En cualquier ciudad, en cualquier país, aventúrate a través de las calles solitarias de los barrios bajos de la ciudad. Si te cruzas con un hombre desarreglado llevando una botella de licor en una bolsa de papel, con su camisa empapada en sudor y sus pantalones enlodados, no tengas miedo de preguntarle si conoce a alguien que se hace llamar "el portador del adversario".
Más que gustoso, sonreirá como si te conociera, como un viejo amigo con el que compartes una broma interna. No te alarmes, el hombre conoce a quien estás buscando. El menos afortunado de nosotros parece saber cosas más allá de nuestros sueños. Te guiará a una alcantarilla y deslizará casualmente la tapa de metal con sus botas mugrientas. Echándote una pequeña linterna que alumbrara precariamente, te urgirá que bajes a aquel abismo.
Una vez dentro de las profundidades del sistema de alcantarillado, te darás cuenta de que no hay olor desagradable (ningún olor, de hecho). Pero si utilizas la linterna para mirar alrededor, te darás cuenta de que estás en un cuarto redondo. De todas las paredes colgarán cuerpos parcialmente descompuestos, con sus almas suspendidas por siempre en un estado de pseudo-conciencia, sintiendo todo el dolor y horror de estar atrapados en sus cuerpos. Habrá cuerpos desparramados en el suelo, y verás que uno cercano te toca. Querrás alejarlo, pero de repente, el olor llegará. Será lo más desagradable que podrías imaginar: excremento humano, fluidos desconocidos y carne descompuesta.
Estarás paralizado momentáneamente por el horror de esto, y cuando te recuperes, has lo que puedas para no vomitar. Un pensamiento aparecerá en tu cabeza:
Nosotros somos los restos de aquellos que no pudieron hacerle frente al adversario.
Tragarás saliva, asustado, mirando fijamente alrededor tuyo, buscando la fuente de la voz. Pero, de repente, los cuerpos comenzaran a explotar, uno por uno, liberando más del horrible olor, bañándote en fluidos cadavéricos y trozos viscosos de restos humanos.
Entonces, todo lo que está en el suelo parecerá mezclarse lentamente en una vorágine y lo que se alzará de aquella solución será una criatura de belleza pura. Hombre, mujer, o algo por completo diferente: depende de ti. No podrás apartar tu mirada de este ser vistoso y desnudo hasta que te des cuenta de que se trata de una caricatura idealizada de ti. Confiado, absolutamente bello, esbozando una sonrisa paciente y gentil. Será todo lo que tú desearías ser.
Serás llenado por un celo repentino, una ira total, una necesidad de destruir este perfecto tú. No lo hagas. Si lo haces, te perderás en la ira del adversario y pasarás a ser una decoración en aquel cuarto. Solo puedes preguntarle una cosa a esta criatura exquisita:
¿Qué podrían destruir?
El portador del adversario se reirá de ti melodiosa y condescendientemente, te explicará como si fueras un estúpido niño pequeño la respuesta a tu pregunta. No se saltará ningún detalle, incluso el más horrible. Aunque terrorífica, la historia será interesante y tranquilizante, y te verás absorto en una fascinación juvenil con el portador. Puede que asemejes la historia con una que te fue contada por un ser amado o un profesor cuando eras pequeño, y sabrás que ahora tienes la llave para derrotar al adversario.
Al final de la historia, el portador te preguntará, sonriendo complacido:
¿Qué harás ahora, mi niño?
Colocará un objeto en tu palma, tu mano se cerrará inconscientemente alrededor de él.
No debes abrir tu mano hasta que abandones este lugar.
Por el tono de su voz, sabrás que es la despedida. Ahora debes darte la vuelta e irte sin mirar atrás. Una vez que hayas escapado del alcantarillado, abre tus dedos: lo que encontrarás será un soldadito de plástico verde.
Este juguete es el objeto 14 de 538. Aquel será tu peor enemigo y nunca deberás permitirle que se una al resto.
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