Para mi, cada espejo era un mundo diferente al nuestro, desde niño pasaba fantaseando como sería cada uno de ellos, paisajes maravillosos y criaturas increíbles; Princesas, elfos, ogros y dragones. Puede parecer loco, pero me sentaba a charlar frente al espejo conmigo mismo, cosa inusual para un chico de 10 años. Uno de ésos días, sin asustarme, mi cuerpo frente al espejo se arremolino en una paleta de colores, incluso reí por algo tan inusual llevado a cabo por mi imaginación, las miles de tonalidades se separaron, formando el cuerpo joven de un marqués de cabello desteñido, sonriente y de mirada vivaz, aquel que pasó a ser un gran amigo con el que mantenía intensas charlas sobre temas triviales. Por cada día que me reunía con él perdía mi interés por el mundo real, tenía menos noción del tiempo, a tal punto que dejé de lado a mis amistades reales, nunca me había divertido tanto con alguien como él.
Llegó mi cumpleaños número 12, era un joven solitario que dependía del afecto de mi obra maestra y único compañero, si yo era feliz él también lo sería, ése era el verdadero problema, mi ánimo estaba por los suelos, y por lógico, él también. Ya no reía, vestía de terno y su mirada se perdía en el vacío que figuraba como fondo del espejo, pero los días de felicidad volvieron y llegué a casa contento por iniciar el año escolar con nuevas amistades. El marqués había recuperado su felicidad y esperó a su amo, también compañero, para charlar como lo hacían en los viejos tiempos, el chico estaba distraído y salía de casa muy a menudo, el espejo cayó más temprano que tarde en el olvido del muchacho. Por cada día que el marqués sufría la soledad un sentimiento de odio y traición nacía de su pecho, él había amparado al chico cuando éste más lo necesitaba, pero ahora él le pagó dándole la espalda.
La mente del marqués trazó un plan maquiavélico, el muchacho entró corriendo a la habitación arrojando la mochila sobre la cama, y cuando ya estuvo dispuesto a salir de la habitación una voz familiar lo detuvo, caminó en reversa y se plantó frente al espejo.
—¿Recuerdas esos mundos maravillosos que solíamos imaginar? —Dijo el marqués con confianza.
—¿¡Quién mierda eres!?, ¡Mamá hay un extraño en mi dormitorio! —Gritó el chico.
El marqués, golpeado por la reacción inesperada de quién una vez en la infancia fue lo más cercano a un amigo, quedó petrificado y fue desapareciendo en la niebla que provenía desde lo lejano, con el rostro cubierto en lágrimas, no había nada más que guardar a aquél chico además del odio, repulsión y la vergüenza de ser rechazado como un extraño por quién más lo quiso. Ya nada era del color de rosa, el marqués se vio obligado a poner en marcha su plan y jugó en contra la vasta imaginación del chico, ya que el marqués se disfrazó de la chica de sus sueños, y cuando el joven entró en la habitación escuchó los gritos de auxilio de la chica prisionera detrás del espejo, el muchacho estiró su mano a la ilusión extraviada, de pronto sin que alcanzara a reaccionar la mano del marqués surgió del espejo y lo tomó por la muñeca, jalándolo al mundo maravilloso de sus sueños.
Se detuvo a contemplar aquél hermoso paisaje, repleto de árboles y un castillo estirándose hasta las nubes desde una colina que vestía de un bello césped, un dragón bajó del cielo y se detuvo frente al muchacho, nivelando la cabeza donde las manos del chico podrían acariciarlo, el joven, de nombre Daniel, montó sobre la espalda del dragón y éste echó a correr por lo largo del territorio y alzó el vuelo, sorprendiendo a la mente imaginativa del joven soñador. Pudo observar cada detalle que en sus diez años había creado y planificado la visita a éste mundo soñado, el dragón descendió el vuelo sobre un castillo, desde el balcón lo saludaba la chica de sus sueños, finalmente aterrizó frente al portón dejando al joven a su suerte. Caminó por un pequeño y delicado puente diseñado con rosas de mármol y entró en la propiedad de la princesa, ahí, sorprendiéndole aún más, lo esperaban cientos de borrachos y alegres piratas, sentados frente a una larga mesa de madera, repleta de comidas costosas y de apariencia apetecible. Daniel se integro con confianza a comer y meter conversa a sus compañeros de banco, ebrios y felices. La fiesta terminó con todos los invitados colgando de un asiento o tomando una siesta incomoda sobre el suelo, parecía una orgía que no lo fue.
La princesa, coqueteándole a Daniel, lo llevó de la mano tras interminables escalones a su habitación real, le abrió la camisa y lo empujó a la cama, finalmente habló:
—Es un lindo lugar, ¿no lo crees?
—Sí... es lo que siempre soñé.
—Yo también soñé con un mundo así... y finalmente llegó.
—¿A qué te refieres?
—Desde pequeña mi padre me mantuvo bajo grilletes en el sótano, temiendo a que me alzara con el poder y traer felicidad al reino.
—¿Y dónde está tu padre?
—Fue alcanzado por una flecha durante la rebelión, el pueblo entró en cólera al saber que me tenían recluida en el calabozo y mi existencia fuese ocultada por el sólo hecho de tener sangre real.
—Vaya, eso es triste, viniendo de una persona tan tierna como tú.
—Mi madre murió envenenada, todos creen que fue mi padre, era muy egoísta si se trataba de poder.
Charlaron horas, y cuando el sueño cayó sobre cada uno durmieron en la misma cama. En la mañana el portón se abrió y a Daniel lo esperó el dragón para dar un nuevo recorrido, ésta vez el dragón sonreía más de lo común, Daniel subió y de inmediato alzó el vuelo, desde lo alto Daniel se despidió de su nueva novia, ella lo miraba amablemente desde el balcón y estiró la mano para despedirse, los ojos de Daniel se abrieron horrorizados, cuando, de manera espontánea, el castillo se derrumbó en su inmensidad hasta el vacío, Daniel gritó al dragón que se detuviera pero éste no le prestaba atención, un bloque de la estructura cayó sobre la espalda de la princesa y la partió en dos, saltando fuera de sus cuencas ambos ojos por la presión ejercida, ella gritaba, Daniel tuvo que verlo todo, el cuerpo de quién más amo siendo tragado por los escombros, el bosque eterno y maravilloso se incendio, los árboles se carbonizaron, Daniel se arrancaba los pelos de la desesperación al ver como su mundo se caía a pedazos, entre las llamas toda criatura producto de su imaginación sin limites se mataban unos a otros arrancándose la piel y apuñalándose con lo que encontraran en su camino.
El dragón dejó caer a Daniel sobre una pirámide de escalones negros y descendió el vuelo sobre la cúspide, postrándose en ella. Empezó a reír frenéticamente mientras la piel se le caía a tirones, quedó sólo un frágil dragón esquelético, y dentro de él, mirando triunfante y burlesco, se sentaba sobre la dorsal desnuda de la criatura el marqués. El marqués abrió la boca negra, sin dentadura ni encías aspirando a Daniel, por más que el muchacho se aferró a los escalones sus dedos resbalaron y fue abducido por las fauces vacías del celoso monstruo.
Desperté tirado en la cocina en medio de la noche, todas las luces estaban apagadas, la casa totalmente sucia por donde la vieras, recorrí entre pasillos oscuros el complejo, por alguna extraña razón cojeando, sentía que alguien, que no podía ver, me observaba sonriendo desde las sombras, fui abriendo cada habitación, no había absolutamente nadie. Llegué a la mía, buscando el sueño bajo las sabanas para olvidar aquella horrenda pesadilla, puedo verlo, enciende la luz, maniobra un puñal entre los dedos y dice con voz triste "¿Por qué lo hiciste? Éramos lo mejores." Puedo recordarlo, no habrá un amigo como él que pueda volver a tener, me arranca de la cama con uno de sus brazos, caigo al suelo, las puñaladas prefieren caer sobre mi pecho y abrirlo, no siento dolor, el verdadero dolor lo siente él por mi culpa, me arranca los ojos con notable ira y los entierra en mi boca, se sienta sobre mi pecho y apoya sus manos alrededor de mi cuello, comienza a estrangularme, la vida se desvanece como lo hace la mejor amistad.
Si llegas a verlo en tu espejo sé su amigo, no querrás hacerlo sufrir más.