sábado, 13 de junio de 2020

Sus últimas palabras

—¡Qué susto! Creía que eran ladrones, ¿lleva mucho tiempo aquí?.

Una sexagenaria rolliza asomó la cabeza, mostrando un periódico enrollado en una mano y un manojo de llaves en la otra.

—¿Edna?... no, ¿verdad?

La mujer gorda, que llevaba un camisón verdusco y unas zapatillas con borlas, giró levemente la cabeza de lado a lado —¡Sherman, eso!. Gedicht —Apuntó ella Gedicht. 
—Claro que sí, señora Gedicht. Porque será señora, ¿no? ... ¡tampoco!... Bueno, eso tiene fácil arreglo, mañana mismo nos ponemos manos a la obra y ya verá como eso se consigue. Cosas más difíciles se han logrado llevar a cabo y ya ves, no se ha hundido el mundo.

La vecina del piso de arriba, frunció el ceño y regresó al pasillo. En su rostro se reflejó la marcada expresión de una mujer solterona, entrada en Años y con algunos kilitos de más, horrorizada por su comportamiento descarado. Pero a él, no le importaba. Qué frunza el ceño todo lo que quiera. Eso ocurría con las personas que como ella se pasaba la vida entre cuatro paredes, haciendo un completo caso a los chismes de los demás.

Se lió un cigarrillo y empezó a fumar con profusión, cuando volvió a su estudio y de ahí a la ventana. Aparecía abierta, con las cortinas recogidas y agitadas por la suave corriente. De la calle, se sentía el fuerte olor a especias y el pesado ritmo de un piano de cola que imprimían sus melodías, y ante aquello, tan sólo bajó el cristal y, al pulsar un interruptor de la pared, accionó el ventilador. Las aspas que caían del techo y que giraban a gran velocidad, suponían en cierto sentido, un alivio al sofocante calor del estío, pero en cambio el nuevo ruido hizo desear el anterior sonido de la música. Había empezado con una obra lenta de Albinoni, para pasar luego a Pachelbel, Bach y Bheethoven, y cuando por fin estuvo en la pieza de Wagner, se le crispó los nervios y, arrojando los papeles por encima del escritorio, expulsó un bufido y golpeó la mesa, con el puño.

Desde hacía un buen rato se estaba estrujando los sesos, con sus dedos enfrascados en la máquina de escribir, pero con un nuevo se incorporó de su asiento como por un puro resorte. En su cabeza sólo habría entonces un pensamiento y este marcaba el paso de sus pisadas sobre el suelo de parqué, la mirada extraña de su rostro y sus brazos, tensos, muy tensos, más sobre todo si se tenía en cuenta su tremenda delgadez. Era la segunda interrupción de esa mañana y sus ojos desorbitados componían, junto a la mandíbula desencajada, una expresión aterradora. Había sido demasiado para unas horas. Dos interrupciones. Entonces, le vino una imagen a la mente.

—¡Señora Gedicht! Queridísima señora. —Bramó —¡Le dije que no quería nada!. Nada.

Tomó la bola de la puerta y la giró bruscamente, pero entonces quedó en silencio. No había nadie a fuera. El rellano y el pasillo, que llevaba a las escaleras, aparecían a oscuras, con una pálida lucecita brillando de una bombilla. Y ante el sombrío eco que escupía la empinada caída de escalones, con la baranda rojiza, le sobrecogerá el ruido de alguna puerta lejana, que tronase de pronto, en medio de ese barullo mudo. El portazo y su mirada de soslayo le llevarían, sin embargo, a bajar la cabeza, tan repentino que apenas distinguió algo más en el suelo que la oscuridad del piso. Pero con el incesante gesto de su cuerpo, mustiándose, ahora, que quedaba tontamente en silencio, terminó rozando algo con el pie y moviéndolo escasos centímetros.

Se fijó entonces en una cesta, envuelta en una tela rojiza, y la estuvo delimitando con la vista un segundo. Quiso abrirla, esperaba encontrar una sabrosa tarta de manzana o pastel de frutas de alguna vecina que quisiera ganarse algún punto con el recién llegado. Sus manos la tuvieron a su alcance y sus dedos comenzaron a retirar el paño de la cesta cuando se quedó extrañamente quieto, impávido, dejando a su pesado cuerpo atravesar el escalón de la puerta blanquecina. Como San Juan Bautista en una bandeja, la cabeza de la señora Gedicht empapaba de sangre la canastilla que la guardaba, con sus ojos abiertos y su rostro ensangrentado. Se le hizo un nudo en la garganta. Un segundo. Porque vio venir hacia el un mazo. Este se elevaba y caía, se elevaba y caía golpeando la cabeza del hombre, machacándole sus sesos.

En su estudio, una hoja estaba engarzada a la máquina de escribir. En lo poco que había escrito, se leía "El asesino del mazo reaparece de nuevo...".



Calificación:

#153 El Holder de la Estructura

En cualquier ciudad, en cualquier país, encuentra los cimientos de algún edificio demolido y párate en el centro. Gira lentamente siete veces en sentido antihorario, mientras estás girando, lleva lentamente tus brazos sobre tu cabeza, tus manos deben tocarse en el momento exacto en el que completes la séptima vuelta.

Si has hecho todo bien te encontrarás de frente al oeste y habrás sido transportado a un gigantesco edificio; sin embargo si terminas mirando otra dirección, es tiempo de que grites cada blasfemia que tu dios jamás haya escuchado ya que él te acaba de abandonar.

La construcción se extenderá aun más alta que las nubes, más alto de lo que te puedas imaginar y su cara frontal será de más o menos 1.5 kilómetros hacia cada lado. El edificio parecerá estar hecho de acero pero si lo miras con detenimiento notarás que en realidad está echo de alguna especie de piedra. De otra forma su estructura no podría sostenerse debido a la cantidad de ventanas que no dejan de verse en toda la extensión que puedes apreciar.

Hay una puerta, una enorme entrada de piedra que es tan alta como un estadio de fútbol que se abrirá lentamente dejándote ver una luz cegadora. Parecerá que el sol es prisionero al otro lado de la puerta y es posible que escuches los pasos de alguien acercándose hacia ti, pero no podrás ver la figura a contraluz hasta que esté a unos pasos de donde te encuentras. Arrodíllate lo más rápido que puedas en cuanto sea visible, se sabe que da castigos algo extremos cuando percibe una "falta de respeto".

Mientras camina hacia ti, el suelo debajo de tus pies parecerá transformarse en el mismo material del que parece estar construida la torre. Entonces ella te hablará, contándote de los esfuerzos arquitectónicos más ambiciosos de la historia humana, un relato que hará que tu mente considere cosas que antes creía imposibles. Las ideas que ahora concibes podrían destruir tu mente, arrastrándote bloque por bloque hacia reinos de fantasía y especulación que nunca terminarán si no tienes la fuerza de voluntad necesaria para volver a la realidad.


Después de lo que parecerán días arrodillado ella mencionará la torre, si no has enfrentado al Portador de la Torre , sentirás un golpe aplastante en la parte de atrás de tu cabeza. Tu cerebro se verá obligado a salir a través de los orificios de tu cara mientras tu sientes cada desgarro en tu carne , cada fractura en tu cráneo y cada músculo y tendón desgarrado.

Por otro lado, si has obtenido el conocimiento de la torre donde estaban separados, debes levantarte inmediatamente voltearte. Una estatua exactamente igual a la mujer de antes estará ahí con los puños levantados, lista para golpearte la cabeza. Éste es el verdadero Portador de la Estructura, mírala a los ojos y exígele con la voz más estremecedora que puedas que te conteste: "¿De qué material fueron creados originalmente?".

Tan pronto como las palabras salgan de tu boca, la estatua emitirá un grito tan agudo que romperá todos los vidrios del antiguo monolito de piedra. No te estremezcas ni te cubras los oídos o los trozos de diamante molido podrían caer sobre ti y ensartarte. Cuando termine de gritar un último fragmento de vidrio con forma de lanza perforará a la mujer de carne y hueso que se encuentra detrás de ti; ella morirá en silencio, de pie, y en ese momento la estatua frente a ti se derrumbará dejando solo polvo y una piedra de un color rojo opaco cortada en miles de facetas. 



Esa gema falsa es el objeto N°157 de 538. Tal como los creó, también podría destruirlos.

viernes, 12 de junio de 2020

Cajas

El miércoles pasado noté que mi gato se portaba de forma extraña.

Shelley nunca fue ese tipo de gato que le gusta esconderse, probablemente era el único gato del planeta que aborrecía cualquier tipo de caja, nunca la vi escondiéndose en una. Pero el miércoles, Shelley desapareció.

La busqué en todos los rincones de la casa, cuando la encontré finalmente estaba detrás del sofá, escondida en una caja del tamaño de un microondas. En el momento que la tapé con las paredes de la caja, la cabeza de Shelley se escapó por el hueco que había quedado. Me miró y emitió un sonoro maullido, se escurrió de su prisión de cartón y saltó de nuevo al sofá.

Fue algo extraño, incluso me inquietó un poco. No dormí muy bien esa noche.

Al día siguiente, Shelly había desaparecido de nuevo. Esta vez la encontré hecha un ovillo en la caja del nuevo tostador. Esa misma noche me levanté a las tres de la mañana con la horrible sensación de que había alguien en la habitación.

Los días siguientes fueron similares. Shelly desaparecía por el día para acabar apareciendo en una de las muchas cajas que había por casa. Mis noches se convirtieron en sueños irregulares, girándome y despertándome con la sensación de que alguien me observaba.

Ayer, tras encontrar a Shelley en otra caja, me trajeron el nuevo congelador. Le dije que podía dejar la caja grande junto a la entrada y que yo misma la pondría en la basura mañana. En algún momento de la noche, me desperté escuchando un sonido en mi habitación. Me senté sabiendo que ya no estaba sola.

La cosa que había en la esquina de la habitación tenía la forma de una persona, pero sus brazos eran demasiado largos y su cabeza muy grande. Diablos, no sabía lo que era, pero definitivamente no era humano. Tras un grito del que no me siento orgullosa, salté de mi cama y corrí hacia las escaleras. Mientras bajaba por estas a toda velocidad, escuché a esa cosa seguirme tras de mí, sabía que no tendría tiempo de abrir la cerradura de la puerta de salida. Mi única opción, fue esconderme.

Apenas sin pensar, me metí en la caja del congelador y me tape con las paredes. Temblando, me coloqué en posición fetal, aguantando mi aliento para no hacer ruido mientras la oscuridad me envolvía. Casi escapo de mi escondite cuando sentí algo peludo rozando mi pierna. Cuando noté esos dos ojos brillantes, suspiré aliviada. Tan solo era Shelley, estúpida… Shelley se había escondido.

Pero después, mi mundo se rompió en pedazos de nuevo cuando mi gata abrió su boca y susurró en la oscuridad:

“No te preocupes, estamos a salvo. Ellos nunca miran dentro de las cajas.”



Calificación:

jueves, 11 de junio de 2020

Experimento ensayado

Le di un tono negro a lo que soy, desmentir, no te servirá de nada...

Estoy fijado y obsesionado con mi venganza, no me importa tener mi esquizofrenia ausente.

Sé que no puedo controlar este tipo de situaciones, aun así, procederé. Proporcionalmente, si no mantengo un orden estricto, seré castigado.

Para ser sincero, casi siento lástima por los anteriores, pero no por ti. "La justicia es lo que da lugar a las guerras querida, ojo por ojo, diente por diente."

Recluído en mi mundo, renaceré, me verás como un diablo, pero te tendré por siempre, eres mi prisionera, te reunirás con aquellos que me ayudaste a matar, en el fondo del océano.

Puedo detenerme, pero no lo haré. Solo es una manía, no soy un homicida compulsivo.

Yo la amaba, nunca le haría daño.

Me dirigí hacia su apartamento con malas intenciones. El cuchillo era de su propia casa, la cual conozco a la perfección.

Su bolso quedó abierto y la plancha encendida. Era una joven con pocos amigos, ella fue asesinada en un lapso de 15 minutos. Desapareció de este mundo y entró en el mío.

Muchos altibajos en poco tiempo me provocó un severo estado de voyeurismo, como si nada me importara.

Ella notaba que su peor enemigo era alguien que la vigilaba muy de cerca. Un depredador sexual, violento, su mejor amigo.

Cada asesinato tiene un motivo, a veces el final puede ser solo el comienzo, cada motivo me convierte en una víctima.

Sentí miedo, luego se convirtió en frenesí. Creo haberla apuñalado unas cuarenta veces. La maldije cada vez que el metal atravesaba su cuerpo.

Ella estaba ardiendo en el infierno, yo riendo en mi reino.

Has vuelto, déjame decirte, sigues hermosa.

Sé a que se debe tu visita, es más, te estaba esperando.

Puedes comenzar cuando quieras, estoy listo.

Estaremos juntos una eternidad, juntos podremos torturar demonios.

Cuando terminé con tu vida, la parca tembló de miedo al verme con actitudes mismas de Jack el destripador.

Ahora veo, que ella está más asustada de ti que de mí en ese momento. El fuego siempre fue tu manera favorita, como siempre te muestras prolija.

Vivamos por siempre, del infierno, regresaremos.


#142 El Holder del Balance

En cualquier ciudad, en cualquier país. Ve a alguna institución mental o centro de reinserción social al que puedas llegar por tus propios medios. Cuando llegues al escritorio pregunta por quien se hace llamar "El portador del Balance", ante tu solicitud el empleado insistirá en que estás ahí para visitar al "Portador del Amor" mientras te guía por un largo pasillo; si no interrumpes esta acción rápidamente, antes de que el trabajador haya salido de la habitación, perderás para siempre la oportunidad de completar tu búsqueda ya que si lo sigues te conducirá al Portador del Amor.

Si le hablas a tiempo. el trabajador cerrará la puerta a la que se dirigía mientras saca del bolsillo interno del pecho un gran paraguas. Róbaselo y ábrelo horizontalmente antes de que pueda recuperarlo, el interior del paraguas es la puerta que debes atravesar. 

La habitación a la que has llegado es húmeda y oscura. Todo lo que se puede ver es una cabeza en descomposición que sobresale de la pared, su mano derecha le cubre los ojos y la izquierda sostiene un conjunto de escamas doradas. Al acercarte a él notarás que hay dos pequeños hombres de aproximadamente 20 cms, uno parado a cada lado de una balanza, el hombre de la izquierda viste de negro y el de la derecha viste de blanco.

Camina hacia la luz que ilumina a ambos hombres dejándote ver por ellos, el hombre de negro amenazará con suicidarse mientras saca de su bolsillo un brillante revólver. Si el hombre muere y cae de la balanza causando desequilibrio, todo el edificio se derrumbará sobre ustedes. Para evitar que esto suceda tienes dos opciones: Convencer al hombre de negro de que no se suicide o convencer al hombre de blanco de que lo haga también. 

Si el equilibrio se mantiene, háblale al hombre que sostiene la balanza, debes decirle: "Yo he mantenido el equilibrio", el abrirá la boca para responder, pero de su garganta solo emergerá una pluma.



La pluma es el objeto N°142 de 538. Guárdala, alguna vez necesitarás equilibrio.