lunes, 2 de diciembre de 2019

Conduciendo de Noche

Marina conducía por desolados paisajes oscurecidos por la noche. El celular sonó dentro de su bolso, y bajó la mirada para agarrarlo. Ese pequeño descuido bastó para que el auto derrapara y cayera hacia un barranco oscuro. El vehículo quedó con las ruedas hacia arriba, mientras Marina yacía inconsciente en la parte interior del techo, tendida a lo largo. Lentamente, recuperó la conciencia. En donde estaba todo era oscuridad, no distinguía ni una forma, ni un contorno. 

Apenas se intentó mover, la paralizó un dolor agudo en la espalda: tenía la columna rota. Incapaz de moverse, permaneció en aquella oscuridad sin saber qué hacer. El silencio también era absoluto, hasta que escuchó pasos que se acercaban al vehículo. 

—Auxilio —clamó Marina, con un hilo de voz. Los pasos parecían humanos.

De repente una mano se aferró a su pie y la comenzó a jalar hacia la ventanilla. Pensó que la estaban salvando, hasta que sintió que le empezaron a devorar el pie.



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