Había un niño débil, solitario y enfermo.
Un día estaba en el hospital por su revisión semanal, el quería ser como los demás así que le pregunto al doctor si podía ser como los otros niños, si podía jugar como los demás, este le dijo que él no era como los otros niños, que era especial, así que no debía esforzarse en ser como los otros.
El niño en vez de entristecerse se alegró de oír eso, pensó inocentemente, que si tenía alguna peculiaridad por sobre el resto, dejarían de verlo como alguien aislado y pasaría a ser visto como alguien interesante, por lo que podría llegar a hacer amigos. Aun así no sabía en qué podía ser especial, se cuestionaba que quería decir el médico con sus palabras por lo que busco, busco y busco, pero no pudo encontrar en que era especial. Paralelamente los otros niños se dieron cuenta de que el chico no se les acercaba a ellos y que tampoco tenía intenciones de hacerlo como siempre hacia, eso les molesto ya que estaban acostumbrados a rechazar las peticiones constantes del joven para divertirse con ellos, así que decidieron hacerle una broma para hacerle entrar en la realidad.
Estos aprovecharon el día de padres e hijos que se celebraba en un parque ubicado en los límites del pueblo, alejándose aquellos niños previamente citando al muchacho al mismo lugar para que jugara con ellos encendieron una fogata. Este contrario a lo que pensaban los otros chicos si quería ser visto como uno igual por estos, por lo que acepto dicha invitación, en cuanto llego guiado por el humo proveniente de las llamas le ordenaron que antes de que se uniera a su grupo debería de poner la mano al fuego y mantenerla un buen rato, ya que estos también lo habían hecho previamente para acceder a la pequeña cofradía.
El niño que ya estaba desistiendo en su búsqueda de eso que le hacía especial y a la vez dichoso de la proposición que le hicieron, ingenuamente puso su pequeña mano al fuego, este al instante puso una cara de asombro que hizo reír a los demás niños, mientras se reían ellos veían que, a pesar del tiempo transcurrido el seguía manteniendo su extremidad en las brasas, con una extraña expresión en su rostro, nerviosos o más bien asustados le decían que la sacara que ya no era gracioso, que ya lo habían aceptado, pero el niño seguía inerte, absorto en sus pensamientos.
Dentro de la mente del niño este no sentía calor, no sentía dolor, no sentía nada, nada excepto las carcajadas de los demás niños y por un segundo eso lo hizo reaccionar y contemplo como las llamas de la hoguera habían incrementado y alcanzado a los otros niños, estos lloraban, corrían y gritaban pidiendo ayuda, pero él enseguida bajo la vista hacia su mano, que estaba intacta, luego los niños se tendieron al suelo y dejaron de llorar, correr y gritar.
El niño entonces formo una curva con su boca, había encontrado eso que lo hacía especial.