domingo, 18 de octubre de 2020

El silencio de Luis

En ocasiones las historias de terror no necesitan tener algo paranormal para dar miedo ya que la crueldad humana es suficiente. Esta es la historia de un chico que recibió un gran trauma, que ha tratado de olvidarlo por años.

El joven se llamaba Samuel, él trató de suicidarse varias veces por lo cual sus padres decidieron internarlo en un hospital psiquiátrico prometiéndole que mejoraría y no volvería a intentar quitarse la vida nuevamente. 

Dentro del hospital conoció a un chico muy raro que estaba en silencio todo el tiempo. Solía estar en las esquinas de los cuartos con la cabeza agachada, no hablaba: solo movía la cabeza para decir sí o no. Samuel comenzó a hablarle, siempre había buscado a alguien que lo escuchara sin interrumpirlo ni juzgarlo. Todo el tiempo se quejaba con aquel chico, él se llamaba Luis, le decía todos los problemas que tenía con su familia, lo que no le gustaba, cualquier cosa. Luis solo asentía moviendo la cabeza, o incluso no hacía nada.

Así pasaron los días y siempre se podía ver a Samuel junto a Luis. Los doctores notaron una mejoría en Samuel y que le tenía un gran afecto al joven callado. Un día, Samuel le dijo al doctor que su amigo no merecía estar en ese hospital, que él no tenía ningún trastorno, solo era callado y reservado. 

Por varios días Samuel le insistió al doctor que dejara ir a Luis con su familia. Después de tanto insistir el doctor aceptó. Dejó ir a Luis. Luis saldría de ahí dos días antes que Samuel. Samuel le entregó una carta con su nombre, teléfono y dirección, lo abrazó y dijo:

Sé que eres muy callado, pero me harías muy feliz si algún día me visitas Luis tomó el papel y se fue.

A los dos días Samuel salió del hospital algo tarde porque lo festejaron por la gran mejoría que presentó, la celebración terminó tarde y a esa hora fue a su casa. Al llegar, abrió la puerta y notó algo raro: 3 cuerpos sobre la mesa. No pudo fingir nada, pues conocía a su familia y sabía que sobre esa mesa estaban su mamá, su papá y su hermana. Se acercó en silencio, y se dio cuenta que en la casa estaba alguien más. En una esquina, en la obscuridad, se encontraba Luis.

Luis se acercó lentamente a Samuel y, extendiendo su brazo lleno de sangre, le dio el mismo papel que le había entregado con su dirección. Pero había algo más, un mensaje por parte de Luis escrito en la parte de atrás que decía: "Todas las personas de las que tanto te quejaste... ¿Estás feliz?"



Calificación:







sábado, 17 de octubre de 2020

#487 El Holder de la Aceptación

En cualquier ciudad, en cualquier país; dirígete a una consulta privada de algún doctor. Acércate a la recepcionista y pregúntale si te puede dar una hora con "El Portador de la aceptación", si ella te responde que no le quedan o no entiende de qué estás hablando, vete y vuelve a intentarlo el día siguiente. Si se da la vuelta y comienza a murmurar para sí misma, toma asiento y espera. No te molestes en intentar entender sus murmullos porque se trata de pensamientos de locura y no tendrán sentido para tus oídos.

Después de un tiempo que pueden ser segundos u horas la recepcionista llamará al Portador. Verás a una anciana vestida de negro que no habías notado antes, levantarse y caminar hacia la parte trasera. Síguela y no mires a nadie a la cara a menos que quieras caer en la locura, al ser testigo de todas las atrocidades cometidas por los humanos en sus ojos.

Mientras sigues a la mujer ella abrirá la puerta y entrará, luego de cerrar esa puerta abrirá la del otro lado del pasillo. Deberías ver una habitación con azulejos verdes en las paredes y una mesa de operación en medio; si la mesa está vacía considérate a salvo por ahora, pero si ves un cuerpo reposando sobre ella debes salir lentamente de la oficina sin mostrar miedo; si te quedas, corres o muestras algún tipo de ansiedad la persona que reposa en la camilla te hará pedazos. 

Acuéstate en la mesa y verás a la anciana entrar por la misma puerta que usaste, mientras ella te sujeta a la mesa pregúntale: "¿Cuál es la consecuencia de la negación?". Ella te contará cada vez que la negación de un hecho tuvo consecuencias en el pasado, presente y futuro, luego te preguntará: "¿Estás listo para aceptar tu papel de buscador?". Dile que no y despertarás momentos antes de tener cualquier conocimiento de los objetos o Portadores y no conservarás ningún recuerdo de algún evento relacionado con ellos. Si le dices que sí, procederá a abrirte el estómago; a pesar del horrible dolor que llegues a sentir, no grites o te condenarás a seguirlo sufriendo por toda la eternidad.

La mujer introducirá su mano en tu cuerpo y sacará un contrato con tu firma. Después de entregártelo ella desaparecerá y te encontrarás de pie frente a la consulta con el pomo de la puerta en una mano y el contrato en la otra. Nunca vuelvas a entrar en esa oficina. 

Este contrato es el Objeto N°487 de 538. A veces uno debe aceptar su destino.


El Circo del Terror

—¡Señoras y señores! ¡Niños y niñas! ¡Ya ha llegado! ¡Ya está aquí! ¡Es el fabuloso Circo de la Niebla! Entren y maravíllense con todas las cosas extraordinarias que encontrarán aquí.

Cuando Jennifer escuchó la gruesa voz de aquel desconocido, que anunciaba las caravanas que se abrían paso hacia la ciudad, solo se encogió de hombros y siguió mirando el cielo. Llegaban circos hasta Heaven Falls dos o tres veces al año. Todos eran iguales y armaban quilombo por unos cuantos días antes de partir igual que como habían llegado.

Ella no les veía nada de especial. Ya había pasado el tiempo en que ese tipo de espectáculos constituían una auténtica novedad.

Sus amigos, sin embargo, no parecían pensar lo mismo.

—¡Vamos! —dijo Will— A lo mejor podemos burlarnos de algún payaso.

—Odio los payasos —se quejó Eric a su lado, frunciendo el ceño.

—Pues por eso, so tonto. Igual y le hacemos una zancadilla a alguno que ande por ahí. Y si tenemos suerte, podemos ver a los animales.

—Sí, creo que eso es lo único que habrá de bueno en ese lugar.

Jennifer se levantó para acudir con ellos al sitio en que habían desplegado las carpas. Notó enseguida que aquel circo definitivamente no era igual que los anteriores. La carpa principal tenía el clásico diseño de rayas rojas y blancas, y en la verja de entrada, una máscara con una expresión inquietante daba la bienvenida a los visitantes. Parecía que estaba llorando.

—Pasen amiguitos, pasen al Circo de la Niebla —les invitó el presentador, un hombre rechoncho y de palidez cadavérica, que tenía una sonrisa inquietante.

—¿Cuánto cuesta? —preguntó Will.

—Nuestro primer día es gratis.

¿Circo gratis en una aburrida tarde de verano? Parecía un buen trato para tres niños que no tenían nada que hacer. Entraron.

Al pasar, dos payasos con sonrisas inquietantes los miraron maliciosamente y la niña sintió un escalofrío. Quiso volver atrás pero ya sus amigos habían entrado en la carpa. Así que fue tras ellos y lo que vio allí dentro, la dejó sin habla.

Las personas, hombres y mujeres, ancianos y niños de todas las edades, se retorcían de maneras extrañas en el suelo, soltando gemidos de dolor. Algunos bailaban. Otros hacían acrobacias imposibles con expresiones de terror en sus rostros. Otros no paraban de reír en medio de sollozos, haciendo actos payasescos. Sus gritos quedaban ahogados por la carpa, mientras en las afueras solo reinaba el sonido de las máquinas de algodón de azúcar y la rueda de la fortuna.

Y los acróbatas, los payasos y domadores, que antes habían sido como ellos, los miraban disfrutando con su sufrimiento.

—¡Este es nuestro circo! ¡El Circo de la Niebla! Todos entran sin pagar un precio, pero de aquí, no salen nunca más —anunciaba el presentador desde alguna parte, emitiendo una risa macabra que a Jennifer le heló los huesos.

Y cuando volvió a mirar a su alrededor, supo que era verdad, pues no encontraba la salida.

Ahora ellos también eran parte del espectáculo.





Calificación:



viernes, 16 de octubre de 2020

#476 El Holder de la Comodidad

En cualquier ciudad, en cualquier país; ve a cualquier institución de salud mental o centro de rehabilitación al que puedas llegar por tus propios medios. Cuando llegues al escritorio pregunta por quién se hace llamar "El Portador de la Comodidad". El trabajador responderá con una cálida sonrisa y dirá: "Por supuesto, de esta manera". Sigue al trabajador hasta una puerta que se encuentre en el pasillo, el te abrirá la puerta indicándote que entres.

Cuando cruces la puerta verás a una anciana sentada en una esquina, ella solo responderá a la pregunta: "¿Por qué debo continuar?". Se volverá hacia ti mientras te dice las palabras más alentadoras que has oido, algo que te impulsará a continuar con las penurias de la búsqueda que has elegido. Te sentarás en su cama y la escucharás con el mayor de los respetos y admiración. Puedes hablar con ella todo el tiempo que quieras, muchos buscadores han pasado semanas en esa habitación, contentos de vivir en ese paraíso temporal como muchos lo estarían.

Una vez que su conversación haya terminado presiona el botón para llamar a la operadora. Entrará una persona con una bandeja en su mano, sobre ella reposa una pistola con tres balas en su carga. Tienes tres opciones.

  • Mata a la mujer por su objeto y continúa la lucha.
  • Mátate o dispara al asistente (Ambos terminan del mismo modo...)
  • Quédate en la habitación para siempre, pero debes saber que la mujer ya no es la misma.
Voltea y date cuenta de que no estaban solos, muchas personas con la misma pistola se quedan en segundo plano incapaces de tomar la decisión. 


Su objetivo es el N°476 de 538. Avanza con confianza...


El Viejo Hospital

Despiertas en una habitación de hospital y ves que hay una ventana. Tras mirar por ella, corroboras que todo sigue normal: una calle, una parada de autobuses, personas, pero te preguntas: “¿Qué me pasó? ¿Qué hospital es este?”.

No recuerdas nada, lo cual es frustrante. Te levantas, puedes ver que tu ropa luce desteñida. “Es normal”, piensas. “Es ropa de hospital”, dices algo confundido.

Tomas la iniciativa de salir de la habitación. Abres la puerta, la cerradura está algo oxidada, pero qué más da, es un hospital público. Deduces esto, pues tu cama no es la única de la habitación. Tras salir, puedes ver un pasillo con blancas luces, algunos fluorescentes están parpadeando.

Se te hace extraño el hecho de que el pasillo está totalmente vacío… Sientes cierto pánico. Al final del pasillo, divisas un ascensor, caminas hacia él y llamas. Tras esperar un par de segundos, escuchas el típico "tin-ton" del ascensor, la puerta se abre y miras a un sujeto con bata. Asumes que es doctor.

–Emm, disculpe, doctor, no sé qué... –pero el doctor ni se inmuta. Entras en pánico –¡Esto no es normal! ¡Dios! ¿Qué hago aquí? –Tomas el ascensor…

...

Despiertas en una habitación de hospital. Te duele la cabeza, miras por la ventana. Observas a un grupo de personas esperando el autobús, entras en razón y te apegas a la ventana. Hay menos personas que al principio, no sabes lo que está sucediendo, pero es mejor no entrar en pánico, posiblemente sea un deja-vú. Sales de la habitación, puedes mirar el pasillo, las luces fluorescentes parpadean más. Caminas hasta el ascensor y llamas.

...

Despiertas en la habitación de un hospital. Tu cabeza duele más. Te sientes cansado, como cuando te resfrías. Miras por la ventana y es de noche. Solo queda una mujer en la parada de autobús, tiene un vestido de noche, es rojo. Entras en razón y corres, solo eso puedes hacer. Miras una silla de ruedas, la tomas y sales al pasillo e intentas romper la puerta de las escaleras en un intento desesperado por salir de la habitación. ¡Bingo! La puerta se abre y sales camino a las escaleras.

...

Despiertas en una habitación de hospital. Tu cabeza duele mucho más que antes y te sientes aún más cansado, ya te cuesta levantarte. Miras por la ventana y ves a esa mujer… Recuerdas que estuvo en cada momento en que miraste a través de la ventana. Sales de la habitación, caes.

...

Despiertas en la habitación de un hospital, ya no puedes levantarte, te cuesta respirar. Miras a tu alrededor y observas a una mujer con una cara muy demacrada y el vestido rojo. Cierras tus ojos.

...

Despiertas en la habitación de un hospital. Sientes unas manos muy frías recorriendo tu rostro. Ya no puedes respirar, solo divisas el color rojo. Lo último que recuerdas fue el momento en el que te acostaste en tu suave cama…, y luego cierras tus ojos y sientes cómo la vida se escapa de tu cuerpo.

...


Calificación: