A 120 kilómetros, en New York, una familia acogedora formada por un padre cabeza de familia, por su esposa y por sus dos hijos, para ser exactos, un varón de nueve inocentes años, y una adolescente de apenas catorce, viven en un piso de extrema minimización.
Se escuchan pasos de estable irregularidad que se acercan a la puerta, hasta que con unos fuertes nudillos, alguien golpea sin ver que a un lado se encuentra el timbre.
El padre abre la puerta y se muestra un hombre vestido elegantemente con un maletín de cuero, que sin previa invitación entra en el reducido cuarto, toma asiento y activa la clave del maletín para abrirlo. Al hacer esto se pudo comprobar que a pesar de tener la apariencia de un maletín, no era más que un ordenador. El hombre tecleó una contraseña.
Mientras, la cabeza de la familia iba preguntándole algunas cuestiones, ¿quién era? ¿qué hacía?.. etc.
El hombre no contestó y solo habló cuando acabó de abrir un programa en el que salió la imagen de un hombre. Dijo entonces:
—Este es su tío señor Miller, ha fallecido hace poco y ha dejado una propiedad a su nombre. Cuando quiera nos dirigimos a la dicha mansión y le hago entrega de las llaves del inmueble. El padre no se opuso, ni mucho menos puso excusas y toda la familia se dirigió a la mansión. Era enorme, gigantesca y muy oscura, toda negra.
—Está construida con madera negra, por eso tiene ese aspecto tan oscuro y el techo tiene incorporadas placas solares para obtener luz— informó el hombre de negro.
A seguir de ese comentario el hombre le entregó las llaves al padre, el cual no tardó en entrar con toda su familia.
La casa era enorme, gigantesca, cuadrilátera; contaba con una larga ramificación a la mitad del lado inferior, que daba a la entrada y con una habitación en cada una de las esquinas del cuadrado (si es que intentas imaginártela desde arriba). Entraron pero ya era muy tarde para explorar la casa o hablar así que localizaron la cocina y cenaron.
Después cada uno tuvo que elegir una habitación diferente para dormir pues las camas eran tan justas a las medidas de un cuerpo humano, que incluso el matrimonio debió dormir separado.
Pronto se apagaron las luces cuando se hizo de noche y las placas solares no pudieron utilizar más la energía recogida por el sol, pues eran de poca potencia. Todo estaba inundado por eterna oscuridad, y un silencio espectral comenzó a conquistar habitación por habitación como si fuera un maquiavélico plan para gobernar un estado.
Todos conciliaron el sueño y no tuvieron ninguna pesadilla, solo el hijo menor de apenas nueve años no podía dormir, pero aun así tenia los ojos cerrados por miedo a abrirlos y tenía tanto miedo como para no poder cerrarlos más. No aguantó, y acabó por abrir los ojos. Todo estaba oscuro, no había diferencia en tener los ojos abiertos que cerrados y el silencio culminaba la acumulación de horror que tenía el niño. No podía aguantar más, y en la oscuridad, se bajó de la cama, y notó el suelo tremendamente helado, pero el miedo superaba a esa sensación tan polar, pues no exagero al decir que podría enfermar del frío, pero no dejo dominarse y se fue corriendo a una máxima velocidad para su edad, hasta que se volvió a hacer el silencio. No se oyeron mas pasos.
No se oyó nada más.
Al día siguiente, la familia llamó a la policía por la desaparición de su hijo, pero la policía no quería perder el tiempo y no se entregó en su trabajo de buscar al niño por la casa. Mataron el tiempo hasta que tuvieron que irse. Volverían al día siguiente para continuar la búsqueda.
Se hizo de noche pero esta vez las luces siguieron encendidas, pues había hecho un día tremendamente soleado. Toda la familia se fue a dormir con sus corazones encogidos.
El padre acabó conciliando el sueño, y la madre también acabó por dormirse, pero la hija no pudo dormir. Sufría demasiado. Ella había sido la sombra de su hermano, su mitad. Ella había compartido todos los momentos de su hermano, todas sus tristezas y todas sus alegrías.
Y en el silencio de la noche, la niña oyó una voz, y aunque hablaba en su idioma, no la entendía. Le pareció un timbre de hombre, después de mujer, después de niña, pero no, no era ni de hombre, ni de mujer, ni de niña, era la voz de su hermano, y aunque era clara y alta, no la entendía.
Parecía como si ella estuviera utilizando un idioma completamente diferente al de su hermano. Seguidamente, una sombra se pasó delante de su habitación a una velocidad trepitosa, se levantó para ver quién era, y de repente, se acabó la energía solar acumulada, y se hundió la mansión en las sombras, la niña volvió a acostarse. Y de nuevo silencio. Silencio en su habitación. Ni ruido.
Ni pestañeo. Ni respiración.
Al día siguiente también desapareció su hija, y la policía estuvo buscando en los mismos sitios en los que buscó el día anterior, pues querían acabar de una vez la jornada de trabajo.
Aquella noche, el padre y la madre tenían muy claro que no se iban a ir de esa mansión, no sin sus hijos.
El marido cogió una linterna y la encendió. El matrimonio pasó el tiempo en la misma habitación hablando de cosas poco importantes, hasta que la mujer rompió a llorar por la pena de sus hijos. Era una mujer sabia, fuerte emocionalmente, con mucha fortaleza, y su marido al verla llorar también soltó alguna lágrima, cuando de repente, su mujer al ver que su marido compartía al máximo su dolor le confesó:
—No deberías llorar, pues nuestro hijo no es tuyo, lo concebí una noche que salí hacia los bares y me emborraché, una de aquellas noches en las que me lleno de cólera por nuestras discusiones…
El hombre quedó pálido, pero como era de esperar en una persona adulta, adoptó una firme compostura y le dijo a su mujer:
—No te preocupes, que aunque no sea hijo mío yo le vi nacer, yo le vi crecer, y eso es lo que debe hacer un padre, compartir los momentos de la vida de su hijo.—La madre al oír esas nobles palabras rompió a llorar y salió de la habitación corriendo, enfadada con ella misma por esa traición a su marido.
De repente, la linterna dejo de funcionar, y el padre la guardó en su bolsillo boca abajo antes de salir corriendo a buscar a su mujer.
La esposa se encontraba llorando, sola, en la oscuridad, en el silencio.
No se veía nada.
No se escuchaba nada. El terror y la pena iban aumentando, intentaba gritar, pero no se oía nada, el silencio era mas potente que su voz se hundió en la desesperación. Seguía gritando, pero solo un grito se oyó, un solo grito, un último grito. Después… SILENCIO.
El padre al oír el grito supo que se supone que había ocurrido, y supo también que ya no tenia nada, nada. Notó lo helado que era el suelo, pero no le dio importancia, estaba pensando, en lo solo que se había quedado. Sin nada.
Entonces, la linterna, de repente, pareció recuperar la luz, y al estar boca abajo en su bolsillo produció un resplandor el cual iluminó el suelo. El hombre miró al suelo, hacía sus pies. Sonrió mientras una lágrima resbalaba a través de su arrugado rostro. Después, se oyeron tres golpes. Después, el silencio…
Los policías al no encontrar a nadie, comenzaron a registrar auténticamente la mansión, pero sin hallar vida alguna. Se le mandó un informe de los hechos a la asociación parapsicológica de los estados unidos, la cual bautizó la mansión, como ‘’El hogar de las sombras’’.
Un médium con poderes psíquicos al tacto quiso investigar la casa, y se quedó una noche. Se hundió en la oscuridad y silencio, y al tocar el suelo vio todo lo sucedido. Vio como toda la casa se volvía un espejo al anochecer, y como se volvía metálico, de un metal reflejador, de un espejo.
Vio como el tío moría al caerle una hacha del retumbo de apoyarse en la oscuridad de la noche en un mueble, vio como el niño perdía la vida al estamparse contra la pared, dura, con una capa de mas de cinco centímetros de espejo, por correr en la oscuridad, vio como la niña perecía al sin darse cuenta por el silencio y negrura, dejar su cabeza de nuevo en la cama después de ver la sombra imaginada por su mente, en la puerta, se clavó la esquina formada por el espejo al aferrarse a la forma de la almohada.
Vio como la mujer caía en tragedia, pues era una hipócrita y se hacía la fuerte para que los demás no vieran lo débil y frágil que es, le dio un infarto, y el marido, murió al ver a su mujer muerta reflejada en el espejo de debajo suyo, se dio golpes con las paredes hasta perder la vida. Lo más sorprendente es que todos los cadáveres quedaban atrapados en los espejos, sus almas quedaban encerradas.
El médium al ver tal horror decidió salir de esa mansión rápidamente, pero, a través de esa oscuridad, y con la inseguridad de tormentoso silencio, se tropezó con un muebles convertido en espejo, y se dio un golpe en la cabeza con el suelo, pereció.
Al día siguiente demolieron la casa.
Dicen que las mansiones tienen alma, y dicen que hay vida detrás de la muerte, y también dicen que los espejos atrapan las almas de los muertos.
Quien sabe… puede que la mansión se reencarne. Pues si es así, tengan cuidado, la casa sigue viva, buscando más víctimas para capturar sus almas y ofrecerlas en sacrificio, para la resurrección de Satanás.
Tranquilo, no debes temer a nada, porque el mayor miedo, es el que se crea uno mismo.
Pronto se apagaron las luces cuando se hizo de noche y las placas solares no pudieron utilizar más la energía recogida por el sol, pues eran de poca potencia. Todo estaba inundado por eterna oscuridad, y un silencio espectral comenzó a conquistar habitación por habitación como si fuera un maquiavélico plan para gobernar un estado.
Todos conciliaron el sueño y no tuvieron ninguna pesadilla, solo el hijo menor de apenas nueve años no podía dormir, pero aun así tenia los ojos cerrados por miedo a abrirlos y tenía tanto miedo como para no poder cerrarlos más. No aguantó, y acabó por abrir los ojos. Todo estaba oscuro, no había diferencia en tener los ojos abiertos que cerrados y el silencio culminaba la acumulación de horror que tenía el niño. No podía aguantar más, y en la oscuridad, se bajó de la cama, y notó el suelo tremendamente helado, pero el miedo superaba a esa sensación tan polar, pues no exagero al decir que podría enfermar del frío, pero no dejo dominarse y se fue corriendo a una máxima velocidad para su edad, hasta que se volvió a hacer el silencio. No se oyeron mas pasos.
No se oyó nada más.
Al día siguiente, la familia llamó a la policía por la desaparición de su hijo, pero la policía no quería perder el tiempo y no se entregó en su trabajo de buscar al niño por la casa. Mataron el tiempo hasta que tuvieron que irse. Volverían al día siguiente para continuar la búsqueda.
Se hizo de noche pero esta vez las luces siguieron encendidas, pues había hecho un día tremendamente soleado. Toda la familia se fue a dormir con sus corazones encogidos.
El padre acabó conciliando el sueño, y la madre también acabó por dormirse, pero la hija no pudo dormir. Sufría demasiado. Ella había sido la sombra de su hermano, su mitad. Ella había compartido todos los momentos de su hermano, todas sus tristezas y todas sus alegrías.
Y en el silencio de la noche, la niña oyó una voz, y aunque hablaba en su idioma, no la entendía. Le pareció un timbre de hombre, después de mujer, después de niña, pero no, no era ni de hombre, ni de mujer, ni de niña, era la voz de su hermano, y aunque era clara y alta, no la entendía.
Parecía como si ella estuviera utilizando un idioma completamente diferente al de su hermano. Seguidamente, una sombra se pasó delante de su habitación a una velocidad trepitosa, se levantó para ver quién era, y de repente, se acabó la energía solar acumulada, y se hundió la mansión en las sombras, la niña volvió a acostarse. Y de nuevo silencio. Silencio en su habitación. Ni ruido.
Ni pestañeo. Ni respiración.
Al día siguiente también desapareció su hija, y la policía estuvo buscando en los mismos sitios en los que buscó el día anterior, pues querían acabar de una vez la jornada de trabajo.
Aquella noche, el padre y la madre tenían muy claro que no se iban a ir de esa mansión, no sin sus hijos.
El marido cogió una linterna y la encendió. El matrimonio pasó el tiempo en la misma habitación hablando de cosas poco importantes, hasta que la mujer rompió a llorar por la pena de sus hijos. Era una mujer sabia, fuerte emocionalmente, con mucha fortaleza, y su marido al verla llorar también soltó alguna lágrima, cuando de repente, su mujer al ver que su marido compartía al máximo su dolor le confesó:
—No deberías llorar, pues nuestro hijo no es tuyo, lo concebí una noche que salí hacia los bares y me emborraché, una de aquellas noches en las que me lleno de cólera por nuestras discusiones…
El hombre quedó pálido, pero como era de esperar en una persona adulta, adoptó una firme compostura y le dijo a su mujer:
—No te preocupes, que aunque no sea hijo mío yo le vi nacer, yo le vi crecer, y eso es lo que debe hacer un padre, compartir los momentos de la vida de su hijo.—La madre al oír esas nobles palabras rompió a llorar y salió de la habitación corriendo, enfadada con ella misma por esa traición a su marido.
De repente, la linterna dejo de funcionar, y el padre la guardó en su bolsillo boca abajo antes de salir corriendo a buscar a su mujer.
La esposa se encontraba llorando, sola, en la oscuridad, en el silencio.
No se veía nada.
No se escuchaba nada. El terror y la pena iban aumentando, intentaba gritar, pero no se oía nada, el silencio era mas potente que su voz se hundió en la desesperación. Seguía gritando, pero solo un grito se oyó, un solo grito, un último grito. Después… SILENCIO.
El padre al oír el grito supo que se supone que había ocurrido, y supo también que ya no tenia nada, nada. Notó lo helado que era el suelo, pero no le dio importancia, estaba pensando, en lo solo que se había quedado. Sin nada.
Entonces, la linterna, de repente, pareció recuperar la luz, y al estar boca abajo en su bolsillo produció un resplandor el cual iluminó el suelo. El hombre miró al suelo, hacía sus pies. Sonrió mientras una lágrima resbalaba a través de su arrugado rostro. Después, se oyeron tres golpes. Después, el silencio…
Los policías al no encontrar a nadie, comenzaron a registrar auténticamente la mansión, pero sin hallar vida alguna. Se le mandó un informe de los hechos a la asociación parapsicológica de los estados unidos, la cual bautizó la mansión, como ‘’El hogar de las sombras’’.
Un médium con poderes psíquicos al tacto quiso investigar la casa, y se quedó una noche. Se hundió en la oscuridad y silencio, y al tocar el suelo vio todo lo sucedido. Vio como toda la casa se volvía un espejo al anochecer, y como se volvía metálico, de un metal reflejador, de un espejo.
Vio como el tío moría al caerle una hacha del retumbo de apoyarse en la oscuridad de la noche en un mueble, vio como el niño perdía la vida al estamparse contra la pared, dura, con una capa de mas de cinco centímetros de espejo, por correr en la oscuridad, vio como la niña perecía al sin darse cuenta por el silencio y negrura, dejar su cabeza de nuevo en la cama después de ver la sombra imaginada por su mente, en la puerta, se clavó la esquina formada por el espejo al aferrarse a la forma de la almohada.
Vio como la mujer caía en tragedia, pues era una hipócrita y se hacía la fuerte para que los demás no vieran lo débil y frágil que es, le dio un infarto, y el marido, murió al ver a su mujer muerta reflejada en el espejo de debajo suyo, se dio golpes con las paredes hasta perder la vida. Lo más sorprendente es que todos los cadáveres quedaban atrapados en los espejos, sus almas quedaban encerradas.
El médium al ver tal horror decidió salir de esa mansión rápidamente, pero, a través de esa oscuridad, y con la inseguridad de tormentoso silencio, se tropezó con un muebles convertido en espejo, y se dio un golpe en la cabeza con el suelo, pereció.
Al día siguiente demolieron la casa.
Dicen que las mansiones tienen alma, y dicen que hay vida detrás de la muerte, y también dicen que los espejos atrapan las almas de los muertos.
Quien sabe… puede que la mansión se reencarne. Pues si es así, tengan cuidado, la casa sigue viva, buscando más víctimas para capturar sus almas y ofrecerlas en sacrificio, para la resurrección de Satanás.
Tranquilo, no debes temer a nada, porque el mayor miedo, es el que se crea uno mismo.
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