Lydia exhaló un breve suspiro y abrió la puerta principal. Se quitó el cabello de su cara con el dorso de la mano, levantando a Daisy en sus brazos.
—¡Oh, no fue una fiesta de cumpleaños divertida! —Ella arrulló suavemente, con una sonrisa brillante—. ¿Te gustan tus zapatos nuevos?
Daisy rió alegremente, asintiendo con la cabeza. Saltó de los brazos de su madre, brincando de un lado a otro por el pasillo, con sus relucientes zapatillas brillando mientras saltaba y galopaba.
—¿Quieres jugar con tus juguetes?
—¡Sí mamá! ¡Sí, sí! —Respondió Daisy, saltando arriba y abajo con una energía implacable.
Lydia dejó una de las bolsas de plástico en la otra mano. En el interior, enterrado entre otros juguetes variados, había un teléfono de juguete polvoriento, adornado con una sonrisa de dibujos animados y botones coloridos. Una gruesa capa de polvo se elevó en el aire mientras Lydia soplaba ligeramente toda la superficie del juguete. Qué extraño, pensó Lydia para sí misma. No recordaba haberlo recogido en el lugar de la fiesta.
—Está bien, gatita, vamos a tu habitación.
Con un chillido encantado, Daisy corrió escaleras arriba, haciendo 10 pequeños saltos hasta el segundo piso. Lydia la siguió de cerca, examinando el juguete en sus manos. Estaba un poco desgastado, pero perfectamente adecuado para una niña.
Dejó el teléfono entre un gran grupo de otros juguetes en el piso alfombrado de Daisy.
—Muy bien, Daisy, ¿con cuál quieres jugar primero? ¿El oso de peluche? ¿El robot? —Daisy miró por encima de su mar de juguetes, y finalmente señaló con un dedo rechoncho al teléfono.
—¡Ese! —Ella se rió.
Lydia se agachó para presionar el botón de encendido. Al instante, el pequeño juguete saltó a la vida con un tintineo musical, haciendo que Daisy sonriera de alegría.
De repente, el receptor de plástico vibró.
—Oh-oh! —Lydia dijo con un chirrido—. ¿Quién está al teléfono, Daisy?
Daisy puso el teléfono en su oreja con entusiasmo. Rápidamente, su expresión se volvió de la alegría al miedo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y sus labios apuntaron hacia abajo con el ceño fruncido. Tiró el teléfono al suelo, en la cúspide de las lágrimas. Lydia arqueó las cejas.
—¿Qué pasa, cariño? ¿No está funcionando?
Daisy se volvió hacia su madre, gesticulando hacia el teléfono.
—El hombre del otro lado está siendo malo conmigo ... —Ella apenas pudo terminar su oración antes de estallar en un ataque de sollozos, lloriqueó y se llevó las manos a la cara.
—... ¿Qué? —Lydia respondió, preocupada. Ella se agachó para levantar el auricular, recogiendo a Daisy en sus brazos.
Una voz ronca respiró en el oído de Lydia. Aturdida, sus ojos se ensancharon con temor.
—Deberías haber cerrado la puerta principal —Dijo la voz, desde una garganta que sonaba como si estuviera llena de vidrios rotos. Lydia gritó, dejando caer el teléfono al suelo. Golpeó el juguete contra la pared con una poderosa patada, rompiéndolo en pedazos contra su talón. Daisy observó con confusión, las lágrimas aún corrían por su rostro.
—Está bien, bebé —dijo Lydia, respirando pesadamente—. Todo está bien ahora.
Besó a Daisy en la frente, meciéndose lentamente de un lado a otro. Pero Lydia se congeló una vez más cuando escuchó 10 golpes rápidos que subían las escaleras desde el pasillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario