En cualquier ciudad, en cualquier país, puedes ir a cualquier institución mental o casa desolada donde puedas llegar por ti mismo. Dirígete al escritorio principal y pide sin vacilar que te reúnan con aquel que se hace llamar "el portador de la inocencia". El empleado no dirá nada, pero una lágrima caerá de uno de sus ojos.
Pasará a guiarte por un pasillo olvidado en un ala abandonada del subterráneo de la institución. No entrará al pasillo contigo, pero te mirará a los ojos con un deje de esperanza, su expresión en sí parecerá orar por tu salvación. Si entras al pasillo no verás mucho, salvo suciedad, fragmentos rotos de lo que una vez fueron estatuas talladas de mármol. Después de un rato, oirás un gimoteo suave del otro lado.
Al girar la cerradura sencilla de la puerta de madera situada en el extremo opuesto, una luz cálida y acogedora caerá en tu rostro. Te encontrarás en un dormitorio con una niña de ocho años y medio. La chica va a estar sentada con las piernas cruzadas en el suelo a los pies de la cama, su única prenda será un vestido de noche abierto, dejando al descubierto la totalidad de su cuerpo puro. Ella es la fuente de los tortuosos gimoteos, y nada de lo que puedas decir consolará su torrente de lamentos sofocados. Solo callará si le preguntas:
¿Qué pasó cuando se crearon por primera vez?
Ella dejará de llorar para mirarte directamente a los ojos. Su belleza te dejará sin aliento, y si aún eres capaz de aunar algún pensamiento, solo será el darte cuenta de que en ella puedes ver todo lo que amas en este mundo. De pronto, verás que la niña estará sangrando de sus regiones inferiores y un falo grotesco emergerá del pequeño orificio entre sus piernas. El objeto palpitará en señal de vida, y te darás cuenta que tratará de hipnotizarte. No le quites la mirada, no querrás desafiar su paciencia.
Pronto, el cuarto desaparecerá frente a tus ojos y estarás parado en la versión más serena de un claro que hayas visto, y toda la fauna de la naturaleza se regocijará a tu alrededor, sin miedo de nada, ni de la muerte. Al poco tiempo una sombra caerá en el prado, y verás que el bosque comienza a arder en un pilar de flamas. Oirás gritos y gruñidos, pero lo que te hará palidecer más que nada serán los chillidos calmados, los lamentos ahogados de todos los inocentes del mundo que ha terminado. Casi nadie puede soportar esas súplicas casi silentes y mantener la más pequeña esperanza sobre el futuro.
La ilusión se esfumará y te encontraras de vuelta en el cuarto. Encontrarás a la niña tirada en el suelo; su rostro mostrará una mezcla de agonía y horror, su ya podrido cuerpo alimentará al falo alargado dándole un brillo siniestro.
Ese es el objeto 19 de 538. Si lo tocas será tuyo, pero si lo dejas controlarte entonces usará tu cuerpo para buscar y unir todas las piezas, sin importar lo que cueste.
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