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domingo, 20 de octubre de 2019

La Peor Pesadilla de un Padre

Al principio tan solo era un sentimiento extraño de sentirse observado. Con el tiempo, podía ver presencias por el rabillo del ojo. Me trataba de convencer que sólo eran juegos de luces y sombras, hasta que empecé a verlo en todas partes…

“No somos un culto, señor Alexander.” El pequeño hombre maya dijo. “Somos más un grupo religioso de ayuda. Ayudamos a padres de niños que han desparecido a encontrar un cierre.”

“¿Cómo hacen eso?” Pregunté.

“Lo llamamos Q’echi. Es una antigua invocación ritual del espíritu. Guiamos los caminos de la muerte y de los vivos hasta que se encuentran.”

“No sé si mi hija está muerta. Michelle se saltó el toque de queda una noche, y desapareció. Creo que huyó. Parte de mí quiere pensar que sigue con vida, pero…”

Intenté aguantar mis lágrimas.

“Han pasado ya cinco años.”

Puedo dar algunos detalles ahora. Es un amasijo de miembros aglutinados a un torso de ángulos extraños. El cabello es largo y cubre su rostro, o tal vez sea su nuca.

Cada vez que lo veo, me estremezco.

“Es una chica preciosa.” El maya dice tomando la fotografía que le he dado. “¿Qué edad tiene?”

“Tenía diecisiete cuando se tomó esa fotografía.” Digo. “¿Puede ayudarme?”

“Debe de entender que aquello que pregunta no es para los débiles de corazón. Si algo malo le ocurriera a usted, no me hago responsable.”

Agarro la botella de nuevo. Mi esposa amenazó con dejarme y yo vi el farol.

Estoy solo ahora, solo yo… Esta botella y esa… Cosa.

A pesar de estar ebrio, puedo verla con facilidad ahora. Podría decir que es una mujer pero hay pedazos de su carne que faltan, exponiendo huesos y entrañas.

Huele a pantano y a carne podrida.

Se agazapa a los pies de mi cama, mirándome.

“¿Michelle?” Preguntó.

Empieza a arrastrarse hacia mí, como un insecto deforme. Me hundo en la cama tanto como el colchón me lo permite.

“Lo que va a experimentar ahora son todas las emociones de su hija antes de su muerte. Experimentará sus miedos, su dolor y todo su terror. Quiero advertirlo señor Alexander. Pocos son los que pueden soportar esto. En cualquier caso, si decide abrazarlo sentirá una conexión con su hija por última vez… Y sabrá lo que le ha pasado.”

Cada fibra de mí me está gritando que huya, pero debo de saberlo.

Esa cosa esta sobre mí.

Cierro mis ojos.

Eso es Michelle.

Mi niñita fue secuestrada, violada, y colgada sobre un puente para ser devorada

aún viva por los animales del río.

viva por los animales del río.

Pero eso no es lo que me mantiene despierto en las noches.

Lo que lo hace, es que a pesar de su terrible sufrimiento, murió odiándome…



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miércoles, 16 de octubre de 2019

La Pasajera

Quién sabe si sea cierto que los espectros, con tal de reinstalarse en el mundo de los vivos, tienden a usar transportes impropios de ellos; lo que sé es lo que sucedió a un padre y su hijo que, hace un par de años, fueron a presentar sus respetos a los deudos de un personaje recién enterrado, a quien ellos habían conocido. Al salir del cementerio, abordaron su auto (un compacto) y, al hacer un alto para que el de la entrada los dejara pasar, vieron por un instante a una mujer de edad, vestida con recato y llevando amplios lentes oscuros que le suprimían los ojos, de pie junto al vehículo, sonriendo.

En cuanto salieron a la calle, el hijo (conductor) dio un respingo al oír a su padre gritarle que acelerara, porque “se había metido”. El hijo miró instintivamente por el retrovisor y, en efecto, halló a la vieja sentada en el centro del asiento trasero, absolutamente inmóvil pese a los tumbos que daba el auto. El padre estaba fuera de sí; pegaba de gritos, manoteaba, exclamaba oraciones e intentaba no mirar hacia atrás. Pero al final se sobrepuso al miedo, giró el cuerpo y, en vano, intentó quitarle los anteojos a la pasajera.

Su testimonio es que parecía que tocaba una escultura de hielo, a la que, quizá, sólo podrían quitarse partes si se usaban martillo y cincel. Dado el fracaso, el señor ordenó al hijo que se detuviera junto a una patrulla que casualmente estaba orillada. Ambos salieron atropelladamente y, también atropelladamente, rogaron a los uniformados que revisaran el vehículo, porque “alguien se había subido”.

Los hombres ojearon con desgano el pequeño auto, encogieron los hombros y anunciaron que no había “anomalías”.

Mientras padre e hijo se tranquilizaban, los patrullaron se fueron entre risas. Había una parroquia a dos cuadras; el hijo corrió a ella, tomó agua bendita en un envase y volvió precipitadamente. El padre ya estaba sosegado, y se calmó aún más cuando salpicaron de agua bendita no sólo el asiento trasero, sino todo el interior del auto, cajuela y motor incluidos. Siguieron su camino en paz. 

Hasta la fecha no han vuelto a acercarse a cementerio alguno.



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domingo, 13 de octubre de 2019

La Chica del Lago

En Estados Unidos uno de los eventos más importantes para los jóvenes es la noche de graduación, no en sí por la fiesta escolar, sino por lo que continúa de ella, pues las parejas acostumbran reunirse después del baile en un lugar, más cómodo. Es la ocasión que muchos chicos esperan para seducir a su pareja.

Fue así aquella noche, que varias parejas empezaron a salir a escondidas del recinto escolar, para dirigirse a un lago cercano, por supuesto cada quien tenía muy bien pensado y apartado su lugar, para estar cómodos sin tanta gente alrededor. El lago se prestaba para sus intensiones, pues era una zona apartada y oscura.

Cierta pareja había encontrado un lugar muy cerca del lago, donde la luna se reflejaba en el agua mostrando un ambiente más romántico, compartían momentos muy íntimos, cuando escucharon ruidos cercanos. La chica de inmediato quiso marcharse, pero eso no estaba en los planes de su pareja que insistió el quedarse, al cabo de un rato discutiendo el asunto ella comenzó a gritarle al joven, que no tuvo tiempo de responder, pues la chica fue atrapada por algo que salió rápidamente del lago sin dejarse ver entre la oscuridad. Su asustado acompañante se echó correr y correr sin importarle dejarla atrás.

Ya que los compañeros dieron testimonio de que la última vez que los vieron se encontraban cerca del lago, concluyeron que se habían ahogado, aunque no pudieron jamás encontrar sus cuerpos.

Pero al siguiente año, en el baile de graduación de esa misma escuela, una jovencita con un bonito vestido blanco, pide aventón a los automovilistas a quienes les dice:

- ¿Me lleva a casa, por favor?, vivo cerca, a dos calles, esperaba a mi novio, pero este no regresó.

Si el conductor accede, se monta en la parte trasera del vehículo, y cuando el conductor voltea para preguntarle hacia dónde, ¡no hay nadie!, la muchacha ha desaparecido, dejando un rastro de humedad en el asiento del auto.

Y desde entonces cada año, la chica del lago aparece en la carretera esperando por su novio, o cualquier otra persona que quiera llevarla a casa.



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¿Qué es lo que piden los Espíritus?

No intentaré convencerte de que mi historia es real, no intento darte ideas para hacer amistades con un fantasma, espíritu, ente, o como quieras llamarlo. Solo deseo informarte la verdad, porque lo que te estoy por contar es la realidad, al menos, esta fue mi realidad.

En septiembre del año 2012 a mis catorce años, mi madre tomó la decisión de mudarse de una vez por todas de aquel barrio tan peligroso en el cual vivíamos, pues, el simple hecho de ir más allá de las rejas de la casa era peligroso aun de día, en la noche... el salir era inimaginable, por esto nos alquilamos un departamento en la ciudad y nos liberamos totalmente de aquella prisión.

Al principio sentía miedo, pues el departamento se había construido sobre un taller mecánico, y me parecía muy peligroso, además de que anteriormente una pareja se había instalado allí, pero a los dos o seis meses rompieron el contrato y se fueron rápidamente, nunca se volvió a saber de ellos. Sin embargo, con miedos y todo, debí adaptarme, pues no tenía amigos ni lugar a donde ir, era el único lugar en el cual podía estar.

Pasaron las primeras semanas, los primeros meses, y sucesos que yo creía normales sucedían día a día, pues pensaba que los sonidos provenían de la casa de los vecinos, los únicos vecinos del lugar que vale decir nunca se acercaron a hablar o saludar, pero siempre espiaban desde la ventana. Se había vuelto común oír como arrastraban de un lado a otro un sillón, me acostumbre a escuchar música y voces provenientes de los parlantes de mi PC, era común que en mi ventana los gatos se pararan observando y maullando de una manera que se parecía al habla humana, aun así más que miedo me daba risa, era divertido e impresionante.

Varios meses después los sucesos parecieron volverse más notables, mi mayor recuerdo es aquella vez que en la computadora escuchaba música en YouTube, ya habrían sido las tres y algo de la madrugada y estaba apoyada en mi escritorio durmiéndome, perdiendo poco a poco la consciencia, cuando de pronto sentí como de un golpe mi escritorio se levantó ¿Una rata, acaso fue solo mi imaginación?

Quisiera que así fuera, pero cuando ya me encontraba totalmente despierta, este le levanto de dos golpes... dos veces más. ¿Cuál fue mi reacción? Hasta a mí me sorprendió, miré a todos lados y dije "Está bien, ya me iré a la cama", los sonidos extraños y los golpes cesaron... ¿Debería considerarme loca por no haberme asustado? Aún no logro entenderlo, tal vez el hecho de ver muchos creepypastas me había vuelto inmune a casos como estos.

Demás hechos habían sucedido, como cuando el agua de la canilla salia con insectos y larvas, me encargué de ese tema, pero nadie encontró una explicación lógica, el techo del tanque de agua había desaparecido ¿Cómo? Quién sabe.

A veces sentía que los creepys y las historias de terror me estaban volviendo paranoica, pues al ducharme y cerrar los ojos, era inevitable pensar que alguien estaba delante de mí observándome, además es costumbre estirar el brazo y tomar la toalla para secarme la cara y lograr ver, más de una vez al estirarlo no la llegue a encontrar, debía caminar aún más pues parecía encontrarme en un lugar vació, era imposible, pues aquella toalla estaba frente a mí, muchas veces me obligué a abrir los ojos y sorprendente mente me encontraba parada frente a ella, pero no la había logrado alcanzar.

Mi paranoia dejó de serla cuando un día de tormenta la luz se fue, y mi madre y mi perro me dejaron sola para abrir las cortinas, me senté en el sillón y subí los pies por miedo de que algo tomara mis pies, pero fue peor: el sillón, a mi lado, se hundió como si alguien se hubiera sentado, pensé que era mi imaginación, pero el calor a mi lado y lo lento y profundo que se hundió era demasiado notable, casi suelto una lagrima, le dije "Vete" con una voz temblorosa, y el sillón volvió a la normalidad. Ese día todo comenzó.

Casi un año después, imagina esta escena: una chica de baja estatura, delgada de cabello negro y largo, ojeras negras muy grandes, una sonrisa extraña, con sus brazos y piernas llenos de cortes hechas con pedazos de espejo, pues todos los espejos de la casa terminaban rotos, tanto por mi culpa como por "arte de magia".

Cada día era lo mismo, ocultar los cortes y la ropa con sangre en el día, ver y oír lo extraño que actuaba mi televisor cuando estaba sola en casa, dejar un espacio en la cama para que Él, junto a mí, me abrace y descanse, adoraba sentir su calor, pero nunca tuve el valor de abrir los ojos y conocer su apariencia.

No sabía si lo que sucedía era real o solo mi locura, pero sentía muchas ganas de crearme heridas para acercarme más a él, cuando dormía sola y no dejaba espacios o dormía con mi madre, no dejaba de escucharse como el sillón se arrastraba de un lado a otro, y como se escuchaban sonidos desde el parlante de la pc. A él no le gustaba que lo ignorara. Pero lo peor, era que casi todo parecía suceder cuando me encontraba sola en casa, y el gran problema es que nunca nadie... me creería.

Un día conocí a un chico, el insistió mucho tiempo para estar conmigo, no faltaba día en el cual vaya a mi casa, lo más extraño es que me conoció en una convención, no recuerdo ni como descubrió donde estaba mi hogar.

Él no quería a ese chico, y si él no lo quería yo no podía aceptarlo. Aquel chico intento acercarse a mi muchas veces, y más de una vez no me resistí, había comenzado a rendirme, pero... eso no es lo que mi compañero de sueños deseaba. Entonces llegó el día, cuando estábamos solos en mi habitación con aquel chico, me acerque lentamente e hice lo que nadie imaginaría.

Tome un vidrio y comencé a cortarlo repetidamente por todo su cuerpo, no escuche sus palabras, no quería detenerme, él estaba furioso, yo me encontraba perdida en la histeria, sin embargo, en el momento en el cuál solo debía cortar su cuello, me detuve, me aleje y comencé a llorar.

Él se enfureció.

Sucedieron muchas cosas que prefiero no recordar, el chico está bien, más bien podría decir que ahora somos pareja desde hace un año y medio. Pero hubo un tiempo en el cual tuve un seguimiento policial, y fueron dos años casi en los cuales tuve asistencia psiquiátrica, medicamentos, y tiempo perdido escuchando las estupideces del "doctor".

Hoy al fin, ya dejé atrás todo esto, me encuentro en otra casa, no he vuelto a tener problemas ni nada por el estilo, me encuentro "bien", o eso creo, en realidad... Nada volvió a ser lo mismo.

Hace unos días mi madre me pidió perdón y me dijo que todo aquello que yo escuchaba ella también lo había escuchado, y entonces me dijo, en el taller mecánico debajo de la casa, del otro lado de la escalera que siempre a oscura tanto le temía, un chico de más o menos mi edad murió quemado, pero no quiso decírmelo para no asustarme.

En ese momento recordé todo, el calor que sentí cuando el sillón se hundió, el escritorio, la cama, la televisión, la ira, todo, y lo último fue cuando una mano, una sombra salió desde atrás de mí. Todo cobró sentido, o yo, o mi actual novio, o mi perro que luego de mudarse se curó mágicamente, alguno de nosotros o ellos debían morir. Pues eso es lo que Él deseaba, él quería estar con alguien, temía a la soledad, y buscaba un/a compañero/a, pero para que eso suceda, esa persona debía morir.

Tal vez suene cruel, pero, si ellos continúan caminando más allá de la muerte, tal vez les sea normal pensar que la vida no es tan importante como para quien hoy en día la estamos disfrutando.

Aún así seré sincera, tengo miedo, pues aun ni tú puedes saber si no hay alguien a tu lado o detrás de ti.

Nunca nadie te creerá.




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miércoles, 2 de octubre de 2019

El Vagón sin Salida

Esa mañana desperté. Mi madre se había enfadado conmigo, así que no le pedí que me llevara. En su lugar, cogí dinero y me fui en tren. Recuerdo que aquel día estaba feliz, había pasado el día con mi novio y me desperté con un poco de resaca. Pero eso no me bastó para estar sin él. 

En el vagón que entré no había nadie, algo que me extrañó un poco. Era bastante nuevo, con los cristales oscuros por fuera, y visibles por dentro. Sonaba una musiquita bastante comercial, algo que no me agradaba mucho. Sinceramente, prefería a Nirvana en ese momento. Pensaba en cómo me vestiría al día siguiente, ya que era noche buena y había cena con la familia. Sería la primera vez que iría con un novio. Hacía bastante frío en ese momento. Llevaba puesto un pantalón tejano por encima de una camiseta, la cual ponía "I choose you". Encima, llevaba una chaqueta estilo rapera. Me extrañaba que el vagón estuviera tan solo por la mañana, pero aún así decidí no prestarle atención.

Cuando llegué a la estación, aún me extrañó más que no subiera nadie. En la próxima estación tuve que bajar. Sentí un aliento cálido, pero que me helaba la piel, duró aproximadamente diez segundos que se hicieron eternos.

Cuando tenía 15 años empecé a tratar de recordar con exactitud ese día. No pude, se había borrado de mi mente. ¿Qué habría hecho? Solo sabía que ese día lo pasé con Jorge, mi novio.

Se escucharon ruidos de pasos en mi casa, me asusté porque en casa solo estaba yo. Fui corriendo hasta... ¡Dios mío! Era un horrendo ser con una lengua gigantesca saliendo de su boca, sin ojos ni nariz. Vestía con un traje y era horriblemente alto, tal vez midiera 2,19 metros. Me agarró con un tentáculo. Yo intenté huir, pero no pude, no me dejaba respirar y me desmayé...

Ahora estoy en el vagón, pero esta vez no hay puertas ni ventanas, no hay asientos tampoco. Necesito ver a mis padres, a Jorge. Necesito... estar viva.




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martes, 1 de octubre de 2019

En un Hospital

Habían agrandado y modificado tanto el hospital que Sergio pronto se sintió en un laberinto. Hacía muchos años que no entraba a aquel lugar. Cuando creía que iba por el pasillo correcto, este llegaba a su fin o desembocaba en alguna sala que no conocía.

Le preguntó a un limpiador dónde se donaba sangre y el tipo se lo indicó señalando con el brazo. Para estar seguro quiso preguntárselo también a una enfermera que pasaba, pero apenas la mujer lo vio se apartó como espantada, y siguió caminando con pasos rígidos, volteando levemente la cabeza como para escuchar mejor si él iba rumbo a ella.

Era la actitud que podría esperarse de alguien que ve una fiera, y con temor se aleja para no molestarla. Sergio quedó desconcertado, ¿qué le pasaba a aquella enfermera?

Las indicaciones del limpiador le sirvieron. Atravesó una puerta y salió a una sala bastante pequeña que tenía sillas en los bordes. Encontró el lugar pero el banco de sangre estaba cerrado. Entonces leyó un cartel que tenía el horario y consultó su reloj. Ya faltaba poco, era mejor esperar.

Eligió una silla y descubrió que era muy cómoda, hasta tenían apoya brazos. Desde el otro lado de la puerta (donde sacaban sangre) no llegaba ni un sonido. Supuso que aún no había nadie. La sala ahora le parecía más grande. Si por lo menos hubiera alguien más allí…

Comenzó a sentir una sensación fea en el estómago: eran nervios. Unos minutos más y ya no estaba tan convencido. Y la sala le pareció lúgubre en su blancura.

¿Y por qué diablos aquella enfermera había reaccionado así?

La idea de irse ya cruzaba por su mente cuando la puerta de la entrada se abrió de golpe, y un tipo enorme vestido con bata blanca entró en ella. El tipo lo miró con los ojos muy grandes, volteó rápidamente hacia alguien que iba por el pasillo y gritó:

- ¡Está aquí, vengan rápido!

- ¿Qué sucede? -le preguntó Sergio.

Otro tipo enrome vestido igual que el primero irrumpió en la sala. Se miraron y empezaron a acercarse a el con los brazos medio extendidos, como para atraparlo; entonces se levantó rápidamente:

- ¿Qué hacen, quienes son ustedes? ¡Aléjense!

Evidentemente los tipos consideraban que no valía la pena hablarle. Un tercer sujeto (este bastante menudo) se asomó a la puerta, y Sergio vió que tenía una aguja en la mano.

Los tipos se abalanzaron hacia él al mismo tiempo e intentaron someterlo.

- ¡Suéltenme, desgraciados!

Le acertó un puñetazo a uno, pero eran tipos duros. Lo voltearon y lo controlaron contra el suelo. Sergio gritaba que lo soltaran, preguntaba por qué le hacían aquello, mas sus captores no le respondían.

Cuando estuvo firmemente aplastado contra el suelo por el peso de los dos tipos, el más pequeño, el de la aguja, entró en acción y le inyectó una buena cantidad de un líquido transparente. Lo que le administraron actuó rápido; las fuerzas se le iban.

- Ya pueden soltarlo -dijo el que lo inyectó.

- Doctor, creí que iba a ser más difícil controlarlo, por la fama de este -comentó uno de los tipos, el otro asintió con la cabeza.

- Bueno, es mejor así -opinó el doctor de la aguja, y sacó unos lentes que guardara en el bolsillo de su camisa -. Ahora hay que llevarlo a la sala para prepararlo.

Aquello fue lo último que Sergio escuchó antes de quedar sin sentido.

Cuando volvió en si se hallaba sobre una camilla, atado firmemente a esta. Se encontraba en una sala junto a unos aparatos electrónicos enormes, que por estar en un hospital asustarían a cualquiera. Quiso gritar pero estaba paralizado, solo podía mover sus ojos con movimientos pesados.

Advirtió que no estaba solo, había dos doctores allí, y una enfermera. Uno de los médicos era el que ayudó a los grandotes; el otro se acercó a mirarlo, con algo de extrañeza en el rostro, y finalmente este preguntó:

- Doctor, yo solo vi una vez a este paciente pero, ¿no le resulta algo cambiado?

- Debe haber perdido musculatura últimamente, lo advertí recién hoy. A estos pacientes es difícil controlarles la alimentación; el tipo está más loco que una cabra.

- Sí, tal vez es eso… puede ser…

Al escuchar la duda del tipo Sergio quería gritar que lo estaban confundiendo, que no era él, mas no podía ni abrir la boca.

¡Aquello era un infierno!

Las dudas de aquel doctor aumentaban su desesperación. El médico se llevó la mano a la barbilla y lo observó con detenimiento de nuevo; el otro seguía programando un aparato.

- ¿Y la ropa que llevaba puesta, cómo la consiguió?

- Estuvo un buen rato escapado de psiquiatría, probablemente la robó en una sala a algún internado, tal vez es de un enfermero, no lo sabemos, no lo descubrimos aún.

"¡Tenía puesta otra ropa porqué no soy el loco! ¡Revisen el los bolsillos de mi pantalón, mis documentos!", se desesperaba pensando Sergio.

- No quiero ser pesado, mas, ¿está seguro cien por ciento de que este tipo es el mismo?

Ante la insistencia de este el otro médico dejó lo que estaba haciendo y se arrimó a la camilla donde estaba Sergio:

- Estoy seguro que este es el paciente. Si no fuera él, entonces es su doble idéntico, y este tipo tuvo una soberana mala suerte. Piénsalo: el doble exacto de un enfermo mental peligroso va al hospital donde está su doble justo el día que este se escapó. Y tendría tanta mala suerte que lo confundimos con el otro el día que le íbamos a aplicar un tratamiento experimental peligroso.

- Tienes razón. Qué probabilidades hay. Sigamos.

Por las mejillas de Sergio rodaron unos lagrimones de desesperación e impotencia.

Le colocaron una especie de casco lleno de electrodos y comenzaron el experimento.

A la hora de sufrimiento Sergio tuvo un paro cardíaco y no lo pudieron reanimar. El doctor que se equivocara dictó la hora de la defunción, y unos minutos después se llevaron a Sergio a la morgue. Pero aquel era solo su cuerpo. Ahora estaba parado en aquella sala.

Todo el terror que sintió, toda la impotencia, se volvieron furia.

Cuando el doctor quedó solo sintió de pronto que lo levantaban en el aire, y después una fuerza increíble lo lanzó contra un aparato, y saltaron chispas y volaron pedazos del aparato.

Cuando el doctor aún estaba vivo comenzó a incendiarse.

Pronto toda la sala estaba envuelta en llamas. Sonó una alarma y algunos intentaron entrar a la sala, pero las lenguas de las llamas los alejaron. Entre esa gente estaba el otro doctor, y creyó ver por un instante a una silueta humana dibujada por el fuego, pero solo fue un instante.

Después, en medio del caos que desató el incendio, escuchó que le susurraron al oído:

- Debiste insistir más. Ahora vas a pagar también.






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domingo, 1 de septiembre de 2019

¿Hay alguien ahí?

Los chicos del barrio acostumbraban jugar fútbol frente a una casa abandonada, por eso de las ventanas, jardines dañados o el ruido que a muchos de los vecinos les molestaba. Regularmente los llamaban a dormir antes de las 9, pero aquella noche de sábado los dejaron disfrutar un poco más, pues tenían los vecinos una agradable reunión.

La pelota iba y venía de un patio a otro, de donde la recuperaban sin mayor problema, hasta que entró por la ventana del segundo piso de la sucia casa.

Se disponían a trepar un árbol para ir a buscarla, cuando fue arrojada desde adentro.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó Daniel con algo de precaución, a lo que una voz tímida e infantil respondió:

—¡Sí! Y quiero jugar con ustedes.

Después de una rápida plática de niños, decidieron subir a jugar a las escondidas con su nuevo amigo, del cual solo podían ver la sombra asomándose por la ventana.

Contó una de las chicas hasta 100 y todos se ocultaron, pero les fue imposible hallar al niño desconocido antes de que los llamaran a sus hogares. Pasaron varios días sin saber de él, hasta que nuevamente pudieron quedarse tarde y su sombra apareció en la ventana invitándoles a continuar el juego y encontrarlo.

Los chicos se negaron de inmediato, les parecía tedioso tener que buscarlo porque era demasiado bueno para esconderse, así que mejor insistieron en que bajara a jugar fútbol.

El chico se rehusaba en cada ocasión con un tono muy triste.

—¿Por qué no quieres jugar con nosotros?— dijo Daniel.

—Porque no puedo… —respondió el chiquillo con un nudo en la garganta—. ¡Es que los fantasmas no tenemos pies! —agregó, y bajó flotando desde el segundo piso, ante las miradas incrédulas de los chicos, que echaron carrera a sus casas.





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sábado, 17 de agosto de 2019

La chica de la curva

Siempre he pensado que los humanos somos todos iguales. En la televisión, en la radio, incluso en el cine nos invaden cada día con ideas que tratan de convencernos de que somos diferentes, únicos. Somos el resultado de una formula matemática perfecta que jamas se volverá a repetir en la historia. Pero un día cambie de opinión y comencé a creer en el destino, y en los extraños planes que este guarda para todos y cada uno de nosotros.

Mi historia comienza un día gris, catastrófico, en el que la tragedia me persigue de la misma manera que un gato perseguiría a un ratón. El teléfono suena de repente, es de madrugada, puedo sentir el frío recorriendo mi cuerpo al abandonar el calor de mi cama, y como en sueños, recibo una de las peores noticias de mi vida. «Tu hermana»… «perdió el control de su coche»… «vehículo destrozado»… «no pudimos hacer nada por ella» – frases inconexas provenientes de mi interlocutor que me asestan una puñalada en lo mas profundo de mi estomago y me dejan llorando desesperado como si fuera un niño.

Lo que paso a continuación tan solo puede describirse con la palabra terrible, pues una vez más el teléfono sonó y me arrancó de los brazos de Morfeo. Temblando mientras el agudo timbre me taladraba hasta el fondo del cerebro, levanté el auricular y aquellas palabras resonaron una vez más «¿cuando vendrás a por mi?»,decía la voz de mi difunta hermana en el auricular. Fuera de mis cabales decidí coger mi coche y dirigirme al punto exacto donde sucedió el fatídico accidente.

Tras un angustioso rato de conducción en el que mi cabeza era un torrente de pensamientos, llegué al lugar: tan solo iluminado por los faros delanteros de mi coche aquel lugar parecía un desierto de oscuridad, silencioso y frío como un témpano. Sin detener el motor estuve mirando hacia la oscuridad durante unos minutos en los que presa de mi nerviosismo a punto estuve de creer que alguien se acercaba hacia mi posicion, pero al volver a mirar no había simplemente nadie.

Dí la vuelta y reanudé la marcha de vuelta a casa, cuando de repente una mano fría se apoyó en mi hombro y me hizo dar un golpe de volante que causó que mi automóvil se saliera de la carretera. Debí de golpearme la cabeza contra el volante, porque cuando desperté al cabo de un momento una parte de mi frente comenzaba a sangrar. Aturdido por el golpe y con el miedo apoderándose de mi, miré por el retrovisor y allí estaba el cadáver de mi hermana, vestida de la misma manera que la ultima vez que la vi.

Ella también me miraba directamente a los ojos, y con una voz fría, tan gélida que jamás la podré olvidar, me dijo: «gracias por venir, hermanito. Me alegro mucho de verte, te volveré a llamar pronto». Desde entonces ha pasado mucho tiempo, pero el vacío que Lucia dejo en mi vida no ha podido ser llenado por nada. Son demasiado recurrentes las noches en las que me despierto por que creo volver a escuchar el teléfono de madrugada, y me desvelo inmerso en mi miseria hasta el amanecer. Pero aquella noche, descubrí algo que hasta entonces fui demasiado cobarde para afrontar. Mientras el reloj de mi vecino anunciaba las cuatro de la madrugada, me volvía a despertar sobresaltado por mis pesadillas pero con la diferencia de que esta vez el teléfono volvía a sonar y era tan real como mi respiración.

Con el miedo apoderándose poco a poco de mi, me levante de la cama y me quede mirando en silencio el teléfono mientras su característico sonido se apoderaba de toda la casa. Cuando por fin pude reunir las fuerzas suficientes para levantar el auricular, un sudor frío me recorrió el cuerpo de punta a punta: una voz muy familiar me preguntaba directamente «¿cuando vendrás a por mi?». Enloquecido por lo que acababa de escuchar arrojé el teléfono de la mesa y me quedé petrificado por unos segundos. Lo que acaba de suceder no podía ser real. Mi mente me traicionaba, pues aquella voz era de mi hermana, y mi hermana llevaba mas de un mes muerta.

Cuando pude convencerme de que mi delirio estaba provocado por un mal sueño, volví arrastrándome a mi cama donde agotado, me quedé dormido. A la mañana siguiente cuando desperté pensé que todo había sido una pesadilla, pero al ver el teléfono en el suelo supe que aquello había sido muy real. El día pasó poco a poco y no conseguí reunir la suficiente valía como para hablar con alguien sobre lo sucedido. La noche llegó y con ella el cansancio de mi cuerpo que me pedía que me acostara y olvidara todo en el mundo de los sueños.


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miércoles, 10 de julio de 2019

Déjame alcanzarte


—Buenas tardes — me saludó con una enorme sonrisa, sentada en aquél sillón que conocía nuestros cuerpos tan bien.

—Regresé —dejé caer lo que traía en manos y me acosté con mi cabeza sobre sus piernas, la miré fijamente, ya se había tornado de un color carmesí. Ésta chica, no he hecho nada aún y ya está roja hasta las orejas... tan amable... ¿Siquiera lo merezco?


La volví a mirar y no pude evitar tocar su rostro. No tengo derecho a pedirlo, pero, por favor escucha éste egoísta deseo, te lo ruego, no seas amable con nadie más que conmigo, algo difícil para alguien tan dulce como tú, no mires a nadie más, no llores en el hombro de nadie más que el mío, que solo es para tus lágrimas, no pienses en nadie más, no escuches a nadie más, no permitas ser tocada por nadie más.

Te amo, por eso yo no seré amable con nadie mas que tú, algo fácil para alguien tan mezquino como yo, no miraré, no pensaré, no escucharé a nadie más, siempre que quiera correré a tu hombro para desahogarme, solo tu hombro y el de nadie más. Le daré la espalda incluso a mi orgullo para poder estar contigo... por eso... por favor, déjame alcanzarte, permite me tomarte de la mano, abrazarte, jugar con tu cabello, oler tu siempre delicioso perfume, tenerte en mis brazos, besarte y jamás dejarte ir.

Déjame saber donde estas para salir a buscarte, lo haré, lo haré hasta que mi cuerpo no logre responder al deseo de mi siempre inquieto corazón que solo sueña con jugar con aquellos labios que tanto amo. Pero por favor, no sigas mandando a éste fantasma del pasado, es demasiado cruel verte todos los días de ésta forma y recordar cuando aún te tenía en mi rezago. ¿Me estás castigando? creo que lo merezco, nuestra última discusión llegó muy lejos, dijiste cosas que me hirieron, pero yo debí haber visto tu dolor, no debí continuar aquella vez.

Perdón, perdón, perdón, perdóname, perdóname por todo, perdóname por aquellas veces en las que no respondía tus llamadas por trabajo, si me permitieras volver a vivir algo como aquello, juro que en cuanto supiera que eres tu quien me llama, saldría de mi trabajo dándole la espalda a todos. Perdóname por ser algunas veces demasiado infantil, pero tu rostro ligeramente molesto era tan hermoso.

Solo... perdóname, perdóname por todo, yo tomaré la responsabilidad por todas las cosas en el mundo que te hacen llorar y enojar, pido perdón por todo aquello, por eso, te lo ruego, déjame alcanzarte en aquel lugar en el que estás, y una vez te tenga en mis brazos te traeré de regreso, iremos a aquel parque que tanto deseabas, te llevaré a pasear a donde tu quieras...

-—Vuelve... —pero ella ya había desaparecido...




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martes, 9 de julio de 2019

Descansando en el avión

Una mañana de invierno una de las azafatas del avión se dirigía por el pasillo del avión hacia la cabina de mando después de atender a los pasajeros. Se acercó a uno de los pilotos y le informó que la cabina de descanso estaba libre.

El hombre se levantó y se marchó a dormir un rato. Cuando el piloto entró en la pequeña cabina estaba totalmente oscura, pero, al apoyar una mano en una de las literas, notó un bulto. Había alguien durmiendo, pero la azafata le había comunicado que la pequeña cabina estaba vacía.

Alumbró con una linterna de bolsillo hacia la cama y observó con sorpresa que había una niña de unos cinco años tumbada en la litera. La arropó con la manta y, sin hacer mucho ruido, salió de la habitación y cerró la puerta.

Al momento, fue a buscar a la azafata y le contó lo que había sucedido. Esta alegó que era imposible porque no iban niños en ese vuelo. El piloto no se lo podía creer, había tocado con sus propias manos el cuerpo de la pequeña. Incluso notó su respiración mientras dormía.

Entonces la azafata con cara de preocupación le susurró:

– ¿Ve usted esa pareja de allí al fondo? ¿La ve?- repetía, dirigiéndose con la cabeza hacia una joven pareja con los rostros pálidos y demacrados.

- Sí, sí... ¿Pero qué tienen que ver ellos en la historia? 

- Se dirigen al entierro de su hija, ella va abajo en un ataúd, junto con el resto de mercancías.

Gracias por arroparme

El piloto se quedó pálido al escuchar la noticia y salió corriendo a la cabina de descanso. Allí no había nadie.

Se introdujo al baño, entonces, a refrescarse la cara y al mirarse al espejo se dio cuenta de que había escrito algo con un pequeño dedo:

"Gracias por arroparme."





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sábado, 29 de junio de 2019

La Voz

Si alguna vez estás en una zona de silencio absoluto, interrumpe tu respiración y no muevas ningún músculo. En unos segundos comenzarás a escuchar el sonido del silencio, algo así como un pitido vacío. Esto no es algo especial ya que dadas las condiciones correctas, todos podrán escucharlo. 

Una persona informada te explicará que tu cerebro intenta interpretar la ausencia de sonido, por lo que crea un ruido de relleno. En realidad esto cumple un propósito más arcano: Encubrir un sonido que no deberías oír. Este ruido no es imposible de escuchar y si eres persistente, puedes romper efectivamente la cortina de sonido falso. 

La próxima vez que haya silencio y escuches el pitido, grita a todo pulmón por algo de 30 segundos y luego guarda silencio abruptamente. Será distinto para todos, algunas personas no escuchan nada diferente por docenas de intentos, otros captarán un leve murmullo. Unos cuantos héroes auditivos lo discernirán con los eventos por ocurrir dentro de diez segundos en el futuro. 

A medida que el tiempo pase, serás capaz de distinguir la voz aún con otros sonidos de fondo, hasta el punto en el que podrás escucharla en cualquier momento con solo concentrarte. Tal habilidad sería, sin lugar a dudas invaluable ¿No?. Reaccionarías ante cualquier peligro próximo, te relacionarías con personas a tu alrededor con mayor facilidad. Nadie te sorprendería. 

Pero quizá la voz es tan horrible que te volverá loco… O quizá solo predecirá tu muerte una y otra vez. 

Bueno, ese no es el caso, es una voz normal, que escucharás sin importar qué y es cuestión de tiempo poder notarla. Pero hay un peligro pues, verás, en donde hay una voz, hay un cuerpo y así como percibirás nuevos sonidos, también percibirás nuevas vistas… En lo particular: Serás visto.




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