viernes, 26 de junio de 2020

Mi hijo está Solo

Hace frío.

Tranquilo, no te preocupes.

Mamá, no me encuentro muy bien, tengo mucha hambre.

Ahora mismo te traigo algo— Olga salió de la habitación de su hijo y bajó corriendo a la cocina. Abrió la nevera y el corazón se le encogió Mierda, no hay casi nada y ahora qué hago.

Era domingo y en su barrio no había nada abierto, estaba en pijama y tenía fiebre, pero le daba igual. Lo último que quería era que su hijo tuviera hambre. Subió corriendo las escaleras y se asomó a la habitación de su hijo, el pequeño se estaba comiendo las uñas.

Tengo que darme prisa, no lo puedo dejar solo mucho rato pensó.

Entró en su habitación, se desnudó y abrió el armario. Le invadió ese olor, el olor que a cada momento que abría el armario le hacía acordarse de su marido.

Da igual, ahora no tengo tiempo de pensar en eso.

Se vistió corriendo, cogió el dinero y las llaves y se fue hacia la puerta. El frío la invadió nada más salir por la puerta, notó una punzada en las anginas, se apretó más fuerte la bufanda y se subió al coche.

Puso las llaves en el contacto y el coche no se encendió. Lo intentó una y otra vez, pero no pudo. Una lágrima le empezó a caer por la mejilla.

No, mierda no, joder, y ahora qué hago.

Su angustia prácticamente se podía tocar, en su mente solo había una pregunta, ¿cómo podía ser tan sumamente estúpida, de no haber comprado más comida?

Se fue corriendo hacia la calle principal y cogió un taxi. El taxista la llevó hacia la tienda más próxima que estaba abierta, compró corriendo lo que necesitaba y se volvió a meter al taxi.

Piii, Piii, Piii.

Señora me parece que ha pasado algo, los coches no se mueven.

¿Qué?, no me puede hacer esto, mi hijo está solo dijo casi lloriqueando.

Lo siento, señora, no puedo hacer nada.

¿Cuánto podemos tardar?

A este ritmo, 45 minutos más o menos.

Joder, no puedo esperar tantole tiró un billete de veinte euros y salió del taxi.

¿Qué hace, señora? Hace mucho frío y su destino está a más de media hora andando le chilló el taxista.

Ella ya no lo oyó, estaba corriendo como una posesa hacia su casa.

Mi hijo está solo, mi hijo está solo, mi hijo está solo.

Sentía cómo el corazón le estaba a punto de explotar, la fiebre le hacía sentirse extraña, como en una nube. Siguió corriendo y enfiló rumbo a la calle principal, empezó a buscar las llaves en el bolso y...

¿Dónde están? ¿Dónde están? ¡Oh no!, me las he dejado en el taxi.

Llegó a su calle y su preocupación se convirtió en miedo, la puerta de su casa estaba abierta.

No puede ser... ¡Dios!, otra vez no.

Entró al pasillo y empezó a llamar a su hijo.

Cariño, mira, ya te he traído tu comida. Hijo, por favor, sal de donde estés. Te he traído carne sus lágrimas de terror caían sin cesar.

Mamá, estoy aquí.

¿Dónde hijo? ¿Dónde?chilló.

Aquí mami, en la cocina.

Olga corrió hacia la cocina y vio lo que no quería ver. Su hijo se estaba comiendo a una persona, igual que hizo con su padre, con niños, con animales. El niño le miró con cara inocente y le dijo:

Mami, ya te avisé que tenía mucha hambre.


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#268 El Holder del Para Siempre

Donde quiera que estés mientras estas leyendo esto, acércate al espejo más cercano y dile a tu reflejo que es tu intención conocer a quien se hace llamar "El Portador de Para Siempre". Tu reflejo no cambiará en lo más mínimo, pero en este punto debes comenzar a buscar la más mínima imperfección en el espejo, con la ayuda de tu visión periférica ya que jamás debes romper el contacto visual con tu reflejo. Cuando encuentres ese defecto debes pronunciar a tu reflejo: "Yo soy de quién te hablaron" y rápidamente debes mirar esa imperfección. Si desapareces después de eso dependerá de ti cuanto tiempo tardes en hacer las pases con tus dioses antes de romper el contacto visual con el espejo y enfrentar tu muerte.

A través de la imperfección verás muy de cerca la sección media de un hombre, y luego se retirará de tu vista. Una vez que esto haya sucedido puedes apartar la vista de ese lugar en el espejo; Tan pronto como rompas el contacto visual con el espejo te encontrarás en un vacío. Nada físico existe aquí, aún así no serás capaz de sentir sino más que horror mientras lo ves destruirse ante tus ojos. Te sentarás paralizado cuando el vacío deje de existir, mientras continúe este ciclo infinito tu espejo será tu única compañía.

Si miras el espejo, notarás que tu cara se ha convertido en la de un ser humano demasiado viejo para estar vivo; en este punto te darás cuenta de que has estado ahí por eones; también sabrás que deben pasar muchos, muchísimos más hasta que puedas librarte de la autodestrucción de la nada. 

Para tu sorpresa descubrirás que durante todo este tiempo has estado infringiendo un pequeño rasguño en la superficie del espejo indicando cada año que has pasado en el vacío de la desintegración, continuarás haciéndolo todo el tiempo que te encuentres aquí.

Te preguntarás por qué no has necesitado alimento alguno aquí, mientras masticas distraídamente algún material sin nombre, creado solamente para evitar tu muerte. A medida que pasan los siglos te darás cuenta de que no hay salida de este vacío infierno; A medida que los siglos se convierten en milenios, dejarás de preocuparte. Olvidarás todo sobre tu búsqueda de los objetos, en este punto notarás una impureza en el árido vacío. Mientras más te concentres en él, se volverá más claro y grande hasta que termine por nublar toda tu visión.

Una vez que el tiempo mismo haya dejado de existir y la impureza se haya integrado a tu propio ser, debes realizar esta pregunta sin nombre a la nada que es ahora tu existencia: "¿Cuánto tiempo seguirán siendo buscados?" En este punto la impureza crecerá a una proporción tan inmensa que ya no serás capaz de contemplarla. Tan pronto como apartes la vista de ella, descubrirás que solo te estabas mirando en tu espejo durante unos diez minutos. Esta revelación desgarra la cordura de muchos hombres.

Sin embargo, si tu mente se puede mantener intacta te darás cuenta de que la imperfección que miraste con tanta atención cambió su forma, mostrando ahora las millones de marcas que hiciste a lo largo de tu estadía ahí, esa forma es tu marca y sifnifica "Para siempre".

Desde ahora ese espejo se llama "Forever" y revela la verdadera forma de todo lo que te rodea.



Es el Objeto N°268 de 538, Tu tienes tu respuesta, el nunca descansará hasta que se reúnan.



jueves, 25 de junio de 2020

Voces en la Oscuridad [Micropasta]

A veces oigo voces cuando duermo, cuando estoy solo o durante las noches, haga lo que haga. De vez en cuando siento que me invaden y me oscurecen el alma, me persiguen a donde quiera que vaya.

Son extrañas, profundas, siniestras; me han llevado con ellas a su infinita penumbra, y aunque no logro descifrar lo que son, me he decidido a convivir con ellas, pues no puedo evitarlo ya si componen mi día a día, mis horas, mis minutos...

Siempre estaré con ellas, en ellas; y mientras tú lees, mientras tu mente se invade en mis palabras, ellas te atraen a su oscuridad para que nos acompañes.

Operador del 911

—Novecientos once, ¿cuál es su emergencia?

Sí, hola. Eh… Esto sonará extraño, pero hay un hombre caminando en círculos en el patio frontal de mi casa.

—…¿Podría repetir eso, señor?

Se ve… enfermo, o perdido. O ebrio, o algo. Me desperté para tomar un vaso con agua y escuché pisadas sobre la nieve cerca de mi ventana frontal, así que di un vistazo… Lo estoy viendo ahora mismo, está a unos diez metros de mi ventana. Algo no está bien.

—¿Cuál es su dirección, señor?

1617 Quarry Lane, en Pinella Pass.

—Voy a enviar una patrulla hacia usted, pero se encuentra un poco alejado. ¿Está solo en su casa, señor?

—Sí, estoy solo.

—¿Puede asegurarse de que todas sus puertas y ventanas estén cerradas? Quédese en el teléfono conmigo.

Sé que mi puerta frontal definitivamente está cerrada, pero iré a revisar mi puerta trasera de nuevo. Aprecio mucho su ayuda, por cierto. Sé que todo esto debe ser un tanto raro, pero espero que…

—¿Señor? ¿Sigue ahí?

Está… Aún está en el patio frontal de la casa, pero está… Qué mierda… Está de cabeza…

—¿Señor? ¿Qué está sucediendo?

Me está viendo… pero está… ahora se está parando con sus manos. Está perfectamente inmóvil, viendo directo hacia mí. Está haciendo un paro de manos y está sonriéndome sin moverse.

—¿Es… Está haciendo un paro de manos, señor?

No… No sé por qué… Sí, me está mirando y está parado con sus manos. Tiene una sonrisa inmensa y está perfectamente inmóvil… Pero qué CARAJO… Por favor, manden a alguien aquí AHORA.

—Señor, necesito que permanezca en calma. He dado el aviso y una patrulla va en camino.

Sus dientes son enormes… Qué mierda. Ayúdeme, por favor…

—Señor, quiero que intente mantener un ojo en él, pero asegúrese de que su puerta trasera esté cerrada. ¿Puede confirmar que su puerta trasera está cerrada sin dejar de hablar?

Está bien… Ahora estoy caminando hacia atrás y lo mantengo en mi vista… Ahora mi mano está en la perilla… Está cerrada. Necesito revisar el cerrojo, así que voy a apartar la mirada por un momento.

—Está bien, señor. La ayuda va en camino. Solo quédese en el teléfono conmigo y todo estará bien.



Su cara. Está contra el vidrio.

—Señor, necesito que hable más fuerte. ¿Qué está sucediendo?

Dejé de verlo por unos segundos y ahora… su rostro. Está presionado contra mi ventana frontal. Sus dientes son inmensos y me está sonriendo… ¿Pero por qué no se mueve, mierda?

—Señor, necesito que vaya al cuarto más cercano y se encierre en él. ¿Tiene algún sótano o habitación en la cual puede encerrarse?

No me deja de observar… Me va a herir…

—Señor, necesito que me escuche. Enciérrese en algún lugar seguro hasta que los oficiales lleguen a su casa. ¿Me escucha?

Eh… sí… sí. Voy a encerrarme en mi cuarto.

—Y está seguro de que está solo en su casa, ¿correcto?

Sí, estoy solo en mi casa. Espere un momento... Se está moviendo... Está moviendo su cabeza... Me está diciendo que no... Puede escucharnos. Me trata de decir que no estoy solo.







—¿Señor? ¿Sigue ahí, señor? Escuché un ruido fuerte. ¿Todo está bien?



—¿Señor?




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miércoles, 24 de junio de 2020

El Brillo

¿Te duele?le preguntó a ella.

 Lo siento, cariño, ahora pongo más.
Agarró entre sus dedos una jeringuilla de delicado cristal en cuyo interior había algún tipo de anestésico. A pesar de su juventud, las manos le temblaban, parecían poseídas por demonios que las hacían batirse en espasmos. Se la clavó despacio, con mucho cuidado, con toda la delicadeza de la que disponía en esos momentos.

Ya está le dijo dándole un beso en la mejilla.

Tomó entre sus manos el delgado brazo de la joven, le dio un apósito recién desinfectado y, con extrema precaución colocó la mano de la bella mujer en la minúscula herida provocada por el pinchazo.

Presiona, mi amor le pidió mirándola a los ojos Espera a que haga efecto la anestesia.

Mientras esperaba, el muchacho, de aspecto demacrado, se secaba el sudor de la frente. Estaba empapado.

No te preocupes, cariño la tranquilizó dándole otro beso.

Todo volverá a ser como antes, ¿lo sabes, verdad?

Es incapaz de no mirar su boca. Incapaz de no mirar sus dientes machacados, incapaz de no mirar la inmensa grieta que atraviesa su mandíbula… Incapaz de no arrancar a llorar. Como avergonzándose de su llanto, se cubrió la cara con las manos y, tras unos segundos, se secó las lágrimas y volvió a mirarla.

No pasa nada le susurró con los ojos aún llorosos y la voz temblorosa Estoy bien.

Cogió con los dedos la aguja y la enhebró con toda la precisión que le permitían los temblores que recorrían sus manos. Pasó el dedo por los entrecruzados hilos que unían parte del brazo de la joven con su cuerpo. Pasó el dedo rozándolos, casi sosteniéndolo en el aire por miedo a lastimarla. Rozó también su piel, recubierta por una gruesa capa de sangre seca.

Solo queda un pocole dijo cogiéndola de la mano Tienes que ser fuerte, ¿vale?

Introdujo la aguja. Le costó atravesar su piel, bien por la rigidez de la carne o porque, llegados a este punto, le escaseaban las fuerzas. No lo sabe y, realmente, no le importaba. Tampoco podía siquiera pensar en ello. En su mente sólo aparecía ella, se la imaginaba forcejeando, luchando por su vida. Los golpes, los cortes, los gritos… todo se agolpaba en su cabeza, horrores impensables se formaban en su mente.

Alaridos, alaridos de terror. Sangre, la hoja de un cuchillo atravesando su piel, una y otra vez, rompiendo el hueso, astillándolo poco a poco… Todo se agolpaba en la mente del joven, tenía la sensación de que su cerebro iba a estallar. Sólo es capaz de gritar y golpear con rabia el cuerpo de su amada.

Sólo es capaz de recostar su cabeza sobre el vientre de la palidísima muchacha. Sólo es capaz de romper a llorar, de nuevo.

Lo… lo siento amor mío se disculpó con la mirada perdida Lo siento mucho, Darlene. No era mi intención, ¿lo sabes, verdad?

Levantó la vista hacia su rostro. Ella parecía perdonarle con la mirada. Eso hizo que el hombre se sintiera un poco mejor.

Continuó con su trabajo. Ha de terminarlo. Por ella y también por él. No podía soportar verla así. Cada puntada que daba le dolía en el corazón. Siguió mecánicamente con su tarea, intentando no prestar atención a lo que en su mente se formaba, intentando no mirar su rostro. Poco a poco y entre frases tranquilizadoras fue terminando su cometido.

Ya está, cariño le dijo.

Besó con ternura los finos y quebradizos filamentos que unían el cuerpo de Darlene con su extremidad, como dándole el aliento final que necesitaba para que recupere su forma natural.

El joven sonrió, “ya queda menos” pensaba, “solo la barbilla y ya estará lista”. Para la difícil tarea que se le presentaba utilizaría una pistola grapadora neumática, su pulso ya no estaba para coser y su paciencia tampoco. Miró a la mesilla y notó que ya no le quedaba anestesia. Se maldijo a él mismo, pero tenía que continuar, fuera como fuera.

Esto te va a doler… lo siento, pero no hay otra manera dijo con tremenda tristeza.

Cogió con fuerza la grapadora y la posó sobre la destrozada barbilla de la joven muchacha. Apretó el gatillo. El sonido producido por la grapadora al unir la carne era idéntico al que hace un cuchillo al cortarla. Lo apretó de nuevo. Un golpe seco que machacaba el brazo de Darlene viene a su mente. Volvió a apretarlo. Otra cuchillada consiguió romper el brazo esta vez.

Las lágrimas se mezclaban con la furia en el rostro del joven. Apretó. Sangre salpicando toda la habitación. Apretó. Gritos de dolor. Apretó. Golpes. Apretó. Forcejeos. Apretó… Miró hacia abajo, se dio cuenta de que ya había terminado y estaba grapando el aire.
Había terminado. Por fin había terminado. Comenzó a besarle la mejilla.
Ya está, cariño, ya está. Todo ha terminado le decía derramando lágrimas, esta vez de alegría.

Ya ha pasado cariño… ya esta…

Pero… se dio cuenta de que faltaba algo. Y solo podía ser una cosa: el brillo, el brillo de sus ojos color miel. Ese brillo tan inocente, tan hermoso, esos millones de pequeños cristales que recorrían por completo su iris, reflejando toda la luz que llegaba hasta ellos. Tenía que solucionarlo, todavía no había acabado.

Rebuscó desesperadamente por toda la habitación. Tras un largo periodo de tiempo vislumbró una polvorienta caja bajo un par de muebles. La cogió, sopló el polvo y la abrió. En su interior se encontraban varios adornos de Navidad: un pequeño árbol desmontado, varias figuras, guirnaldas, luces… ¡Luces! ¡Tenían el tamaño perfecto! Mientras cogía las luces vino a su mente las ya un tanto lejanas últimas Navidades.

Las habían pasado los dos juntos, solos. Su pasión no les había permitido siquiera terminar la cena romántica que habían preparado. Hicieron el amor toda la noche, sin descansar y, al amanecer se ducharon juntos y siguieron haciéndolo, de forma ininterrumpida. “Las próximas Navidades nos terminaremos la cena” se repetía una y otra vez.

Comenzó la operación. Lentamente introdujo la pequeña bombilla en el ojo de la muchacha. El humor vítreo del interior del mismo salió al exterior formando un pequeño charco en la cuenca tras romper la capa que recubría el ojo. Ese líquido hacía la operación más difícil. Además de temblorosas, sus manos también se tornaron resbaladizas.

Sin quererlo introdujo más de lo que quería la bombilla en el interior del ojo. Y al intentar sacarla torpemente, la introdujo aún más al fondo. Lo estaba echando todo a perder, tenía que calmarse. Respiró despacio, intentando calmarse. Tras aproximadamente medio minuto y visiblemente un poco más calmado, agarró una aguja de coser un tanto alargada. Intentó sacar la bombilla ayudándose de ella, pero la mala fortuna le acompañaba en cada intento.

Finalmente, y tras mucho intentarlo, solo consiguió desgarrarle la superficie del iris. Su ojo… lo había estropeado… El joven empezó a temblar y miró a aquel ojo ahora horrible y rezumante.

¿Qué había hecho?

¿Cómo podía haber sido tan torpe?

Lo había estropeado todo, ¡todo! La rabia se apoderó de él, cogió fuertemente el aguja y la clavó, una y otra vez en el ojo de la pobre mujer. La sangre comenzó a salpicar su cara. Clavaba y clavaba, cada vez más fuerte y más profundo. Lo clavó por última vez, con toda la fuerza que fue capaz de sacar de lo más hondo de su ser.

Cansado por el esfuerzo se apoyó sobre sus palmas y agachó la cabeza. Respiró fuerte y agitadamente, pero con su rabia ya apaciguada. Volvió su vista hacia aquel ojo, aquel ojo machacado, ensangrentado, ese ojo amorfo, ese ojo que más que un ojo parecía una masa uniforme de trozos de huesos, carne, piel y líquido ocular. Pero, en ese ojo, en esa masa vio un brillo.

La aguja brillaba, reflejaba la tenue luz que le llegaba del exterior, como lo haría un diminuto cristal. El brillo, el brillo de sus ojos color miel.

No le salían las palabras, sólo pudo mirarla con incredulidad y con un júbilo extremo en la mirada. La abrazó y estando abrazados acercó su boca a la suya. La besó en los labios, la besó en su mortecina boca, la besó con la mayor dulzura con la que había besado nunca.

Rozaron sus narices suavemente y él la miró a los ojos. Ahí seguía el brillo. Se quedó mirándolo, anonadado por el esplendor que proyectaba.

Y ahí, dentro del brillo lo vio. Por fin lo vio. Vio todo aquello que su mente le había hecho olvidar. Se vio a él mismo, gritándola. Se vio a él mismo enfadándose. Se vio a él mismo golpeándola. Se vio a él mismo destrozándole la boca a puñetazos. Se vio a él mismo cortando su cadáver con un cuchillo. Lo vio… lo vio todo. Todo lo que el mismo había hecho. Todo lo que le hizo.

No pudo soportarlo. No pudo con la culpa. Solo una soga, atada fuertemente al cuello fue capaz de ayudarle con esa carga. Y lo último que vio antes de morir fue aquel brillo, el brillo de sus ojos color miel…



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