domingo, 11 de octubre de 2020

El Fungus Bestiae

—Entonces… ¿me contará lo que pasó?
—No lo sé, tal vez si comiera un poco más… usted todavía no cree en mí y eso me ofende, pero si comiera un poco más vería lo real que puedo ser. 
—Me cuesta creer en un ser de sus características, Sr. Fungus Bestiae…, un hombre de ciencia como yo no cree en monstruos; siempre pondré la lógica delante de la ficción y lo más lógico es que después de haber comido esa planta usted sea sólo una ilusión. Además, luego del tan deplorable final que le proporcionó a mi paciente, ¿por qué debería yo confiar en usted?
—¡Ah! Qué pobres son sus argumentos, mi estimado, pues el hecho de que su trabajo intervenga en esta discusión tiene el efecto contrario al que me ha comentado. Su curiosidad es sólo tan infinita como su necesidad de satisfacerla.

El rostro del psiquiatra Inglés, el doctor Freak Ettummater, se encendió de repente haciendo que su cara de 66 años luciera dos décadas más joven. Él sabía muy bien que las palabras de la criatura delante suyo eran ciertas, después de todo fue su propio subconsciente quien la diseñó. El cuerpo del producto de su atormentada mente era el de un ciempiés de varios metros de largo y aproximadamente medio metro de ancho; éste terminaba en siete hombros que rodeaban un cuello muy corto que a la vez sostenía la cabeza de un payaso decrépito. Lo más curioso eran sus siete brazos, todos diferentes, pero todos humanos: el primero parecía pertenecer a una mujer muy hermosa y sus uñas estaban pintadas de un rojo intenso; el segundo era obeso y estaba muy transpirado; el tercero tenía varios relojes, pulseras, anillos y otras joyas; el cuarto era delgado y de mal aspecto, como si ya no sirviera para nada; el quinto estaba tensionado y portaba un cuchillo; el sexto tenía las uñas muy largas, y el séptimo tenía un anillo de diamantes que transmitía una elegancia y belleza extrema.

Astutamente el doctor trató de averiguar de qué se trataba aquella alucinación, retando al monstruo.

—No me arriesgaré a tener el destino de su primera víctima.

—¿Piensa que no puedo doblegar su voluntad? Es precisamente esa estupidez del hombre que lo lleva a la salvación. Aquello que le ofrecí a su difunto paciente fueron los secretos sobre el porqué de la existencia del hombre.

—¿El porqué de la existencia del hombre?

—Así es, pero no voy a responder más nada.

—¿Por qué no?

—Porque ambos sabemos que usted ha mordido el anzuelo, y quiere saber más. Tampoco llegó hasta aquí para darse la vuelta, ¿o sí?

Freak recapacitó, estaba siendo dominado por su mente y su deseo. Lo que era una prueba de investigación riesgosa empezaba a convertirse en un experimento que se salía de control. El viejo inglés comió otro pedazo del fruto azul que había bautizado Fungus Bestiae, nombre con el que luego su mente apodó a la criatura de siete brazos, ansiosa por continuar.

—Después de que probara el fruto de la planta que él mismo sembró para desafiar a la realidad y aislarse en otra que fuera más adecuada a sus gustos, pude hacerme presente en la mente del desafortunado individuo. Le ofrecí al hombre conocimiento sobre una verdad que sólo yo sé, pero él la rechazó desde un principio argumentando que no buscaba conocimiento, que él se drogaba para saber nada del mundo real. Por eso tuve que hacer un esfuerzo mucho más arduo del que hago con usted, tuve que hacer de la realidad que plantea este fruto una agradable y placentera para que mi víctima se hiciera adicta a mí. Así llegó el momento cuando ingirió lo suficiente de la planta como para que yo pudiera matarlo, contándole esa verdad que ningún humano tiene que saber.

—¿Y por qué quiso matarlo?… ¿Por qué quiere matarme a mí?

—Porque soy el fruto prohibido, soy venenoso, lo que ve usted es sólo una alucinación que le provocó el Fungus Bestiae, ¿recuerda?… La diferencia con los venenos comunes es que mi forma de matar es, me atrevería a decir, más artística. Ahora así como después de escuchar esa insoportable verdad mi presa se suicidó, usted correrá el mismo destino, mi estimado doctor; sabemos que no va a poder resistirse al saber lo que le ofrezco.

—De aumentar la dosis moriré. No seré tentado por una alucinación, por más real que sea.

Entonces la bestia se acercó al anciano, sigilosa y elegantemente hasta quedar frente a frente con él, y al hacerlo lo tocó con el primer brazo, el brazo de mujer.

Apareció frente al psiquiatra una mujer desnuda cuya belleza carnal alcanzaba los límites de la imaginación, era tal el deseo que provocaba que incluso en un hombre de su edad pudo despertar la más ardiente lujuria en su corazón. La mujer abrazó y besó al doctor en la boca, para luego invitarlo a comer del fruto.

Pero reaccionando dijo a la bestia, muy calmadamente:

—No caeré bajo este truco sucio.

—Tendré que seguir jugando.

La bestia extendió su segundo brazo, el gordo y transpirado, rozándole el estómago. Acto seguido Freak cayó de rodillas y comenzó a llorar del hambre. Fue como si su estómago se vaciara por completo y sus entrañas le suplicaran por algo de comer.

Desvergonzadamente el fruto fue puesto donde no podía escapar de su mirada. —Es usted malévolo, pero no voy a comer más.

—En lo primero acierta mas no en lo segundo. Sólo estoy atormentándole antes de que llegue el golpe de gracia que le hará dejar de existir. Aunque tiene su lado bueno, para un científico es alucinante esto que le está pasando y le va a pasar.

Fungus Bestiae alzó el tercer brazo y lo tocó en la cabeza, con lo que la vista de un enorme palacio de oro se presentó ante los ojos del doctor. Cada partícula era reflejada de la forma más hermosa en toda sala del edificio.

Mientras el anciano se maravillaba Fungus Bestiae lo tocó con el cuarto y el sexto brazo, el delgado y el de uñas largas. A la imagen del castillo se le sumó la de un atardecer que transmitía paz y una sensación de tranquilidad y cansancio. El castillo abrió sus puertas y dejó ver un interior acogedor y lujoso; dentro había manjares capaces de saciar tres veces el hambre que el segundo brazo le provocó, acomodados alrededor de una enorme cama sobre la cual esperaba la mujer de la primera alucinación. Freak se encaminó casi corriendo hacia la entrada del recinto, pero cuando la estaba por cruzar un hombre mucho más alto, joven y fuerte que él lo apartó de un puñetazo en la oreja, tirándolo al suelo y haciéndolo chillar del dolor.

Fungus bestiae se le acercó sigilosamente por detrás y tocó con el quinto brazo, aquel con el cuchillo. El ya irrecuperablemente confundido doctor miró con odio asesino al hombre que ahora besaba a la mujer dentro del castillo.

—Coma un poco más y le daré el poder para matarlo… Tendrá todas sus pertenencias, si sólo prueba un bocado más.

—Tuvo razón, esto ha sido un gran espectáculo, pero debe saber que soy bastante más inteligente que mi paciente, y por sobre todo, más inteligente que usted. No podrá tentarme porque aquí soy yo quien realmente tiene el poder.

El monstruo comenzó a reírse a carcajadas, su enorme sonrisa parecía de victoria. Con un movimiento elegante de los seis brazos ya usados hizo desaparecer toda alucinación y sensación en Freak, y una vez que éste se reincorporó, con el séptimo brazo lo tocó en la sien.

Entre un gesto de elegancia y una sonrisa triunfante el doctor habló:

—Conque se ha rendido ante un cerebro humano como el mío. Era de predecir su derrota pues yo preparé este experimento y concluí que si no me dejaba llevar por los efectos de esta patética alucinación, nada podría pasarme. Ninguna droga podrá ganarme. Lo decepcionante de todo esto es que pensaba encontrar algo de utilidad en el Fungus Bestiae, pero sólo es otro alucinógeno para hippies.

—Oh doctor, tiene usted toda la razón, yo no puedo hacerle ningún daño a alguien como usted. Por favor, permítame contarle el secreto, es más que digno de saberlo.

—Adelante…

—Siento molestarlo, pero sabrá entender… no puedo confiarle este saber si no come un poco más del fruto.

—Entiendo, probaré un poco más.

El anciano comió un generoso pedazo de la planta y cerró los ojos. Cuando los abrió, vio al ciempiés partiéndose de la risa en el suelo, parecía que iba a desmayarse de la risa, una risa de humor sincero, ni malicioso, ni sarcástico.

Casi sin poder respirar el Fungus Bestiae pasó a decir:

—Sus emociones no existen, son sólo una ilusión, no más real que ésta. Son el instinto que les llevan a hacer las cosas como la naturaleza lo indica. La felicidad es un chiste, otra ilusión más para llevarlos a proliferar su especie. Todo lo que hacen y todo lo que creen es falso: todo lo hacen para que la especie humana crezca, directa o indirectamente; pero lo más gracioso, es que esto no tendrá nunca una recompensa ni una razón.

»No tienen un fin real por el cual hacen todo lo que hacen, puesto que su mente y la forma en la que se comportan siempre serán el producto de un instinto natural, de una reacción química que así como lleva a los átomos a atraerse entre sí para crear una molécula y a su vez lleva a éstas a convertirse en vida, los seres humanos son atraídos entre sí por ninguna otra razón más que la casualidad.

»No hay diferencia entre vivir y morir; vivir no es bueno ni malo, es lo que es y no importa si sientes placer o no, al fin y al cabo son reacciones químicas dentro de un pedazo de carne… Ya sabe la verdad, es usted Dios.

Y con una carcajada, se desvaneció.

Freak Ettummater, implacable y sin sentimiento alguno, se inyectó una cantidad de morfina suficiente para dormir a un elefante. Se recostó en el suelo y mirando el techo se puso a esperar lo que, ahora que conocía la verdad, ya no era un final ni un principio, sino parte de la eterna renovación de la materia.

Así se fue Freak Ettummater, sin placer ni dolor. Así es como nos iremos todos…



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sábado, 10 de octubre de 2020

#434 El Holder de la Casa

En cualquier ciudad, en cualquier país; ve a cualquier casa y pide hablar con su Portador. Es posible que tengas que tocar en miles o millones de casas antes de llegar a tu objetivo, pero si lo logras, la persona que te reciba se dirigirá a alguien que no podrás ver cuando le preguntes por el Portador, y te invitará a pasar.

Cuando te encuentres adentro no intentes encontrar sentido a lo que te rodea a menos que intentes que tu cerebro explote. Puedes mirar cualquier lugar de la casa que esté iluminado por alguna luz aunque sea tenue, pero no debes mirar el pasillo oscuro, pues te sentirás tan fascinado con lo que encontrarás ahí que tal vez no quieras salir nunca. También te aconsejo que no te concentres en nada de la casa durante demasiado tiempo. Ahora debes prestar atención a quién te dió un golpecito en el hombro; podría ser un hombre, una mujer, un niño o cualquier otra cosa. No debes mostrar miedo, sorpresa o decepción en tus reacciones y debes permanecer siempre frente a esta persona. Pregúntale: "¿De qué está hecha realmente tu vivienda?" , Te contará una historia que te fascinará profundamente, es mucho más que un curso intensivo de arquitectura, describe cómo una casa puede ser sensible incluso sin demostrarlo.

La prueba de este Portador es simple pero difícil de ejecutar, en algún momento de la historia "algo" se moverá en las paredes. Cada buscador que ha intentado ir por este objeto informa que el hecho ocurrió en un lugar distinto de la casa, así que debes permanecer alerta. No apartes la vista de los ojos del Portador ni por un instante mientras esto sucede, si miras lo que se mueve en la pared, te arrastrará, te llevará más allá del reino del pasillo oscuro y serás visto por última vez. El Holder terminará su historia con estas palabras: "Así que está en todas partes"... 

En este punto te recomiendo cerrar los ojos, pues el Portador irá a la cocina para producir el objeto. (Una vez más los pocos Portadores que llegaron hasta aquí, concuerdan en que cerraron los ojos en el momento en el que el ser se puso de pie). Nadie sabe qué pasa cuando el Holder sale de la habitación, no te opongas a que agarren tus manos y las muevan de modo que puedas sostener un pequeño objeto metálico y frío entre tus manos.




El pequeño rubí incrustado en un tenedor es el objeto N°434 de 538. Están cansados, tienen hambre y quieren volver a casa.


martes, 6 de octubre de 2020

El devorador de Órganos

Son las 8 de la noche y acabo de regresar de la escuela debido a tantos proyectos que tengo que acabar por ser final de semestre. Estoy bastante cansada: entro en mi cuarto, prendo la tele y me dejo caer boca abajo sobre mi cama, la tele se enciende. Mientras me quedo dormida solo alcanzo a escuchar una nota: "Un asesino en serie sigue suelto, y sus últimas victimas fueron un hombre de 22 años junto a toda su familia, su esposa, su hijo de 16 años y su hija de 4, una completa masacre, y según la autopsia, a las víctimas les faltaban partes de sus órganos y lo que les quedaba tenía señales de haber sido mordido. Lo más extraño eran las marcas de dientes. La gente ha empezado a apodarle a este asesino el devorador de órganos.

Me desperté a media noche para cambiarme el uniforme. Antes de acostarme, escucho un fuerte ruido en la cocina, pero no presto atención.

Mi madre estudió psicología y me ha enseñado bastante sobre la mente humana, lo que me ayuda a pensar de manera más crítica en estas situaciones. Recuerdo que escuché lo del asesino en serie antes de dormir: mi mente sigue en un estado subconsciente y seguro asocia el primer ruido extraño con el miedo, así que intenté desentenderme.

Me volví a despertar después de 1 hora, a causa de un fuerte trueno que hizo retumbar mis ventanas. Había empezado a llover. Me levanté un momento, y me asomé por la ventana, ya que me encanta la lluvia.

Ya no tenía tanto sueño, parecía que esas 5 horas de sueño me habían bastado. Bajé a la cocina pues tenía hambre: solo había comido un sándwich en el recreo de mi escuela.

Al entrar en la cocina vi una cacerola en el piso, parece que se había caído del escurridor del fregadero. La recogí, abrí el refrigerador y decidí hacerme otro sándwich. Lo preparé y regresé a mi cuarto, pero cuando estaba entrando noté que la luz del cuarto de mis padres se prendió y apagó rápidamente. Me quedé mirando un momento más... volvió a encenderse y apagarse, parecía como si me estuvieran llamando. Fui hacia su cuarto, y al abrir la puerta, lancé un grito lo más fuerte que pude, estoy segura que mis vecinos alcanzaron a escucharlo. No podía creerlo: mis padres, estaban, estaban... 
Completamente descuartizados. Tenían el estomago partido por la mitad y todos sus intestinos desparramados,

No lo soporté y vomité. En ese momento un relámpago alumbró la habitación, creí ver algo afuera, en el pequeño balcón del cuarto de mis padres. Lo miré fijamente. Cayó otro relámpago y logré distinguir una silueta humana.

Caminé hacia el balcón, no sé por qué, sabía que era una mala idea, pero abrí las puertas y lo vi, justo al borde del balcón: un muchacho, parecía de mi edad, de cabello negro y un ojo rojo.

Él solo dijo: "Aún no es tu momento."

Salto y desapareció en la nada.

Desde ese día se han presentado mas casos de asesinatos en donde las victimas son despedazadas y sus órganos destrozados, igual que.... Mis padres, me he dedicado a investigar todo lo que puedo acerca de aquel hombre... Pero lastimosamente, no puedo encontrar nada... Solo les advierto que estén alertas... No sabemos a quien más pueda atacar.




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lunes, 5 de octubre de 2020

Los niños del Ferrocarril

Cuenta la leyenda que un autobús escolar se detuvo sobre las vías del tren en un paso a nivel. Su conductor estaba tan borracho que no se dio cuenta de dónde había aparcado, mientras bajaba a orinar. Por desgracia, a los pocos segundos, un tren de mercancías, que circulaba a gran velocidad, chocó contra el bus, matando a todos los niños que había dentro. Los pobres angelitos casi ni se dieron cuenta. Se dice que desde entonces sus almas sin descanso penan en ese mismo punto, deseando cobrarse la vida de quien les dejó a su suerte por influjo del alcohol.

Cualquiera que se detenga por la noche en el paso a nivel del tren con la luz en rojo sufrirá su ira. Decenas de pequeñas manos invisibles empujarán su coche hacia la vías, donde serán aplastados por el tren.

Los más afortunados podrán acelerar su vehículo y escapar a tiempo, pero los espíritus de los infantes impedirán a cualquiera que haya bebido o esté borracho escapar con vida. Según los testimonios de los pocos supervivientes, a veces, cuando los cristales de los coches están empañados, se pueden ver sus manitas apoyándose en el cristal mientras te empujan a tu muerte. Otros dicen haber escuchado las voces y lamentos de los niños mientras permanecen en el sitio.


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martes, 22 de septiembre de 2020

El aula 2°B

En un pequeño pueblo de España, más concreto, en Andalucía, muchos alumnos que habían acabado sus estudios de Primaria entraban al instituto de Secundaria IES Alminar. Este contaba con cuatro cursos, los cuatros catalogados con las letras: A, B, C y D.

El instituto nunca había sufrido ningún acontecimiento que lo obligase a ser clausurado, o eso hacen creer a los jóvenes que tratan de lograr una enseñanza básica a su nivel. Sin embargo existe una "leyenda" que los profesores más veteranos, junto al director, han querido mantener en secreto.

Todo comenzó un caluroso día de verano, casi al final del trimestre.

Una joven de segundo curso, sector B, comenzaba su día como cualquiera, dirigiéndose a su clase. Pasó la primera lección y sintió ganas de ir al baño.

Pidió permiso al profesor y fue a los lavabos. Pobre chica...

El baño de mujeres no era nada del otro mundo, puertas de metal y pareces de azulejo. Hacía un calor horrible.

Abrió la puerta del último lavabo y se cerró tras ella. Al terminar intentó abrirla, fallando en el intento. Aporreó la puerta, pero lo único que recibió fue una quemadura debido al calor intenso. Comenzó a alterarse, el calor se apoderaba de ella.

¿Cómo terminó?

La encontraron pegada a la puerta, su piel se había incrustado en esta.

Al retirar el cuerpo, se pudo escuchar el sonido de la carne despegarse y desgarrarse poco a poco. El olor era vomitivo. Sus huesos eran visibles y su sangre se quedó cuajada debido al intenso calor de los urinarios.

Muchos dicen que aún hay marcas en la puerta de ese lavabo, de sus manos y su rostro, y que si te encuentras allí en verano podrás ver a la chica.

Yo nunca he entrado a esos lavabos, me limito a no pasar por la zona.

¿Ustedes entrarían?


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