéndose por horas en los armarios, colocando trampas… Incluso le pillé alguna vez robando la cámara de video que usamos en las vacaciones para grabarlo. Siempre estaba orgulloso de ello, contándome lo cerca que estaba de atraparlo. Un día, simplemente dejó de hacerlo. No más preguntas ni cacerías, decidió que era mejor idea jugar fuera en el porche.

Al principio pensaba que se estaba haciendo mayor, olvidando juegos infantiles.

Ayer por la noche uno de los platos de la vajilla de mi madre cayó al suelo. Mi hijo dijo que fue él, recogió los trozos rotos y me pidió que le castigara por ello. Estaba en el porche cuando ocurrió, así que no vi nada… pero sé que no fue mi hijo, él estaba en el porche conmigo.


Calificación:





No hay comentarios:

Publicar un comentario