miércoles, 16 de octubre de 2019

La Pasajera

Quién sabe si sea cierto que los espectros, con tal de reinstalarse en el mundo de los vivos, tienden a usar transportes impropios de ellos; lo que sé es lo que sucedió a un padre y su hijo que, hace un par de años, fueron a presentar sus respetos a los deudos de un personaje recién enterrado, a quien ellos habían conocido. Al salir del cementerio, abordaron su auto (un compacto) y, al hacer un alto para que el de la entrada los dejara pasar, vieron por un instante a una mujer de edad, vestida con recato y llevando amplios lentes oscuros que le suprimían los ojos, de pie junto al vehículo, sonriendo.

En cuanto salieron a la calle, el hijo (conductor) dio un respingo al oír a su padre gritarle que acelerara, porque “se había metido”. El hijo miró instintivamente por el retrovisor y, en efecto, halló a la vieja sentada en el centro del asiento trasero, absolutamente inmóvil pese a los tumbos que daba el auto. El padre estaba fuera de sí; pegaba de gritos, manoteaba, exclamaba oraciones e intentaba no mirar hacia atrás. Pero al final se sobrepuso al miedo, giró el cuerpo y, en vano, intentó quitarle los anteojos a la pasajera.

Su testimonio es que parecía que tocaba una escultura de hielo, a la que, quizá, sólo podrían quitarse partes si se usaban martillo y cincel. Dado el fracaso, el señor ordenó al hijo que se detuviera junto a una patrulla que casualmente estaba orillada. Ambos salieron atropelladamente y, también atropelladamente, rogaron a los uniformados que revisaran el vehículo, porque “alguien se había subido”.

Los hombres ojearon con desgano el pequeño auto, encogieron los hombros y anunciaron que no había “anomalías”.

Mientras padre e hijo se tranquilizaban, los patrullaron se fueron entre risas. Había una parroquia a dos cuadras; el hijo corrió a ella, tomó agua bendita en un envase y volvió precipitadamente. El padre ya estaba sosegado, y se calmó aún más cuando salpicaron de agua bendita no sólo el asiento trasero, sino todo el interior del auto, cajuela y motor incluidos. Siguieron su camino en paz. 

Hasta la fecha no han vuelto a acercarse a cementerio alguno.



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