sábado, 29 de junio de 2019

La Voz

Si alguna vez estás en una zona de silencio absoluto, interrumpe tu respiración y no muevas ningún músculo. En unos segundos comenzarás a escuchar el sonido del silencio, algo así como un pitido vacío. Esto no es algo especial ya que dadas las condiciones correctas, todos podrán escucharlo. 

Una persona informada te explicará que tu cerebro intenta interpretar la ausencia de sonido, por lo que crea un ruido de relleno. En realidad esto cumple un propósito más arcano: Encubrir un sonido que no deberías oír. Este ruido no es imposible de escuchar y si eres persistente, puedes romper efectivamente la cortina de sonido falso. 

La próxima vez que haya silencio y escuches el pitido, grita a todo pulmón por algo de 30 segundos y luego guarda silencio abruptamente. Será distinto para todos, algunas personas no escuchan nada diferente por docenas de intentos, otros captarán un leve murmullo. Unos cuantos héroes auditivos lo discernirán con los eventos por ocurrir dentro de diez segundos en el futuro. 

A medida que el tiempo pase, serás capaz de distinguir la voz aún con otros sonidos de fondo, hasta el punto en el que podrás escucharla en cualquier momento con solo concentrarte. Tal habilidad sería, sin lugar a dudas invaluable ¿No?. Reaccionarías ante cualquier peligro próximo, te relacionarías con personas a tu alrededor con mayor facilidad. Nadie te sorprendería. 

Pero quizá la voz es tan horrible que te volverá loco… O quizá solo predecirá tu muerte una y otra vez. 

Bueno, ese no es el caso, es una voz normal, que escucharás sin importar qué y es cuestión de tiempo poder notarla. Pero hay un peligro pues, verás, en donde hay una voz, hay un cuerpo y así como percibirás nuevos sonidos, también percibirás nuevas vistas… En lo particular: Serás visto.




Calificación: 


Sally Juega conmmigo

El verano era bastante bueno ese año. El sol como siempre, calentaba la piel; las ligeras brisas que recorrían el barrio y apaciguaban el calor y el frío, por lo que el clima era perfecto. Un verano que Sally jamás olvidará. Sally era una niña de 8 años, cabello largo y rizado de ojos verde claro. Era una niña muy educada, alegre y obediente. Sus padres la adoraban, no podían pedir más de ella. Sally reía mientras jugaba con sus amigos afuera de su casa, jugaban a la rayuela, a las muñecas y las etiquetas. Su madre la miraba desde adentro, limpiándose las manos con su delantal, gritándole:

¡Sally,cariño! ¡Es hora de que comas tu almuerzo!

Sally levantó la vista de su juego sonriéndole, Está bien mamá, sentándose en la mesa muy emocionada.

Su madre le colocó un sándwich de mantequilla, unos bastones de zanahoria, un apio al lado y un zumo de naranja. 

Gracias, mami.

De nada, cariño.

La niña empezó a comer, mientras su madre se sentaba a su lado sonriéndole:

¿Adivina qué...? Tu tío Jonas viene de visita.

Ella le sonrió con las comisuras de la boca llenas de comida.

Mmm... ¿Tío Jonas?, repitió con su boca llena mientras la madre se reía de ella asintiendo con la cabeza.

¡Ajam! Él viene a ayudar a tu padre con un trabajo y también a cuidarte, tal vez podamos ir a la feria juntos.

Sally masticaba rápido lo que quedaba en su plato.

¿Sara y Jennie también?

La madre levantó la vista pensativa:

Depende de lo que digan sus padres, si pueden, sí.

La niña sonrió y saltó de su asiento nuevamente. Este verano lo pasaría genial. En el transcurso de los días el tío Jonas llegó a la casa de su hermana. Salió de su coche estirando su cabeza y dando un suspiro de cansancio.

¡Tío Jonas!, gritó llamando su atención y corrió hacia sus brazos, quien le respondió:

¡Hey, Sally! ¿Cómo estás?, levantándola y abrazándola apropiadamente; la niña sonrió e intercambió miradas con sus amigas.

Estaba jugando con Sara y Jennifer, ¡mamá esta adentro, vamos a decirle que llegaste!

La baja y caminan hacia la casa, llamando desde afuera a la madre.

¡Hey, Marie! ¡Ya llegué!, mientras Sally iba hacia dentro.

¡Mamá! ¡Ya está aquí!

La madre salió de la casa corriendo de la cocina y sonrió al ver a Jonas.

Jonas, ¿has llegado bien?

El hombre puso la niña en el suelo y le dio una palmadita, y abrazó a la mujer.

Por supuesto que sí. ¿Por qué si no iba a venir aquí sano y salvo?

Se echó a reír, y caminó hacia la cocina con la mujer. Luego Sally corrió hacia la puerta, gritando que volvería a jugar.

¡Asegúrate de entrar antes de que oscurezca!

¡Sí, señora!

Y la niña se fue.


A la hora de la cena, el padre de Sally llegó a casa, feliz de ver a su hermano en su casa. Caminando con su hija, se acercó a Jonas con un apretón de manos y un abrazo.

Encantado de verte hombre, ¿Cómo estás?, le preguntó cruzando los brazos, mirando a su esposa poner la mesa. Jonas se encogió de hombros, jugueteando con sus pulgares. 

Me separe de Karen.

Oh, eso es terrible, lo siento... Jonas meneó la cabeza con una sonrisa.

No, está bien. Estoy contento, me puedo mover libremente sin tener a alguien constantemente queriendo saber dónde estoy y lo que hago.

Los dos hombres rieron juntos, sentándose en la mesa para comer.

Mmm, Marie, esto sabe maravilloso.

Gracias, me alegro de que te guste.

Mmm, ¡está delicioso mamá!

Los adultos sonrieron y se rieron del cumplido de la niña. Los platos se empezaron a vaciar, y Sally empezó a bostezar una y otra vez, frotándose los ojos con sus manos. Su madre sonrió y le frotó suavemente la espalda.

Parece que alguien está cansada, ¡hora de ir a dormir!

Sally asintió y saltó de su asiento, recogiendo su plato y llevándolo al fregadero. Su madre se levantó para llevarla a la cama, pero Jonas la detuvo jalándola del brazo.

Yo la llevo, dijo sonriendo.

Muy bien, gracias John.

El hombre asintió con la cabeza, mirando a la mujer y llevó a la joven a su habitación. John sonrió y cerró la puerta detrás de él, mirando el pequeño desorden de la niña.

¿Necesitas ayuda?, le preguntó, mirando a la niña, la cual también lo mira asintiendo.

Está bien, vamos a ver lo que tienes.

El hombre comenzó a buscar entre sus pijamas.

¿Tienes alguno de fresas? Apuesto a que vas a oler igual que ellas en tus sueños.

Él tomó la camisa y se la mostró, inhalándolo un poco. Sally rió y negó con la cabeza para indicar que no quería llevar su pijama de fresas. Jonas asintió con la cabeza, puso la camisa de nuevo en su sitio y sacó una camisa con un unicornio.

¿Qué tal este? Apuesto a que vas a montar en unicornio, señorita.

Una vez que la niña se rió y negó con la cabeza. El hombre soltó un pequeño gruñido antes de colocarlo de nuevo. Luego sacó un camisón blanco. 

¿Qué tal esto? Te convertirás en una princesa.

Los ojos de Sally se encendieron y dio una palmada con entusiasmo y asintió. Colocó el vestido en la cama, él se acercó a ella y comenzó a desabrocharle la camisa.

Puedo vestirme sola, tío, dijo con una sonrisa, mirando hacia abajo. El hombre sonrió y asintió con la cabeza, sin dejar el trabajo a medias.

Apuesto a que puedes, pero estás cansada, y ¿por qué no te puedo ayudar?, le preguntó, mirando a Sally cabecear un par de veces.

Una vez consiguió desabrochar la camisa, él se la deslizó por sus hombros y le dio un codazo en la panza, haciéndola reír.

Él sonrió y cogió el borde de sus pantalones cortos y tiró hacia abajo. Finalmente, el hombre agarró su camisón y empujó la apertura por encima de su cabeza, asegurándose de que sus brazos podían pasar por las mangas.

¡Ya está!, dijo alegremente, mirando la sonrisa de la niña de nuevo, riendo mientras llegaba a la parte superior de la cama.

Jonas se levantó y recogió su ropa, la puerta se abrió y entró la madre de Sally

¿Estás lista para dormir?, dijo. Jonas se levantó y corrió hacia el otro lado de la cama.

La voy a recostar, ¿te parece bien?

Marie lo miró y sonrió moviendo la cabeza.

Claro que sí.

Miró a su hija, se inclinó y la besó en la frente.

Buenas noches, mi amor.

Buenas noches mamá, dijo la niña dándose un masaje suave con el dedo pulgar en la frente. La mujer tomó la ropa y Jonas la hizo salir de la habitación.

Jonas le sonrió a la madre y se acercó al interruptor de la luz, apagándolo; luego cerró cuidadosamente la puerta de la habitación con llave y miró por encima del hombro a Sally. Jonas tenía una sonrisa escalofriantemente retorcida.

Al paso de los días, Marie observó que Sally no actuaba con normalidad: ella no sonreía tan brillante como antes, no mostraba alegría ni hablaba con la misma cantidad de felicidad. Marie tomó la mano de la niña, antes de que esta se fuese a jugar con sus amigos, y se la llevó a un lado.

Sally miró a su madre con una mirada confusa.

Cariño, ¿te sientes bien?, preguntó, arrodillándose para estar a la altura de su hija. Sally miró distraídamente, y poco a poco comenzó a llorar.

Su madre abrió los ojos, confundida.

¿Sally?

M-mamá... Yo... Yo no quería t-to..., alcanzó a decir la niña con ataque de hipo.

¿No querías hacer qué, amor?

Yo no quería jugar... Yo no quería jugar su juego...

Sally miró a su madre y la abrazó con fuerza.

Él m-me tocó... Y me hizo toc-carlo.

Marie frunció el ceño y comenzó a acariciarle suavemente el cabello, consolándola.

Shhh, no pasa nada, mamá está aquí ahora, fue una pesadilla, eso es todo. Todo está bien ahora, ¿de acuerdo? No te preocupes por eso.

Miró a Sally, que estaba a punto de llorar, y sonrió.

B-bien mamá...

Su madre sonrió y la besó en la frente. 

Ahora ve a lavarte, no querrás ir a jugar con la cara sucia.

Sally soltó una risita y salió corriendo al baño a lavarse la cara. Más tarde ese día, Jonas y su hermano regresaron a la casa a continuar el trabajo. Frank suspiró, sonriendo cuando vio a Sally.

El padre le devolvió el saludo, cerró la puerta del coche y caminó hasta la casa. Jonas miró a Sally sonriéndole, saludando a la niña. Su sonrisa se fue marchitando lentamente, mostrando menos felicidad en ella, pero le devolvió el saludo también. Jonas también entró en la casa, y se detuvo cuando escuchó la conversación entre su hermano y su esposa.

Sally, ¿qué? Preguntó Frank.

Ella tuvo una pesadilla, una muy mala y me dijo: "Él me tocó".

Bueno, ¿quién diablos es "Él"?

No lo sé, Frank... Solo fue una pesadilla, quería informarte de lo que ha estado pasando con ella y por qué está actuando diferente.

Jonas frunció el ceño con ira, con los nudillos volviéndose blancos, después se calmó rápidamente, puso una sonrisa, y entró en la habitación.

Vaya... ¿Interrumpí algo?, les preguntó, mirando a la pareja sacudiendo sus cabezas. Jonas sonrió de nuevo, señaló al coche.

Voy a ir a la tienda, ¿necesitas algo, Marie?

La mujer sonrió y miró hacia la cocina.

Sí, en realidad. ¿Me puedes conseguir algunos huevos, leche, pan y zumo?

Jonas asintió con la cabeza, a punto de salir hasta que se detuvo.

Sally quería venir también, solo quería informarte.

Marie sonrió, Gracias, John.

Él asintió de nuevo y se dirigió fuera de la casa con las llaves en mano, mirando a Sally con sus amigos.

Sally.

Ella levantó la vista hacia él y lo miró fijamente.

¡Vamos a comprar!

John se dirigió hacia el coche, haciendo un gesto a la chica para que lo siguiera. Sally se sentó allí por un momento, luego puso sus muñecas sobre la hierba.

Voy a dar una vuelta, por favor, cuiden a Mazapán y Lily.

Jennie y Sarah sonrieron y asintieron con la cabeza. Sally se dirigió de mala gana al coche y subió al asiento de pasajeros.

¿Sabe mamá que iré contigo, tío?, preguntó ella. Jonas asintió con la cabeza y puso las llaves en el encendido, arrancándolo y salió de la calzada.

Sí, ella quiere que compremos cosas para la comida, tal vez pueda conseguir algo.

Él sonrió mirando a la niña. Sally sonrió nerviosamente y miró hacia delante, observando el paisaje. Tan pronto como llegaron a la carretera que va a la tienda, Sally se dio cuenta de que no se detuvo al estar enfrente de la tienda. Ella frunció el ceño confundida, y alzó la vista hacia él.

Tío Jonas, te acabas de pasar la tienda... Dijo apuntando en la dirección a la tienda de alimentos integrales.

Pero él no habló, solo siguió conduciendo, con una sonrisa muy leve en su cara. La niña se sentó y miró por encima del asiento trasero, mirando a la tienda poco a poco cada vez más pequeña hasta que se perdió de vista. Al darse cuenta de que no iban al supermercado, la niña vio que el tío aparcó en un parque que había cerca de la ciudad, pero nadie salía al parque los domingos.

Sally se puso nerviosa, su respiración se aceleró, mirando al hombre con ojos muy abiertos. Jonas apagó el motor, mirándola, la ira se mostraba en su rostro.

Te dije que no le digieras nada a mamá, ¿no?, Le preguntó, mirando a la niña negando desesperadamente con la cabeza.

No estás jugando el juego correctamente, Sally.

El hombre se acercó y sacó a la niña del auto.

Dijiste que jugarías conmigo Sally, me mentiste.

Abrió la puerta del coche a su lado, saliendo junto con ella y la empujó al suelo.

Uno tiene que ser castigado por romper las reglas, dijo desabrochándose el cinturón.

Una pareja encontró el cuerpo de una niña de 8 años en el parque de la comunidad a las 9 p. m. Era Williams Sally.

Podría haber jurado que cerré la puerta antes de meterme en la cama, supongo que se me olvidó...

El adolescente caminó por la habitación y cerró la puerta. Antes de que pudiera acostarse de nuevo y tan pronto como se cubrió, las piernas se le congelaron al oír el leve sonido de un llanto, sonaba como un niño.

Se levantó poco a poco de la cama una vez más, se dirigió a la puerta y la abrió. El llanto parecía ser más fuerte fuera de su habitación. Miró hacia abajo en la oscuridad y se arrastró por el pasillo, siguiendo el sonido de los gemidos. Una vez llegando al final del todo, se quedó sin aliento. Sentada en el suelo, delante de la ventana iluminada por la luna, era una niña, encorvada, llorando.

Tragó saliva y tomó la palabra.

Quién... ¿Quién eres? ¿Cómo te metiste en mi casa?, le preguntó a la niña.

De pronto, el llanto se detuvo; la niña movió lentamente sus temblorosas manos lejos de su cara y miró detrás de ella, retorciéndose ligeramente. La sangre sustituyó sus lágrimas, manchando sus manos.

Ella estaba impregnada de sangre, el pelo a un lado de su cabeza, el goteo de sangre de la herida en su rostro y su ropa sucia. A través de los brillantes ojos verdes parecía que se veía su alma.

Esta es mi casa..., Habló con voz ronca, sonando como si estuviera luchando para hablar.

El cuerpo de la chica hizo una mueca y se movió extrañamente hacia el adolescente. Sus pies estaban sucios, como si hubiera estado corriendo por el barro, llena de raspaduras por las rodillas y piernas; y el final de su vestido estaba roto y estropajoso.

Sally: era el nombre cosido en la parte delantera.

¿Quieres jugar?, sonrió, con los dientes manchados de sangre mientras hablaba, Juega conmigo...






Calificación: 


Jane the Killer

Jane Arkensaw era una chica muy hermosa, tenía la piel blanca y hermosos ojos verdes. Se llevaba bien con sus padres y tenía buenos amigos en el colegio, nada fuera de lo ordinario, hasta que Jeffrey Woods se mudó junto a su casa...



Hacía algunas semanas una familia se había mudado a la casa de al lado, tenían dos hijos de mi edad, sólo había conversado con ellos un par de veces, pero solía ver a menudo a Jeff desde mi ventana. 
Un día se me hizo tarde para llegar a la escuela y mientras corría vi a Randy y su pandilla amenazando a Jeff y a su hermano Liu, sabía perfectamente que Randy era un matón que hacía pagar a todo el mundo una pequeña comisión de dinero en efectivo o el bocadillo del desayuno, a cambio de que no se ganaran una paliza... Unos segundos más tarde y vi como le robaban la cartera a Liu, y empujaban a Jeff contra el suelo, entonces él se levantó. “¡Quédate sentada, no seas estúpida!”. Entonces el chico se abalanzó contra Randy, luego cogió a Troy, quien terminó en el suelo gritando de dolor, me preocupé al ver esa pelea ya que parecía que Jeff se estaba divirtiendo demasiado, y por la cara de su hermano, parecía que esto no era habitual. Lo siguiente que se oyó fue el sonido de las sirenas de la policía... era la patrulla de mi padre.

Mis padres me advirtieron que no querían que me relacionara con nuestro vecino, así que no vi nuevamente hasta que terminó el día. Cuando lo salió de allí, tenía una expresión difícil de descifrar "era como la sonrisa de un loco" pensé.
A la mañana siguiente vi una patrulla en la casa de al lado, me quede viendo que ocurría y en unos minutos vi salir a Liu esposado mientras su hermano lloraba y gritaba para que no se lo lleven. Luego de eso, el vecindario no paraba de esparcir rumores sobre el joven detenido.

Días después, otro vecino, celebró su fiesta de cumpleaños, ví a Jeff jugando a los vaquero con los niños, hasta que aparecieron Randy y sus amigos, saltaron el cerco y el líder se abalanzó sobre el hermano de Liu, derribándolo. Luego la pandilla saco unas pistolas, pero éstas lucían reales... Llamé inmediatamente a la policía, pero en ese momento oí disparos, corrí a toda velocidad a socorrer a Jeff pero cuando llegué al lugar las llamas y los gritos me impidieron avanzar, tomé un extintor y me abrí paso entre las llamas, pero cuando llegue él ya estaba ardiendo en llamas. Me desmayé.


Desperté en el hospital, la enfermera me dijo que estaba de alta y mientras recogía mis cosas le pregunté cómo se encontraba mi vecino, entonces le dijo la enfermera que ya se podía ir a su casa, pero Jane quiso preguntar cómo se encontraba Jeff,  enfermera contestó que no podía recibir visitas aunque se tratara de su novia. “¡Él no es mi novio!” 
Al salir del cuarto los padres de Jeff estaban afuera para agradecerme por intentar salvar a su hijo, me contaron que él estaba bien y que me avisarían cuando pudiera quitarse las vendas. Les dije todo lo que había visto, sobre esta pelea y la anterior, los señores Woods parecían muy contentos, dijeron que si eso era cierto dentro de unos días soltarían a Liu.

El rumor de que era la novia del chico más peligroso del colegio corrió muy rápido, nuestros compañeros comenzaron a meterse conmigo sólo porque creían que estaba enamorada de Jeff. Un día apareció Liu y me avisó que al día siguiente le quitarían las vendas a su hermano. A la mañana siguiente me llené de emoción al ver llegar el automóvil de los Woods, pero al ver salir a Jeff un escalofrío recorrió mi cuerpo... su cabello castaño era ahora de color negro, su piel era blanca y con la misma sonrisa sádica, que tenía el mismo día que se peleó con Randy.
Podría jurar que él me estaba mirando fijamente con esos ojos tan abiertos y aterradores. Todo se puso borroso, me desmaye. 

Al despertar ya era de noche y mis padres no estaban en casa, me vestí y baje las escaleras, la luz de la cocina estaba encendida y sobre la mesa había una nota que decía: “¿No vienes a cenar? Tus amigos están aquí". 

Después de leer esto comencé a temblar, miré discretamente hacia la casa de los Woods, las luces estaban encendidas. Entonces lo vi apoyado en la ventana de su casa, me sonrió mientras golpeaba la ventana con una mano, mientras que en la otra sostenía un ensangrentado cuchillo. Tomé uno también y corrí hacia su puerta a ayudar, forcé un poco la cerradura, pero cuando ésta se abrió escuche una voz que decía: "¡Lo has conseguido, me alegro amiga mía!" . Grité al ver sus grandes ojos sin parpados, su roja sonrisa y pálida piel... Su ropa estaba cubierta de sangre. Me sentí desvanecer nuevamente.

Cuando desperté, estaba sentada en el comedor y también estaban mis padres, los padres de jeff y algunos amigos... Todos estaban... Muertos... Todos tenían una sonrisa tallada en sus caras y las marcas de entrada y salida de un gran cuchillo, vi además lágrimas de sangre en sus ojos.
Traté de gritar, pero me dí cuenta de que estaba amordazada y atada a mi silla. “Mira quien ha despertado finalmente”, Jeff estaba allí, detrás suyo, acercándole un cuchillo a la garganta y le dijo: “Cállate, cállate, que a los amigos no se les debe chillar, seguro que estás enfadada porque no te ves tan bella como ellos, pero no te preocupes que pronto haré que luzcas bella también. ¿Qué me dices?”, cortó la mordaza con el cuchillo. "Vete a la mierda" le susurre. 
“Me pareces más divertida de lo que pensaba, los amigos se hacen favores entre ellos, ¿no?, bueno pues te voy a hacer un favor.”,no pude evitar llorar al ver a mis padres muertos frente a mí, hasta que Jeff regresó, “No llores”, dijo y noté que sostenía una jarra de lejía y un bidón de gasolina. El me vertió la lejía y la gasolina encima, “Tranquila ya he llamado a los bomberos”, dijo mientras encendió fuego que tan pronto entró en contacto la gasolina, ardió en inmensas llamas y Jeff se largó diciendo: “¡Nos vemos mi querida amiga! Espero que quedes tan hermosa como yo".

Desperté nuevamente en el hospital y la cabeza me daba tumbos, luego vino una enfermera diciendo que lo sentía pero su familia había muerto en el incendio, comencé a llorar, quería que todo fuera un mal sueño... La enfermera me pidió que no llorara o luego no podría respirar, estaba tan cansada que solo quería dormir. Al volver a despertar, note que las vendas ya no estaban y la enfermera entro al cuarto a explicarme que me inducieron un coma por 2 semanas para que pudiera soportar el dolor y recuperarme, “Dame un espejo”, le pedí, pero al verme solo pude tirar el espejo al suelo de el horror que me produjo mi quemado rostro. Un paquete en mi regazo me sacó de mis pensamientos, era de el mismo remitente que las flores.

La caja contenía una máscara blanca con el borde de los ojos de color negro y una femenina sonrisa negra con un encaje que podía cubrirme los ojos, también había una hermosa peluca negra con rizos, un cuchillo y un ramo de rosas negras junto a una nota: "Jane siento que no hallas quedado tan hermosa, pero ésto te servirá para taparte el rostro mientras te recuperas, y te dejaste el cuchillo en mi casa, así que pensé en devolvértelo". Luego de leer esa nota me puse la máscara, la peluca y fui por ultima vez a ver a mis padres, lloré, y tomé mi cuchillo con todas mis fuerzas.



Cada vez que el sol se pone, voy en busca de Jeff para encontrarlo y matarlo… 

La imagen que ronda de Jane dice lo contrario a la de Jeff, "No te vayas a dormir", para así evitar que Jeff consiga hacerles lo mismo a más víctimas inocentes.


Calificación: 


El origen de Ticci Toby

El largo camino a casa parecía seguir y seguir. La carretera se extendía delante del vehículo, infinita. Los rayos de luz que atravesaban las copas de los árboles daban en la ventanilla, lastimando sus ojos.

El entorno estaba lleno de profundos árboles verdes que formaban un bosque alrededor de la carretera. El único sonido era el ronroneo del motor de los coches. Era un día tranquilo. Aunque el viaje parecía agradable, estaba muy lejos de serlo.

La conductora, una mujer de mediana edad, vestía una camiseta de cuello en V y un par de pantalones vaqueros. Adornaba sus orejas con pendientes de diamantes, que soltaban destellos de vez en cuando. Tenía los ojos de un tono verde oscuro, cuyo color resaltaba gracias a su camiseta y a la iluminación. Ella sería como cualquier madre de mediana edad de no ser por sus profundas ojeras color berenjena. La expresión de Connie Rogers era sombría y triste, a pesar de que sus líneas de expresión sugerían que sonreía a menudo.

De vez en cuando miraba hacia atrás en el espejo retrovisor para poder ver a su hijo en el asiento trasero, que estaba encorvado parcialmente, tenía sus brazos apretados alrededor de su pecho y su cabeza presionada contra la ventana fría. El muchacho carecía de apariencia normal, cualquiera podría ver que algo andaba mal con él. Su cabello castaño desordenado estaba en todas las direcciones, y su piel pálida, resaltaba por la iluminación. Tenía ojos oscuros, a diferencia de su madre, el llevaba una camiseta y pantalones blancos que habían sido puestos a su disposición por el hospital. La ropa que había usado antes, manchada por lo destrozado y la sangre, no se podía usar más. El lado derecho de su cara dejaba al descubierto unos cortes a lo largo de la ceja. Su brazo derecho estaba vendado desde la muñeca hasta el hombro, que había sido destrozado cuando había golpeado el cristal roto.

Sus heridas parecían ser dolorosas, cuando en realidad él no podía sentir nada en absoluto. Eso fue sólo una de las glorias acerca de ser él. Uno de los muchos desafíos que tuvo que enfrentar creciendo; crecía con una rara enfermedad que le llevó a ser completamente insensible hacia el dolor. Nunca antes en su vida llegó a sentirse herido. Podría haber perdido el brazo y aun así, no sentía nada. Este y otro trastorno del que se había enfrentado, fue al que gracias a él, le pusieron muchos apodos insultantes en el poco tiempo que asistió a la escuela primaria, antes de ser trasladado a la educación en el hogar, era el Síndrome de Tourette, lo que le causaba tics de una manera que no podía controlar. Él movía su cuello y temblaba incontrolablemente de vez en cuando. Los niños se burlaban de él y le llamaban Ticci Toby, riendo a carcajadas.

Él se puso tan mal que decidieron educarlo en su hogar, ya que era muy difícil para él estar en un ambiente de aprendizaje común con niños normales. Toby se quedó mirando por la ventana, su rostro estaba vacío de toda emoción, y cada pocos minutos sus hombros, el brazo o el pie le temblaban.

Cada golpe que el coche daba, le revolvía el estómago. El nombre de este muchacho era Toby Rogers. Y la última vez que Toby recordó que montaba un coche, fue cuando se estrelló. Eso es todo en lo que él pensaba; Inconscientemente reproducía todo de lo que se había acordado antes de desmayarse, una y otra vez. Toby había sido el afortunado, mientras su hermana no había tenido tanta suerte. Oh, cuando llegó el pensamiento de su hermana mayor, no pudo evitar que unas lágrimas salieran de sus ojos, los horribles recuerdos se reproducían en su mente. Su hermana gritando, cuando se hizo una cortada, la parte delantera del coche rompiéndose. Todo se quedó en blanco por un momento. Después Toby abrió los ojos para ver el cuerpo de su hermana, con la frente perforada con fragmentos de vidrio, las caderas y las piernas rotas, las cuales estaban aplastadas bajo el volante, su torso empujado por la bolsa de aire inflada tarde. Esto era lo último que había visto de su querida hermana mayor. El camino a casa continuó durante lo que pareció una eternidad.

Después de pocas horas, al fin habían llegado a casa. Era un barrio antiguo, con casitas pintorescas cada una junto a la otra. El coche pasó por delante de una pequeña casa azul, con cristales blancos. Ambos se dieron cuenta rápidamente del viejo vehículo que estaba estacionado frente a la casa, y la figura familiar que se destacó en el camino de entrada.


Toby sintió que su cuerpo era consumido por la rabia y la frustración al ver... A su padre. ¿Padre? Él nunca fue su padre, él solo fue su progenitor, y si alguna vez fue su padre, nunca estuvo ahí con él, apoyándolo. Su madre estacionó el coche en el camino de entrada antes de apagar el motor y se preparó para salir y enfrentarse a su marido.

—¿Por qué está aquí? —Dijo Toby en voz baja mientras miraba a su madre que abría la puerta del coche.

—Él es tu padre, Toby, él está aquí porque quiere verte. —Su madre respondió con una voz monótona, tratando de parecer menos inestable.

—Sin embargo, él no pudo haber conducido hasta el hospital a ver a Lyra antes de morir —Dijo Toby, mientras entrecerraba los ojos por la ventana.

—Estaba borracho, no podía conducir.

—Sí, y no se acordó de su hija después—, Toby abrió la puerta antes que su madre y se tambaleó al salir a la calzada donde se encontró con la mirada de su padre, antes de mirar a sus pies con una expresión severa.

Su madre salió detrás de él, luego, la miró a los ojos antes de caminar alrededor del coche. Su padre abrió los brazos, esperando un abrazo de su esposa, pero ella se acercó a él pasó, y le pasó el brazo por los hombros a Toby y le influyó para comenzar a caminar en el interior. Su esposo comenzó a decir con una voz ronca:

—¿Qué hay de un abrazo de bienvenida a casa?, ¿eh? —La mujer hizo caso omiso a las desagradables palabras de su marido, y caminando, pasó con su hijo bajo el brazo de su esposo.

—Hey, él tiene 16 años, puede caminar por sí mismo —dijo su padre y empezó a seguirlos.

—Tiene 17 años —Connie fulminó con la mirada antes de abrir la puerta de la casa y entrar dentro—. Toby, ¿por qué no te vas a tu habitación para que descanses bien? Voy a buscarte cuando la cena está lista.

—No, tengo 16 años, puedo caminar por mí mismo —dijo Toby con sarcasmo, le devolvió a su padre la mirada y se fue a su habitación, donde cerró la puerta violentamente.

En su pequeña habitación no había mucho. Sólo una pequeña cama, un armario, una ventana, y sus muros, que estaban adornados con fotos enmarcadas de su familia. Bueno, en la época en que era una familia. Antes de que su padre se convirtiera en un alcohólico, y actuara con violencia hacia el resto de su familia. Toby recordó cuando su padre estaba discutiendo con su madre, la agarró por el pelo y la tiró al suelo, y cuando Lyra trató de levantar a su madre, el borracho la empujó y ella se golpeó la espalda en la esquina de la cocina. Toby no podía perdonarlo por lo que le hizo a su madre y hermana, a Toby nunca le importó lo mucho que su padre lo golpeara, después de todo él no podía sentir, lo que le molestó y lastimó fue cómo él intencionalmente dañó a las únicas dos personas que le importaban, además, cuando estaba en el hospital, donde su hermana respiró por última vez, la única persona que no tenía prisa ni dolor era su padre.

Toby estaba junto a la ventana y miró hacia la calle. Podría haber jurado que vio algo en el rabillo del ojo, pero rápidamente le echó la culpa a la medicación que le habían puesto. Un momento después, cuando la cena estaba lista, su madre lo llamó. Toby bajó las escaleras rápidamente y se sentó vacilante en la mesa frente a su padre, y en medio de su madre y una silla vacía. De algún modo estaba tranquilo, ya que sus padres podían comer bien, pero él no quiso comer. 

En lugar de eso, sólo vio a su padre con una mirada vacía, miró a su madre un poco y vio hacia abajo a su alimento no consumido, el que nunca tocó. Toby se fue a su habitación con desaliento, se sentó en la cama, tiró unas mantas sobre su cabeza y se quedó mirando hacia la ventana. Estaba muy cansado, pero no había modo de que él se quedara dormido, no porque no quisiera, solo que no podía, no había mucho en que pensar. Él se había estado debatiendo consigo mismo: seguir a su madre y perdonar a su padre, o seguir guardándole rencor. Se alteró al oír la puerta abriéndose, luego se calmó al ver a su madre, esta, caminó hacia la habitación y se sentó en la cama junto a él. Ella se acercó y con una calurosa mirada le acarició la espalda.

—Sé que es difícil Toby, lo entiendo, pero te prometo que todo va a mejorar, confía en mí —dijo en voz baja.

—¿Cuándo va a irse? —dijo Toby con un tono un tanto inocente en su voz temblorosa.

—No estoy segura aún cuanto tiempo se quedará, cariño —respondió ella con tono amable.

Toby no respondió, él sólo siguió mirando hacia delante en la pared, sosteniendo su brazo dañado cerca de su pecho. Después de varios minutos de silencio, su madre suspiró, antes de que ella se inclinara para besarle la mejilla y se puso de pie para salir de la habitación.

—Buenas noches, cielo —dijo mientras cerraba la puerta.

Las horas pasaron lentamente, Toby no podía dejar de dar vueltas en su cama; cada vez que él dejaba que su imaginación asumiera el control, podía oír el chirrido de los neumáticos y los gritos de su hermana. Al recordarlo apartó unas mantas, sacó una almohada, se la puso sobre la cara y lloró en ella. Podía sentir cómo su pecho subía y bajaba mientras dejaba escapar cada temblorosa respiración mientras lloraba. Podía oír su llanto lastimero. Él habría estado gritando y llorando si no hubiera presionado la su almohada sobre su cara. Después de unos segundos se sacó la almohada de la cara y se sentó, encorvado, respiraba dificultosamente, con lágrimas en sus ojos, no podía dejar de llorar. Aunque trató de evitarlo, pero aun así no podía dejar de quejarse y gemir mientras estaba allí sentado temblando.

Aspiró un poco, se puso de pie y caminó alrededor de su cama hasta la ventana y miró hacia fuera, tratando de respirar profundamente, tratando de calmarse. Se frotó los ojos y miró hacia el grupo de altos árboles de pino en la calle. De repente se detuvo, su mirada se centró en algo que estaba de pie bajo la luz de la calle. No podía apartar la mirada de esa Cosa que se situó al lado de la luz de la calle, entonces, notó que eso tenía largos brazos y que lo miraba con ojos inexistentes. Eso no tenía rasgos; No tenía ojos, ni boca, ni nariz, sin embargo, mantenía la "mirada" hipnotizada en Toby. El zumbido en sus oídos se hizo más fuerte y más fuerte cada segundo que miraba, de repente todo se volvió negro.

A la mañana siguiente Toby se despertó en su cama. Se sentía diferente, no estaba cansado en absoluto, y cuando conscientemente se despertó, se sentía como si hubiera estado allí tendido, despierto durante horas. Ningún pensamiento le fluía a través de su mente. Se incorporó lentamente y se tambaleó hacia la pared, pero apenas se levantó, se sintió mareado automáticamente. Se tambaleó hacia la puerta y bajó las escaleras. Sus padres, estaban sentados en la mesa, su padre estaba viendo las noticias en el pequeño televisor que estaba en la sala, y su madre estaba leyendo el periódico. Ella rápidamente miró cuando sintió la presencia de Toby detrás de ella.

—Buenos días dormilón, has estado durmiendo mucho —dijo y lo saludó con una sonrisa. Toby lentamente miró el reloj y se dio cuenta de que eran las 12:40 p. m.

—Quería desayunar, pero hacía frío, me iba a despertar, pero sentí que necesitaba dormir—dijo y la expresión de la mujer pasó de feliz a preocupada, porque su hijo se resistió responder a ella.

—¿Estás bien? —Toby bruscamente tropezó y se sentó junto a su padre. Sentía como si estuviera en reposo, y no tenía control sobre sus acciones. Veía todo lo que hizo, pero no parecía registrar todo en su cerebro correctamente. Extendió la mano y sin querer tocó a su padre, pero terminó siendo abofeteado. Su padre se volvió hacia él bruscamente y empujó su silla con el pie.

—¡No me toques muchacho! —Gritó el hombre. Su madre se puso de pie enojada. 

—¡Para! ¡Esta es la última cosa que necesitamos! —Gritó con una mirada de desprecio a su esposo.

Pasaron los días, y las cosas continuaron mal. Connie pasó la mayor parte de su tiempo limpiando la casa, y su desagradable marido pasó la mayor parte de su tiempo desordenando a su alrededor. Era lo que solía ser antes del accidente. Toby nunca salió de su habitación. Se sentaba junto a su cama, y temblaba. Su mente se preguntaba, pero sus pensamientos lo contradecían. Se paseaba alrededor de su pequeña habitación como un animal enjaulado, o miraba por la ventana. Continuó el ciclo insalubre. Connie siguió siendo empujada por su marido, era demasiado sumisa a él, y Toby se quedó en su habitación. Antes de que pudiera pensar dos veces, empezaba a masticar sus manos, rasgando la carne de sus dedos. Él roía sus manos hasta que sangraran. Cuando su madre lo vio ella reaccionó horriblemente. Corrió escaleras abajo y agarró una venda, envolviendo sus manos en ella. Le prometió que no iba a dejarlo solo desde entonces.

Él se aisló tanto que llegó a odiar estar en contacto con otros. Su memoria decreció también. Empezó con faltas de memoria de minutos, horas, días, y así sucesivamente. Comenzaba diciendo tonterías, de cosas que no tienen relación a las conversaciones que tenía. Veía tiburones en su fregadero mientras lavaba los platos, oía gritos en su cabecera y veía fantasmas fuera de la ventana del dormitorio. Todas estas tonterías lo llevaron al psiquiatra. Su madre se preocupó demasiado por su salud mental, ella decidió que sería bueno para él para hablar con un profesional acerca de lo que estaba sintiendo.

Connie y Toby entraron en el edificio, sosteniendo su mano y guiándolo. Ella lo acompañó hasta la recepción y comenzó a hablar con la señora que estaba sentada detrás de él.

—¿Mrs. Rogers? —Preguntó la señora.

—Soy yo —Connie asintió—. Estamos aquí para ver a la doctora Oliver, estoy aquí con Toby Rogers. 

—Sí, por aquí —Respondió la señora.

La señora se puso de pie y se dirigió con ellos hacia abajo, donde había un largo pasillo. Toby miró la obra de arte enmarcada por los pasillos en sintonía con el sonido de los tacones de la señora en el piso de madera dura. Ella abrió la puerta a una habitación con una mesa y dos sillas.

—Quédense aquí, voy a buscar a la doctora, volveré pronto —ella sonrió y abrió la puerta.

Toby tropezó en la habitación y se sentó al lado de la mesa. Miró a su madre y la señora antes de cerrar la puerta lentamente detrás de ellos. Toby miró alrededor de la habitación e intentó quitarse el vendaje de sus manos, pero fue interrumpido cuando la puerta se abrió y una mujer joven con un vestido blanco con manchas negras y el pelo rubio claro intervino, sosteniendo una libreta y un bolígrafo.

—¿Toby? —Preguntó con una sonrisa. Toby la miró y asintió con la cabeza.

—Encantada de conocerte Toby, mi nombre es Olivia.

Ella puso su mano para que la saludara, pero vacilante la apartó cuando notó sus manos vendadas.

—Oh —sonrió nerviosamente antes de aclararse la garganta y sentarse en la silla a la mesa frente a él—. Voy a hacerte algunas preguntas, trata de responderlas lo más honestamente posible, ¿de acuerdo? —Toby asintió lentamente y puso sus manos en su regazo—. ¿Cuántos años tienes Toby?

—Diecisiete —respondió en voz baja. Ella comenzó a escribir en la libreta.

—¿Cual es tu nombre completo?

—Toby Erin Rogers.

—¿Cuando es tu cumpleaños?

—El 28 de abril.

—¿Quiénes son parte de su familia?

Toby se detuvo por un minuto antes de contestar la pregunta.

—Mi mamá, mi papá, y... —se detuvo un momento—, mi hermana. —Escuché lo de tu hermana, querido... Lo siento mucho —su expresión se desvaneció en una mirada triste, llena de compasión. Toby asintió con la cabeza—. ¿Recuerdas algo del accidente Toby?

Toby apartó la mirada de ella. Su mente se quedó en blanco por un momento. Bajó la mirada hacia su regazo, y en los alrededores, oyó un zumbido tenue. Sus ojos se agrandaron y se congelaron en su lugar.

—¿Toby? —Preguntó la doctora— Toby, ¿me estás escuchando? Toby sintió un escalofrío por la espalda hasta que se congeló de nuevo y lentamente miró a la pequeña ventana. Se quedó mirando, los ojos como platos, el sonido cada vez más fuerte hasta que de pronto la voz fuerte del consejero rompió su trance.

—¡Toby! —Ella gritó.

Toby saltó y cayó de lado de la silla y una copia de seguridad en la esquina. La doctora Olivia sujetó fuerte su libreta. Había una mirada de sorpresa en sus ojos. Toby la miró a los ojos, su respiración era rápida.

Esa noche Toby se sentó en la cama. Sus ojos estaban aturdidos mientras miraba hacia el techo. Podía sentir que empezaba a quedarse dormido, cuando escuchó la dispersión de los pasos hacia abajo su pasillo. Se sentó y miró hacia la puerta, la puerta de par en par. No había luz, todo estaba iluminado por el resplandor azul luminiscente de la luna por la ventana, dejando una luz fría. Se puso de pie y lentamente se dirigió hacia la puerta, cuando de repente la puerta, que antes estaba abierta, se estrelló en su cara y él cayó. Cuando cayó al suelo, empezó a respirar pesadamente, con los ojos bien abiertos. Esperó unos segundos antes de volver a estar arriba en pie. Él extendió la mano y agarró el pomo de la puerta fría con la mano vendada. Miró hacia el pasillo oscuro y salió de puntillas de la habitación.

La ventana al final del pasillo iluminó la oscuridad con la luz de la luna, él caminó hacia abajo. Podía oír los pasos a su alrededor y una risa leve, sonaba como que un niño había quedado delante de él, riendo y corriendo. El pasillo era mucho más largo que lo que se había acordado. Parecía interminable... como el viaje a casa desde el hospital. Oyó un crujido la puerta delante de él.

—¡Mamá! —Gritó con voz temblorosa.

De repente la puerta se cerró de golpe a sus espaldas. Detrás de él se escuchó un largo y espeluznante gemido. Se dio la vuelta tan rápido como pudo, quedando cara a cara con nada más que su hermana muerta. Los ojos de Lyra eran de un blanco opaco y su piel tenía la palidez característica de la muerte. El lado derecho de su mandíbula colgaba, sostenido por un frágil hilo de tejido y músculo. Un cristal sobresalía de su frente y la espesa sangre goteaba por su cara. Su pelo rubio estaba amarrado en una cola de caballo como siempre, vestía una camiseta gris y pantalones cortos de atleta sucios y manchados de sangre. Sus piernas se doblaban en formas en las que no deberían estar. Se veía igual como cuando había sucedido el accidente.

La chica se puso de pie, a sólo unos centímetros de la cara de Toby, que gritó y cayó hacia atrás. Él empezó a gatear hacia atrás, lejos de ella, sin ser capaz de apartar la mirada de sus ojos muertos. Se arrastró hacia atrás. Se detuvo por un segundo. Reinaba un tenso silencio, sólo roto por su llanto. Poco a poco alzó la mirada para encontrarse con la cara en blanco de una figura alta y oscura que se alzaba por encima de él. Detrás de la masa oscura de gran altura había filas de niños, que parecían tener entre 3 y 10 años de edad, con los ojos completamente negros y un fluido negro como el alquitrán chorreando de sus cuencas. Toby soltó un alarido y se puso de pie lo más rápido que pudo, volviendo a caer. Trató de gritar, pero no podía hacer un sonido. Entonces todo se volvió negro.

Toby se despertó con un sobresalto. Se incorporó, hiperventilando. Él jadeó y se sostuvo el pecho con las manos vendadas. Había sido sólo un sueño... Sólo un sueño. Se levantó de su cama. Sentía como un peso enorme. Se puso de pie y caminó hacia la ventana. No vio nada. No había nadie por ahí. No hay fantasmas. No hay niños. Nada. Oyó el susurro y la tos de su padre por la puerta. Su puerta estaba cerrada. Se acercó y la abrió. Mirando hacia el pasillo una vez más.

Caminó por el pasillo hasta la cocina, donde encontró a su padre de pie y mucho humo en su sala de estar. Toby esperó un segundo y lo observó desde la esquina antes de que una sensación de ardor empezara en lo profundo de su pecho. Profundo en su corazón, la ira se hizo cargo de él. Oyó las pequeñas voces imaginarias en la cabeza. Hazlo, hazlo, hazlo, gritaban. Se volvió y extendió los brazos. Se sentía como si en realidad tenía control sobre sí mismo, a diferencia de las últimas semanas desde que llegó a casa del hospital. De hecho tuvo pensamientos completos por sólo breves momentos, pero fueron nublados por el canto de las pequeñas voces en su cabeza.

—Mátalo, él no estaba allí, él no estaba allí, mátalo, mátalo —continuaron adelante.

Toby tembló. No. No, no iba a hacerlo. ¿Se estaba volviendo loco? No. Él no va a matar a nadie. No puede. Odiaba a su padre, pero no había manera de que lo matara. Eso fue todo. El último pensamiento que tenía antes de caer en un estado de inactividad, una vez más. La influencia de las voces en su cabeza era demasiada. Comenzó a caminar en silencio detrás de su padre. Se acercó al mostrador hacia el soporte de las cuchillas en la cocina y sacó el cuchillo más grande que había. Lo agarró lo más fuerte que pudo. Sintió una sensación de hacerse cargo de su pecho. Dejó escapar una risita.

—Eh... Hehe... ¡Hehehehe! ¡HAHAHAHAHAHA!

Comenzó a reír tan fuerte que tuvo que jadear para respirar. Su padre se dio la vuelta bruscamente antes de sentir una fuerza bruta empujarlo al suelo. Él gruñó.

—¡Cómo! —Miró al chico que estaba a su lado, agarrando el cuchillo de cocina en la mano—. ¡Toby!, ¿qué estás haciendo? —Fue a buscar un cuchillo y lo puso delante de él en forma de defensa propia, pero Toby estaba encima de él. Él lo agarró del cuello, pero su padre se le acercó y le cerró la mano agarrándole la muñeca.

—¡Alto! ¡Suéltame, pequeño cabrón! —Gritó, y con la otra mano tiró un punzón hacia el hombro de Toby, pero él no se detuvo. En la expresión de los ojos de Toby se veía que no estaba cuerdo. Parecía como si un demonio se había apoderado de él. Él gritó y iba a apuñalar a su padre en el pecho, pero él lo bloqueó y agarró su muñeca una vez más. Fue a empujarlo hacia atrás, pero Toby puso su pie frente a él y aterrizó un duro golpe directo a su cara. Su padre retrocedió, pero Toby regresó y clavó el cuchillo directamente en su hombro.

Su padre dejó escapar un fuerte grito y fue a sacar el cuchillo, pero antes de poder hacerlo, Toby lanzó su puño derecho en su cara. Él comenzó a golpear con los puños en la cabeza de su padre, riendo a carcajadas. Agarró el cuchillo y lo arrancó de su hombro. Él clavó profundamente el cuchillo en el pecho de su padre y lo apuñalo varias veces en el torso, la sangre se derramaba y salpicó por todas partes. No se detuvo hasta que el cuerpo de su padre se quedó inmóvil. Tiró el cuchillo a un lado y se inclinó sobre su cuerpo, tosiendo y jadeando. Miró a su padre destrozado en la cara y se sentó nervioso, hasta que un grito rompió el silencio. Miró a ver a su madre de pie a unos metros de distancia, cubriendo su boca, con lágrimas en los ojos.

—¡Toby! —Gritó ella— ¿Por qué hiciste esto? ¡¿Por qué?!

Toby se puso de pie y comenzó a alejarse del cuerpo ensangrentado de su padre. Él comenzó a retirarse de la cocina. Se miró las vendas empapadas de sangre en sus manos y miró a su madre por última vez antes de que él se volviera y salió corriendo de la casa. Corrió hacia el garaje y golpeó su mano contra el panel de control en la pared y pulsó el botón para abrir la puerta del garaje.

Antes de que él se fuera se quedó con dos hachas de su padre que había estado colgando en el estante de herramientas sobre una mesa llena de frascos, lleno hasta el borde con viejos clavos oxidados y tornillos. Una de las hachas era nueva, tenía un mango de color naranja brillante y una hoja brillante, la otra era vieja con un mango de madera y hoja roma antigua. Tomó ambos y miró la mesa y sus ojos se encontraron con una caja de cerillas, y debajo de la mesa había un tanque de gasolina de color rojo.

Él llevó las dos hachas en su mano y agarró los fósforos y gasolina antes de salir corriendo del garaje, por el camino y en la misma calle. Al acercarse a la luz de la calle que él podía ver su propia ventana de la habitación, oyó las sirenas de policía a la distancia. Se dio la vuelta y las luces rojas y azules entraron corriendo por la calle. Toby se detuvo un segundo, antes de que él abrió la tapa del depósito de gasolina y salió corriendo por la calle, derramó gasolina sobre la calle, y se volvió a correr hacia los árboles. Sacó un fósforo. Él la golpeó contra la caja e inmediatamente cuando este se prendió lo dejó caer. En un instante, las llamas estallaron a su alrededor.

El fuego estaba en los árboles y arbustos a su alrededor y antes de darse cuenta, estaba rodeado por el fuego. Las siluetas de los coches de policía no eran visibles a través de las llamas, mientras retrocedía hacia el bosque a su alrededor, miró a su alrededor, pero su visión era borrosa, su corazón latía con fuerza y cerró los ojos por un momento.

Esto fue todo, este fue el fin. Toby sintió una mano en su hombro. Abrió los ojos y miró a ver una gran mano blanca con dedos huesudos largos que descansaban sobre su hombro. Siguió el brazo hasta ver a una oscura figura imponente. Parecía estar vestido con un traje negro oscuro, y su rostro estaba completamente en blanco. Toby tenía su visión borrosa y estaba rodeado por el sonido de zumbido en los oídos. Todo se quedó en blanco. Eso fue todo. Ese fue el final. Así fue como Toby Rogers murió, pero así fue también como Ticci Toby nació. Unas semanas después Connie se sentó en la cocina de su hermana. Su hermana, Lori se sentó a beber una taza de café. Hace unas tres semanas, Connie perdió a su marido y a su hijo, y unas semanas antes, ella perdió a su hija en un accidente de coche. Desde entonces se fue a vivir con su hermana.

En la televisión el periodista empezó a introducir el nuevo titular:

¡Tenemos noticias de última hora! Ayer por la noche se ha producido un asesinato. Las víctimas, 4 niños que habían estado acampando en el bosque anoche. Los niños habían sido apuñalados. Los investigadores han descubierto un arma en la escena del crimen que parece ser una vieja, hacha de filo embotado. Los investigadores han sacado el nombre de un posible sospechoso, Toby Rogers, un niño de 17 años que hace unas semanas había apuñalado a su padre y trató de cubrir su escape mediante la creación de un incendio en las calles y la zona de bosque alrededor del barrio. Aunque habían creído que el niño había muerto en el incendio, los investigadores sospechan que Rogers todavía está vivo, debido al hecho de que su cuerpo nunca fue encontrado".







Calificación: 


La pata de mono - W. W. Jacobs

Título original: The Monkey's Paw.
Fecha de publicación: 1902.
Autor: W. W. Jacobs.

La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al ajedrez. El primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora que tejía plácidamente junto a la chimenea.

-Oigan el viento -dijo el señor White; había cometido un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera.

-Lo oigo -dijo éste moviendo implacablemente la reina-. Jaque.

-No creo que venga esta noche -dijo el padre con la mano sobre el tablero.

-Mate -contestó el hijo.

-Esto es lo malo de vivir tan lejos -vociferó el señor White con imprevista y repentina violencia-. De todos los suburbios, este es el peor. El camino es un pantano. No se qué piensa la gente. Como hay sólo dos casas alquiladas, no les importa.

-No te aflijas, querido -dijo suavemente su mujer-, ganarás la próxima vez.

El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad entre madre e hijo. Las palabras murieron en sus labios y disimuló un gesto de fastidio.

-Ahí viene -dijo Herbert White al oír el golpe del portón y unos pasos que se acercaban. Su padre se levantó con apresurada hospitalidad y abrió la puerta; le oyeron condolerse con el recién venido.

Luego, entraron. El forastero era un hombre fornido, con los ojos salientes y la cara rojiza.

-El sargento mayor Morris -dijo el señor White, presentándolo. El sargento les dio la mano, aceptó la silla que le ofrecieron y observó con satisfacción que el dueño de casa traía whisky y unos vasos y ponía una pequeña pava de cobre sobre el fuego.

Al tercer vaso, le brillaron los ojos y empezó a hablar. La familia miraba con interés a ese forastero que hablaba de guerras, de epidemias y de pueblos extraños.

-Hace veintiún años -dijo el señor White sonriendo a su mujer y a su hijo-. Cuando se fue era apenas un muchacho. Mírenlo ahora.

-No parece haberle sentado tan mal -dijo la señora White amablemente.

-Me gustaría ir a la India -dijo el señor White-. Sólo para dar un vistazo.

-Mejor quedarse aquí -replicó el sargento moviendo la cabeza. Dejó el vaso y, suspirando levemente, volvió a sacudir la cabeza. -Me gustaría ver los viejos templos y faquires y malabaristas -dijo el señor White-. ¿Qué fue, Morris, lo que usted empezó a contarme los otros días, de una pata de mono o algo por el estilo?

-Nada -contestó el soldado apresuradamente-. Nada que valga la pena oír.

-¿Una pata de mono? -preguntó la señora White.

-Bueno, es lo que se llama magia, tal vez -dijo con desgana el militar.

Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó la copa vacía a los labios: volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó.

-A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular -dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo. La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente.

-¿Y qué tiene de extraordinario? -preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla.

-Un viejo faquir le dio poderes mágicos -dijo el sargento mayor-. Un hombre muy santo... Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos.

Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban.

-Y usted, ¿por qué no pide las tres cosas? -preguntó Herbert White.

El sargento lo miró con tolerancia.

-Las he pedido -dijo, y su rostro curtido palideció.

-¿Realmente se cumplieron los tres deseos? -preguntó la señora White.

-Se cumplieron -dijo el sargento.

-¿Y nadie más pidió? -insistió la señora.

-Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la tercera fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono.

Habló con tanta gravedad que produjo silencio.

-Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán -dijo, finalmente, el señor White-. ¿Para qué lo guarda?

El sargento sacudió la cabeza:

-Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere comprarlo. Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo primero y pagarme después.

-Y si a usted le concedieran tres deseos más -dijo el señor White-, ¿los pediría?

-No sé -contestó el otro-. No sé. Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego. White la recogió.

-Mejor que se queme -dijo con solemnidad el sargento.

-Si usted no la quiere, Morris, démela.