miércoles, 24 de junio de 2020

El Brillo

¿Te duele?le preguntó a ella.

 Lo siento, cariño, ahora pongo más.
Agarró entre sus dedos una jeringuilla de delicado cristal en cuyo interior había algún tipo de anestésico. A pesar de su juventud, las manos le temblaban, parecían poseídas por demonios que las hacían batirse en espasmos. Se la clavó despacio, con mucho cuidado, con toda la delicadeza de la que disponía en esos momentos.

Ya está le dijo dándole un beso en la mejilla.

Tomó entre sus manos el delgado brazo de la joven, le dio un apósito recién desinfectado y, con extrema precaución colocó la mano de la bella mujer en la minúscula herida provocada por el pinchazo.

Presiona, mi amor le pidió mirándola a los ojos Espera a que haga efecto la anestesia.

Mientras esperaba, el muchacho, de aspecto demacrado, se secaba el sudor de la frente. Estaba empapado.

No te preocupes, cariño la tranquilizó dándole otro beso.

Todo volverá a ser como antes, ¿lo sabes, verdad?

Es incapaz de no mirar su boca. Incapaz de no mirar sus dientes machacados, incapaz de no mirar la inmensa grieta que atraviesa su mandíbula… Incapaz de no arrancar a llorar. Como avergonzándose de su llanto, se cubrió la cara con las manos y, tras unos segundos, se secó las lágrimas y volvió a mirarla.

No pasa nada le susurró con los ojos aún llorosos y la voz temblorosa Estoy bien.

Cogió con los dedos la aguja y la enhebró con toda la precisión que le permitían los temblores que recorrían sus manos. Pasó el dedo por los entrecruzados hilos que unían parte del brazo de la joven con su cuerpo. Pasó el dedo rozándolos, casi sosteniéndolo en el aire por miedo a lastimarla. Rozó también su piel, recubierta por una gruesa capa de sangre seca.

Solo queda un pocole dijo cogiéndola de la mano Tienes que ser fuerte, ¿vale?

Introdujo la aguja. Le costó atravesar su piel, bien por la rigidez de la carne o porque, llegados a este punto, le escaseaban las fuerzas. No lo sabe y, realmente, no le importaba. Tampoco podía siquiera pensar en ello. En su mente sólo aparecía ella, se la imaginaba forcejeando, luchando por su vida. Los golpes, los cortes, los gritos… todo se agolpaba en su cabeza, horrores impensables se formaban en su mente.

Alaridos, alaridos de terror. Sangre, la hoja de un cuchillo atravesando su piel, una y otra vez, rompiendo el hueso, astillándolo poco a poco… Todo se agolpaba en la mente del joven, tenía la sensación de que su cerebro iba a estallar. Sólo es capaz de gritar y golpear con rabia el cuerpo de su amada.

Sólo es capaz de recostar su cabeza sobre el vientre de la palidísima muchacha. Sólo es capaz de romper a llorar, de nuevo.

Lo… lo siento amor mío se disculpó con la mirada perdida Lo siento mucho, Darlene. No era mi intención, ¿lo sabes, verdad?

Levantó la vista hacia su rostro. Ella parecía perdonarle con la mirada. Eso hizo que el hombre se sintiera un poco mejor.

Continuó con su trabajo. Ha de terminarlo. Por ella y también por él. No podía soportar verla así. Cada puntada que daba le dolía en el corazón. Siguió mecánicamente con su tarea, intentando no prestar atención a lo que en su mente se formaba, intentando no mirar su rostro. Poco a poco y entre frases tranquilizadoras fue terminando su cometido.

Ya está, cariño le dijo.

Besó con ternura los finos y quebradizos filamentos que unían el cuerpo de Darlene con su extremidad, como dándole el aliento final que necesitaba para que recupere su forma natural.

El joven sonrió, “ya queda menos” pensaba, “solo la barbilla y ya estará lista”. Para la difícil tarea que se le presentaba utilizaría una pistola grapadora neumática, su pulso ya no estaba para coser y su paciencia tampoco. Miró a la mesilla y notó que ya no le quedaba anestesia. Se maldijo a él mismo, pero tenía que continuar, fuera como fuera.

Esto te va a doler… lo siento, pero no hay otra manera dijo con tremenda tristeza.

Cogió con fuerza la grapadora y la posó sobre la destrozada barbilla de la joven muchacha. Apretó el gatillo. El sonido producido por la grapadora al unir la carne era idéntico al que hace un cuchillo al cortarla. Lo apretó de nuevo. Un golpe seco que machacaba el brazo de Darlene viene a su mente. Volvió a apretarlo. Otra cuchillada consiguió romper el brazo esta vez.

Las lágrimas se mezclaban con la furia en el rostro del joven. Apretó. Sangre salpicando toda la habitación. Apretó. Gritos de dolor. Apretó. Golpes. Apretó. Forcejeos. Apretó… Miró hacia abajo, se dio cuenta de que ya había terminado y estaba grapando el aire.
Había terminado. Por fin había terminado. Comenzó a besarle la mejilla.
Ya está, cariño, ya está. Todo ha terminado le decía derramando lágrimas, esta vez de alegría.

Ya ha pasado cariño… ya esta…

Pero… se dio cuenta de que faltaba algo. Y solo podía ser una cosa: el brillo, el brillo de sus ojos color miel. Ese brillo tan inocente, tan hermoso, esos millones de pequeños cristales que recorrían por completo su iris, reflejando toda la luz que llegaba hasta ellos. Tenía que solucionarlo, todavía no había acabado.

Rebuscó desesperadamente por toda la habitación. Tras un largo periodo de tiempo vislumbró una polvorienta caja bajo un par de muebles. La cogió, sopló el polvo y la abrió. En su interior se encontraban varios adornos de Navidad: un pequeño árbol desmontado, varias figuras, guirnaldas, luces… ¡Luces! ¡Tenían el tamaño perfecto! Mientras cogía las luces vino a su mente las ya un tanto lejanas últimas Navidades.

Las habían pasado los dos juntos, solos. Su pasión no les había permitido siquiera terminar la cena romántica que habían preparado. Hicieron el amor toda la noche, sin descansar y, al amanecer se ducharon juntos y siguieron haciéndolo, de forma ininterrumpida. “Las próximas Navidades nos terminaremos la cena” se repetía una y otra vez.

Comenzó la operación. Lentamente introdujo la pequeña bombilla en el ojo de la muchacha. El humor vítreo del interior del mismo salió al exterior formando un pequeño charco en la cuenca tras romper la capa que recubría el ojo. Ese líquido hacía la operación más difícil. Además de temblorosas, sus manos también se tornaron resbaladizas.

Sin quererlo introdujo más de lo que quería la bombilla en el interior del ojo. Y al intentar sacarla torpemente, la introdujo aún más al fondo. Lo estaba echando todo a perder, tenía que calmarse. Respiró despacio, intentando calmarse. Tras aproximadamente medio minuto y visiblemente un poco más calmado, agarró una aguja de coser un tanto alargada. Intentó sacar la bombilla ayudándose de ella, pero la mala fortuna le acompañaba en cada intento.

Finalmente, y tras mucho intentarlo, solo consiguió desgarrarle la superficie del iris. Su ojo… lo había estropeado… El joven empezó a temblar y miró a aquel ojo ahora horrible y rezumante.

¿Qué había hecho?

¿Cómo podía haber sido tan torpe?

Lo había estropeado todo, ¡todo! La rabia se apoderó de él, cogió fuertemente el aguja y la clavó, una y otra vez en el ojo de la pobre mujer. La sangre comenzó a salpicar su cara. Clavaba y clavaba, cada vez más fuerte y más profundo. Lo clavó por última vez, con toda la fuerza que fue capaz de sacar de lo más hondo de su ser.

Cansado por el esfuerzo se apoyó sobre sus palmas y agachó la cabeza. Respiró fuerte y agitadamente, pero con su rabia ya apaciguada. Volvió su vista hacia aquel ojo, aquel ojo machacado, ensangrentado, ese ojo amorfo, ese ojo que más que un ojo parecía una masa uniforme de trozos de huesos, carne, piel y líquido ocular. Pero, en ese ojo, en esa masa vio un brillo.

La aguja brillaba, reflejaba la tenue luz que le llegaba del exterior, como lo haría un diminuto cristal. El brillo, el brillo de sus ojos color miel.

No le salían las palabras, sólo pudo mirarla con incredulidad y con un júbilo extremo en la mirada. La abrazó y estando abrazados acercó su boca a la suya. La besó en los labios, la besó en su mortecina boca, la besó con la mayor dulzura con la que había besado nunca.

Rozaron sus narices suavemente y él la miró a los ojos. Ahí seguía el brillo. Se quedó mirándolo, anonadado por el esplendor que proyectaba.

Y ahí, dentro del brillo lo vio. Por fin lo vio. Vio todo aquello que su mente le había hecho olvidar. Se vio a él mismo, gritándola. Se vio a él mismo enfadándose. Se vio a él mismo golpeándola. Se vio a él mismo destrozándole la boca a puñetazos. Se vio a él mismo cortando su cadáver con un cuchillo. Lo vio… lo vio todo. Todo lo que el mismo había hecho. Todo lo que le hizo.

No pudo soportarlo. No pudo con la culpa. Solo una soga, atada fuertemente al cuello fue capaz de ayudarle con esa carga. Y lo último que vio antes de morir fue aquel brillo, el brillo de sus ojos color miel…



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martes, 23 de junio de 2020

No Estoy Solo

Este relato será corto, pero no tengo tiempo, espero que a nadie le pase lo mismo nunca se queden solos...

Todo comenzó el día que mi hermana cumplió años. Yo me quede solo en la casa hasta el día siguiente y a eso de las 20:46 me acosté a usar la computadora, escuche un grito que provenía de la cocina. Me levante para ver que era, pero no había nadie...

"Debí Imaginarlo" pensé para darme un poco de tranquilidad, pero no, lo había oído de verdad.

A las 22:30 me acosté a dormir y volví a escuchar algo... esta vez de la habitación de mi madre, me sentía aterrado, solo con 14 años parecía sentir la muerte tan cerca de mi, casi apoyando su mano en mi hombro. Al levantarme y abrir la puerta de la habitación, antes de llegar a la perilla escuche el llanto de un bebe que se escuchaba hacia mi espalda. Se me heló la sangre, quise llamar a alguien pero la señal estaba interrumpida, intente salir de la casa pero al bajar las escaleras la puerta que estaba abierta se cierra de un portazo en mi cara. Miro por la ventana pero solo había un vacío... Estaba en una especie de dimensión, escucho una voz ronca venir de afuera, se abre la puerta y lo vi. Era un demonio, en ese momento no reconocí si era el diablo, belcebú o no se quien. Solo se que una voz como de ángel me dijo que corriera, yo le obedecí, me encerré en mi habitación y me puse a escribir todo en mi computadora.

Esto es lo que estoy escuchando ahora...

"Abre la puerta, no te haremos nada"

"Te puedo dar vida eterna, solo abre la puerta"
La curiosidad de que hay del otro lado me invade, dejo este documento. He mirado por la ventana y ya estoy en mi barrio. Adiós

Intente nunca quedarse solos en su casa, pueden morir cualquier día...

atte: Un Joven Aterrado



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lunes, 22 de junio de 2020

Los Muertos no Merecen Muchas Respuestas

La fiesta navidad de los Wilsons ya daba comienzo a su fin; Solamente quedaban cuatro familias. Siendo tan solo las 5 de la mañana el lugar era un desastre, todo cubierto de restos de comida. Era la primer navidad entre familia y amigos. Los padres de cada familia comenzaron a limpiar para arreglar un poco lugar.

De esas cuatro familias, dos vivían a pocas cuadras, lo que les facilitaba el camino a su hogar; las restantes vivían ahí, entre ellos estaba el mejor amigo del dueño del lugar, que por algún motivo al terminar la fiesta su coche dejo de funcionar, así que tuvo que pasar la noche ahí mismo hasta que por la mañana lo llevarán a su casa, todos limpian mientras los niños juegan alegremente. En silencio los adultos hablan a espaldas de otros que por el horario debieron marcharse, los pequeños ya un tanto aburridos decidieron ir con el abuelo, que por cierto fue un ex-combatiente de guerras y tenía muchas historias grabadas en su cabeza. Alfio su nieto favorito ya conocía la gran mayoría de ellas, ya que vivió muchos años en el campo, y con la falta de la televisión solo le quedo escuchar a su abuelo, y eran historias largas y aburridas para un niño, pero cuando un anciano habla ya no se le calla.

Una historia en particular que su abuelo jamás contó rodeo a los niños no tan solo de temor si no de intriga. De pronto los adultos comienzan a sentarse cerca de los niños a escuchar la maravillosa y tétrica historia, nadie se atrevía a contradecir ni una sola palabra del abuelo, tan solo por eso escucharon atentos hasta que le diera el sueño, eso jamas ocurrió. E Abuelo subió un poco el tono de la voz y todo se torno un poco más lúgubre, pues él ya se iba a acostar.

Las luces por algún fallo de la energía comenzaron a parpadear, en el aire se sentía un olor a sangre que llevaba tiempo sin frío.

Entonces fue cuando todos comenzaron a temblar de miedo al ver que de la mesa caía una copa.

— ¿Mierda? Se callo de la nada—dijeron algunos.

— ¡Dios Mio! que fue eso—replicaron los demás.

El abuelo que ya no le temía a nada, les aclaró, no se preocupen por lo que pueda llegar a pasar en este lugar.

Todos se exaltaron menos el abuelo, quien por su rostro sabía lo que sucedía en ese lugar. Los padres intentaban convencer a los niños de que nada malo iba a pasar, pues algo muy extraño los comenzó a torturar...

— ¿Por qué pasa esto? —se preguntaron todos.

—Esto pasa todas las navidades a estas horas, por eso en su niñez las fiestas terminaban temprano—respondió el abuelo con un tono burlón.

— ¿Y Cómo podemos acabar con esto? —gritó uno de sus sobrinos.

—No se puede acabar, solo resta aprender a sobrevivir y ya, no le teman a quien viene a visitarlos-.

—Tío ya comienzas a asustarme—Dijo el sobrino.

Los niños comenzaban a llorar. Hasta que la abrasante noche los puso a dormir, el mejor amigo del dueño que había leído libros sobre espíritus dijo tener la solución.

—Cálmense, yo se como solucionar todo esto y que jamás vuelva a suceder— Dijo el mejor amigo, comenzó a preparar todo lo necesario. Colocó un tablero extraño y le pidió a a su amigo que trajera una copa limpia. El dueño del lugar fue en busca de una copa limpia, fue difícil esa tarea con el desorden de cosas recientemente lavadas.

—Aquí tienes— Dijo un poco intrigado el dueño.

El mejor amigo se posiciono frente a lo que parecía según las películas el llamado juego de ouija pero con una gran copa limpia:

—Aquí sabremos que clase de mal nos acecha.

Todos a una gran distancias menos el abuelo observaban al mejor amigo del dueño interactuar con la copa y el tablero.

Una vez todo listo, el ritual ya daba comienzo. La copa sin que nadie preguntara nada se movió lentamente, formando así el nombre de quien toco el tablero por última vez, Dardo, el mejor amigo del dueño. Todos empezaron a tener piel de gallina en el momento que la copa dio su movimiento, la cual estaba bocabajo. Al estar en presencia de tal acto, todos se inundaron de terror. Entonces Dardo supo que debía comenzar a hacer las preguntas:

—¿Eres alguien malvado?

Sí, fue lo que quedo dicho con la copa deslizándose en el tablero.

— ¿Eres de sexo masculino?

DEPENDE

Todos de repente querían hacer sus preguntas, y el abuelo se levantó de su sofá a intentar a hacer su tan ansiada pregunta.

— ¿Eres habitante del cielo o el infierno?

Del mismísimo lugar al que vendrás.

— ¿Has muerto?

Jamás viví.

— ¿Quién eres en realidad?

Lo que menos crees.

— ¿Estás cómodo ahí?

Sí.

El abuelo que parecía ser el único sin miedo tomo la copa y la lanzó a la pared mas cercana:

— ¡¿Están Locos?!

Y la copa empezó a repararse y a levitar en el aire para luego volver a su lugar de origen.

Todos se sorprendieron al ver que la copa retomaba su lugar en el tablero, esta vez con cada pregunta del abuelo la copa no respondió ante ninguna de ellas. Dardo se acercó a hacer unas preguntas.

— ¿Estás ahí?

Claro que sí

— ¿Por qué no le respondes al abuelo?

Solo respondo pocas preguntas a los muertos

Todos con intriga no supieron que responder ante esa respuesta.

— ¿Te caemos bien?

La copa se detuvo por unos segundos como en duda de su respuesta y respondió:

Me agradan mis presas

Todos se asustaron y corrieron lejos.

—Ya deja eso y vayámonos.

La copa comenzó a moverse y respondió:

No podrán irse
Todos corrieron a la salida y notaron que la puerta estaba cubierta de nieve por fuera, lo que hacía imposible escapar.

—Es la primera vez que nos ocurre esto— gritó pepe el dueño del lugar

— ¿Ya vieron?— le replicó Oscar, su hermano.

—Lo mejor será aguantar hasta el mediodía— Dijo en voz baja Monica.

Todos se fueron a dormir ignorando todo lo ocurrido en su hogar.

Ya el sol inundó la casa con su luz y todos comenzaron a levantarse. Desayunos en familias hay pocos. Hasta que de repente suena el teléfono, nadie quiere acercarse a atenderlo y el tono de mensaje comienza a sonar, -el mensaje del número al que está siendo llamado es:

— ¿Eres alguien Malvado?

— ¡¿Qué?!—Respondieron todos.

—Vayan a ver al abuelo— Dijo una voz rara y macabra.

Todos corrieron a ver al abuelo. En el sofá donde él debía estar solo se encontraron 2 cosas, Una copa y el tablero que usaron esa noche. La copa estaba llena de sangre, debajo del tablero se encontraba una carta arrugada. La carta decía:

Les dije que a los muertos solo les contesto pocas preguntas



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domingo, 21 de junio de 2020

¡Este no soy yo! [Micropasta]

Estoy en una camilla de hospital. Me he raspado y me he fracturado la tibia y la muñeca en el accidente. Como, por suerte, no es nada grave, pronto me darán el alta.

A mi lado, yace un hombre de terrible aspecto; su canoso pelo está enmarañado y sucio, y su cara está demacrada. Ha tenido un accidente como el mío. Él, sin embargo, ha estado un año en coma. Mañana será desconectado.

Me despierto y, no obstante, no puedo moverme. Me siento adolorido y, además... Un momento... ¡Esperen! No pueden desconectarme. ¡Este no soy yo!

La Mujer del Rincón

Hola, soy Daniel Navarro y les voy a contar la experiencia más perturbadora y aterrorizante de mi vida.

Cuando yo era un niño,alrededor de los seis años mis padres se divorciaron y me fui a vivir con mi madre a un departamento en las afueras de la ciudad de Lincoln.

El lugar era de arquitectura sencilla: una cocina-comedor, un baño y una habitación en la que cabían perfectamente (con mesa de luz en el medio) dos camas medianas.

La separación de mis padres no me había afectado mucho. Supongo que se debía a que fue a edad temprana o, más aún, a que yo no los había escuchado pelear ni verbal ni mucho menos físicamente. Fue Claudia, mi madre, la que me informó respecto de la lamentable situación entre ellos. Y yo no entendía muy bien qué era lo que estaba pasando, pero me sentí mal de todos modos.

Los primeros días en aquel departamento fueron muy divertidos. Lo eran para mí, me pasaba el día jugando a los Hot Wheels y dibujando hojas en blanco que después quedaban desparramadas por toda la casa.

Pero los días cambiaron, lamentablemente, en el mal sentido.

Una tarde en la que estaba aburrido y poco inspirado acerqué un ojo a la cerradura de la puerta de entrada y vi (nunca me voy a olvidar) a una mujer de espaldas en una de las esquinas del pequeño piso de cuatro departamentos.

Tenía un casi nulo rango de visión que me daba el ojal, no obstante, lo suficiente como para ver que parte, desde los hombros hasta un poco más arriba de las rodillas, era mujer. Pero era un cuerpo grisáceo, no sólo por la casi penumbra que reinaba allí afuera en el hall, sino porque parecía un cuerpo frío y además víctima de lastimaduras severas. Congelado del miedo, me alejé apenas concebí tan horrible visión, al tiempo que mi respiración se aceleraba y mi corazón empezaba a latir más fuerte, hasta el punto de sentirlo en la garganta. ¿Quién era aquella mujer? ¿Por qué estaba apoyada sobre el rincón e inmóvil y tan lastimada?

Mami— dije de forma inocente-Hay una mujer ahí afuera.

Mi madre creyó, por supuesto, que se trataba de alguna vecina que salía por algún motivo.

No, mami aclaré Está lastimada… Muy lastimada.

En cuanto escuchó esto salió disparada hacia la puerta y en cuanto escuché el ruido de la puerta abrirse, corrí a esconderme detrás de un mueble. Me fui asomando lentamente para ver que no había nadie allí.

Ah… la luz estaba apagada en el momento en que yo habían mirado por la cerradura. Fue mi madre quien la encendió para ver con claridad… ¿habría visto mal?

—No te preocupes, hijito… No hay ninguna mujer lastimada —respondió.

Pero yo estaba segurísimo de lo que había visto, motivo por el cual –y de esto me arrepiento mucho más– volví a ojear, nuevamente y con cierta incertidumbre ahora, a través del trinquete.

La misma mujer en la misma oscuridad ahora estaba de frente y a centímetros de la puerta.

Y yo no veía otra cosa que su vientre, grisáceo y tan lastimado como el resto que antes había podido contemplar.

El pánico que me invadió fue terrible.

Ni un segundo pude sostener la vista por lo que, temblando de miedo, me sobresalté de tal manera que me caí al suelo.

— ¡Mami, mami! —grité, aterrorizado—. ¡Está ahí, atrás de la puerta! Buaaa…

Ella volvió a abrila, mucho más preocupada que antes no por la mujer sino por mi comportamiento, y –para mi sorpresa y otra vez– nadie se encontraba en el hall.

— ¡Aparece cuando se apaga la luz! —insistí—, ¡Tengo miedo, mami! Buaaa…

Mi madre creyó, como tiempo después me reveló, que yo había sufrido alucinaciones esa vez. Por eso, me llevó al médico de inmediato, así como –de inmediato e insólitamente– se enteró de que mi cuerpo funcionaba a la perfección… ¿Por qué, entonces, había visto semejante cosa?

A los pocos meses nos mudamos a un departamento más grande.

Ahora tengo diecinueve años y me encuentro –quién lo habría imaginado– estudiando Periodismo en las afueras de Lincoln, en el mismo edificio en el que tuve la experiencia más aterradora de niño.

Por supuesto que recuerdo perfectamente lo que vi, y como después de tantos años aquellos recuerdos se borronean un poco –de manera que uno no sabe si lo que vio fue o no real– hoy a la noche voy a volver a mirar por el cerrojo de la puerta.

Ah, el departamento es el mismo…

Y las luces del hall se apagan automáticamente…

Me dio miedo quedarme solo por primera vez acá, en este lugar tétrico, pero ni loco le habría dicho a mi madre que no quiero, que no me animo a pisar este suelo. Creería que soy un nene que cree en los fantasmas. Claro que ella se acuerda de aquel episodio… bueno, supongo.

Tres de la mañana, creo que voy a mirar…

Nada. No hay ninguna mujer en el rincón, pareciera que mi terror nocturno fue superado… ah, no, las luces están encendidas, no vale…

Ahí está, se apagaron, llegó el… ¿qué fue ese ruido?

No importa, antes de seguir escribiendo me voy a asomar y a contar lo que vi, aguárdenme un momento…

Por Dios… por el amor de la Santísima Madre, es la misma mujer… de espaldas a mi puerta… Se está golpeando levemente la cabeza contra la esquina y está desnuda y lastimada.

Me armé de valor, tenía que salvarla, corrí hacia ella, me preparé para embestir y-...

Daniel Navarro fue encontrado muerto en el hall del 4º piso del edificio de la calle Irigoyen 592. Causa de la muerte: traumatismo de cráneo; murió al primer impacto. Sus restos fueron encontrados a las 4:00 AM de la mañana siguiente debido al olor.


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