lunes, 24 de agosto de 2020

#428 El Holder de los Agujeros

 En cualquier ciudad, en cualquier país; ve a cualquier cementerio a media noche al que puedas llegar por tus propios medios. Busca a algún sepulturero cavando una tumba fresca y pídele visitar la tumba de quién se hacía llamar "El Portador de los Agujeros", si comienza a reír no digas nada mientras sales de la tumba y te alejas de ese lugar.

Cuando ya no puedas escuchar la risa cierra los ojos, contén la respiración y salta dentro de la tumba. Si chocas contra el suelo haz las paces con tu Deidad personal porque la tumba está a punto de sellarse contigo en ella; Si golpeas el agua quédate debajo o de lo contrario los seres que ahí viven te desgarrarán con los dedos. Debes nadar hacia abajo hasta que pases por un espacio estrecho, una vez que salgas estarás fuera del agua. Bajo ninguna circunstancia debes mirar por donde viniste. 

Una vez fuera del agua verás a un hombre sentado en un círculo de luz, sin camisa, con las costillas sobresaliendo de su piel, sosteniendo un collar. El hombre seguirá rascándose los brazos hasta que sangren y solo responderá a la pregunta: "¿Por qué no podemos volver?

Detendrá sus rasquidos y te mirará con una sonrisa mientras sus ojos se derriten revelando dientes que recubren sus cuencas, fija tu mirada en la suya sin apartarla pase lo que pase. Mientras su mirada se desgarra en la tuya, te explicará por qué no puedes regresar, te hablará de todos los puentes que se han quemado, todas las líneas cruzadas, todas las oportunidades de perdón destrozadas por los buscadores que anhelan un final que jamás lograron. No entiendo. Te darás cuenta de cuántas atrocidades similares has cometido, pero no bajes la cabeza ni te avergüences, ya te has encontrado con la mirada del Portador y no hay vuelta atrás. No digas nada hasta que haya terminado, luego agradece al hombre y sumérgete rápidamente en el agua antes de que tenga la oportunidad de detenerte.

Despertarás al amanecer en el cementerio, recostado en la misma tumba a la cual saltaste, alrededor de tu cuello estará el collar que usaba el Portador. Nunca debes quitártelo o te convertirás en su sucesor.


Ese collar es el Objeto N°428 de 538. No hay vuelta atrás.


jueves, 13 de agosto de 2020

#419 El Holder de la Recursividad

En cualquier ciudad, en cualquier país; ve a una universidad o escuela a la que puedas llegar por tus propios medios. Encuentra una sala donde se enseñe alguna asignatura relacionada con las matemáticas, pero que no esté utilizándose actualmente; entra y escribe en la pizarra con una letra clara: "Deseo ver al Portador de la Recursividad". Luego sal y vuelve a entrar a la misma clase al día siguiente.

Verás que tu mensaje original se ha ido, reemplazado por una ecuación matemática bastante simple, debería bastarte con nociones de álgebra básica para resolverla fácilmente. Una vez que resuelvas el problema y escribas en el tablero tu respuesta, abrirás u portal. Entra en el reino del Portador.

Te encontrarás en una gran sala de conferencias que se encuentra completamente vacía, excepto por un hombre calvo de mediana edad, que se encuentra parado vistiendo una bata de laboratorio en el pie del atril. Acércate a el y dile: "He venido por la primera parte de mi destino". Meterá la mano en una caja y sacará un revoltijo incomprensible de probabilidades y fines aleatorios. Cuando le quites estos artículos, serás transportado instantáneamente de regreso al aula, en ese momento podrás irte.

Ahora debes saber que lo que el profesor te ha dado no es el objeto que buscas, sin embargo, esto te ayudará a obtener eventualmente lo que buscas. Verás, aunque puede parecer un montón de basura sin sentido, los elementos que el profesor te ha dado se pueden juntar de una manera específica para formar un objeto coherente. Te tomará un tiempo averiguar la manera exacta en la que debes organizar los elementos, pero una vez que hayas resuelto este rompecabezas, debes regresar al mismo salón de clases donde comenzaste. Encontrarás otra ecuación simple escrita en la pizarra, escribe la solucion en la pared y entra una vez más a la sala de conferencias. Entrega tu objeto completo al profesor, lo pondrá en la caja y sacará otro montón de cosas extrañas.

Repetirás este proceso una y otra vez sin fin, recibirás una pila de basura al azar y depende de ti juntar los elementos para formar un objeto coherente. Regresarás al aula con el rompecabezas completado, resolverás otra ecuación, entregarás el objeto completo al profesor y el te dará un montón de basura aleatoria para empezar de nuevo. Sin embargo, con el tiempo y un poco antes de que empieces a enloquecer por la rutina, algo cambiará. Un día cuando regreses al aula, encontrarás que la ecuación habitual ha sido reemplazada por una mil veces más compleja que cualquier cosa que hayas visto antes; la gran dificultad de este nuevo problema podría volverte loco, pero un buscador perspicaz notará que a pesar de su gran complejidad, en realidad son solo todas las otras ecuaciones que has estado resolviendo hasta ahora combinadas en una sola. Si puedes recordar las soluciones de cada ejercicio antes resuelto, simplemente será cuestión de insertar las soluciones y usarlas para llegar a la solución definitiva de esta ecuacion. Cuando se abra el portal y vuelvas a entrar en la sala de conferencias, esta vez no le des tu artículo completo al profesor o el lo tomará sin regresarte nada a cambio, haciendo que todo este esfuerzo no tenga sentido. En cambio debes decirle: "He reunido las piezas. Ahora debo construir mi destino". 

El profesor volverá a meter la mano en la caja y te entregará todos los objetos que ha reunido hasta ese momento. Ahora debes tomar esas piezas y juntarlas en un objeto final. Al igual que con la ecuación, si sabes como funcionan las piezas más pequeñas no debería llevarte mucho tiempo ensamblar todo, pero debes saber que no puedes salir de la sala de conferencias hasta completar esta tarea.

Cuando hayas terminado presenta tu resultado al profesor, incluso si una pieza no ensambla correctamente lo que causará que el objeto explote violentamente y lo destruirá, sin embargo si todo se ha ensamblado correctamente, comenzara a brillar inconmensurablemente. Eventualmente te encontrarás de nuevo en la sala de clases. Revisa el escritorio del profesor y encontrarás una sola pieza del rompecabezas y a partir de ella podrás saber que la imagen terminada no está destinada a los ojos humanos.



La pieza del rompecabezas es el Objeto N°419 de 538. Una vez que tengas todas las piezas, depende de ti armar el todo.


martes, 11 de agosto de 2020

Una Foto

 Un día él le tomó una foto, donde ella aparecía luciendo una bellísima sonrisa que contrastaba con la expresión generalmente seria que solía mostrar su rostro. En realidad, ella no recordaba haber trazado nunca una sonrisa tan dulce y no podía reconocerla como suya. Parecía como si aquella fuera la foto de otra mujer, desde luego idéntica a ella en sus rasgos físicos, pero completamente distinta en su expresión y, en cierto sentido, más hermosa.


Para colmo de males, él parecía obsesionado con aquella foto y pasaba buena parte de su tiempo libre contemplándola en silencio, con el rostro extasiado de amor, mientras que cada vez mostraba más indiferencia hacia la mujer de carne y hueso con la que compartía su vida.

Finalmente,como era de esperarse, ella acabó sintiendo celos de la mujer que aparecía sonriendo en la foto, una mujer que en teoría era ella misma, pero que, misteriosamente, tenía la sonrisa de otra persona. Y, de algún modo ajeno a la lógica y a las leyes de la naturaleza, aquella mujer fantasmal que compartía sus rasgos pero no su espíritu estaba consiguiendo robarle el corazón del hombre al que amaba. Por supuesto, ella no podía compartir aquellas inquietudes aparentemente absurdas con nadie, ni mucho menos con él, pero finalmente decidió actuar.

Podía parecer una locura, pero nadie tenía por qué enterarse. Así, un día, mientras él estaba fuera, ella tiró la foto a la basura, concretamente al contenedor azul que había cerca de su casa. No es raro que se pierda accidentalmente una simple foto que ni siquiera está enmarcada y él nunca tendría motivos para sospechar de un acto deliberado por su parte. Así, una vez que la muchacha se hubo librado de su “rival”, decidió salir de compras para celebrarlo.

Aquel día él hombre volvió tarde y cuando llegó a casa unos agentes de policía estaban esperándolo para comunicarle una pésima noticia, que no habían podido darle antes porque él se había dejado el móvil en casa. Una vez que él, a duras penas, consiguió reponerse de la impresión, el inspector le comunicó los detalles relacionados con la violación y el asesinato de su esposa.

Según la confesión del criminal, este (un vagabundo con problemas psiquiátricos) había encontrado casualmente una foto de la víctima mientras se hallaba buscando cartón en el contenedor azul del barrio. Según sus propias palabras, la chica de la foto le había parecido tan hermosa que no había podido resistir la tentación de buscarla. Y poco después la vio, cuando ella volvía a su casa tras hacer unas compras.

Lo cierto es que entonces no le pareció tan hermosa como en la foto, pero la obsesión se había apoderado de él y ya no había marcha atrás. La siguió, esperó a que entrara en la casa y poco después entró él, tras forzar la puerta con una navaja. Una vez cometido el crimen, su estado de enajenación mental lo llevó a abandonar la casa con la ropa ensangrentada, lo cual motivó que no tardara en ser arrestado por unos agentes municipales.

Tras referir los detalles del caso, el inspector le entregó al marido de la víctima la foto que habían encontrado en el bolsillo del asesino, para que al menos le quedara un recuerdo de la mujer que había perdido para siempre.

Una vez que él tuvo la foto en su poder, le echó una ojeada y se quedó sorprendido, porque de pronto le pareció que aquella ya no era la misma sonrisa dulce que él tan bien conocía, sino la sonrisa siniestra de quien ve realizada su venganza.



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lunes, 10 de agosto de 2020

Solo quería su corazón

Cada mañana al despertar, precisamente a las seis de la mañana, Matías se asomaba por la ventana de la habitación para observar a su vecina Nicole, una muchacha muy hermosa de cabellos dorados y con un bello rostro angelical, la chica que todo joven desearía tener como pareja.

Ella solo duerme mientras él la admira con un profundo deseo, se mantiene oculto tras las cortinas con las luces apagadas y la mirada fija en la ventana del frente, espera que la alarma de su reloj rompa la calma y la despierte de sus sueños a las seis y media, como todos los días. Esa es la señal para que el joven se retire de su acecho.

Ambos asisten al mismo colegio, son buenos amigos y se visitan con frecuencia. Sin embargo, durante todo el tiempo que lleva conociéndola, nunca se le ha ocurrido cómo expresarle sus sentimientos. Las dudas lo invaden ante las posibilidades de rechazo y de resistencia a su deseo; le es inevitable pensar que su amistad podría arruinarse.

Un día de tantos, Matías se decide a cumplir su cometido. Sus padres no se encuentran en casa y Nicole lo visita, él la invita a su recámara, y ella accede pensando que platicarán de asuntos triviales. Mientras la hermosa niña entra al cuarto, el joven cierra la puerta tras de sí, ocultando un cuchillo en su cintura.

En silencio, antes de que ella voltee, se le lanza como predador a su presa. La apuñala repetidas veces en la espalda. De sus heridas mana aquel cálido líquido que solo ha visto en sus ilusiones, en el sinfín de ideas que han revuelto su mente cada mañana, cada media hora que la ha contemplado. Nicole trata de respirar sin conseguirlo. Sus ojos se cierran, y su mirada se apaga. El cansancio azota su ser hasta que su cuerpo queda inerte.

Agitado, Matías solo la observa y jadea. Quiere verle el rostro a quien le ha arrebatado la vida. Ha perdido su belleza. Se está hinchando. No sonríe más. La saliva que cae de sus labios toca el suelo y se entrevera con el mar rojo que despierta sus deseos más salvajes.

Toma un martillo que ha ocultado bajo su cama. No puede esperar a conseguir lo que busca. Se sienta sobre su estómago, y golpea repetidas veces su esternón con el acero.

Siente éxtasis y fascinación por la hermosa escena. Desgarra sus prendas con el cuchillo. Su camisa rosada y su sostén han adquirido un tono escarlata. Sus senos se han deformado. Sangre se ha acumulado en su piel.Clava la hoja y troza su pecho. Lo asierra con los dientes del filo. Lo encuentra. Sonríe. Después de todo, solo quería su corazón, para que nadie más pudiese tenerlo.

“Siempre buscamos el corazón de la persona que amamos. Y nuestro mayor miedo es que otro nos lo pueda arrebatar”




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domingo, 9 de agosto de 2020

La oscuridad de tres días

Esto sucedió a las 3:42 p.m. El mundo descendió hacia una oscuridad súbita y absoluta.

Resultó en caos. En nuestra oficina pequeña del décimo piso, nos reunimos entre la negrura ominosa esperando la luz. Había una televisión en la sala de descanso y alguien halló el control remoto, usando la memoria de nuestros dedos nos las arreglamos para cambiarlo al canal de noticias.

Por un largo tiempo, solo hubo silencio. Entonces, a través de la oscuridad aparentemente infinita, surgió una voz. Una locutora, buscando su escritorio valientemente y tratando de reconfortar a sus televidentes, nos habló con voz suave y temblorosa. Ellos tampoco tenían idea de qué estaba sucediendo, pero indiciaron que debíamos conservar la calma, y permanecer juntos en medio de los reportes de individuos desapareciendo en la oscuridad, alejándose de sus amigos y familia, perdiéndose o topándose con el peligro.

Pasamos los siguientes tres días en la oficina localizando nuestras posesiones en la oscuridad y logrando comer y dormir con comodidad relativa, a pesar de la sensación de que estábamos congelados en algún tipo de universo alterno.

Entonces, exactamente 72 horas después de que la oscuridad llegó, el manto se alzó. Nuestros ojos ardieron por la luz súbita, pero nos adaptamos dentro de poco y concordamos en que deberíamos dirigirnos al piso de abajo, como grupo, e ir afuera.

Mientras descendíamos por las escaleras, nos recibió un olor. Nauseabundo. Supe inmediatamente lo que era, y, reticente, giré por la última intersección de la escalera pensando que quizá alguien se había caído y había muerto por sus heridas. Estaba equivocado.

Creo que solía ser una mujer, pero no puedo estar seguro. Había sido desollada y eviscerada, pero no sé en qué orden. Cada centímetro de su piel estaba ausente, pero sus ojos y dientes permanecían, convirtiendo su cadáver en un monstruo contemplativo y sonriente.

No fui el único que vomitó. Necesitando escapar de ese panorama, irrumpimos hacia el vestíbulo por la entrada principal, y nos congelamos. Cuerpos sin piel estaban esparcidos a lo largo del pequeño vestíbulo. Eran casi quince, según el cálculo con el pequeño vistazo que les dimos. No teníamos la intención de quedarnos por mucho tiempo; sin embargo, descubrimos que las puertas del vestíbulo estaban aseguradas y no podíamos quebrar el vidrio.

Alguien —no recuerdo quién— tuvo la idea de dirigirnos al cuarto de seguridad y ver si podíamos pedir ayuda por la radio. Seleccionando cuidadosamente nuestro trayecto por los cadáveres con estómagos revueltos, hallamos el cuarto de seguridad abierto y a su guardia desollado. Luego de un acuerdo mutuo, retiramos el cuerpo y nos encerramos.

Mientras que uno de nosotros trataba de establecer contacto, los demás comenzamos a ver las grabaciones de seguridad del vestíbulo de los últimos tres días. No pudimos creer lo que vimos.

No estuvo oscuro en lo absoluto: nos habíamos quedado ciegos. Y mientras estábamos ciegos, ellos habían llegado.

Sombras negras humeantes y fibrosas; sin rostro, solo ojos. Ojos extraños y resplandecientes.

Estaban desollando a las personas y vistiendo sus pieles como disfraces.

Sintonizamos la grabación de seguridad de nuestro piso, y observamos horrorizados cómo caminaban entre nosotros sin escoger a nadie. Hasta este día, no sé por qué lo hicieron. En cierta medida, se habían reunido para observarnos, pero partieron dentro de poco y causaron estragos en la oficina del piso de arriba.

Fuimos rescatados días más tarde. No obstante, el mundo descendió a la insania en el transcurso de las semanas siguientes. Todos sabían acerca de los desollamientos, acerca de los impostores; pero nadie sabía quién era real y quién no, hasta que fue muy tarde. Sin confianza, los humanos no pueden sobrevivir lado a lado.

Permanecí con dos de mis colegas, quienes sabía que no cambiaron. Reunimos equipo para acampar y tomamos la decisión de movilizarnos hasta el área arbolada afuera de la ciudad para mantenernos alejados de la sociedad, ahora que se estaba tornando más y más volátil.

Lo teníamos todo planeado, y atesorábamos grandes expectativas sobre la recuperación de la humanidad.

Entonces nos despertamos una mañana y estábamos ciegos de nuevo.

Tres días más tarde, la luz regresó, y me encontraba con mis dos amigos… y un cadáver.





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