Cada mañana al despertar, precisamente a las seis de la mañana, Matías se asomaba por la ventana de la habitación para observar a su vecina Nicole, una muchacha muy hermosa de cabellos dorados y con un bello rostro angelical, la chica que todo joven desearía tener como pareja.
Ella solo duerme mientras él la admira con un profundo deseo, se mantiene oculto tras las cortinas con las luces apagadas y la mirada fija en la ventana del frente, espera que la alarma de su reloj rompa la calma y la despierte de sus sueños a las seis y media, como todos los días. Esa es la señal para que el joven se retire de su acecho.
Ambos asisten al mismo colegio, son buenos amigos y se visitan con frecuencia. Sin embargo, durante todo el tiempo que lleva conociéndola, nunca se le ha ocurrido cómo expresarle sus sentimientos. Las dudas lo invaden ante las posibilidades de rechazo y de resistencia a su deseo; le es inevitable pensar que su amistad podría arruinarse.
Un día de tantos, Matías se decide a cumplir su cometido. Sus padres no se encuentran en casa y Nicole lo visita, él la invita a su recámara, y ella accede pensando que platicarán de asuntos triviales. Mientras la hermosa niña entra al cuarto, el joven cierra la puerta tras de sí, ocultando un cuchillo en su cintura.
En silencio, antes de que ella voltee, se le lanza como predador a su presa. La apuñala repetidas veces en la espalda. De sus heridas mana aquel cálido líquido que solo ha visto en sus ilusiones, en el sinfín de ideas que han revuelto su mente cada mañana, cada media hora que la ha contemplado. Nicole trata de respirar sin conseguirlo. Sus ojos se cierran, y su mirada se apaga. El cansancio azota su ser hasta que su cuerpo queda inerte.
Agitado, Matías solo la observa y jadea. Quiere verle el rostro a quien le ha arrebatado la vida. Ha perdido su belleza. Se está hinchando. No sonríe más. La saliva que cae de sus labios toca el suelo y se entrevera con el mar rojo que despierta sus deseos más salvajes.
Toma un martillo que ha ocultado bajo su cama. No puede esperar a conseguir lo que busca. Se sienta sobre su estómago, y golpea repetidas veces su esternón con el acero.
Siente éxtasis y fascinación por la hermosa escena. Desgarra sus prendas con el cuchillo. Su camisa rosada y su sostén han adquirido un tono escarlata. Sus senos se han deformado. Sangre se ha acumulado en su piel.Clava la hoja y troza su pecho. Lo asierra con los dientes del filo. Lo encuentra. Sonríe. Después de todo, solo quería su corazón, para que nadie más pudiese tenerlo.
“Siempre buscamos el corazón de la persona que amamos. Y nuestro mayor miedo es que otro nos lo pueda arrebatar”
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