El libro de Azrael es un grimorio o libro prohibido que circuló entre los magos y alquimistas medievales. Se trata de otro libro apócrifo que fatiga la paciencia de los bibliotecarios, quienes jamás han podido hallarlo. No obstante, la leyenda afirma que todos, sin distinción, conoceremos sus páginas. Este libro maldito fue escrito supuestamente por Azrael, el ángel de la muerte en la mitología hebrea.
En ese contexto, la misión de Azrael es conducir a las almas de los muertos hacia el salón divino donde serán rigurosamente juzgadas; tarea que comparten numerosas criaturas mitológicas, por ejemplo, Caronte o los Psicopompos.
La historia de Azrael es elusiva, al igual que su libro. Los musulmanes lo conocen como Abu Yaria; los persas como Mordad, aunque su verdadero nombre proviene del árabe Izrail, que significa "El que ayuda a Dios".
Este título ominoso tiene una razón concreta. Azrael fue el encargado de elegir y llevar el puñado de tierra con el que Dios forjaría a Adán. Por eso se lo conoce como "el ángel de la muerte", justamente por ser el vehículo por el cual lo eterno fue confinado, siquiera momentáneamente, en lo finito.
El libro de Azrael es una especie de pergamino o rollo que contiene los nombres de todos los seres humanos que fueron y todos los que serán. Las almas malditas están marcadas en negro, y las benditas, en luz.
Cuando el día señalado para la muerte de alguien se avecina, un fragmento de El libro de Azrael cae, como una hoja marchita, sobre la falda de Dios. Ése es el momento en el que Azrael nos visita, nos enseña nuestro nombre en el libro, y nos escolta hacia nuestro destino.
Semejante tarea posee un grado de responsabilidad insospechada, ya que, con excepción de Dios, Azrael será la última criatura del universo en morir.
Al igual que Caronte en los mitos griegos, Azrael debe esperar el deceso del último humano, del último ángel, para alcanzar su propia destrucción. Pero la función de Azrael excede a la de un mero acompañante de los muertos. Su nombre, recordemos, "El que ayuda a Dios", le añade otras ocupaciones.
Se dice que Azrael fue el primer ángel en estudiar a fondo la naturaleza de las almas humanas. El resto de los ángeles no entendían la disposición que Dios había diseñado para ellas; y aún más, hasta su llegada, los ángeles solo sabían que las almas de los bondadosos llegaban al cielo, pero desconocían su destino posterior.
Este profundo examen del alma humana le permitió a Azrael ocupar un rol protagónico en la administración y el cumplimiento de los designios divinos. Aprendió a rastrear a las almas extraviadas, algo que ningún otro ángel era capaz de hacer.
¿En dónde se encontraban estas almas perdidas?
Los mitos no dicen mucho al respecto. Solo sabemos que el alma, cuando el peso de su naturaleza humana todavía es demasiado denso como facilitar la ascensión, tiende a descender hacia una región inferior, un sitio abandonado, vacío, un reino de miseria y aislamiento.
Este reino fue el lugar de destino para los Ángeles Caídos, es decir, el infierno, antiguamente conocido como Sheol entre los hebreos.
Allí también perecieron, en número asombroso, Azazel y sus ángeles caídos, junto a los Nephilim, los hijos híbridos de los ángeles y las mujeres humanas que asediaron al mundo durante las Guerras Celestiales.
Las constantes correrías de Azrael despertaron recelos y sospechas infundadas en los ángeles. Nadie entendía por qué Azrael elegía estar lejos del cielo, rastreando almas y desencadenándolas de las regiones inferiores.
En cierto momento se creyó que Azrael rechazaba su sitio en el coro celeste, y que sus constantes salidas escondían propósitos nefastos.
Lo cierto es que Azrael fue puesto a prueba, y por amor a la humanidad abandonó para siempre las comodidades del cielo para continuar su misión. Nunca dejó de adorar a Dios, pero el resto de los ángeles vindican lo contrario. Saben que Azrael está vivo, pero su nombre ya no se pronuncia entre ellos.
Se dice que Azrael y sus ayudantes tienen cuatro misiones concretas:
- Dispersar a los demonios para que las almas alcancen su destino.
- Cazar las almas que pertenecen al infierno y destruirlas, si es que han logrado escapar
- Dirigir a los humanos durante la muerte.
- Rastrear a las almas que, pasado un tiempo en el infierno, han obtenido el perdón.
Ahora bien, para que Azrael pueda entrar libremente en el infierno debió negociar una tregua con Satán y sus devotos.
Nadie sabe realmente cuántas almas ha salvado, o cómo las rescata del Infierno, ni siquiera se conoce el sitio a dónde son depositadas, si al cielo, a la reencarnación, o al olvido.
Llegará el día, terrible y cifrado en un pergamino antiquísimo, en el que todos nosotros descubriremos el rostro de Azrael y las regiones ignotas que nos tiene reservadas.