No era muy tarde, tampoco muy temprano, alrededor de las 11:30 de la noche. Vi una sombra, pensé que se trataba de mi padre pero cuando la encaré, me encontré con una imagen que no se me borraría de la cabeza: una mujer con las cuencas de los ojos vacías y varios tentáculos viscosos, derramando abundante llanto.
Pensé que había enloquecido. Me volví a mi cama, intentando olvidar tan viviente pesadilla. Al rato me volví a levantar, sudoroso y temblando. De pie, ella me vigilaba.
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