lunes, 16 de noviembre de 2020

En el Sótano

Nací en Tennessee, U.S.A. Tuve una vida normal hasta que nos mudamos a Connecticut, un estado muy paranormal en lo que a mí respecta. Crecí como un niño normal hasta que cumplí los 13 años de edad.

La casa a la que nos mudamos era muy vieja, perteneciente a la transición del siglo XVIII al siglo XIX. Vivimos allí durante muchos años. Un día fui al sótano. Era muy húmedo y muy oscuro, las luces no funcionaban, así que bajaba con una linterna a buscar el jabón de baño y todas las provisiones compradas que se guardaban allí. Mi hermano se burlaba de mí, diciéndome cobarde.

Un día, específicamente un martes, bajé al sótano a buscar un paquete de arroz y en lo que fui a abrir el empaque del arroz miré hacia atrás.

Me asusté al ver una figura que me estaba observando. Me dije que podría ser mi hermano, pero luego recordé que estaba lavando su ropa. Tomé la paca de arroz y salí corriendo del sótano.

Fui asustado a contar a mi mamá, pero no me quiso creer. Esa noche me levanté para tomar agua. Fue entonces cuando me pegó la curiosidad y decidí ir al sótano a ver si esa cosa seguía allí. Prendí la linterna y me dirigí al sótano. Se veía más feo y húmedo por la noche que por el día.

Cuando bajé las escaleras recorrí el sótano, y escuché un crujido. Provenía de una vieja mesa que había estado allí desde que compramos la casa. Me acerqué y la toqué. La mesa se rompió, de cuyo interior huyeron algunos ratones.

Seguí buscando hasta que encontré el cuarto donde se almacenaban las provisiones. Iba a entrar y vi de nuevo a la sombra. Esta vez se movía. Me cerró la puerta con candado. Salté del barandal y me torcí la muñeca del brazo izquierdo. La sombra me miraba como el diablo, con esos ojos saltones y rojos.

Cuando estaba al punto de atacarme, a lo lejos brillaron las luces del sol naciente. La cosa había desaparecido. Desde entonces no volví a verla. Creo que lo que quería era asustarme y hacerme saber que esa es su casa. Quizás esté acechando hasta que otro intente entrar en el sótano, ten cuidado.



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domingo, 15 de noviembre de 2020

Lo que no debe saberse

Siempre tengo la condenada rutina de tomar agua a medianoche. Y normalmente enciendo una luz, al menos, la del baño.

Cuando la enciendo, aparece una sombra que no es la mía entrando en la cocina. Obviamente pienso que es un ladrón o algo así. Entro y no veo nada. Tomo mi vaso de agua como siempre y regreso al baño. Mientras paso delante del espejo del lavamanos, noto que hay algo detrás de la cortina, una sombra de alguna persona, quieta. El baño estaba frío, pero afuera hacia calor. Corro hacia la cortina y no hay nada. Vuelvo a mirar al espejo y detrás mío hay una chica de traje negro, piel gris y ojos amarillos. Su cabello cubre su cara excepto sus ojos que me miran con ferocidad e ira. Miro detrás de mi hombro pero no hay nada.

Por unos segundos creí que era mi imaginación, voy a mi cuarto. Y como siempre apago la luz y trato de conciliar el sueño.

No pude dormir esa noche, porque sentía que alguien respiraba en mi cara. Abrí los ojos y no había nadie. Esa noche no pude dormir. Creí que lo que leí me jodió la imaginación, así que seguí como si nada, solo que esta vez no me inmuté en escribir la novela.

Esa noche no me pasó nada raro, pero a la hora de regresar a la cama, esta vez sentía que me asfixiaba. Algo me apretaba el cuello, y no eran las sábanas porque esa noche dormía sin ellas. Cerré mis ojos. Ni siquiera pude mover ni un dedo mientras mi cuello seguía estrechándose.

—No vuelvas a buscarme —susurró una voz fría a mi oído—. Vuelve a averiguar sobre el mundo de los muertos, y la próxima vez que nos encontremos, te llevaré a mi mundo…

Abrí los ojos y la joven estaba sobre mí, con sus manos en mi cuello

Admito que sigo investigando, pero ahora pido permiso antes de hacerlo. En las noches, la misma joven me sigue vigilando. Si me pongo a investigar a fondo de nuevo, ella misma será quien me mate. Lo que encontré sobre los fantasmas del espejo, eran todos sobre ella... La mismísima Ver...


sábado, 14 de noviembre de 2020

Torture Soup.avi

Todo empezó hace 10 años. Un vídeo misterioso y escalofriante se subió a YouTube... La historia empezó hace ya 15 años, en 2005, Raymond S. Persi tuvo una visión. En su propio canal él empezó una serie únicamente para internet, el canal se llamó RaymondTV, en esta serie aparecerían unos personajes llamados Ray Ray. A través de unos vídeos les dio vida, pero su proyecto se quedó a la deriva, simplemente no siguió con el proyecto. Sin embargo mientras duró, este tipo no fue un creador cualquiera, él mandó a hacer los trajes de los Ray Ray y contrato actores, pero un día lograron abrir su oficina y se robaron los trajes, jamás se atrapó a los ladrones y el objetivo del robo fue desconocido.

En 2006 apareció un vídeo en YouTube llamado Torture Soup que había sido subido por un canal llamado Adana, Persi no tiene idea quién creó este vídeo y debió ser muy poco tranquilizador para él. Una teoría afirma que la sopa está compuesta de carne humana y que el hombre que aparece en el vídeo esta siendo torturado con los trajes de los personajes que él mandó a hacer. Se cree que una pareja fue capturada y que mataron a la mujer, que el hombre se esta comiendo a su propia pareja.

Han aparecido más vídeos donde aparecen los trajes de Ray Ray...


viernes, 13 de noviembre de 2020

#099 El Holder de los Restos

En cualquier ciudad, en cualquier país, puedes ir a cualquier cementerio que puedas encontrar. Cuando llegues al lugar, ignora a cualquier empleado de ropa formal, dirígete al primer trabajador con aspecto de sepulturero que veas y pídele amablemente visitar a aquel que se hace llamar "el portador de los restos". Al comienzo, él no te tomará en cuenta. No digas ninguna palabra. Sólo quédate allí y míralo. Pronto, tomará una pala y una linterna, e irá hacia una tumba. Síguelo, y sé respetuoso con las tumbas mientras caminas. Si las perturbas de alguna manera, enfurecerás a las almas enterradas allí. Después de una larga caminata, el hombre se detendrá en una tumba aislada, sin marcas, y empezará a cavar. Mientras lo hace, caerá la noche, las luces se apagarán, y pronto, todo estará completamente oscuro, siendo la única fuente de luz, la linterna del sepulturero.

Si, por cualquier razón, el hombre deja de cavar, debes decir: "¡Esto debe hacerse! Yo sólo quiero hablar". Si continúa la excavación, estás a salvo, sin embargo, si el sepulturero no reanuda su actividad, corre y no te detengas por ninguna razón. Aléjate del cementerio, lo más lejos que puedas. Corre hasta que amanezca, si llega la mañana, has escapado. Él no se detendrá hasta que termine la noche.

Varias horas pasarán hasta que él termine. Saldrá arrastrándose de la tumba, que ahora será profunda. En el interior, habrá un sencillo ataúd de madera. Deberás bajar y abrirlo. Dentro, habrá una hermosa mujer. Su piel será fría como la muerte y blanca como la luna. Sólo podrás preguntarle una cosa, si dices o haces cualquier otra cosa, el hombre te golpeará con su pala y te enterrará vivo.

¿Qué les espera?

En el momento en que termines la pregunta, el cuerpo de la mujer se deteriorará rápidamente ante tus ojos. Ni se te ocurra desviar tu mirada en señal de disgusto, más bien, deberás honrarlo y ver su retorno a la tierra, el ataúd se pudrirá y sus huesos se desintegrarán. Aunque será de noche, la luz de la linterna será suficiente para ver.

Cuando se complete el proceso, una rosa blanca crecerá desde el suelo. Será hermosa, con un prístino botón blanco y un tallo largo y verde. Los pétalos serán fríos al tacto. Ten cuidado con sus espinas. Arráncala y sal de la tumba. No verás al sepulturero por ninguna parte, la pala y la linterna también habrán desaparecido. Si hueles la flor percibirás su olor divino, calentando tu alma desde dentro. Si examinas la tumba de la que acabas de salir, encontrarás que se ha vuelto a llenar de tierra, luce como si nunca se hubiera excavado en aquel lugar. Sobre la lápida, que antes no tenía nada escrito, se podrá leer:

Ellos nunca deben estar juntos. 
Nunca.

La rosa blanca es el Objeto 99 de 538. Crece únicamente de los restos de una tumba. Incluso después de la muerte, su vida persiste.



Del Amor al Manicomio

Amelia se había divorciado hacía ya algunos meses y lejos de buscar compañía, fue volviéndose cada vez más huraña y se dedicó enteramente al cuidado de sus hijos, Ludmila y el pequeño Valentín.

En el invierno del 94', el pueblo fue asolado por una extraña enfermedad respiratoria que atacaba principalmente a niños y ancianos. La mortandad fue terrible, se decía que todas las familias habían perdido a alguien, y la de Amelia no fue ajena al brote.

Ella procuró por todos los medios aislar a sus pequeños, pero una noche comenzó la tos de la pequeña Ludmila. Se empecinó en no pedir ayuda y comentó con los vecinos que, con infusiones y muchas mañas, los niños se habían recuperado.

Pasó el tiempo, y, aunque el brote había acabado, Amelia se negaba a mostrar a sus niños, diciendo que en su casa estaba mejor, que en la calle podrían enfermar nuevamente. Los vecinos advirtieron pronto la paranoia en la joven madre, pero después de tremenda tragedia, no se podía culpar a nadie de ser demasiado cuidadoso.

El invierno dio paso a la primavera. Llegó el verano y los vecinitos se agolpaban ansiosos en la puerta esperando a que Ludmila saliera a jugar con ellos, pero Amelia los espantaba.

Llegó Marzo y comenzaron las clases, una par de semanas después, las maestras notaron la ausencia de Ludmila; la directora, preocupada, llamó a la casa.

—Hola, querida, ¿cómo estás?—preguntó— ¿Cómo está Ludmila?

—Gracias por preocuparse, Ludmila está muy pero muy bien. Yo le estoy dando clases en casa. Usted sabe que soy maestra.

—Ya lo sé, querida, pero la nena está en una etapa en la que necesita estar cerca de otros niños. Me gustaría por lo menos verla un rato al menos, si es posible— insistió la mujer.

—Por supuesto que puede venir a verla.

Cuando cerró el colegio, la directora tomó por la antigua calle de tierra, golpeó la puerta y Amelia la atendió sonriente. Apenas abrió la puerta, sintió el fortísimo olor a jazmín impregnado en el ambiente.

Se saludaron y la mujer fue hasta el cuarto de Ludmila. A medida que se acercaba, el olor a flores se desvanecía, absorbido por un hedor fétido, putrefacto; tan fuerte era el hedor que debió taparse la nariz con un pañuelo. Abrió la puerta temblorosa, y la vio... Sentada en un rincón, su carne corrupta, consumida por los insectos, con los brazos cruzados y, sobre la mesita, una bandeja con galletas y una taza de chocolate humeante. Corrió despavorida y se topó con Amelia, que sostenía al pequeño Valentin. Con su pecho desnudo y flaco, amamantaba un montón de huesos y trapos.

— ¿Cómo vio a Ludmila?

—Mejor de lo que esperaba, querida.

Contuvo el llanto hasta salir de la casa. Corrió hasta la comisaría para contar lo sucedido.

Amelia fue internada en el hospital psiquiátrico "El Sauce". Hasta el día de hoy, deambula por los pasillos del psiquiátrico, amamantando a un montón de trapos mugrientos y llamando Ludmila a toda joven que se le acerque.



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