Una chica joven con el pelo de color caramelo y ojos verdes se sentó en su jardín delantero. El sol caliente del verano caía sobre su pálida piel cubierta de moretones. Pensar que esta dulce joven fue violentamente golpeada por sus compañeros apenas unas horas antes. Alice, ese era su nombre. Ella era una chica inteligente, sin embargo, no parecía tener muchos amigos, por lo que a menudo pasaba tiempo a solas creando sus propios amigos, a los amigos imaginarios si se les quiere. Ella tenía muchos de estos amigos, de hecho, tuvo que nombrarlos a todos, con un número solo para llevar la cuenta. Fuera de todos ellos había uno que se destacaba, en particular, su nombre era Zero. Ella fue la primera de los amigos imaginarios, creada para proteger a Alice de todos sus matones. Cada vez que se burlaban de ella o cuando la herían físicamente, Zero estaba allí para protegerla. Ellas eran mejores amigas y pasaban todos los días juntas, contando sus historias, chistes y hasta se burlaban de la vecina de Alice, que estaba a cargo de vigilarla cada vez que sus padres salían de negocios. Para Alice, la vida no le era solo deprimente... Hasta ese día.
Mientras, Alice se sentó en la suave hierba, mirando hacia abajo en la calle, sintió una extraña sensación, una necesidad. Algo en el fondo de su mente la ordenaba cruzar al otro lado de la calle. Cuando la idea finalmente la consumió, saltó a la pequeña calle del barrio, sus pies descalzos golpearon el pavimento caliente, observando cuidadosamente cada paso mientras cruzaba. Cuando levantó la vista vio venir algo hacia ella, un gran camión blanco. Sus ojos estaban desorbitados de horror, se quedaron allí, sin realizar ningún movimiento, estaba en estado de shock. Preparándose para el gran impacto que se iba a ocasionar. Hubo un fuerte chillido estridente que produjo la goma contra el hormigón. El vehículo giró en otra dirección cayendo abajo de la colina grande situada enfrente de su casa. Oyó el crujido de metal y el grito de una mujer, ya que siguió rodando hasta que chocó contra un gran árbol en la base. Solo bastó un momento para que el desmantelado vehículo estallara en inmensas llamas, el humo escalaba el lado del árbol.
Los pálidos ojos de Alice se quedaron mirando la tragedia, y como la puerta del conductor se abría, alguien salió arrastrándose desesperado, agarrando el suelo del bosque. El padre de Alice se quedó mirando a la colina, a su hija amorosa, cubierto de su propia sangre carmesí y las brillantes llamas rojas que lo rodeaban. Gritó desesperadamente, no podía moverse, su pierna se encontraba atrapada entre la rueda y el metal, el dolor que fluía a través de su cuerpo era demasiado. Sus gritos se silenciaron y él dejó de moverse.
Mientras las llamas rojas consumían la escena, Alice vio a alguien en el asiento pasajero, su amorosa madre, la cuál también moría consumida por las llamas. Alice cayó de rodillas, con lágrimas cálidas que fluyeron por sus mejillas y nariz chorreando por la barbilla.
-¡MAMÁ! ¡PAPÁ! -grito ella, siendo testigo de toda la horrible escena. El dolor y la tristeza llenaban todo su cuerpo, la reproducción de la escena una y otra vez en su cabeza. Las llamas rojas y la sangre carmesí... fue lo último que vio de sus padres ese día de verano caluroso.
Después del accidente de sus padres, a su vecino el Sr. Rogers, le tomó en un sentimiento de culpa. Lo odiaba, era un hombre sucio y estaba borracho casi cada minuto de cada día. Pero ella lo odiaba aún más por no estar vigilándola ese día, a causa de él... ella mató a sus padres. Pero no había nadie más, ni familia ni amigos, la dejaron sola, la miseria de ser su única compañía.
Muchos años más tarde, la morena luz se sienta en su clase de historia, garabateando gente pequeña de dibujos animados en su cuaderno de bocetos. A medida que dibujaba el pelo de alguien, algo violentamente la sacó de su concentración. Una mano arrugada en un concurso con un gran cero en él cubrió su trabajo.
-Alice, le sugiero realmente que preste atención en mi salón de clases, no es necesario otro cero -dijo la arrugada profesora de historia de Alice.
Alice de repente se sintió confusa. Algo sobre lo que acaba de decir... le molestaba, pero ella no sabía lo que era.
-S... sí, señora Kirst -dijo Alice intentando no hacer contacto visual.
Mientras estaba sentada en clase, se pregunto que es lo que le estaba pasando, pero su cabeza seguía cada vez más tensa, hasta que sintió como si estuviera a punto de vomitar. Ella pidió permiso para retirarse, y rápidamente corrió hacia los baños.
Alice se echó agua fría en su ardiente cara mirándose en el espejo. Pero saltó hacia atrás con el corazón palpitante, cuando vio su reflejo. Ella podría haberse jurado no verse a sí misma... tuvo que pestañear.
Unas horas más tarde, ella se sienta en su clase de arte, viendo a sus compañeros de trabajo ocupados en sus proyectos. Al hacerlo, sin darse cuenta; su mano se deslizó y se encuentra con una hoja de afeitar, un corte muy profundo aparece en su muñeca. Líquido rojo se vierte su trabajo. Pero aún así ella no se percata. Antes de darse cuenta, el profesor ya la estaba mirando con los ojos muy abiertos, sin más remedio; la llevó a la enfermería.
Cuando regresó, ella ocultó su rostro con su capucha y volvió a su asiento. Pero ella sin sentarse aún, se le congeló el cuerpo al ver unos extraños círculos rojos cubriendo por completo su trabajo y su escritorio. Toda esta situación la hizo temblar, y tan pronto como la campana sonó, ella salió corriendo a los pasillos.
Antes de salir de la escuela, fue recibida por una sonrisa familiar.
-¡Hola Alice, bienvenida al país de las maravillas! -dijo la chica de pelo rubio corto y con ojos marrones, echándole los brazos hacia arriba y haciendo un gesto hacia toda la calle como si fuera a ser una sorpresa.
-Puede que no, Ann -dijo Alice con una mirada seria.
-¡Vamos, anímate! De todas formas, ¿vas a hacer la tarea? -dijo Ann descansando sus manos detrás de su cabeza y capturando los copos de nieve con su pequeña lengua rosada.
-Vas a tener que ir haciendo tus propios trabajos con el tiempo... ya sabes. Yo no voy a estar aquí por siempre.
-Sí que lo estarás, porque yo no voy a dejar que te vayas -alegó Ann lanzando su brazo alrededor del hombro de Alice, así como caminaban por la carretera de invierno.
Mientras seguían caminando, se hicieron bromas y chistes entre sí, hasta que por fin llegaron a la casa de Ann. Se despidieron y entonces Alice entró con confianza en el bosque, a ella le gustaba, todo era muy tranquilo, el sol amarillo que golpeaba el terreno blanco sin tocar y las sombras delgadas de los Arsin. Lo único que la molestaba, era el significado de saber que ella volvería a ese horrible lugar, al que algunos llamarían "hogar". Abrió la puerta chirriante y poco a poco, en silencio entró en la fría casa. Contuvo la respiración así como a la vez caminaba en la sala de estar.
-¡Ahí estás, perra! -gritó un hombre rudo que la agarró del brazo.
Alice chilló mientras tiraba de espaldas mirando directamente a los ojos del hombre con disgusto. El rostro de Alice se puso roja, mientras el nudo llenaba su garganta.
-¿Qué es esto? ¿Eh? -dijo tirando de ella hacia la esquina de la cocina en el mostrador cubierto de latas de cerveza y cajas de comida en el microondas.
-¡Mierda! Me olvidé de limpiar esta mañana! -pensó ella para sí misma.
-Lo-lo siento, yo solo tenía que llegar a la escue... -fue silenciada por el sólido puño del Sr. Rogers en su cara.
-¡No necesito más estúpidas excusas! ¡Que no se repita nunca más! O te arrepentirás, te lo juro -dijo arrojándola al suelo de baldosas, caminó de regreso a la sala, dejó caer su gran cuerpo obeso sobre el sofá polvoriento.
Alice rápidamente se puso de pie, se fue a tirar la basura y a hacer la limpieza de los contadores silenciosamente con pánico. Esto no era raro, cada vez que había hecho algo malo, el hombre borracho se enojaba y la golpeaba, por lo que ella hizo lo que le dijo y se escondió en su habitación.
Ella contuvo las emociones hirviendo por dentro, tristeza, confusión y rabia. Después ella rápidamente caminó por las escaleras a su pequeño dormitorio. Era un cuarto oscuro, las paredes estaban cubiertas con sus dibujos favoritos, una pequeña cama en el centro y un armario en la esquina. Esta era su única vía de escape, el único lugar donde podía ser libre. Nadie entraba, solo ella, nadie más.
Al día siguiente, mientras caminaba por el bosque lleno de nieve, salió a la carretera en el otro extremo a toda velocidad al caminar por la acera. Ella no cruzó el camino que usaba normalmente, simplemente caminó rápidamente, su sudadera negra favorita cubría su gran herida negra y azulada en su cara. No podía decírselo a nadie, quién sabe lo que haría el Sr. Rogers...
-¡Alice! ¡Ey, espera! -dijo una voz familiar desde atrás.
-¡Ey, Ann! -respondió Alice con una voz monótona y fija frente a ella.
Ann agotada, agarraba el hombro de Alice mientras ella se quedaba sin aliento. Alice volvió la cabeza, mirando hacia el bosque y Ann caminaba a su lado.
-¿Qué pasa con la capucha? ¿Vas a vender algunos medicamentos? -Ann se rió para sus adentros.
- No, solo..... ya sabes..... tengo frío -dijo ella suavemente.
Ann sonrió y le arrancó la capucha, y se quedó con los ojos abiertos como platos.
-¡Oh, Dios mío! ¡¿Qué ha pasado?! ¿Estás bien? -dijo Ann inspeccionando cerca el ojo negro.
-¡Sí, sí! Estoy bien, solo... resbalé y me di un golpe en el mostrador -dijo ella, en voz baja riendo nerviosamente.
Ann la miró a la cara con dureza. Ella sabía que Alice estaba mintiendo.
-Hmm, si tú lo dices. Así, si necesitas a alguien, sabes que siempre estaré para ti -dijo lanzando su brazo sobre su hombro mostrando confianza.
Alice asintió mientras caminaban rumbo a la escuela.
Su día continuó, la gente se fijó en su ojo mientras andaban, algunas personas preguntaban por ella y ella les daba a todos la misma respuesta:
-Fue un accidente.
Esto era raro para ella, por lo general, la gente no le hacía caso, incluso a veces, sin dar siquiera una mirada. Pero a ella no le gustaba toda la atención que estaba recibiendo, por lo que llevó la capucha puesta la mayor parte del día. Después de la escuela, rápidamente salió del edificio sin esperar a su única amiga. Caminó a través del campus, tropezando en los peldaños de las escaleras cortas, hasta lograr ver dos figuras que caminaban hacia ella. Ella miró al suelo, observando el movimiento de hormigón debajo de sus pies. Mientras caminaba, un pie bloqueó sus pasos tropezando Alice en el piso de concreto duro. La mano y el codo dejaron caer su mayoría, pero enviaron sus cuadernos y bloc de dibujo volando delante de ella. Con la cara roja de vergüenza, ella se retorcía sobre sus rodillas, agarrando sus libros en pánico. Riendo estalló por todas partes a su alrededor, su cara se convirtió en un color rojo oscuro.
-Claro, ahora la gente me nota -pensó ella para sí misma.
Cuando ella agarró el último cuaderno sintió que algo golpeó la parte trasera de su cabeza, líquido marrón saltó en todas direcciones, que goteaban leche achocolatada de su flequillo y en su rostro. Se quedó inmóvil, algo tiró de la parte posterior de su mente. Ella sintió su sangre hervir de rabia hasta que.... ella acaba.... espetó.
Dejarlo todo, se levantó, se dio la vuelta y corrió hacia una de las figuras que la había disparado. Los ojos del chico alto se abrieron en estado de shock cuando el puño de Alice le golpeó en el estómago, llegando en su caja torácica. Cayó hacia atrás sibilancias, tos con.... la sangre. Mientras estaba sentado en el concreto que abraza su estómago su rodilla chocó contra el costado de su cabeza. Tosió más carmesí cuando.... Alice agarró la pierna y, con el pie, lo rompió. Un fuerte crujido resonó contra las paredes de ladrillo de la escuela. Se fue por su brazo cuando vio la segunda figura correr hacia ella.
Ella lo esquivó golpeando el codo en su espalda, envió su cuerpo hacia el concreto. El chico más pequeño rápidamente se dio la vuelta, Alice, sentada encima de su estómago, perforando su rostro dañado, una y otra y otra vez, hasta que se podía ver la sangre verter de la nariz y la boca. Él luchó para detenerla, pero estaba demasiado débil, no tenía más remedio que acaba de tomar todas y cada golpe.
-¡ALICE! ¡ALTO! -oyó a alguien gritar, correr hacia la escena.
Ella levantó la vista que coloca en otro golpe de mano, pero se detuvo cuando vio la expresión de horror en los rostros de todos, incluido el de Ann. Ella salió del estado terrible en el que había entrado y se miró los nudillos ensangrentados y la cara destrozada del muchacho.
-¡Qué he hecho! ¡No soy yo, yo no lo hice! ¡Por lo menos no era mi intención! -pensó ella. Lágrimas llenaron sus ojos. Se puso de pie con rapidez alejándose de las dos víctimas mutiladas, y corrió fuera de la escuela. Hacia el bosque.
Corrió a su cuarto de baño, buscando en el armario la medicina para limpiar las heridas que se había causado a sí misma. Se sirvió alcohol en los cortes y los usó para lavar la sangre. Observó las pequeñas burbujas de espuma blanca en el interior de cada corte en sus manos y el codo. Una vez que ella vendó sus heridas, apoyó las manos sobre el mostrador y miro a sí misma en el espejo del baño.
-¿Qué acabo de hacer? ¡No me siento yo misma! ¿Si yo hubiera hecho esto antes? -susurró para sí, misma, preguntas pasaban por su cabeza.
-Oh, no..... por supuesto que no. Fui yo, solo deseaba protegerte..... -respondió su boca, usando su propia voz.
Alice saltó hacia atrás, los ojos se le abrieron como platos, la cara se le puso pálida. Era increíble, pero su reflejo acababa de hablar con ella.
-¡Qué! ¡¿Qui-quién eres tú?! -le preguntó tartamudeando.Tras una larga pausa, la voz ronca por fin habló una vez más.
-Yo soy tu mejor amiga. ¿No te acuerdas? -dijeron sus mismos labios.
Pestañeó para que las lágrimas se contuviesen. Su cabeza comenzó a a dar vueltas con fuerza mientras que ella caía al suelo gritando. La voz estaba dentro de su cabeza, repitiendo la misma frase una y otra vez.
-¿No te acuerdas de mí, Alice. Soy tu mejor amiga.... tu única amiga, Zero...