miércoles, 17 de julio de 2019

Ben Drowned

[09/07/2010] Post #01

Ok, necesito vuestra ayuda con esto. Esto no es un copia y pega, es una lectura larga, pero siento como si mi seguridad y mi bienestar estuviesen dependiendo de esto. Tiene que ver con un videojuego, más concretamente, el Majora’s Mask y es la mierda más aterradora que me ha sucedido en toda mi vida.

Habiendo dicho esto, hace poco me mudé a un piso como estudiante de segundo año de la universidad y un amigo mío me regaló su antigua Nintendo 64 para jugar, eso me animó bastante... por así decirlo; finalmente podría jugar a todos aquellos juegos de mi juventud que llevo sin tocar desde hace una década. Su Nintendo 64 venía con un controlador amarillo y una copia del Super Smash Bros. A pesar de que dicen que a caballo regalado no se le miran los dientes, no tardé mucho en aburrirme de jugar contra la máquina todo el rato.

Un fin de semana decidí dar una vuelta con mi coche por varios vecindarios que se encontraban a unos 20 minutos de mi campus, echando un ojo a las ventas de garajes, esperando hacerme con unos buenos juegos y a grandes precios, gracias a unos padres ignorantes. Conseguí una copia de Pokémon Stadium, GoldenEye, F-Zero y otros dos controladores a 2 dólares cada uno. Satisfecho, estaba preparado para abandonar el vecindario pero de repente una última casa llamó mi atención, aún no tengo ni idea de por que me atrajo; no vi coches en ella y solo había una mesa llena de basura pero algo me dijo que tenía que ir. Suelo hacer caso a estas sensaciones, así que salí del coche y un anciano me dio la bienvenida. Su apariencia era inquietante, extraña y si me preguntas por que me inquietaba no sabría realmente señalar nada, pero había algo en él que me hacía permanecer alerta. No lo puedo explicar. Solo os digo que si no llega a ser por la tarde y oyendo a otras personas de fondo, jamás podría haberme acercado a ese hombre.

Me sonrío con la mandíbula torcida cuando le pregunté lo que estaba buscando e inmediatamente me di cuenta de que debía estar ciego de un ojo, el derecho, el cual mantenía una mirada perdida a la distancia. Intenté forzosamente mantener la mirada en su ojo izquierdo, tratando de no ser ofensivo y le pregunté si tenía algún videojuego antiguo.

Cuando ya estaba pensando como podría pedir disculpas de buena manera si me dijera que no tenía ni idea de que era un videojuego, sorprendentemente me dijo que tenía algunos en una caja vieja. Entonces me aseguró que volvería en un instante y se fue hacia el garaje. En cuanto vi como se fue cojeando, no pude evitar darme cuenta de lo que estaba vendiendo. Sobre la mesa había unas, cuanto menos, pinturas bastante... peculiares. Varias obras de arte que parecían manchas de tinta que un psiquiatra te mostraría. Curioso, las miré todas (estaba claro el por qué nadie visitaba este garaje, no eran ni mucho menos una vista muy agradable). Cuando llegué a la última por alguna razón me recordó a Majora's Mask (el mismo cuerpo con forma de corazón y pequeñas estacas hacia fuera). Realmente en mis adentros, pensé que, al haber albergado la esperanza de poder encontrar este juego, alguna cosa freudiana estaba proyectándose a si misma en esas manchas de tinta, pero después de los eventos ocurridos no sabría decirlo. Debí haberle preguntado al hombre sobre ellas. Desearía haberlo hecho...

Después de mirar el dibujo que se parecía a la máscara, volteé hacia arriba y vi como el hombre había vuelto de nuevo como a un brazo de distancia, justo delante de mi, sonriendo. Admito que salté de forma refleja y sonreí nerviosamente cuando él me acercó un cartucho de Nintendo 64. Era un cartucho estándar color gris, excepto que alguien había escrito Majora en él con un marcador permanente negro. Tenía mariposas en mi estómago tan pronto como me di cuenta de la coincidencia y le pregunté cuanto quería por él.

El anciano sonrió y me dijo que podía llevármelo gratis, que había pertenecido a un chico de mi edad que ya no vivía en este sitio. Había algo extraño en como se expresó el anciano, pero realmente no le presté demasiada atención, estaba demasiado contento no solo por haber conseguido el juego sino que además había sido gratis.

Estaba un poco escéptico pensando que este cartucho no tenía ninguna garantía de funcionar, pero el optimismo me inundó cuando pensé que podría ser alguna versión beta o pirateada del mismo y era más que suficiente para poder irme. Agradecí nuevamente al hombre y este me sonrió, despidiéndose de mí con buenos modales, para terminar diciendo "Adiós pues" o al menos eso me pareció. Todo el camino a casa estuve dudando y pensé que el hombre había dicho algo más. Mis pensamientos fueron confirmados cuando arranqué el juego que, para mi sorpresa, funcionaba correctamente y solo había un fichero, llamado simplemente BEN. "Adiós Ben", había dicho "Adiós Ben". Me sentí mal por el hombre, obviamente tenía un nieto y estaba volviéndose senil y por algo le había recordado, de una forma u otra, a su nieto Ben.

Con curiosidad, eché un vistazo al fichero durante largo rato. Puedo decir que Ben había llegado muy lejos. Tenía casi todas las mascaras y 3/4 de los bosses derrotados; vi que utilizó una estatua de búho para guardar el juego, estaba en el día 3 en el Templo de la Torre de Piedra con poco menos de una hora para que la luna se estrellara. Recuerdo haber pensado que era una pena que hubiese llegado tan lejos en el juego, pero nunca lo hubiera acabado. Creé un nuevo archivo llamado Link como era tradición y empecé el juego, preparado para revivir mi infancia.

Para un cartucho con tan mala pinta, estaba impresionado de lo fluido que funcionaba. Literalmente parecía una copia legal del mismo, salvo por algunos problemillas aquí y allá, como algunas texturas donde no deberían estar, algunos flash aleatorios en intervalos cortos, fuera de eso no estaba nada mal. Aun así, la única cosa que era un poco enervante, era que algunas veces los personajes no jugables (o NPCs) me llamaban "Link" y otras veces me llamaban "BEN". Supuse que era un bug, algún fallo de programación derivado de que nuestras partidas se hubiesen mezclado, o algo así. Aquel bug estuvo molestándome un buen rato hasta que, cuando me pasé el Templo del Bosque Catarata, fui a las partidas salvadas y borré el archivo BEN (intentaba preservar este archivo por respeto al dueño original del juego, no es que necesitara dos partidas), esperando que esto resolviera el problema. Lo hizo y a la vez no, ahora los NPCs no me llamaban, donde debía estar mi nombre había un espacio en blanco (el archivo seguía llamándose Link aun así). Frustrado y con deberes por hacer, dejé el juego por un día.

Volví a jugar al juego una noche después, consiguiendo las Lupa de la verdad y completando el Templo del Pico Nevado. En ese momento, algunos de vosotros, jugadores más hardcore de Majora's Mask, conoceréis el glitch de "El cuarto día". Para aquellos que no pueden googlear, hay que esperar a que el reloj este cerca de llegar a 00:00:00 en el día final y hablar con el astrónomo para mirar el telescopio. Si lo hacías en el momento correcto, la cuenta atrás desaparecería y podrías contar con otro día para terminar lo que estuvieras haciendo; decidido a hacer este glitch para terminar el Templo del Pico Nevado, parece que me salió bien en el primer intento, pues el cronómetro de arriba desapareció.

Sin embargo, cuando pulsé B para dejar el telescopio, en vez de recibir las gracias del astrónomo me encontré en la zona donde debía luchar contra el Jefe Majora al final del juego en la arena, mirando fijamente al Skull Kid que flotaba en el aire. No había ningún sonido, solamente estaba él flotando en el aire por encima de mí y la música de fondo normal de la zona seguía siendo inquietante. Inmediatamente mis manos empezaron a sudar, definitivamente esto no era normal, el Skull Kid NUNCA aparecía ahí. Intenté recorrer la zona y no importaba a donde fuera, el Skull Kid seguía moviendo su cabeza, mirándome fijamente sin decir nada. Nada pasaba y estuve así más o menos un minuto. Pensé que el juego estaba buggeado o algo así pero estaba empezando a dudarlo.

Estaba apunto de presionar el botón de Reset cuando un texto apareció en mi pantalla: Puede que no estés seguro de por qué, pero aparentemente tienes una reserva.... Instantáneamente reconocí ese texto, aparece cuando consigues la Llave de la Habitación, por parte de Anju en la Posada del Puchero, pero ¿por qué había aparecido aquí?. Descarté la idea de que era casi como si el juego intentara comunicarse conmigo y empecé a recorrer la habitación de nuevo, comprobando que durante algunos momentos el juego tenía alguna especie de momento en el que me daba la opción de interactuar con alguien, entonces me di cuenta de lo estúpido que parecía, pensar que alguien re-programaría un juego así. Seguro de mí mismo, quince segundos después otro mensaje apareció en la pantalla y era como el anterior, apareció una frase ya existente ¿Ir a la guarida del jefe del templo? Sí/No. Pausé el juego por un momento, pensando en que debería elegir y cómo reaccionaría el juego, cuando me di cuenta de que no podía seleccionar no. Respiré fuerte, presioné , la pantalla se volvió blanca y apareció otro texto que decía El amanecer de un nuevo día y el subtexto ||||||| en él. El lugar a donde fui transportado me llenó del más intenso terror casi paralizante que nunca había experimentado.

La única manera en la que puedo describir como me sentía en ese momento era tener un sentimiento de tristeza en una escala muy profunda. Lo que sentí fue algo inexplicable, era como si una presencia retorcida y poderosa estuviera encima de mí.

Aparecí en una extraña versión crepuscular de Ciudad Reloj, caminé hacia afuera, como normalmente harías cuando empiezas en el primer día, y me di cuenta de que todos los habitantes habían desaparecido. Generalmente, incluso con el glitch del "Cuarto Día" sigues viendo a los guardias y al perro que corre fuera de la torre pero esta vez todos habían desaparecido; habían sido reemplazados y yo tenía el presentimiento de que algo estaba fuera de lugar allí, en el mismo lugar que yo y me vigilaba. Tenía cuatro corazones y el Arco del Héroe pero en este punto ya no me importaba mi avatar, de alguna manera sentía que yo mismo estaba en peligro. Puede que lo más extraño fuera la música, era la canción de curación, retocada del mismo juego, pero tocada al revés. Aquella música no paraba de hacerse más fuerte, haciéndote esperar que algo apareciera de repente delante tuyo, pero no pasaba nada y el bucle constante empezó a dejar huella en mi estado mental.

En todas partes escuchaba de manera tenue la risa del Vendedor de la Máscara Feliz en el fondo, pero era lo suficientemente débil como para que no estuviera seguro de si estaba oyendo cosas y mi determinación me obligó a buscarlo. Busqué y busqué por las cuatro zonas de la Torre del Reloj pero no encontré nada... ni a nadie. Algunas texturas se habían perdido y al Oeste de Ciudad Reloj me hacía caminar en el aire; toda la zona parecía rota, buggeada y sin esperanza de poder ser salvada. Cuando la canción de curación se repitió en la que debió ser su cincuentava vez, recuerdo haber permanecido en mitad de al Sur de Ciudad Reloj, dándome cuenta de que nunca me había sentido tan solo en un videojuego.

martes, 16 de julio de 2019

#042 El Holder de la Estrella

En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a alguna institución mental u hospital al que puedas llegar por tus propios medios, pregúntale al hombre del escritorio por quien se hace llamar a sí mismo "El Portador de la Estrella", por algunos segundos verás como el trabajador te mira con desprecio, si él no logra ver la resolución en tu corazón comenzará a reír con arrogancia, si esto pasa huye o los guardias te atraparán y te encerrarán en un pequeño cuarto, en el cual tu destino será escuchar esa risa una y otra vez hasta el día de tu muerte. Si por el contrario ve la determinación en ti, se pondrá de pie y te guiará por un pasillo hasta detenerse frente a una vieja puerta él te dará la llave y se irá sin decir nada. Con la llave en la mano introdúcela en la cerradura y gira, no está cerrado.

Detrás de la puerta, en lugar de una celda hay un pasillo con poca luz debes entrar cerrando la puerta detrás de ti. Mientras recorres el pasillo escucharás risas de niños que juegan, voces extranjeras y cantos de monjes los cuales progresivamente se convierten en maldiciones mientras que los niños que antes reían ahora gritan, estarás a salvo en la medida que esos terribles sonidos sean audibles, pero si tu coraje oscila o el más mínimo temor se apodera de ti en ese corredor, los ruidos se detendrán y si eso pasa debes cerrar los ojos y rezar para que la criatura que acaba de despertar se lleve tu vida en el primer bocado. 

Si sobrevives deberás llegar a una pequeña puerta cerrada, las luces se apagarán a tu alrededor hasta que solo puedas ver la puerta, cuando todo sea obscuridad usa la llave que te dieron y abre la puerta, entrarás a una pequeña celda negra donde hay un hombre encapuchado con túnica roja, el sostiene una vela y mantiene los ojos cerrados mientras canta, se encuentra sentado en medio de un pentáculo dibujado en roja y brillante sangre.

El hedor que produce te hará querer vomitar, pero no deberías hacer más que eso, antes el hombre era una roca humeante. No mires directamente la roca por mucho tiempo o el ardor de la piedra envolverá tu mente y enviará tu cuerpo a arder por la eternidad. Debes mirar la vela y escuchar al anciano.

El sólo responde una pregunta "¿Qué se debe hacer para completar su tarea?". El hombre dejará de cantar y te dirá cinco nombres y cinco preguntas, luego te dice que debes averiguar tu mimo a qué nombre corresponde cada interrogante. Luego el frotará la sangre del pentáculo con su dedo y dibujará una formula, una llave, mas un libro, mas una pluma, mas una palabra garabateada ilegible debes producir un libro con tres óvalos dibujados a su alrededor. El se reirá con ganas y regresará a su asiento, te entregará una piedra ardiente y desde detrás de su túnica sacará un corazón aún latiendo, el cual aplastará con su mano hasta extraer de su interior una hermosa pluma estilográfica la cual te dará. Al mirar atrás encontrarás al anciano muerto con una serena expresión en su rostro, dale el honor de volver al otro mundo con los ojos cerrados ya que éste era el Portador y su aspecto te pudo engañar. Si vuelves a tocarlo te convertirás en un monje maldito para la eternidad, en un momento todo se oscurecerá y te encontrarás nuevamente fuera del hospital.´

Te darás cuenta de que el lápiz no requiere tinta y que esta nunca apesta, notarás que es tu propia sangre la que se drena a través del la pluma al papel. Jamás permitas que este objeto sea destruido o tendrás una horrible y dolorosa muerte. Cada vez que sostengas este objeto escucharás susurros y cantos hasta que mueras o hagas su voluntad.

Imagen relacionada


Esta pluma es el objeto 42 de 538, te obligará a escribir el tomo maldito con tu propia sangre, hacer esto es una locura, es tu desición continuar con el trabajo o destruir su chance de volver a reunirse...

Nina the Killer

Extraños asesinatos, sin explicación ni pistas del culpable, se han multiplicado tras varios meses. Se tenía bajo sospecha al asesino que se había investigado tiempo atrás, pero se encontró un testigo que asegurada haber sido atacado por un asesino distinto a Jeffry Woods. Aterrorizando distintas ciudades, se desconoce si trabajan juntos o por separado. Por suerte, pudimos conocer al sobreviviente del ataque y temerosamente nos contó desde una reservada cama del hospital lo que había sucedido. He aquí su testimonio:

«Todo sucedió una noche», narró el chico. «Caminaba de mi trabajo a la casa, estaba por unas calles bastante desoladas, había decidido tomar un atajo nuevo, para cambiar la rutina… Gran error. Ya a mitad de camino empecé a sentir que me observaban. Al escuchar pasos, volteé rápidamente buscando que no fuera un ladrón, pero no encontré nada, así que solo tomé todo como producto de mi imaginación, continúe caminando pero la sensación de ser observado se hizo más fuerte. Los pasos los oí más cerca, al voltear observé algo acercarse a mi rostro y por reflejo lo esquivé. De pronto, en un momento veo a una chica de cabello negro y chamuscado, con un mechón púrpura. En ese momento, me dio la impresión de que tendría entre 16 o 17 años, aunque su rostro no parecía ser el de un humano, su piel era de un blanco muy desagradable, sus ojos me miraban con una sed de sangre, tenia las pupilas muy dilatadas, con midriasis y se veía una extraña cocedura en sus ojos. Su sonrisa era sobrehumana, tosca y estaba cortada.

»Me quedé parado durante mucho tiempo, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo. Ella no soltó ninguna palabra, solo se quedó allí parada por lo que me pareció una eternidad. Finalmente, la chica soltó una frase mientras inclinaba la cabeza de un lado a otro de una forma esquizofrénica y ruidosa, el sonido de sus huesos tronar me heló los nervios:

»Ve a dormir mi príncipe.

»Inmediatamente reaccioné y emprendí carrera en la dirección contraria a la de ella, corrí como nunca, pero no fue suficiente, oí sus pasos, siguiéndome. Sin darme cuenta, recibí de golpe su peso sobre mí, seguido del frío filo de un cuchillo atravesar mi brazo.

»Caí al suelo con un gemido de dolor, la chica me apresó al suelo soltando una histérica carcajada. Saco su cuchillo de mi hombro y rasgo mi camisa, haciendo una extraña caricia en mi abdomen desnudo, observándome con detalle, pero por suerte, escuchamos la voz de un policía que había llegado, estaba apuntándole con un arma. La chica se incorporó rápidamente y el policía soltó varias balas a su dirección, pero ésta las esquivó cubriéndose con los árboles, sin dejar de soltar esa carcajada, se alejó de allí.

»Jamás podré olvidar esa mirada… y mucho menos esa risa…»

Una semana después de la entrevista, encontraron al joven muerto en su casa, mutilado y despedazado por toda la casa, al cuerpo le faltaban varios órganos, los cuales fueron encontrados escondidos en partes muy inaccesibles. La habitación donde se sospecha fue el asesinato, se encontró escrito con sangre en la pared:

No te fuiste a dormir
mi príncipe.

Si se encuentran o conocen a la joven de la descripción, por favor pónganse en contacto de inmediato con la policía.

Extraído del periódico local.


Morella - Edgar Allan Poe

Título Original: Morella
Año de Publicación: Abril 1835

Morella



"El mismo, por si mismo únicamente,
eternamente uno, y solo. (Platón, Symposium)



Consideraba yo a Morella con un sentimiento de profundo y singular afecto. Habiéndola conocido casualmente hace muchos años, mi alma, desde nuestro primer encuentro, ardió con un fuego que no había conocido; pero no era ese fuego el de Eros, y representó para mi espíritu un tormento la convicción de que no podría definir su insólito carácter ni regular su vaga intensidad. Sin embargo, nos tratamos, y el destino nos unió ante el altar; jamás hablé de pasión, ni pensé en el amor. Ella, aun así, huía de la sociedad, y dedicándose a mí, me hizo feliz. Asombrarse es una felicidad, y una felicidad es soñar.

La erudición de Morella era profunda. Como espero mostrar, sus talentos no eran de orden vulgar, y su potencia mental era gigantesca. Lo percibí, y en muchos temas fui su discípulo. No obstante, pronto comprendí que, quizá a causa de haberse educado en Pressburgo ponía ella ante mí un gran número de esos libros místicos que se consideran generalmente como la simple escoria de la literatura alemana. Esas obras constituían su estudio favorito y constante, y si en el transcurso del tiempo llegó a ser el mío también, hay que atribuirlo a la simple, pero eficaz influencia del hábito y del ejemplo.

Mis convicciones no estaban en modo alguno basadas en el ideal, y no se descubriría, como no me equivoque por completo, ningún tinte del misticismo de mis lecturas, ya fuese en mis actos o ya fuese en mis pensamientos.

Persuadido de esto, me abandoné sin reserva a mi esposa, y me adentré con firme corazón en el laberinto de sus estudios. Y entonces —cuando, sumiéndome en páginas terribles, sentía un espíritu aborrecible encenderse dentro de mí— venía Morella a colocar su mano fría en la mía, y hurgando las cenizas de una filosofía muerta, extraía de ellas algunas graves y singulares palabras que, dado su extraño sentido, ardían por sí mismas sobre mi memoria. Y entonces, hora tras hora, permanecía al lado de ella, sumiéndome en la música de su voz, hasta que se infestaba de terror su melodía, y una sombra caía sobre mi alma, y palidecía yo, y me estremecía interiormente ante aquellos tonos sobrenaturales. Y así, el gozo se desvanecía en el horror, y lo más bello se tornaba horrendo, como Hinnom se convirtió en Gehena.

Resulta innecesario expresar el carácter exacto de estas disquisiciones que, brotando de los volúmenes que he mencionado, constituyeron durante tanto tiempo casi el único tema de conversación entre Morella y yo. Los enterados de lo que se puede llamar moral teológica las concebirán fácilmente, y los ignorantes poco comprenderían. El vehemente panteísmo de Fichte, la palingenesia modificada de los pitagóricos, y por encima de todo, las doctrinas de la identidad tal como las presenta Schelling, solían ser los puntos de discusión que ofrecían mayor belleza a la imaginativa Morella. Esta identidad llamada personal, la define con precisión mister Locke, creo, diciendo que consiste en la cordura del ser racional. Y como por persona entendemos una esencia inteligente, dotada de razón, y como hay una conciencia que acompaña siempre al pensamiento, es ésta la que nos hace a todos ser eso que llamamos nosotros mismos, diferenciándonos así de otros seres pensantes y dándonos nuestra identidad personal. Pero el principium individuationis —la noción de esa identidad que en la muerte se pierde o no para siempre— fue para mí en todo tiempo una consideración de intenso interés, no sólo por la naturaleza pasmosa y emocionante de sus consecuencias, sino por la manera especial y agitada como la mencionaba Morella.

Pero realmente había llegado ahora un momento en que el misterio del carácter de mi esposa me oprimía como un hechizo. No podía soportar por más tiempo el contacto de sus pálidos dedos, ni el tono profundo de su palabra musical, ni el brillo de sus melancólicos ojos. Y ella sabía todo esto, pero no me reconvenía.

Parecía tener conciencia de mi debilidad o de mi locura, y sonriendo, las llamaba el Destino. Parecía también tener conciencia de la causa, para mí desconocida, de aquel gradual desvío de mi afecto; pero no me daba explicación alguna ni aludía a su naturaleza. Sin embargo, era ella mujer, y se consumía por días. Con el tiempo, se fijó una mancha roja constantemente sobre sus mejillas, y las venas azules de su pálida frente se hicieron prominentes. Llegó un instante en que mi naturaleza se deshacía en compasión; pero al siguiente encontraba yo la mirada de sus ojos pensativos, y entonces sentíase mal mi alma y experimentaba el vértigo de quien tiene la mirada sumida en algún aterrador e insondable abismo.

¿Diré que anhelaba ya con un deseo fervoroso y devorador el momento de la muerte de Morella? Así era; pero el frágil espíritu se aferró en su envoltura de barro durante muchos días, muchas semanas y muchos meses tediosos, hasta que mis nervios torturados lograron triunfar sobre mi mente, y me sentí enfurecido por aquel retraso, y con un corazón demoníaco, maldije los días, las horas, los minutos amargos, que parecían alargarse y alargarse a medida que declinaba aquella delicada vida, como sombras en la agonía de la tarde.

Pero una noche de otoño, cuando permanecía quieto el viento en el cielo, Morella me llamó a su lado. Había una oscura bruma sobre toda la tierra, un calor fosforescente sobre las aguas, y entre el rico follaje de la selva de octubre, hubiérase dicho que caía del firmamento un arco iris.

—Éste es el día de los días —dijo ella, cuando me acerqué—; un día entre todos los días para vivir o morir. Es un día hermoso para los hijos de la tierra y de la vida, ¡ah, y más hermoso para las hijas del cielo y de la muerte!

Besé su frente, y ella prosiguió:

—Voy a morir, y a pesar de todo, viviré.

—¡Morella!

—No han existido nunca días en que hubieses podido amarme; pero a la que aborreciste en vida la adorarás en la muerte.

lunes, 15 de julio de 2019

Berenice - Edgar Allan Poe

La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¡Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris! ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de fealdad; de la alianza y la paz, un símil del dolor? Pero así como en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en realidad, de la alegría nace la pena. O la memoria de la pasada beatitud es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido.

Mi nombre de pila es Egaeus; no mencionaré mi apellido. Sin embargo, no hay en mi país torres más venerables que mi melancólica y gris heredad. Nuestro linaje ha sido llamado raza de visionarios, y en muchos detalles sorprendentes, en el carácter de la mansión familiar en los frescos del salón principal, en las colgaduras de los dormitorios, en los relieves de algunos pilares de la sala de armas, pero especialmente en la galería de cuadros antiguos, en el estilo de la biblioteca y, por último, en la peculiar naturaleza de sus libros, hay elementos más que suficientes para justificar esta creencia.

Los recuerdos de mis primeros años se relacionan con este aposento y con sus volúmenes, de los cuales no volveré a hablar. Allí murió mi madre. Allí nací yo. Pero es simplemente ocioso decir que no había vivido antes, que el alma no tiene una existencia previa. ¿Lo negáis? No discutiremos el punto. Yo estoy convencido, pero no trato de convencer. Hay, sin embargo, un recuerdo de formas aéreas, de ojos espirituales y expresivos, de sonidos musicales, aunque tristes, un recuerdo que no será excluido, una memoria como una sombra, vaga, variable, indefinida, insegura, y como una sombra también en la imposibilidad de librarme de ella mientras brille el sol de mi razón.

En ese aposento nací. Al despertar de improviso de la larga noche de eso que parecía, sin serlo, la no-existencia, a regiones de hadas, a un palacio de imaginación, a los extraños dominios del pensamiento y la erudición monásticos, no es raro que mirara a mi alrededor con ojos asombrados y ardientes, que malgastara mi infancia entre libros y disipara mi juventud en ensoñaciones; pero sí es raro que transcurrieran los años y el cenit de la virilidad me encontrara aún en la mansión de mis padres; sí, es asombrosa la paralización que subyugó las fuentes de mi vida, asombrosa la inversión total que se produjo en el carácter de mis pensamientos más comunes. Las realidades terrenales me afectaban como visiones, y sólo como visiones, mientras las extrañas ideas del mundo de los sueños se tornaron, en cambio, no en pasto de mi existencia cotidiana, sino realmente en mi sola y entera existencia.

Berenice y yo éramos primos y crecimos juntos en la heredad paterna. Pero crecimos de distinta manera: yo, enfermizo, envuelto en melancolía; ella, ágil, graciosa, desbordante de fuerzas; suyos eran los paseos por la colina; míos, los estudios del claustro; yo, viviendo encerrado en mí mismo y entregado en cuerpo y alma a la intensa y penosa meditación; ella, vagando despreocupadamente por la vida, sin pensar en las sombras del camino o en la huida silenciosa de las horas de alas negras. ¡Berenice! Invoco su nombre... ¡Berenice! Y de las grises ruinas de la memoria mil tumultuosos recuerdos se conmueven a este sonido. ¡Ah, vívida acude ahora su imagen ante mí, como en los primeros días de su alegría y de su dicha! ¡Ah, espléndida y, sin embargo, fantástica belleza! ¡Oh sílfide entre los arbustos de Arnheim! ¡Oh náyade entre sus fuentes! Y entonces, entonces todo es misterio y terror, y una historia que no debe ser relatada. La enfermedad (una enfermedad fatal) cayó sobre ella mientras yo la observaba, el espíritu de la transformación la arrasó, penetrando en su mente, en sus hábitos y en su carácter, y de la manera más sutil y terrible llegó a perturbar su identidad. ¡Ay! El destructor iba y venía, y la víctima, ¿dónde estaba? Yo no la conocía o, por lo menos, ya no la reconocía como Berenice.

Entre la numerosa serie de enfermedades provocadas por la primera y fatal, que ocasionó una revolución tan horrible en el ser moral y físico de mi prima, debe mencionarse como la más afligida y obstinada una especie de epilepsia que terminaba no rara vez en catalepsia, estado muy semejante a la disolución efectiva y de la cual su manera de recobrarse era, en muchos casos, brusca y repentina. Entretanto, mi propia enfermedad -pues me han dicho que no debo darle otro nombre-, mi propia enfermedad, digo, crecía rápidamente, asumiendo, por último, un carácter monomaniaco de una especie nueva y extraordinaria, que ganaba cada vez más vigor y, al fin, obtuvo sobre mí un incomprensible ascendiente. Esta monomanía, si así debo llamarla, consistía en una irritabilidad morbosa de esas propiedades de la mente que la ciencia psicológica designa con la palabra atención. Es más que probable que no se me entienda; pero temo, en verdad, que no haya manera posible de proporcionar a la inteligencia del lector corriente una idea adecuada de esa nerviosa intensidad del interés con que en mi caso las facultades de meditación (por no emplear términos técnicos) actuaban y se sumían en la contemplación de los objetos del universo, aun de los más comunes.