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sábado, 25 de julio de 2020

No cortes tus uñas de noche

Todo comenzó a las 7:50 de la noche. A esa hora y en mi habitación, solo pensaba en que al día siguiente tenía algunas cosas que hacer en la universidad, tenía un evento importante y debía estar muy arreglada para ello.

Ya había acomodado mi cabello en una especie de rollo sostenido por pinzas para que cuando me levantara se mantuviera lacio y bien peinado, por lo que procedí a pintarme las uñas.

Realmente en mi mente estaba repasando todo aquello que debía exponer frente a un frío jurado de directores y profesores, sólo me estaba enfocando en eso, y eso era lo único que me importaba en ese momento; pero algo que era importante en una presentación era la buena y limpia imagen. Pinté las uñas de mis manos de un color rojo, tan brillante y profundo como la sangre, ése era el color que más me gustaba.

Después de eso, aún repasando en mi cabeza el contenido, miré las uñas de mis pies, las cuales estaban un poco largas para mi gusto. Odiaba tenerlas largas, no me sentía con complejo de águila, así que tomé el cortauñas y con cuidado corté cada una de las uñas de mis pies.

Fue hasta después de que las corté todas que me di cuenta de la situación…

Todo el contenido de mi exposición salió de mi cabeza dejando sólo la carrasposa voz de mi abuela resonando en ella: “Hija, no te cortes nunca las uñas de noche”.

Me quedé mirando el vacío por un momento, siempre había creído en mi abuela y en sus supersticiones, y siempre había tenido en cuenta cada una de ellas, salvo por esa noche que la olvidé. Recordé cómo inocentemente había preguntado por qué era malo eso, y que la respuesta no me había gustado para nada, me había causado miedo, y eso era lo que tenía en ese momento, miedo.

Suspiré mirando la pared. ¿Y ahora? Mi abuela nunca me había dicho qué hacer si las cortaba, pero sí me había dicho esto:

“Después de las 8:33 p.m., no vayas a cortar tus uñas, ni las de las manos ni las  de los pies, pues después de esa hora, ese instrumento de plata estará maldito. Maldito para todo aquel que lo presione sobre su carne y sus uñas; será más afilado y más brillante, y traerá consigo algo terrorífico, algo fuera de este mundo.

Recuerda esto: ‘después de las 8:33, corta tus uñas y vas a temer. Alguien tocará tu puerta, un regalo dejará; no lo abras hasta que amanezca, no seas curiosa. No mires hacia atrás si sientes que algo se acerca, pues el dueño de la caja piensa sorprenderte. No cortes tus uñas de noche, no, si esperas a la muerte’”.

Solté el cortaúñas rápidamente y miré las uñas reposar sobre el suelo. El corazón me latía con fuerza, mi abuela no mentía nunca. ¿Y si llegaban a tocar mi puerta? ¿Y si me encontraba con una caja? ¿Justamente en ese momento tenía que vivir sola? No dejé de mirar las uñas, tenía mucho miedo, el corazón no dejaba de latirme rápidamente y sentía que algo malo iba a suceder, pero, ¡espera! No cortes tus uñas después de las 8:33.

Corrí a mirar el reloj de la sala y me detuve en seco frente a él observándolo. Marcaba las ocho en punto. Cerré los ojos y solté una bocanada de aire al mismo tiempo que mantenía mi mano derecha sobre mi pecho. Lo había hecho antes de las 8:33, estaba segura, no me pasaría nada.

Repentinamente me rugió la panza, era momento de hacer algo de cenar y luego irme a la cama para estar descansada al día siguiente. Caminé hacia la cocina y encendí la televisión para mirar las noticias, fui hasta el refrigerador y saqué dos huevos para freír. Aparentemente, había habido un incidente en Colorado, algo relacionado con un tiroteo; la noticia parecía indignante, pero más indignante fue lo que dijeron antes de ir a comerciales.

“Ya que son las 8:50 de la noche, vamos a una pausa comercial”.

Después de las 8:33 corta tus uñas y vas a temer...

Me quedé paralizada, el corazón volvía a latirme con fuerza y volvía a tener miedo; pero esa vez el miedo fue aún más fuerte, de aquel miedo que te ataca con tal intensidad que te impide mover tus músculos e inmediatamente cierra tus cuerdas vocales, dejándote mudo y paralizado.

Habían pasado sólo unos minutos desde que miré el reloj de la sala, ¿tenía mal la hora? Suspiré y temblando un poco caminé hacia mi habitación. Lentamente llegué, con el corazón acelerado y las manos sudando.

Eran las 8:50 aún. No podía ser, miré el aparato sorprendida y con algo de desesperación busqué en mi gaveta varios de los relojes que tenía. Tomé uno y lo miré, las 8:50; tomé otro y lo miré, las 8:50; tomé otro, ¡las 8:50! Sin evitar la desesperación arrojé el reloj hacia la pared haciéndolo pedazos y tomé rápidamente mi celular para llamar a mi madre.

Pero después de marcar el número algo resonó en mi cabeza: alguien tocaba el timbre. Me paralicé por completo y el teléfono se resbaló de mis manos cayendo al suelo.

Alguien tocara tu puerta…

Algo me decía que no abriera la puerta, o que la abriera, tomara mis cosas y saliera de ahí lo más rápido que podía, pero algo también me decía que ya era muy tarde. Lentamente cerré los ojos, apenas podía respirar, sentía el corazón latiéndome en todo el cuerpo y las manos me sudaban.

Pero nunca había sido cobarde, y no podía serlo ahora; quizá era el momento de que mi abuela se equivocara y quizá estaba exagerando. Me levanté despacio y caminé, tratando de calmarme con cada paso que daba hacia la puerta. El timbre sonó tres veces y después cesó.

Lentamente coloqué mi mano sobre la perilla, pensando que nada iba a pasar, que seguro era una de mis amigas o mis vecinas fastidiosas, y que nada de lo malo que había pensado me sucedería. Suspiré, cerré los ojos y abrí la puerta.

Un regalo dejará…

Había una caja. El corazón en ese momento me latió tan fuerte que lo escuchaba resonar en mi cabeza, inmediatamente comencé a llorar con desesperación, las manos me sudaron más y más, el miedo me invadía tanto que sólo quería llorar, llorar y esconderme, taparme los ojos y pensar que nada de eso estaba sucediendo, despertarme de esa pesadilla.

La caja era negra, un negro perturbador e inquietante; quería patearla, pero temía empeorar las cosas. ¿Qué debía hacer? ¿Qué era esa caja? ¿Qué había dentro de ella? Eso era lo peor, lo que podría haber en su interior. Quería saberlo, ¿y si era una broma? Tenía amigas muy bromistas, pero el susto que tenía no me hacía creer que era una broma. Me incliné y tomé la caja. Estaba algo pesada, lo cual aumentaba mi curiosidad.

No la abras antes que amanezca, no seas curiosa…

No podía abrirla, quería, pero no podía. Dejé la caja sobre la mesa y fui hasta la cocina por un calmante, tomé agua y me lo tragué. Pensé por un momento que debía esperar a que amaneciera, quizá así no me pasaría nada. Sí, eso era, debía esperar. El hambre se me había quitado, sentía la casa más sola que nunca, sentía frío, sentía que cada pasillo era más oscuro de lo normal.

Entré al baño y me miré al espejo; tenía el rostro rojo, los ojos llorosos, los labios pálidos, y aunque no podía verlo mi corazón seguía acelerado.

Después de que me cepillé, salí y comencé a cerrar las cortinas, entonces el corazón me empezó a latir fuertemente de nuevo. Sentí como si alguien estuviera detrás de mí, parado, respirando; sentía su respiración tal y como si fuera una persona, cercana, fría. Respiraba como los sádicos que aparecían en películas.

Nunca había estado tan asustada en mi vida, las lágrimas se me salían y todo el cuerpo me temblaba.

No mires hacia atrás si sientes que algo se acerca, pues el dueño de la caja piensa sorprenderte…

El dueño de la caja, ¿quién era? Sentía que alguien estaba detrás de mí, ¿qué podía hacer? El corazón me seguía latiendo con fuerza, el susto iba mas allá de lo que podía imaginar. De repente lo pensé. Yo no podía morir, no esa noche, y menos así. Si no podía mirar a lo que estaba atrás, tenía que escapar.

Con todo el valor que pude reunir cerré mis ojos con fuerza y corrí hacia la derecha. Abrí los ojos y seguí corriendo rumbo a las escaleras, sentía cómo esa cosa me seguía, aún sentía el frío, aún las piernas me temblaban, aún sentía el miedo, y aunque corría aún lloraba con algo de desesperación.

Por más que corría, eso que me seguía no se detenía; llegué hasta las escaleras aún sin voltear y fue cuando mis piernas me fallaron y entonces caí. Rodé por las escaleras, sentí el miedo junto con el dolor. Las pinzas que sostenían mi cabello se estaban incrustando poco a poco en mi cabeza, haciéndome sentir un dolor inmenso que superaba incluso el miedo.

Al final de las escaleras no dejé que el dolor me paralizara, me levanté como pude y corrí hacia la salida. Estaba desesperada, y cuando vi la puerta más cercana a mí tropecé, cayendo al suelo. Giré mi cabeza y observé: había tropezado con la caja y ésta se había volteado, abriéndose.

¿Qué había dentro de ella?

Habían dedos, dedos de pies mutilados y ensangrentados, también había uñas. Pegué un grito de terror, alejándome con desesperación de ahí; sentí mi frente húmeda, estaba sangrando gracias a las pinzas que me habían lastimado. Pero más fuerte que ese dolor, fue el que sentí al observar que me faltaban todos los dedos de mis pies. Abrí los ojos de par en par y lo último que vi fue un rostro tan blanco como el papel, y unos ojos más rojos que mi pintura de uñas.

Luego de eso, me desmayé...

No cortes tus uñas de noche, no, si esperas a la muerte.

Mi abuela una vez me dijo: “No cortes tus uñas de noche”, y en mis años de vida siempre tuve presente eso, hasta que un día lo olvidé. La abuela nunca se equivoca. Ahora les digo a ustedes, no corten sus uñas de noche, siempre habrá un amanecer.



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martes, 21 de julio de 2020

A Solas con la Muerte

Esa noche miró hacia el pasado para encontrarse con su otro yo, aquella muchacha asustadiza y tímida que no era capaz de decir una palabra más alto que la otra. Se miró en el espejo intentando analizar sus gestos, buscando aquello que la había cambiado tanto como para convertirse en lo que ahora veía. ¿Dónde hacían ido a parar los sentimientos de arrepentimiento de las primeras veces? ¿Qué había pasado con su culpa y dónde estaban sus sentimientos de rechazo y el dolor intenso en su pecho, esa lucha de sus ojos intentando evitar llorar? ya no quedaba nada de aquello.

Ella se había convertido en una máquina de muerte impecable, ya no había compasión en sus ojos a la hora de matar. Acabó la venganza cuando dejó de sentirse pequeña e indefensa, porque ahora ya tenía el control que había estado anhelando toda su vida. Mirándose ante el espejo sintió muchas ganas de llorar, no por sus actos sino al ver en lo que se había convertido. Había pasado de ser una dulce persona, sincera, silenciosa, empatica y simple, a ser aquello. 

¿De qué le había servido? Si realmente la venganza era gratificante o si solo era una idea que había creado su mente para convencerla de que ella tenía razón sobre algo que ya no podía evaluar. Y ahora estaba a solas, a solas con la muerte, meditando sobre el sentido de todo lo que había hecho; pensando en cómo habría sido la vida de aquellas personas si ella no se las hubiera arrebatado... Acordándose de las familias de todas sus víctimas, era extraño que se hubiera puesto a pensar en eso.

¿Qué estaba fallando en ella? ¿Por qué se creía malvada? ¿Por qué sentía compasión? Toda su vida había consistido en una cruzada de venganza hacia el pasado, hacia los malos tratos que sufrió, que la convirtieron en un ser alienado, inútil, que se dejaba llevar. Y había disfrutado tanto siendo ella quien llevaba las riendas...

Pero ahora el camino llegaba a su fin. Ya no sentía deseos de volver a matar. La cuenta había sido saldada. La venganza había llegado a su término y se dio cuenta de que su falsa personalidad, la de aquella imparable asesina, era tan sólo una mala fachada que ella misma había creado. Y la fachada había cedido ante la realidad.

Ya no había vuelta atrás. No podía permitirse el hecho de volver a ser como antes. No volvería a llorar, ni a quejarse, ni a sufrir por ella ni por nadie. Jamás podría aceptar a su verdadero yo. No sabría como convivir con él.

Sin más escapatoria abrió el bolso, sacó su pistola, se miró al espejo y, apoyando el arma sobre su sien, disparó con una sonrisa en los labios. Había ganado la batalla.



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sábado, 18 de julio de 2020

La espera

Cada noche espero hora tras hora su regreso, el reloj parece detener su ritmo tanto que a veces enciendo la luz para ver el despertador y apenas han pasado un par de minutos. Al final lo siento entrar y como siempre encender la luz de la cocina para después abrir el refrigerador y sacar una botella de cerveza, me llega el olor a tabaco aunque el sabe que lo detesto.

Al rato, cuando termina la botella de cerveza y el cigarrillo viene a la cama donde yo finjo estar dormida. Ni el olor a cerveza ni el del tabaco logran disimular el olor a perfume barato que trae; la mezcla de los tres aromas me provoca nauseas y tengo que esforzarme para contener las arcadas.

Una noche cuando el se durmió finalmente me convencí a mi misma que no merezco esta vida, así que comencé a pensar en cómo terminar con aquella farsa en la que él presume con su familia y amigos de ser un marido ejemplar mientras yo sufro en silencio el abandono y otros malos tratos.

Por la mañana le digo que mi tía está enferma y quiero pasar la noche con ella, a lo que mi esposo me mira con cara de asco para contestar:

—No creo que sirvas como enfermera, pero ve con ella para que vea lo bueno que soy, jajaja.

No tenía ganas de contestar, a eso de las siete de la tarde me voy a la casa de mi tía que vive justo en la calle de atrás, en un edificio alto que incluso se ve desde mi piso. Ella es una señora mayor y se alegra mucho cuando le comento que voy a quedarme con ella esa noche.

Después de la cena y una grata conversación mi tía se va a dormir mientras yo me quedo un buen rato viendo la televisión, a la hora que se que el regresa a casa me acerco a la ventana con el teléfono inalámbrico en la mano. Llegó a eso de las tres.

Todo ocurrió de una forma muy rápida, la luz de la cocina se encendió y la explosión de gas lo arrojó por la ventana, escucho el sonido de los bomberos llegar pero no me importa, lo poco que era de valor para mi en esa casa ahora está en la caja fuerte, no es cuestión de perderlo todo.

Me pongo el abrigo y salgo a la calle, al llegar les digo que escuché el estruendo y cuando me asomé vi que era mi casa... Por fin dormiré tranquila, se ha terminado la espera de cada noche.



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miércoles, 8 de julio de 2020

El Hombre sin Ojos

Era 30 noviembre del 2004, como siempre mis amigos y yo nos disfrazamos para la fiesta que organizaba mi escuela y luego nos iríamos a recoger dulces. Pero mientras paseábamos por el pueblito (no es muy grande) a mi amigo Marco se le ocurrió una idea: ir a ver la casa abandonada en medio del campo de girasoles.

Todos aceptamos el reto y tomamos las bicicletas, en menos de media hora ya habíamos dejado atrás el bosque y nos adentramos a la zona de campo; dejamos las bicis arrimadas a un árbol y cruzamos el campo de girasoles.

¡Esa casa si que daba miedo! Estaba toda oscura, despintada y fea…como los caserones infestados de las películas de terror. Nos armamos de valor y con las linternas que habíamos llevado con nosotros entramos. Recorrimos toda esa casa hasta el sótano y como no pasó nada de interesante decidimos irnos, también porque ya eran las 7 de la tarde y no era bueno estar ahí hasta pasado el anochecer...cuando quisimos alcanzar la puerta para salir de esa casa esta se cerró dejando todo a oscuras.

Al principio no nos asustamos porque teníamos las linternas pero luego empezaron a oírse pasos y risas por todo el cuarto, todos apuntábamos las linternas a donde venía el ruido pero no se veía absolutamente nada; yo ya estaba muerta de miedo pero grité como una loca cuando sentí una mano fría sujetar mi brazo.

Ya teníamos suficiente y Marco alcanzó por primero la puerta e intentó abrirla pero no pudo, tuvimos que romperla a patadas para poder salir de ahí. Salimos corriendo, pero Oscar tropezó y cayó cerca mio, trate de ayudarlo a levantarse pero era como si algo lo estuviera aplastando, el pobre gritaba y yo no sabía qué hacer.
De repente recordé que mi abuela decía siempre "si algún fantasma o espíritu se aparece reza o insulta" y eso hice. Los dos comenzamos a rezar y luego de algunos instantes mi amigo se pudo levantar, le ayudé a ponerse de pie y en ese momento mi mirada se desvió a la entrada de la casa. ¡Ahí lo vi!.

Era un hombre alto, grueso, con un pantalón oscuro y un buzo claro... me estremecí hasta lo más profundo de mi alma al darme cuenta de que esa figura no tenia ojos, sus cuencas vacías como una calavera parecían mirarme aún sin tener ojos.

Mis amigos dijeron que me encontraron arrodillada con Oscar intentando hacerme reaccionar, estaba como en un trance, completamente quieta con la mirada clavada en la puerta de la casa. Una bofetada me sacó de ese estado y luego me incorporé y miré nuevamente la casa... no vi nada.

Volvimos rápidamente al pueblo y aunque les conté lo que había visto, no me quisieron creer y yo acabe pensando que solo fue mi imaginación.

A pesar de todo esa noche nos divertimos mucho y contamos nuestra experiencia como una broma, una que casi nos mata del susto. Antes de irme a la cama noté que tenía una marca roja en el brazo... la huella de una mano grande, no le di importancia ya que podía habérmela hecho mi padre, ya que el tiene la mano pesada, pero al día siguiente me enteré que mi amigo Oscar tenía marcas muy grandes en el cuerpo.

La semana siguiente alguien notó la puerta rota y fueron a investigar, por suerte no encontraron rastros nuestros, pero ellos también escucharon algo. Dos días después el sacerdote nos preguntó si habíamos visto algo (Nos conocía y nosotros éramos sus principales sospechosos). Le contamos con la condición de que no se lo dijera a nuestros padres. Cuando escuchó lo que le contamos estaba pálido como un papel.

—Hija, estás segura— Preguntó.

—Si padre, ellos no lo vieron, pero yo si— contesté.

—Viste al espíritu del hombre que vivió ahí— agregó.

Todos nos petrificamos en ese momento

—Así es, hace cincuenta años ahí vivía una familia. Un día la esposa y los hijos se fueron a visitar a una tía y el hombre se quedó solo. Esa noche fue asaltado por unos cultistas que nunca fueron identificados, solo se encontró el cuerpo del hombre al cual le habían arrancado los ojos, en el centro de un pentáculo— nos contó el padre. No pueden imaginar el terror y la angustia que sentí en ese instante.

—Los atacó porque entraron a su casa, tal vez solo quería asustarlos, pero ustedes lo enfrentaron y se enfadó.

—Es verdad— Pense —No nos fuimos enseguida, sin querer lo hicimos enojar y nos quiso dar una lección.


Al siguiente mes se realizó un exorcismo en esa casa y luego fue demolida, nunca volví a ver a ese hombre... tal vez ahora finalmente descansa en paz.



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domingo, 21 de junio de 2020

La Mujer del Rincón

Hola, soy Daniel Navarro y les voy a contar la experiencia más perturbadora y aterrorizante de mi vida.

Cuando yo era un niño,alrededor de los seis años mis padres se divorciaron y me fui a vivir con mi madre a un departamento en las afueras de la ciudad de Lincoln.

El lugar era de arquitectura sencilla: una cocina-comedor, un baño y una habitación en la que cabían perfectamente (con mesa de luz en el medio) dos camas medianas.

La separación de mis padres no me había afectado mucho. Supongo que se debía a que fue a edad temprana o, más aún, a que yo no los había escuchado pelear ni verbal ni mucho menos físicamente. Fue Claudia, mi madre, la que me informó respecto de la lamentable situación entre ellos. Y yo no entendía muy bien qué era lo que estaba pasando, pero me sentí mal de todos modos.

Los primeros días en aquel departamento fueron muy divertidos. Lo eran para mí, me pasaba el día jugando a los Hot Wheels y dibujando hojas en blanco que después quedaban desparramadas por toda la casa.

Pero los días cambiaron, lamentablemente, en el mal sentido.

Una tarde en la que estaba aburrido y poco inspirado acerqué un ojo a la cerradura de la puerta de entrada y vi (nunca me voy a olvidar) a una mujer de espaldas en una de las esquinas del pequeño piso de cuatro departamentos.

Tenía un casi nulo rango de visión que me daba el ojal, no obstante, lo suficiente como para ver que parte, desde los hombros hasta un poco más arriba de las rodillas, era mujer. Pero era un cuerpo grisáceo, no sólo por la casi penumbra que reinaba allí afuera en el hall, sino porque parecía un cuerpo frío y además víctima de lastimaduras severas. Congelado del miedo, me alejé apenas concebí tan horrible visión, al tiempo que mi respiración se aceleraba y mi corazón empezaba a latir más fuerte, hasta el punto de sentirlo en la garganta. ¿Quién era aquella mujer? ¿Por qué estaba apoyada sobre el rincón e inmóvil y tan lastimada?

Mami— dije de forma inocente-Hay una mujer ahí afuera.

Mi madre creyó, por supuesto, que se trataba de alguna vecina que salía por algún motivo.

No, mami aclaré Está lastimada… Muy lastimada.

En cuanto escuchó esto salió disparada hacia la puerta y en cuanto escuché el ruido de la puerta abrirse, corrí a esconderme detrás de un mueble. Me fui asomando lentamente para ver que no había nadie allí.

Ah… la luz estaba apagada en el momento en que yo habían mirado por la cerradura. Fue mi madre quien la encendió para ver con claridad… ¿habría visto mal?

—No te preocupes, hijito… No hay ninguna mujer lastimada —respondió.

Pero yo estaba segurísimo de lo que había visto, motivo por el cual –y de esto me arrepiento mucho más– volví a ojear, nuevamente y con cierta incertidumbre ahora, a través del trinquete.

La misma mujer en la misma oscuridad ahora estaba de frente y a centímetros de la puerta.

Y yo no veía otra cosa que su vientre, grisáceo y tan lastimado como el resto que antes había podido contemplar.

El pánico que me invadió fue terrible.

Ni un segundo pude sostener la vista por lo que, temblando de miedo, me sobresalté de tal manera que me caí al suelo.

— ¡Mami, mami! —grité, aterrorizado—. ¡Está ahí, atrás de la puerta! Buaaa…

Ella volvió a abrila, mucho más preocupada que antes no por la mujer sino por mi comportamiento, y –para mi sorpresa y otra vez– nadie se encontraba en el hall.

— ¡Aparece cuando se apaga la luz! —insistí—, ¡Tengo miedo, mami! Buaaa…

Mi madre creyó, como tiempo después me reveló, que yo había sufrido alucinaciones esa vez. Por eso, me llevó al médico de inmediato, así como –de inmediato e insólitamente– se enteró de que mi cuerpo funcionaba a la perfección… ¿Por qué, entonces, había visto semejante cosa?

A los pocos meses nos mudamos a un departamento más grande.

Ahora tengo diecinueve años y me encuentro –quién lo habría imaginado– estudiando Periodismo en las afueras de Lincoln, en el mismo edificio en el que tuve la experiencia más aterradora de niño.

Por supuesto que recuerdo perfectamente lo que vi, y como después de tantos años aquellos recuerdos se borronean un poco –de manera que uno no sabe si lo que vio fue o no real– hoy a la noche voy a volver a mirar por el cerrojo de la puerta.

Ah, el departamento es el mismo…

Y las luces del hall se apagan automáticamente…

Me dio miedo quedarme solo por primera vez acá, en este lugar tétrico, pero ni loco le habría dicho a mi madre que no quiero, que no me animo a pisar este suelo. Creería que soy un nene que cree en los fantasmas. Claro que ella se acuerda de aquel episodio… bueno, supongo.

Tres de la mañana, creo que voy a mirar…

Nada. No hay ninguna mujer en el rincón, pareciera que mi terror nocturno fue superado… ah, no, las luces están encendidas, no vale…

Ahí está, se apagaron, llegó el… ¿qué fue ese ruido?

No importa, antes de seguir escribiendo me voy a asomar y a contar lo que vi, aguárdenme un momento…

Por Dios… por el amor de la Santísima Madre, es la misma mujer… de espaldas a mi puerta… Se está golpeando levemente la cabeza contra la esquina y está desnuda y lastimada.

Me armé de valor, tenía que salvarla, corrí hacia ella, me preparé para embestir y-...

Daniel Navarro fue encontrado muerto en el hall del 4º piso del edificio de la calle Irigoyen 592. Causa de la muerte: traumatismo de cráneo; murió al primer impacto. Sus restos fueron encontrados a las 4:00 AM de la mañana siguiente debido al olor.


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jueves, 18 de junio de 2020

Recuerdos

Una madre decidió un hacer un paseo por su antiguo vecindario donde aún se encontraba la vieja casa en la cual ella creció, llena de hermosos recuerdos y anécdotas que quería contarles a sus dos pequeños hijos mellizos, un varón y una niña de apenas unos años, así que los llevó consigo.

Al entrar al barrio ya eran mas de las 6 de la tarde. A medida que su memoria se llenaba de recuerdos de cómo ella caminaba por esas calles y de como pasaba el día con sus dos muñecos, curiosamente, un varón y una niña, al parecer siempre había sido su sueño tener hijos gemelos, y esos dos muñecos los representaban en su infancia, y ahora sus hijos eran una realidad.

Sin embargo, no todos sus recuerdos eran hermosos, también había uno que la aterraba, y no fue hasta que llego a su antiguo hogar, cuando todo regreso a su mente. Al llegar ella le pidió a sus hijos que la esperaran en el auto, mientras ella entraba a la vieja casa, ahora abandonada y descuidada por la familia, al subir las escaleras para llegar hasta su habitación, con cada paso que daba, podía ver sombras de ella misma corriendo y jugando con sus muñecos por todas partes, era como ver imágenes transparentes que le contaban una historia, se recordaba feliz, pero ademas también empezó a recordar una figura oscura de pequeño tamaño, algo que parecía seguirla en su infancia, parecía ser otra niña mas o menos de su misma edad, pero alguien que no existía porque ella era hija única.

Esta figura misteriosa tenia la costumbre de esconderle sus muñecos, era como si ella también quisiese jugar, pero al ver que la ella siendo una niña muy recelosa de sus cosas no le prestaba sus juguetes, entonces comenzó a volverse violenta, mover las cosas, golpearla y hasta darle pesadillas, tanto así que un día estando ella sola en casa jugando con sus muñecos, esta figura, la cual pudo determinar que era otra niña como ella, la saco del cuarto con una gran fuerza, haciéndola dejar sus dos muñecos solos, para cuando logro entrar devuelta, los dos muñecos habían desaparecido, nunca mas los volvió a ver, ni a ellos ni a la sombra, y así creció, y su familia se fue de aquel lugar, nunca mas volvió hasta ahora, ya siendo una mujer adulta y con familia propia.

El recordar eso la puso un poco incomoda y algo nerviosa, no era normal haber vivido eso, así que retrocedió para salir de su vieja habitación, y regresar a buscar a sus dos hijos, al salir del cuarto, le pareció ver aquella vieja sombra, pero fue como ver un relámpago, tan solo paso frente a ella, y ya no era tan pequeña como antes, esta vez podía ser de su mismo tamaño, esto le heló la sangre y se apresuro a bajar y al llegar a la sala, ahí, en el suelo estaban aquellos dos muñecos que perdió en la infancia. Misteriosamente se los habían dejado en ese lugar , para que los recuperara, visiblemente estaban muy maltratados, estaban rotos, desgarrados, como si en vez de manos hubieran sido navajas las que los cuidaron todo este tiempo, incluso uno no tenia cabeza y al otro le faltaban los ojos.

La madre se agacho para recogerlos, asombrada y aterrada por lo que veía, pero al levantarlos había una nota escrita con una letra muy fea y extraña, como si fuera una persona con problemas para comunicarse, o alguien que jamas escribió antes, pero la madre pudo leer lo que decía:

—¡Gracias por dejarme jugar con ellos!

La madre dejo caer los muñecos y la nota de la impresión, y por fin reacciono para salir de aquel lugar, solo que al levantar su cabeza, afuera, cerca de su auto donde estaban sus hijos, su verdadera pareja de gemelos, había esta figura siniestra, que ya no era una niña, ahora parecía ser también una adulta, era como si se manifestara exactamente igual a la atormentada madre, que aunque corrió con todas sus fuerzas para llegar hasta el auto junto a sus hijos, al abrir la puerta, solo encontró otra nota que le decía:

— ¿PUEDO AHORA JUGAR CON ELLOS?

La madre busco por todas partes pero nunca encontró a sus hijos, así que solo le queda sufrir por su perdida y su error en regresar para revivir recuerdos, aprendió que aveces es mejor dejar ciertas cosas en el olvido.

Aunque, lo mas seguro, es que alguna vez le devuelvan a sus hijos cuando ya no se pueda jugar con ellos, tal vez en el mismo estado en el que devolvieron sus viejos muñecos.


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lunes, 15 de junio de 2020

La Mente

En 1983, un equipo de científicos profundamente piadosos condujeron un experimento radical en una facilidad no revelada.Los científicos habían teorizado que un humano sin acceso a ningún sentido o forma de percibir estímulos sería capaz de percibir la presencia de Dios.

Ellos creían que los cinco sentidos nos nublaban nuestra consciencia de la eternidad, y sin ellos, un humano podría establecer contacto con Dios por medio del pensamiento. Un hombre anciano que clamaba "no tener nada para vivir" fue el único sujeto de prueba para ser voluntario. Para quitarle todos sus sentidos, los científicos realizaron una compleja operación en la cual cada conexión de los nervios sensoriales al cerebro fue cortada quirúrgicamente. *Aunque el sujeto a prueba conservó la función muscular completamente, no podía ver, oír, saborear, oler, o sentir .Y no hay forma posible de comunicarse, o incluso sentir el mundo exterior, que estaba solo con sus pensamientos.

Los científicos lo monitorearon mientras él hablaba sobre su estado mental en desordenadas y arrastradas frases que ni siquiera podía oír. Después de cuatro días, el hombre afirmó estar escuchando voces silenciosas e incomprensibles en su cabeza. Suponiendo que fuera un inicio de psicosis, los científicos le prestaron poca atención sus problemas.

Dos días después, el hombre gritó que podía oír a su esposa muerta hablando con él, y aún más, que podía comunicarse con ella. Los científicos estaban intrigados, pero no convencidos, hasta que el sujeto comenzó a nombrar parientes fallecidos de los científicos. Él repitió información personal a los científicos que sólo sus cónyuges y padres fallecidos han conocido. En este punto, una parte de los científicos abandonó el estudio.

Tras una semana de conversaciones con los muertos a través de sus pensamientos, el sujeto comenzó a angustiarse, diciendo que las voces eran abrumadoras. Cada vez que despertaba, su consciencia era bombardeada por cientos de voces que se negaban a dejarlo solo. Frecuentemente se lanzó contra la pared, tratando de obtener una respuesta de dolor. Él suplicó a los científicos por sedantes para poder escapar de las voces durmiendo. Esta táctica funcionó por tres días, hasta que comenzó a tener severas noches de terror. El sujeto dijo repetidamente que podía ver y escuchar a los muertos en sus sueños.

Sólo un día después, el sujeto empezó a gritar y agarrar a sus ojos no funcionales, esperando percibir algo en el mundo físico. Ahora el sujeto histérico afirmaba que las voces de los muertos eran ensordecedoras y hostiles, hablaban del infierno y del fin del mundo. En un momento dado, le gritó "No hay paraíso, no hay perdón" por cinco horas seguidas. Continuamente pidió ser asesinado, pero los científicos estaban convencidos de que él estaba cerca de establecer contacto con Dios.

Después de un día más, el sujeto ya no podía formar frases coherentes. Aparentemente loco, comenzó a morder pedazos de carne de su brazo. Los científicos corrieron a la cámara de pruebas y lo contuvieron en una mesa para que no pudiera matarse. 

Después de unas horas de estar atado, el sujeto detuvo su lucha y sus gritos. Él se quedó mirando al techo mientras lágrimas silenciosas corrían por su rostro. Durante dos semanas, el tema tuvo que ser rehidratarlo manualmente debido al llanto constante. Finalmente, volvió la cabeza y, a pesar de su ceguera, hizo centrado contacto visual con un científico por primera vez en el estudio.

Él susurró: "He hablado con Dios, y él nos ha abandonado" y sus signos vitales se detuvieron.

No hubo causa de muerte aparente.
  • Estudio de seguimiento de 2000: Dr. GF, Departamento de Neurología, [nombre del hospital declarado desierto], San Francisco, CA. Un estudio reciente de una enfermedad degenerativa que se enfoca en la función motora y el deterioro cognitivo a menudo conduce a "alucinaciones" de los fallecidos. La muerte de las células diana y productos químicos en el cerebro por esta enfermedad conduce a una pérdida del olfato, entre otros sentidos. La causa de la enfermedad es desconocida. Las alucinaciones se presentan en el 39,8% de los pacientes, cayendo en tres categorías: una sensación de una presencia (persona), un paso hacia un lado (normalmente de un animal) o ilusiones. Presente en 25,5% de los pacientes (un hecho aislado en 14,3%), formados alucinaciones visuales presentes en el 22,2% (aislado en 9,3%) y alucinaciones auditivas presentes en 9,7% (aislado en 2.3%). Continuando estudio en San Francisco, CA. 2003-presente aún.


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lunes, 8 de junio de 2020

Mi Primer Beso

Soy una chica tranquila, siempre lo he sido y nunca he tenido problemas con nadie (que yo recuerde) tengo algunas amigas y no me junto mucho con hombres, tal vez esa es una de las causas por las que nunca he tenido novio… ni tampoco he dado un beso. En mis 15 años de vida no he salido a muchas fiestas, se puede decir que nunca he hecho alguna locura, siempre que sentía esa especie de impulso para hacer alguna maldad, por muy pequeña que fuera me la reprimía “no, está mal, no debo hacerlo” me decía a mí misma, así calmaba la adrenalina que sentía acumularse poco a poco en mi interior, sabiendo que algún día explotaría.

Era habitual que a principio de año me empezara a gustar un niño, lo miraba de lejos pero él nunca se fijaba en mí, así pasaba todos los años y en todos me interesaba en alguien diferente esperando ha que este sí se fijara en mí.

Cierto día comenzó a gustarme un chico que conocí a principio de ese año, era el amigo de una amiga de otro curso y con el tiempo comenzamos a hablar, nos volvimos amigos (mi primer amigo hombre cercano) lo empecé a conocer mejor y me comenzó a gustar más y más. Me tenía confianza, era muy simpático y muy tierno conmigo, incluso prefería pasar recreos conmigo que con sus amigos, lo que me hizo pensar que yo también le podía gustar (¡Por fin! ¡Por fin alguien que me gustaba se fijaba en mí!) pero no había nada confirmado. Una vez me confesó que nunca había tenido novia y que tampoco había dado un beso, me conmovió por que sentía lo mismo que yo.

A final de año pasábamos mucho tiempo juntos, me gustaba mucho pero aún no me atrevía a decírselo, aunque la mayoría ya se había dado cuenta… menos él. Una vez estábamos conversando por facebook (era la última semana de colegio y yo estaba desesperada pensando cómo decírselo) y de la nada me escribió “eres linda”, entonces le escribí de vuelta “gracias, tu también” y él me respondió “¿en serio?” y entonces le contesté “sí, me gustas” era la única forma de declararme, en persona no me hubiera atrevido, “tú también me gustas” me contestó.

Mi corazón comenzó a latir muy fuerte y sentí que una alegría desbordante se apoderaba de mí, quería saltar de alegría pero no, me calme, me controle y solo me digne a sonreír -aún estando sola en mi habitación- no imaginaba como lo haría mañana, como podría verlo ha la cara, como controlaría mi impulso por correr, abrazarlo y besarlo. Sabía que si lo hacía me verían raro, pero si no ¿Qué creería él?.

Al día siguiente lo mire de lejos y él se acercó a mí sonriendo (yo tampoco pude evitar hacerlo) me llevó a un rincón algo más privado y dijo que le confirmara en persona lo que el día anterior le había confesado por Internet, lo hice y él también lo confirmo, lo mire, quería besarlo pero me daba miedo, no sé por qué, no por mi sino por él, era una sensación extraña y no muy agradable, pero la ignoré.

Durante los últimos días de clases pasábamos de la mano, aún no nos besábamos. Decidimos juntarnos un día cuando saliéramos por fin de clases. Ese día llegué, nos encontramos, caminamos un rato de la mano hasta llegar a una plaza alejada donde casi no circulaba gente, nos sentamos en el pasto, nos abrazamos y conversamos un rato.

Hasta que en un momento ambos quedamos en silencio y nos miramos ¡Me robo un beso! Un corto beso que me llevó a robarle yo uno, y otro, y otro, y otro más...era la sensación más rica que había sentido en toda mi vida, no quería parar de besarle, de apretar sus labios con mi boca, sus jugosos y carnosos labios. Sentí esa adrenalina, la que siempre había sentido, que aparecía cada vez que quería hacer algo malo, pero esta vez no pude reprimirla y se apoderó de mí, todos estos años guardándola en mi interior provocaron que explotara en algo mortal. No pude detenerme, él trato de alejarme, lo estaba dejando sin aire, sin poder respirar, cada vez apretaba más sus labios...los mordía fuerte, eran tan deliciosos, sentía que quería comerme su boca, mordí tan fuerte sus labios que llegaron a sangrar y él trato de gritar y de empujarme pero no pudo.

Mi adrenalina fue tal que lo tenía atrapado entre mis brazos, abrazado entre mis garras, esa sangre de sus labios me éxito más, lo mordí más fuerte, desgarre la carne de sus labios , esos exquisitos labios, los mastiqué sabrosamente mientras él gemía terriblemente de dolor, moviendo su lengua desesperadamente tratando de lograr concebir una palabra ”¡Suéltame!”, lo mordí fuertemente y se la extirpé de su boca, chorreaba la sangre de su garganta a la vez que un último grito desgarrador salía de ella, era tan deliciosa, húmeda y carnosa, su sangre brotando de la carne colgante de su boca muerta, estaba tibia aún, la bebí, la mordí para beber más de la sangre de quién por fin se había fijado en mi.

Era tan delicioso sentir su sangre desbordante en mi boca, la cual chorreada de la sangre de quién tanto me había gustado… ¡Por fin! ¡Por fin había dado mi primer beso!


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sábado, 6 de junio de 2020

No contestes a extraños...

Esta es una de esas historias que le ocurrió al amigo de un amigo:

Un número privado llama a tu teléfono celular y sin saber, respondes a la llamada más nefasta que has escuchado hasta ahora en tu vida, es como si sintieras la desesperación y el terror de cada lamento, llanto y súplica que escuchas del otro lado.

En unos segundos recibes un mensaje que contiene doce cifras que según cuenta la leyenda corresponden al día, mes, año y hora exácta de tu muerte. A partir de ese momento comienza tu cuenta regresiva.

Puedes intentar luchar contra el tiempo o esperar pacientemente a que tu momento llegue. También he escuchado que la única forma de escapar es llamando tu mismo a otra persona, pasando tu destino sin romper el ciclo.

No contestes a extraños...



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jueves, 2 de abril de 2020

La llamada del Vacío

Es así como lo llaman, ¿Verdad? Ese sentimiento que tienes cuando estás justo en el borde y tienes la necesidad de saltar. Es bastante común, casi todo el mundo tiene esa sensación. Pero lo que mucha gente no sabe es que no siempre se supera.

A veces ese deseo de abalanzarte sobre el abismo se adueña de ti, y es cuando comienza. Tal vez ocurra cuando estas conduciendo hacia casa y sientes la necesidad de cruzarte de carril o puede que pase cuando vas al trabajo y quieras lanzarte delante de uno de esos trenes.

La única opción razonable es ignorarlo, pero dentro de ti sabes que ya es imposible deshacerte de esta sensación, y estas en lo correcto. Tan sólo puede ir a peor. Tras unas semanas el deseo se convertirá en una constante dentro de tu cabeza, empujándote en contra de ese instinto de la evolución por sobrevivir.

Pronto dejarás de poder concentrarte en las pequeñas tareas, como disfrutar de la cena, porque te estarás preguntado como sería cortarte las muñecas con el cuchillo de la carne.

La misma cosa me pasó a mí. Me estaba quedando sin opciones, así que decidí volver al principio. Me quedé plantado en el borde ante el vacío, suplicándole que me dejara en paz.

Entonces es cuando escuché ese susurro.

“Salta.”


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