En cualquier ciudad, en cualquier país; ve a cualquier santuario hindú o templo budista a donde puedas llegar por tus propios medios. Cuando llegues, pregunta al sumo sacerdote o al monje mayor que te lleve con quien se hace llamar "El portador de la Reencarnación". Si ellos te dicen que no hay nadie allí con ese nombre, vete a toda prisa; es mejor no mencionar que ocurre si permaneces mucho tiempo allí. Si logras irte con éxito, nunca regreses a ningún lugar de culto budista hasta que alguien cercano a ti muera. Luego de su funeral, podrás volver a intentarlo. Quizá debas hacer esto varias veces.
Si en vez de eso, ellos dicen: “De hecho, es tan fácil de entender, sin embargo, imposible de destruir”, has sido lo suficientemente afortunado para localizar al Portador. El monje te guiará a lo más profundo del santuario. Eventualmente, llegarás a un pasillo que parecerá… bueno, sólo se puede decir “fuera de lugar”. En el muro de la izquierda, verás a gente morir de las maneras más espantosas. Coincidiendo con sus muertes, verás las criaturas más estridentes ante el muro derecho. Aquí es donde los secuaces de cada Portador son generados, son las reencarnaciones de los más repugnantes y malditos hombres que alguna vez caminaron por la Tierra. Ten cuidado de no enfocar tu atención en cualquiera de estas criaturas, pues no les gusta ser vistos en sus formas “incompletas” y pondrán a prueba sus nuevos poderes en ti sin dudarlo.
A medida que atraviesas el pasillo, las personas a la izquierda se volverán más malvadas y las criaturas del lado derecho, más escalofriantes y repulsivas. Con el tiempo, su poder se siente dominante, y perderás las ganas de continuar. A pesar de ello, debes seguir adelante, por que no quieres que estas bestias puedan sentir tus debilidades.
Si logras llegar con éxito al final, te encontrarás frente a una puerta que parecerá estar elaborada con partes de cada criatura existente en la Tierra. El monje se dirigirá hacia la puerta; asegúrate, por sobre todo, que tú abras la puerta primero. Si el monje lo hace, el Holder le confundirá con el Buscador y te clavará, como un mero intruso, al muro con los condenados. Si esto pasa, entonces espero que disfrutes tu nueva vida como un secuaz de algún Holder. Abre tú primero la puerta y el monje que te acompañó sufrirá ese destino en tu lugar.
Entra a la habitación; la puerta se cerrará, silenciando los lamentos de los hombres condenados y los aullidos de las criaturas recién formadas. Estarás en una cámara circular; en los muros de piedra habrá una serie de luces móviles que giran en espiral, elevándose hasta el infinito; no sigas las luces con tu mirada, no sea que enloquezcas ante la infinitud de todo. Parado en el centro habrá un ser que es mitad hombre. La otra mitad es algo tan vil y horrendo que mirarlo directamente podría significar una vida eterna de inconsolable miseria. Espera paciente junto a la criatura; no digas o hagas nada que no sea respirar, o el ser desaparecerá, el suelo se reducirá debajo tuyo, y caerás hacia abajo para siempre, atestiguando cada muerte y concurrente nacimiento en el mundo todo el tiempo.
De repente, sin aviso, el ser arremeterá contra ti como si fuera a atacarte. La única forma de protegerte de un destino que es mejor no comentar es preguntar, en ese mismo momento: ¿Puede alguno de Ellos ser destruido permanentemente?
El ser se detendrá, y te contará sobre los inútiles esfuerzos del hombre por quebrar la rueda del samsara, esa eterna espiral de muerte y renacimiento. Te proveerá de sólida evidencia de que Buddha, el único humano del que se dice que escapó de este ciclo, fue un fraude (recordarás que él fue el último de los condenados a formar parte de la legión de los Portadores).
Repentinamente te darás cuenta que esas luces que giran a tu alrededor son la manifestación física del samsara. Todo este conocimiento es demasiado para que la mente lo comprenda; de hecho, te encontrarás en un repentino “estado en blanco”, tu cerebro será ahora incapaz de realizar cualquier tarea fuera de mantener tus signos vitales (e incluso no por mucho tiempo). Si tu mente es superior a las demás, quiebra una de las garras del hombre, si es que se le puede llamar así y úsala para rasgar un agujero en la cadena del samsara.
Una vez hecho esto, desaparecerá, pues su ciclo de reencarnación del que dependía ya no existe, y dejará tras de sí un amuleto plateado con forma de svástica, atado a un cadena de oro. Cuando lo tomes, te encontrarás en el santuario donde iniciaste tu viaje, completamente en ruinas. Buena suerte en tu regreso a casa.
Aquél amuleto es el Objeto 114 de 538. Las almas de los difuntos aún necesitan un lugar a dónde ir, ya sabes.
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