jueves, 4 de junio de 2020

Delicioso [Micropasta]

Hmm... El sabor de la cena de hoy es excepcional mente delicioso. Es simple carne pero, aún así, el toque especial es de dónde proviene: hoy lloramos por la muerte de mi querido hermano.
Yo no puedo dejar de recordar cuando puse su cuerpo despedazado a asar.

#096 El Holder del Descanso

En cualquier ciudad, en cualquier país; dirígete a algún hotel o motel al que puedas llegar por tus propios medios. Cuando llegues al escritorio pregúnta por quien se hace llamar "El Portador del Descanso". 

Si el empleado te ignora vete lo más lejos que puedas, sal del continente tan rápido como tus medios te lo permitan. No te detengas hasta que hayas cruzado el océano, ya que solo las aguas te mantendrán a salvo de su ira. 
Si el empleado te mira y luego vuelve a su trabajo, debes volver a preguntar, ahora agregando que eres su pariente. Te verá mientras da un largo suspiro y saca un gran libro. Espera pacientemente con las manos a los lados mientras el termina de revisar el contenido. No te aclares la garganta, ajustes tu postura o muestres alguna señal de impaciencia. Luego de lo que parecerán horas, el empleado te mirará y te indicará el número de la habitación, no olvides ese número. Agradece al empleado y aléjate del escritorio.

Busca la escalera más cercana y sube al piso indicado en los primeros dos dígitos del número de la habitación, debes prestar atención ya que los pisos no están correctamente numerados y no te será posible regresar si te pierdes. Despues de escalar inumerables peldaños llegarás al piso que buscas, pasa por la puerta hasta que veas un pasillo.

Aquí las habitaciones tampoco están numeradas en orden secuencial por lo que será complicado encontrar la habitación del Portador. Cuando la encuentres toca la puerta dos veces y espera, sin embargo debes tener cuidado de estar llamando a la puerta correcta, ya que tras las otras se encuentran horrores que te harán sentir lástima por las almas condenadas a ese infierno.

Si te encuentras frente a la habitación correcta luego de unos diez segundos escucharás una voz desde el interior preguntando quién es. No respondas. Preguntará nuevamente y con un grito más estruendoso que el anterior "quién llama a la puerta", debes callarte. Finalmente sentirás que alguien se levanta en el interior y abre la puerta, en ese momento debes decirle: "No necesita el arma señor, solo deseo hablar" , si no fuiste lo suficientemente rápido, espero que tu muerte sea lo más indolora posible.

Si has tenido éxito lo escucharás detenerse y dejar algo en el suelo, el hombre que te recibe lleva una camisa desabrochada, pantalones de vestir y una corbata desabrochada que le da el aspecto de estar saliendo de una larga reunión. Inclínate ante el y pregúntale si puedes pasar, ponte de pie y míralo a los ojos mientras el te examina. Si te aprueba, abrirá la puerta un poco mas y te saludará. Si no te aprueba cerrará la puerta, obligándote a vagar en ese hotel maldito por toda la eternidad.

Una vez que ambos se encuentren dentro de la habitación el se sentará sobre su cama y silenciará el televisor mientras te pregunta: Entonces, ¿Qué es lo que necesitas? , míralo a los ojos y responde: ¿Podré descansar?

El dará un suspiro y te pedirá que te sientes, luego te contará la historia de los otros que han buscado a los Portadores, sus éxitos y sus fallas, describirá cada movimiento en falso que hicieron, escucha atentamente ya que no debes cometer sus errores. Finalmente el te dirá si podrás descansar nuevamente, pero debes saber que su decisión es definitiva.

Cuando termines discúlpate por interrumpirlo, agradécele su tiempo y levántate para irte; en ese momento el te pedirá que esperes mientras saca algo de la maleta que se encuentra al lado de su cama. Te lanzará una almohada y te deseará la mejor de las suertes.

Sal de la habitación, encuentra el elevador y bala al primer piso, te encontrarás en el hotel más cercano al lugar que llamas hogar. 



Esta almohada es el objeto 096 de 538, Cuando estés cansado duerme sobre ella y serás renovado.



Cabezas decapitadas

Nadie hubiera supuesto que aquellos siete personajes sentados alrededor de la larga mesa de banquetes se pudieran considerar los seres más depravados del mundo.

Porque todos ellos ofrecían un aspecto elegante, su físico mostraba algunas de las cualidades que merecen el calificativo de bellas y la seriedad de sus expresiones resultaba la adecuada en unos comensales que se disponían a protagonizar un encuentro escasamente festivo, aunque tenían delante sendas bandejas de plata, vacías, que no parecían estar esperando recibir unos manjares.

Sólo fijándose en el opaco reflejo de las catorce pupilas se llegaba a intuir, vagamente, la cualidad excepcional de unos pensamientos en ebullición. Porque, a pesar de la quietud de sus cuerpos, la agitación tumultuosa de sus mentes casi generaba un sonido audible.

La estancia se hallaba decorada con una sobriedad medieval, ocho siervos encapuchados esperaban en las dos enormes puertas cerradas, más allá de los lóbregos vitrales aguardaba la noche, y en lo alto de la bóveda del techo pendían un falo humano gigantesco en erección de cuatro metros de longitud, una vagina abierta no menos descomunal y la cornamenta del Rey de las Tinieblas dela Lujuria que, en el centro de las dos representaciones anteriores, las dominaba.

La persona que presidía la mesa se llamaba Gerard Vintras, vestía un smoking, igual que los otros tres hombres que le estaban contemplando, y su camisa y su corbata eran de un rojo intenso, mucho más oscuro en esta segunda prenda con el fin de que destacase sobre las otras. Sus cabellos aparecían largos y lacios, su nariz grande, sus labios excesivamente delgados, la piel de sus manos ofrecía una tonalidad blanco azulada y su barbita y bigote se exhibían perfectamente recortados.

Ocupaba una silla impresionante de madera gruesa y negra, cuyo alto respaldo sobrepasaba su cabeza para dejar al descubierto la talla del pentagrama del Símbolo de Bafomet, el diablo adorado por los templarios. Una cruel sonrisa alteró la horizontalidad de la línea de su boca, sus ojos parecieron saborear la expectación de los seis individuos que le estaban mirando y, al fin, comenzó a hablar:

–Voy a olvidar toda la terminología ritualizada con la que siempre nos hemos comunicado los miembros de la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente. Porque os he sentado alrededor de esta mesa para juzgar vuestro comportamiento durante los últimos meses: ¡no ha podido ser menos respetuoso con la Norma Escarlata!. Empezaré por la Bruja Marian, Gran Sacerdotisa de nuestra Orden, a la que creí una sucia vagina infestada de los más repugnantes humores, capaz de comunicar el Orgasmo Mental con su sola presencia y de dirigir las Misas Negras. ¡Pero ha vendido sus preciados tesoros al vil hechizo del dinero! ¡Por un puñado de libras esterlinas acaba de entregar a un editor avispado un libro, en cuyas quinientas páginas nos convierte a todos en simples payasos! ¡SÍ, EN PAYASOS DE UNA RAMPLONA CODICIA!

-¡Estáis equivocado, Maestro! –exclamó la acusada, más blanco su rostro que la túnica que vestía.

–¡Calla, maldita pécora de vigésima fila! La voz de Gerard Vintras no había sido alta; pero su impacto emocional incrustó a la joven rubia materialmente en el respaldo del asiento; a la vez, sus ojos azules se hicieron acuosos, su recta nariz aleteó en las uniones con el labio superior y sus senos de pezones siempre erectos redujeron a la mitad sus volúmenes. Porque el miedo la había sumido en un singular estado de frigidez.

–Llevas veintinueve meses en la Orden. Te impusimos la obediencia masoquista con el látigo, la sumisión ninfomaníaca con el sexo, y la Fe con el dolor orgásmico de cuya saturación germina el Placer Supremo. ¿Qué has hecho con ese dinero que se te ha pagado? ¡CONTESTA AHORA MISMO! La Bruja Marian desechó inmediatamente un primer impulso de mentir y, aunque no esperaba obtener una reducción del castigo al que se había hecho merecedora, descubrió la verdad:

–Se lo he transferido a mis padres por medio de una operación bancaria.

–¡Debilidad sobre debilidad en «la mujer sin piedad» de nuestra Orden! ¡La Vagina Perversa ha vuelto a recuperar sus sentimientos humanos aprovechando mi obligada ausencia de dos meses!¿Has olvidado que renegaste ante Bafomet, escupiendo y arrojando las heces de tu menstruación sobre la fotografía de tus padres, de ese amor convencional que te unía a dos seres inferiores?

–Están enfermos y, además, corrían el peligro de perder su casa y el negocio que les permitía ir sobreviviendo… –susurró la joven en un tono apagado y con la mirada rendida.

–Como la Orden te ha otorgado el poder de la clarividencia, utilizaste el trance mental para visualizar a tus padres, ¿no es cierto?

–Sí…

–Eras una simple prostituta de lujo cuando te conocí. Pero ninguno de tus cientos de amantes te había brindado una velada de pasión y lujuria como la que yo te regalé en nuestro primer encuentro carnal. Luego de convertirte en mi querida, aceptaste la idea de obtener el título de Bruja de nuestra Orden. En cuanto superaste tu desvirgamiento satánico en la Misa Negra, te convertimos en la mujer más poderosa y de mayor influencia en Londres. Has hecho de espía, de conspiradora de salón y de alcahueta de los políticos más prestigiosos de Occidente. Pero no debiste traicionar la Norma Escarlata al vender nuestros secretos para satisfacción de la curiosidad de millones de imbéciles.

–¡Puedo detener la publicación del libro… Aún no se ha impreso! ¡Por favor, no me castiguéis…! ¡Recordar las orgías que hemos organizado y el poder que yo he brindado a la Orden…! –suplicó la mujer de treinta y seis años, a la que el desencajamiento propio del terror había privado de su belleza excepcional.

–¡Sólo voy a decirte que jamás tus padres hubiesen podido localizarte por sus propios medios, porque no han pasado el bautismo, dolor-placer-éxtasis-malignidad que a ti te convirtió en un Ser Supremo! Pero en las últimas semanas has demostrado que eres indigna del título de Gran Sacerdotisa… ¡Por qué no tienes cabeza! ¡Y cómo has demostrado que no te sirve la cabeza… LO JUSTO ES QUE TE PRIVE DE ELLA! La última exclamación de Gerard Vintras se fundió con un estampido metálico y, al momento, con el chasquido de la piel, la carne, los huesos y las venas del cuello de la ex Bruja Marian al ser cercenados por una cuchilla circular salida del respaldo de la silla que ocupaba. ¡Y su cabeza decapitada cayó sobre la gran bandeja de plata situada delante del cadáver que ya sólo era un surtidor de sangre! Una bofetada de terror conmocionó a los personajes que miraban, sin verle, al maestro de la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente.

Y las saetas aceradas que eran los ojos de éste se desplazaron hacia el matrimonio Szandor-Levy, que se hallaba sentado a la izquierda de la ejecutada, y cuyas ropas aparecían salpicadas de rojas gotas y de algunos restos humanos. Los afectados por el interés del verdugo reaccionaron con unos fuertes temblores e hicieron intención de abandonar sus sillas.

¡Pero del respaldo de las mismas surgieron dos abrazaderas metálicas, disparadas por otro oculto mecanismo, y se vieron sujetos a la altura de la zona inferior del pecho y por encima de los codos, inmovilizados!

–La trampa ha sido activada por vuestro propio impulso de querer escapar de una irresponsabilidad que, en este mismo instante, ya se ha convertido en algo ineludible –explicó Gerard Vintras implacable–. Ahora me dirijo a ti, el «fiel» Brujo Antón, Gran Oficiante de nuestra Orden, y al que concedimos el título de Falo Penetrante y de Depósito de Esperma-Lava que purifica al abrasar… ¿Cuántas eyaculaciones has gozado gracias a los privilegios que recibiste?¿Cinco mil…? ¿Acaso diez mil en estos quince años que llevas en la Orden? No me contestes, porque mi memoria es más rápida y exacta que la tuya… Comiste de nuestra Ciencia como lo hace el gusano en el interior de la manzana: devorando lentamente la pulpa más exquisita y provechosa, pero cuidando de que no se manifieste su existencia en la cáscara impoluta. ¡MALDITO FARSANTE QUE HAS VENDIDO EL INFINITO POR LA GLORIA EFÍMERA DE ESA INGENUA FALACIA LLAMADA CINEMATÓGRAFO!

La voz del Maestro se volvió tronante, y rebotó en multitud de ecos en la bóveda de la lóbrega estancia, para desprenderse un horror tan frío como la escarcha que alfombra la tierra cubierta de muertos después de una batalla. Por eso ninguno de los cinco oyentes le replicó verbalmente, aunque el Brujo Antón abatió los párpados, se le formaron varias gotas de sudor en el nacimiento de su moreno cráneo afeitado y el pánico otorgó una débil sonoridad a su respiración nasal.

–Tu trabajo en el Servicio de Inteligencia Británico te había permitido comprobar cómo el poder de los humanos apoyaba a las religiones tradicionales –siguió explicándose Gerard Vintras–. Religiones que tienen en su cúspide un dios bondadoso y puro, debido a que éste recomienda que se oponga la mansedumbre suicida a la hipocresía que de todo sabe obtener la plusvalía del oro. Y al conocer la ideología de la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente te uniste a nosotros, dispuesto a refocilarte abiertamente en el Mal y el Sexo sin concesiones a la piedad. Pero conociste a Julia y, desde que su cuerpo en sazón fue utilizado como ara de sacrificio en una Misa Negra, decidiste que no te detendrías hasta hacerla tu esposa…

–Ninguno de nosotros ha vivido en la clandestinidad… –Se atrevió a justificarse el hombre de cincuenta y seis años, aunque siguió manteniendo la cabeza baja y el temblor de sus hombros y manos–. Tú mismo aprobaste la idea de nuestro matrimonio, considerando que así resultaría más justificable mi traslado a una residencia de las afueras de Londres…

–El amor humano que sientes por ella, tan débil y absurdo, no se quebró ante su ninfomanía. Y lo mismo te has dejado convencer, hace pocas semanas, por unos cientos de miles de dólares. Ya contáis los dos con la productora cinematográfica para la que has escrito el guión del film; mientras que tu codiciosa mujercita pretende ser la primera actriz. ¡Estúpido sueño de infelices!

–¿Por qué nos reprochas la codicia como si no fuera una muestra más de perversión, Gerard? –protestó Julia luchando por defender sus últimas posibilidades–. ¡Yo he servido a la Orden centenares de jóvenes de ambos sexos, y hasta he aportado niños vivos para los sacrificios del Sabbat del Estío! ¡Con el dinero que nos han pagado pretendemos introducir unas mejoras en nuestra mansión…, porque pensamos seguir relacionándonos con la alta sociedad de Europa!

–¡MIENTES! ¡Ya habéis comprado los pasajes del trasatlántico en el que pretendéis fugaros con nombres supuestos! Sólo esperáis que os paguen desde Hollywood. Respecto a las aportaciones humanas que has brindado a la Orden, he de reconocer que todas han sido muy elogiables: vírgenes y mancebos de cerebro dúctil, a los que ha resultado fácil convertir en sacerdotisas y acólitos de Bafomet. También corriste ciertos riesgos al secuestrar a los pequeños. Pero nuestra recompensa no pudo ser más justa: seis y ocho orgasmos diarios, la droga que ha necesitado tu sucio cuerpo y el lujo suficiente para que satisficieses todas tus otras perversiones. Sin embargo, querías más y más… ¿No habéis pensado en llevar la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente a California?

–¿Qué ves de malo en esa empresa? –preguntó el Brujo Antón, intentando recuperar sus mecanismos de autodefensa.

–¡La traición a la Norma Escarlata! ¡Y la realidad de que vuestras pretensiones constituyen un sueño irrealizable: hubierais sido descubiertos por las autoridades policíacas norteamericanas ya que carecéis de los suficientes poderes para sembrar la semilla del Diablo! ¡Realmente, admitirlo conmigo, no habéis tenido cabeza…! ¡Y SI LA CABEZA NO OS SIRVE…!

–¡POR FAVOR, MAESTRO, NO NOS MATÉIS! ¡HAREMOS LO QUE QUERÁIS! ¡RENUNCIAREMOS A ESE DINERO… Y SEREMOS SUS ESCLAVOS MÁS FIELES…!

La súplica del matrimonio Szandor-Levy fue un grito desesperado, como el aullido de unas bestias arrepentidas. Sus cuellos se alargaron, bien expuestos a la cuchilla, cuya aparición tanto temían, y sus gargantas realizaron la proeza de superar el terror al ser capaces de emitir las frases sin ninguna interrupción.

–¿Quién ha decidido vuestra ejecución, hermanos dolientes? Sólo he pretendido daros una lección. ¡Porque la Orden todavía espera mucho de los dos! Juntos habéis sabido organizar las más rentables casas de juego, donde hipotecan sus conciencias los banqueros, los políticos, los hombres de negocios, los periodistas y todos esos otros personajes importantes que mantienen a pleno rendimiento las «calderas» de la corrupción y del tráfico de conciencias: y también habéis montado unos burdeles, en los que, además de comerciar con el Sexo, se introduce la droga en una sociedad cada vez más corrompida. Esto nos ha permitido vivir casi a la luz pública. Claro que esa película va a desencadenar una ola de protestas muy poco ventajosa para nuestros planes futuros, ahora que estamos en las puertas de la década de los treinta del siglo XX…

–¡La película no ha comenzado a rodarse! –exclamó el Brujo Antón, queriendo aferrarse a su última posibilidad de salvación.

–¡Nada más que debemos telegrafiar a Hollywood anulando el contrato que firmamos en Londres! –intervino Julia, con la expresión convulsa y los dedos agarrotados.

–¡De acuerdo, os creo! –aceptó Gerard Vintras–. ¡Pero antes de seguir con los otros invitados quiero escuchar vuestro juramento! ¡Juráis obedecer todos mis mandatos… aunque éstos llegasen a exigiros la muerte del otro! Los dos se miraron indecisos. Sus secas pupilas, enrojecidas por la latente amenaza, tan sólo reflejaron el pavor inmenso que las dominaba. Por esta única razón se atrevieron a susurrar:

–Lo juramos…

La respuesta fue metálica: ¡porque la mentira, que los amantes habían creído necesaria, disparó el mecanismo que puso en acción las dos cuchillas circulares, ocultas en los respaldos de los asientos, cuya acción fulminante permitió que se produjera la doble decapitación!

El chasquido terrorífico de la piel, la carne y los huesos al ser cortados tuvo el acompañamiento biológico de las venas reventadas: chorros de vida expulsados hacia la nada por la decisión de una voluntad homicida que desconocía por completo la piedad. Y con las dos nuevas cabezas caídas sobre las bandejas de plata correspondientes, los otros tres invitados intentaron huir de allí, aunque sabiendo lo que les esperaba.

No se equivocaron en sus temores: ¡volvieron a aparecer otras abrazaderas, que los inmovilizaron de la misma manera que al matrimonio Szandor-Levy! También habían sido salpicados por el líquido vital de la pareja que acababa de ser ejecutada por el Maestro.

–Es tu turno, Oficiante Sandroz… ¿Por qué tiemblas como si estuvieras sufriendo los primeros síntomas de un ataque de epilepsia? ¿Debo considerarlo una prueba de que te consideras culpable de haberme traicionado? Cálmate, te lo ruego… Quizá estés precipitando la idea de que voy a matarte de la misma manera que los otros tres.

Sólo te supondría un pequeño esfuerzo dominarte… ¿Quieres que te recuerde a qué te dedicabas antes de que decidiésemos incluirte en la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente?

El aludido apretó los labios, mordiéndose el inferior, incrustó materialmente los diez dedos de sus manos en los posabrazos de la silla, y pegó las piernas a la dureza de la madera en la que se sentaba. Su rostro aparecía cubierto de un amarillo enfermizo y sus ojos propendían a saltar fuera delas órbitas.

–Mientras consigues tranquilizar tu sistema nervioso, tus miedos absurdamente anticipados, te refrescaré la memoria. –La voz de Gerard Vintras mostraba una dulzura exagerada, mefistofélica, yen su boca se hallaba grabada la sonrisa del tirano que ha tenido a bien «ser misericordioso»–. Te conocí cuando eras un simple contable en Wall Street, por lo que vivías en un mísero apartamento del Bronx, en el Nueva York de 1919. Ya habías comenzado a deambular por las noches, asesinando prostitutas en un ingenuo remedo del supuestamente inglés Jack el Destripador. Nos encontramos cuando acababas de descargar el cuchillo de carnicero, ¡qué primitiva herramienta de ejecución, amigo mío!, sobre el ajado cuello de tu cuarta víctima. En aquel momento te di un susto de muerte, por lo que quisiste degollarme como a un cerdo. Pero mis reflejos eran más rápidos que los tuyos, y logré reducirte contra la pared y en medio de un sinfín de cubos de basura: ¡mísera escenografía cuando te hallabas en condiciones de exhibir tu maldad en los salones más grandiosos del mundo! No me supuso un gran derroche de razonamiento, una vez te llevé a mi piso, convencerte de que la adulación, la oportuna información perjudicial a uno o varios «terceros» y la corrupción te podían situar en lo más alto de tu profesión. Y al obedecerme llegaste a la cumbre de las finanzas mundiales. Al mismo tiempo te habías convertido en uno de los Oficiantes, tal vez el mejor, de nuestras Misas Negras. Porque tus dagas, las de acero, para el sacrificio sangriento, no podían ser más certeras y eficaces… Reconozco que donde te superabas era en los despachos de los grandes agentes de Bolsa. ¡Por eso fue tuyo el mérito del crack del 24 de octubre de 1929, en el que tu país, los Estados Unidos, pasó de la opulencia enloquecida a la pobreza del racionamiento! Claro que los cientos de suicidios que presenciaste, especialmente los de tus amigos más íntimos, te hicieron creer que te habías excedido. Y empezaste a cuestionar la eficacia de la Infinita Malignidad que supone la Norma Escarlata de la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente…

–Yo no os he traicionado, Maestro –gritó el Oficiante Sandroz, parcialmente recuperado y tan tenso como en el momento que fue golpeado emocionalmente por la primera ejecución.

–Nadie se ha atrevido a acusarte de esa barbaridad, queridísimo amigo. Sólo he dejado patentes tus méritos y tus debilidades, lo que no presupone que hayas de ser reo de un delito tan grave. Sin embargo, veamos, ¿a cuántas familias salvaste de la quiebra al aconsejarles que convirtiesen su dinero en bienes inmuebles y en joyas en lugar de seguir especulando con las acciones?

–¡La mayoría de estos son grandes fabricantes de armas, gángsteres y millonarios que con sus negocios fomentan el ocio social y religioso! –volvió a alzar la voz quien se sentía cada vez más amenazado.

–Ciertamente. ¡Y yo aplaudo tu decisión aunque no se la hicieras conocer a la Asamblea de losViejos Diablos! Bueno, dejémonos de rodeos. ¿Qué dices de la familia Hoover King? ¿En base a qué méritos permitiste que salvaran la totalidad de su fortuna?

–Pues… Yo… ¡Yo estoy enamorado de Lucas, el hijo menor! ¡Es un muchacho delicado, muy sensible y exquisito, al que la ruina hubiese llevado a la locura!

–Se habría quebrado como un caro y frágil jarrón de Sevres al ser estrellado contra el suelo, ¿no es cierto? ¡Porque el tal Lucas es un homosexual refinadísimo, una «mujercita» encantadora a la que no te cuidaste de aleccionar para que se incorporara a nuestra Orden! ¿Te atreves a negarlo?

–¡No…, no…! ¡Pero él ha sido mi única debilidad…! ¿Es que vais a ejecutarme por un solo error, Maestro?

–No lo llames error. ¡Ha sido una torpeza imperdonable contra la Norma Escarlata, que ha venido a demostrar que no tienes cabeza… ¡Y COMO LA CABEZA NO TE SIRVE, MEJOR ESTÁ DECAPITADA!

El mortal alarido del ex oficiante Sandroz taladró las paredes de la estancia mucho antes de que la cuchilla circular entrase en contacto con su cuello. Y por culpa de los ecos de su garganta casi quedó ahogado el estrépito de la piel, la carne, los huesos y la sangre al ser cortados con una violencia acerada de relámpago, para que una nueva cabeza fuese depositada, grotescamente, sobre la bandeja de plata que le estaba reservada.

Una Noche

Corría el año 2013 y yo salia de mi clase de ingles en la universidad, eran alrededor de las 9, aquella noche había niebla y el frió era insoportable. Mientras caminaba de vuelta a mi casa pensando en la clase que acababa de tener, me di cuenta que el lugar en donde estaba parecía abandonado, pues no había ruido, era un silencio que después de un tiempo se volvía insoportable.

Caminaba mirando al suelo con intención de que el tiempo pasara rápido, algo peor hizo que levantara la cabeza y mirara hacia atrás, era el sonido de una persona que corría hacia donde yo estaba, no era algo porque preocuparse si no fuera porque no se veía nada y ademas no había nadie cerca mio, de todas maneras no le tome importancia y seguí con mi camino.

En un momento de mi viaje escuche que la persona dejo de correr, de todas maneras ahora era peor, pues sentía su respiración y esto me causo gran terror pues no reconocía a la persona, creí por el sonido de su respiración que debería estar cerca así que volví a mirar para asegurarme de que no era algo de que preocuparme... Pero mi terror fue más grande cuando mire y no había nadie, aun así se escuchaba la respiración de alguien.

Seguí con mi camino esta vez con mas prisa, recuerdo que esa noche parecía no tener fin la calle por donde usualmente pasan muchos autos pues a esa hora muchas otras personas salen de clases,continué mi camino hasta darme cuenta que los pasos no venían de atrás. Ahora escuchaba a esa cosa venir hacia mi por el camino a mi casa, no tenia otra opción que seguir, porque mientras más me acercaba, más fuerte se escuchaban los pasos y en un punto logre distinguir lo que venia hacia mi.

Era un señor alto vestido elegantemente por lo que se podía ver en la silueta, en su cabeza tenia un sombrero que no me permitía ver su rostro, pero igual podía notar como se reía pues sus mejillas resaltaban de su cara, mientras más se acercaba más me asustaba su presencia. Estaba totalmente de negro, lo único de otro color eran sus ojos no parecían tener iris, sus ojos eran totalmente blancos y su sonrisa causaba terror, en un momento no pude mas y me detuve, fue hay cuando el comenzó a acercarse silbando.

No pude mas y decidí correr, corría y corría pero el seguía estando a la misma distancia que antes, parecía que ahora me seguía, y lo hacia solo para lograr que me estresara y me asustara. Lo lograba, ya que cada vez que volteaba a mirar la distancia entre ambos no parecía cambiar, con la misma expresión que me causaba terror, fue hay cuando llegue,estaba nuevamente en la entrada de la cede que me llevaría a mi clase de ingles, cuando mire nuevamente el ya no estaba y eso me calmo, en ese momento decidí llamar un taxi que me recogió en la entrada del curso, evitando así pasar nuevamente por ese lugar esa noche .



Calificación: 

miércoles, 3 de junio de 2020

#056 El Holder de la Realidad

En cualquier ciudad, en cualquier país, puedes ir a cualquier institución mental o centro de rehabilitación donde puedas llegar por ti mismo. Dirígete a la recepción y pide visitar a aquel que se hace llamar "el portador de la realidad". El empleado te llevará por unas escaleras muy largas, tanto que parecieran recorren mucho más alto de lo que aparenta el edificio, antes de finalmente llegar al piso superior, donde encontrarás nada más que una sola puerta. A medida que te acerques al final de las escaleras, el empleado irá disminuyendo la velocidad de su marcha, hasta que la sobrepase tu vista y finalmente tu audición. En este punto, podrías sentirte tentado a darte la vuelta, pero no lo hagas, solo conseguirás distraerte y perderte en los pasillos de la institución mental para siempre. En cambio, abre la puerta y continua, ve hacia adentro.

Dentro de esa "habitación", encontrarás a un hombre sentado en una silla de oficina, jugando un videojuego en una vieja consola de cartuchos que nunca habías visto antes. La consola tiene un diseño extraño, con forma de una caja, hecha de hierro forjado, con grabados y pintada con diseños retorcidos y demoníacos. Dentro del videojuego, estarán torturando a una persona encadenada con métodos demasiado horribles como para ser descritos con palabras. Inevitablemente empatizarás con el prisionero y una vez que lo hagas te convertirás involuntariamente en la víctima de las mutilaciones, te convertirás en el avatar del videojuego y deberás soportar todas las torturas que tu propia mente pueda idear, tu único consuelo puede ser que eventualmente la tortura acabará.

El juego solo puede terminar de dos maneras. Si te vuelves loco, el portador se alimentará de tu alma, extraída puramente para su propio deleite. Sin embargo, si soportas con éxito la tortura, tendrás el privilegio de hacerle una sola pregunta.

¿Por qué juegas?

Dichas esas palabras, comenzará a gritar de agonía y la consola se reiniciará. 

Parpadearás y súbitamente estarás sentado en una silla de oficina dentro del instituto, la consola de videojuegos y su mando yacerán en el piso cerca de ti. Delante tuyo estará tu reflejo, mirandote confiado a través de la pantalla de la televisión. No intentes empatizar con él y por tentador que parezca, no juegues. Probablemente sea mejor ni siquiera tocar el mando, ni siquiera con el pie. Simplemente apaga la consola y retira el cartucho con cuidado, puedes llevártelo contigo.

Ese cartucho contiene el Objeto 56 de 538. Estuviste dentro de él una vez; recuerda eso antes de pensar en jugar.