jueves, 12 de septiembre de 2019

Silencio - E.A. Poe


Título Original: Silence
Autor: Edgar Allan Poe
Nacionalidad: EEUU
Año de publicación: 1838

Silencio

—Escúchame —dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza—. La región de que hablo es una lúgubre región en Libia, a orillas del río Zaire. Y allá no hay ni calma ni silencio.

Las aguas del río están teñidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por siempre bajo el ojo purpúreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, a ambos lados del legamoso lecho del río, se tiende un pálido desierto de gigantescos nenúfares. Suspiran entre sí en esa soledad y tienden hacia el cielo sus largos y pálidos cuellos, mientras inclinan a un lado y otro sus cabezas sempiternas. Y un rumor indistinto se levanta de ellos, como el correr del agua subterránea. Y suspiran entre sí.

Pero su reino tiene un límite, el límite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.

Era de noche y llovía, y al caer era lluvia, pero después de caída era sangre. Y yo estaba en la marisma entre los altos nenúfares, y la lluvia caía en mi cabeza, y los nenúfares suspiraban entre sí en la solemnidad de su desolación.

Y de improviso levantóse la luna a través de la fina niebla espectral y su color era carmesí. Y mis ojos se posaron en una enorme roca gris que se alzaba a la orilla del río, iluminada por la luz de la luna. Y la roca era gris, y espectral, y alta; y la roca era gris. En su faz había caracteres grabados en la piedra, y yo anduve por la marisma de nenúfares hasta acercarme a la orilla, para leer los caracteres en la piedra. Pero no pude descifrarlos. Y me volvía a la marisma cuando la luna brilló con un rojo más intenso, y al volverme y mirar otra vez hacia la roca y los caracteres vi que los caracteres decían DESOLACIÓN.

Y miré hacia arriba y en lo alto de la roca había un hombre, y me oculté entre los nenúfares para observar lo que hacía aquel hombre. Y el hombre era alto y majestuoso y estaba cubierto desde los hombros a los pies con la toga de la antigua Roma. Y su silueta era indistinta, pero sus facciones eran las facciones de una deidad, porque el palio de la noche, y la luna, y la niebla, y el rocío, habían dejado al descubierto las facciones de su cara. Y su frente era alta y pensativa, y sus ojos brillaban de preocupación; y en las escasas arrugas de sus mejillas leí las fábulas de la tristeza, del cansancio, del disgusto de la humanidad, y el anhelo de estar solo.

Y el hombre se sentó en la roca, apoyó la cabeza en la mano y contempló la desolación. Miró los inquietos matorrales, y los altos árboles primitivos, y más arriba el susurrante cielo, y la luna carmesí. Y yo me mantuve al abrigo de los nenúfares, observando las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad, pero la noche transcurría, y él continuaba sentado en la roca.

Y el hombre distrajo su atención del cielo y miró hacia el melancólico río Zaire y las amarillas, siniestras aguas y las pálidas legiones de nenúfares. Y el hombre escuchó los suspiros de los nenúfares y el murmullo que nacía de ellos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.

Entonces me sumí en las profundidades de la marisma, vadeando a través de la soledad de los nenúfares, y llamé a los hipopótamos que moran entre los pantanos en las profundidades de la marisma. Y los hipopótamos oyeron mi llamada y vinieron con los behemot al pie de la roca y rugieron sonora y terriblemente bajo la luna. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.

Entonces maldije los elementos con la maldición del tumulto, y una espantosa tempestad se congregó en el cielo, donde antes no había viento. Y el cielo se tornó lívido con la violencia de la tempestad, y la lluvia azotó la cabeza del hombre, y las aguas del río se desbordaron, y el río atormentado se cubría de espuma, y los nenúfares alzaban clamores, y la floresta se desmoronaba ante el viento, y rodaba el trueno, y caía el rayo, y la roca vacilaba en sus cimientos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado.

Entonces me encolericé y maldije, con la maldición del silencio, el río y los nenúfares y el viento y la floresta y el cielo y el trueno y los suspiros de los nenúfares. Y quedaron malditos y se callaron. Y la luna cesó de trepar hacia el cielo, y el trueno murió, y el rayo no tuvo ya luz, y las nubes se suspendieron inmóviles, y las aguas bajaron a su nivel y se estacionaron, y los árboles dejaron de balancearse, y los nenúfares ya no suspiraron y no se oyó más el murmullo que nacía de ellos, ni la menor sombra de sonido en todo el vasto desierto ilimitado. Y miré los caracteres de la roca, y habían cambiado; y los caracteres decían: SILENCIO.

Y mis ojos cayeron sobre el rostro de aquel hombre, y su rostro estaba pálido. Y bruscamente alzó la cabeza, que apoyaba en la mano y, poniéndose de pie en la roca, escuchó. Pero no se oía ninguna voz en todo el vasto desierto ilimitado, y los caracteres sobre la roca decían: SILENCIO. Y el hombre se estremeció y, desviando el rostro, huyó a toda carrera, al punto que cesé de verlo.

Pues bien, hay muy hermosos relatos en los libros de los Magos, en los melancólicos libros de los Magos, encuadernados en hierro. Allí, digo, hay admirables historias del cielo y de la tierra, y del potente mar, y de los Genios que gobiernan el mar, y la tierra, y el majestuoso cielo. También había mucho saber en las palabras que pronunciaban las Sibilas, y santas, santas cosas fueron oídas antaño por las sombrías hojas que temblaban en torno a Dodona. Pero, tan cierto como que Alá vive, digo que la fábula que me contó el Demonio, que se sentaba a mi lado a la sombra de la tumba, es la más asombrosa de todas. Y cuando el Demonio concluyó su historia, se dejó caer, en la cavidad de la tumba y rió. Y yo no pude reírme con él, y me maldijo porque no reía. Y el lince que eternamente mora en la tumba salió de ella y se tendió a los pies del Demonio, y lo miró fijamente a la cara.



Edgar Allan Poe



miércoles, 11 de septiembre de 2019

Ventrue

La sangre, por sí sola, no hace a un Ventrue. Aunque todos ellos puedan descender del mismo Antediluviano de la tercera generación, esto no convierte automáticamente a un Cainita en un Sangre Azul. Sólo hay que observar como muestra el caso de los despreciados antitribu. 

Ser un auténtico Ventrue implica una forma de pensar, un modo de ver el mundo e incluso un estilo de no-vida. Para ser totalmente del clan, uno debe actuar en su papel. Como miembros de un clan complicado, con apegos a importantes e intrincadas tradiciones, los Ventrue tienen ciertas costumbres y actitudes que les definen. Estos ideales construyen una visión del mundo que muchos de los pertenecientes al clan comparten, e incluso aquellos que van contra los tópicos los reconocen al denigrarlos. Aunque no todos los condenados comparten las creencias, casi todos los miembros del clan las conocen y posiblemente guardan alguna de ellas muy dentro de su corazón.

Incluso cuando alguno está en desacuerdo con alguna posición filosófica en particular, hace la vista gorda, porque estos puntos de vista definen a los Ventrue y dictan su lugar y propósito en la sociedad cainita; la auténtica sociedad, la que ellos guían por fuerza. Como los auténticos líderes entre la tercera y sucesivas generaciones, muchos Ventrue creen que tienen un inmenso motivo, precedente y justificación para dirigir a los demás clanes (si no para gobernarlos abiertamente, en algunos casos). Su razonamiento viene probablemente de la misma fuente que los reyes europeos usaban en su tiempo para establecer y reclamar su poder: el derecho divino. Para abreviar, este razonamiento sería: a través de su enviado, Caín, Dios nos eligió para dirigir a los Cainitas, así que debemos hacerlo. Si Caín no nos hubiese elegido, no estaríamos a cargo de la situación. Las habilidades naturales del clan para dirigir, gobernar o sencillamente controlar a los otros solo sirven para dar credibilidad a su cedo. Caín les creó para dirigir a sus chiquillos, así que esto es lo que deben (no lo que pueden, sino lo que deben) hacer.


martes, 10 de septiembre de 2019

Continuidad en los Parques - Julio Cortázar

Autor: Julio Cortázar
Nacionalidad: México
Año de publicación: 1964


Continuidad en los Parques


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida.

Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla.

Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.



Julio Cortázar




domingo, 8 de septiembre de 2019

X-Virus

Mi verdadero nombre es Cody, mi nacimiento fue no deseado y nunca conocí a mi padre porque mi madre era prostituta, pero temprano aprendí que ella no estaba muy interesada en mí.

Ella no estaba conmigo durante días, a veces semanas; así que me quedaba solo en casa. Por lo que me lo pasaba con mis vecinos, me han ayudado mucho.

Nunca he tenido demasiados amigos. Y eso es todo lo que diré de mí por ahora.

Pues bien, una vez vino una trabajadora social y me apartó de mi madre. Fui a un orfanato, lo que significaba que tenía que ir a otra escuela.

Primero me fue perfecto, pero entonces algo salió mal y los demás empezaron a intimidarme.

Por lo que pasó, yo no hablaba con nadie, tenía miedo de hacerlo. Me acostumbré al hecho de que yo no era normal y que no encajaba en ninguna parte. Me sentaba en una silla y me decía a mí mismo que soy diferente.

Después me dijeron que yo sería adoptado. Me sorprendió mucho, porque, ¿quién querría a un niño de 13 años de edad? Casi todo el mundo quiere a los niños pequeños.

Me llevaron a una casa muy grande y lujosa.¡Hermosa! Me dieron un recorrido guiado, después me mostraron mi habitación y todo era simplemente hermoso.

Después de unas semanas me enteré de que mi "padre" trabajaba en un laboratorio de estudio de bacterias. Y era un reto, empecé a aprender acerca de él e incluso a veces ayudaba a mi padre en su trabajo, en el que me explicó cómo funcionaba todo y que las bacterias son perjudiciales. Hice una nota en el diario, he realizado varios bocetos y cosas por el estilo, yo volvía a casa tarde por la noche.

Unos años más tarde, cuando yo tenía 17 años y sabía mucho acerca de las bacterias y cómo usarlas, las personas de la escuela empezaron a llamarme psicópata, pero no hice caso. Casi todos los días me iba con mi padre a su trabajo.

Me empezó a gustar hacer experimentos con ratas y otros animales. Por lo general, el experimento terminaba con la vida del animal, pero cuando morían hacían sonidos agudos, tales como la sofocación o como si tuviesen agallas para explotar. Fue simplemente increíble. Me preguntaba qué sonidos harían los humanos, pero cada vez que buscaba a alguien para preguntarle me respondían que no sabían o que yo estaba loco.

Bien, pero todavía no me había rendido.

Una vez, cuando estaba con mi padre en el trabajo y nadie estaba mirando, tomé una jeringa y la llené de las bacterias de los fangos. Entonces me fui a casa. Por la noche, cuando todos dormían, me vestí con chaqueta negra y jeans azules, luego fui al sótano.

Yo estaba interesado en un bate de béisbol y un frasco de clavos, así que tome el bate y algunos clavos. Clavé algunos en el palo y así cree un arma simple pero mortal. Más tarde saqué del armario una mascara de gas vieja y unas gafas con lentes azules. Luego fui a la ciudad, fui a una casa antigua, pasé a través de la ventana y maté con el bate a todos los que vivían en la casa. Pero a la última persona, le inyecté con la jeringa que tenía en la mano y esperé hasta que las bacterias se propagaran por todo su cuerpo. El hombre se quejó. Al cabo de un rato empezó a gemir en voz alta y se cayó al suelo. Estaba muerto y eso causó que yo soltará una risa. Me fui de la casa.

También tuve que matar a mis padres porque sabían lo que había hecho y querían llamar a la policía.

Fui al laboratorio de investigación donde mi padre trabajaba. Tomé una bolsa que estaba fuera del armario y empecé a agarrar jeringas, vías de bacterias y otras grasas. Cuando ya tenía todo fui a la ciudad, maté a unas pocas personas, y luego fui al bosque.

Necesitaba un refugio. Noté a un chico, tenía una sudadera gris con una capucha azul oscuro y llevaba consigo dos hachas. Llevaba gafas con lentes naranjas y un bozal en la boca. Tenía miedo de que me hubiese notado, así que empecé a volver y me escondí detrás de un árbol. Miró en mi dirección, yo estaba muy asustado, pero después de un tiempo salió detrás de un árbol y saltó detrás de una roca, donde se escondió. Después de un momento el chico dijo:

—Hey sal, te conozco, no tienes nada que ocultar —tentativamente me miró, no parecía como si quisiera atacarme así que salí.

Me puse de pie frente a él. Estaba aterrorizado cuando le pregunté:

—¿Quién eres?

Inmediatamente me dijo:

—Mi nombre es Toby.

Pensé por un momento y dije vacilante:

—Mi nombre es Cody, pero dime X-Virus.

Me esperaba lo que sucedería. Me miró y dijo:

—Bueno, X-Virus, ven conmigo.

Comenzó a caminar y yo lo seguí. Me llevó a su casa, donde estaba familiarizado con los demás. Desde entonces Toby llegó a ser como mi hermano, y gracias a él llegué a aprender técnicas sobre el asesinato.




Calificación: 

viernes, 6 de septiembre de 2019

Ningen


Localización: Antártica, Polo Norte
Nombre: Ningen (人間) (Humano)
Origen: Críptido oceánico
Aspecto: Humanoide
Temperamento: Desconocido
Tamaño: 20 a 30 m
Primer Reporte: años 90's 
Población: Desconocida




Información


En los últimos años, han circulado rumores en Japón sobre la existencia de formas de vida semi-humanas árticas, que habitan en las gélidas aguas de la Antártida. Según los informes, observados en múltiples ocasiones por miembros de la tripulación de barcos de "investigación de ballenas" operados por el gobierno, se dice que estos llamados "Ningen" son de color completamente blanco con una longitud estimada de 20 a 30 metros. 

Los testigos presenciales los describen con una forma similar a la humana, a menudo con piernas, brazos e incluso manos de cinco dedos. A veces se les describe con aletas o una cola grande tipo sirena en lugar de piernas, o incluso tentáculos. solo los rasgos faciales visibles son los ojos y la boca. Según un relato, los miembros de la tripulación en la cubierta observaron lo que inicialmente pensaron que era un submarino extranjero en la distancia. Sin embargo, cuando se acercaron, quedó claro por la forma irregular de la cosa. no estaba hecho por el hombre, estaba vivo. La criatura desapareció rápidamente bajo el agua.

El popular hilo atrajo la atención de muchos lectores de fuera de la Comunidad 2channel y el número de noviembre de 2007 de la revista MU, una publicación japonesa dedicada al estudio de los fenómenos paranormales, que presentó un artículo sobre los "Humanos Antárticos". El artículo especulaba sobre la posibilidad de que criaturas no identificadas habitaran los mares del sur, e incluía una captura de pantalla de Google Earth que mostraba lo que parece un Ningen en el Océano Atlántico Sur frente a la costa de Namibia. Hasta la fecha, no se ha presentado evidencia sólida para confirmar la existencia del Ningen. Se cree que el gobierno ha mantenido registros detallados de los avistamientos, pero no han revelado información al público y, según los informes, han dado instrucciones a testigos presenciales para que permanezcan en silencio.

Los avistamientos de Ningen parecen ocurrir con mayor frecuencia por la noche, lo que los hace aún más difíciles de fotografiar. En imágenes fijas, los críptidos marinos en su mayoría solo parecen hielo, aunque se dice que su piel suave y humana se puede ver cuando se amplían las fotografías. En cualquier caso, no se han hecho públicas fotografías convincentes, ya sea porque no existen o porque, como algunos argumentan, el gobierno no quiere invitar a un escrutinio indebido y empañar la reputación científica del programa de investigación de ballenas.