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viernes, 16 de octubre de 2020

El Viejo Hospital

Despiertas en una habitación de hospital y ves que hay una ventana. Tras mirar por ella, corroboras que todo sigue normal: una calle, una parada de autobuses, personas, pero te preguntas: “¿Qué me pasó? ¿Qué hospital es este?”.

No recuerdas nada, lo cual es frustrante. Te levantas, puedes ver que tu ropa luce desteñida. “Es normal”, piensas. “Es ropa de hospital”, dices algo confundido.

Tomas la iniciativa de salir de la habitación. Abres la puerta, la cerradura está algo oxidada, pero qué más da, es un hospital público. Deduces esto, pues tu cama no es la única de la habitación. Tras salir, puedes ver un pasillo con blancas luces, algunos fluorescentes están parpadeando.

Se te hace extraño el hecho de que el pasillo está totalmente vacío… Sientes cierto pánico. Al final del pasillo, divisas un ascensor, caminas hacia él y llamas. Tras esperar un par de segundos, escuchas el típico "tin-ton" del ascensor, la puerta se abre y miras a un sujeto con bata. Asumes que es doctor.

–Emm, disculpe, doctor, no sé qué... –pero el doctor ni se inmuta. Entras en pánico –¡Esto no es normal! ¡Dios! ¿Qué hago aquí? –Tomas el ascensor…

...

Despiertas en una habitación de hospital. Te duele la cabeza, miras por la ventana. Observas a un grupo de personas esperando el autobús, entras en razón y te apegas a la ventana. Hay menos personas que al principio, no sabes lo que está sucediendo, pero es mejor no entrar en pánico, posiblemente sea un deja-vú. Sales de la habitación, puedes mirar el pasillo, las luces fluorescentes parpadean más. Caminas hasta el ascensor y llamas.

...

Despiertas en la habitación de un hospital. Tu cabeza duele más. Te sientes cansado, como cuando te resfrías. Miras por la ventana y es de noche. Solo queda una mujer en la parada de autobús, tiene un vestido de noche, es rojo. Entras en razón y corres, solo eso puedes hacer. Miras una silla de ruedas, la tomas y sales al pasillo e intentas romper la puerta de las escaleras en un intento desesperado por salir de la habitación. ¡Bingo! La puerta se abre y sales camino a las escaleras.

...

Despiertas en una habitación de hospital. Tu cabeza duele mucho más que antes y te sientes aún más cansado, ya te cuesta levantarte. Miras por la ventana y ves a esa mujer… Recuerdas que estuvo en cada momento en que miraste a través de la ventana. Sales de la habitación, caes.

...

Despiertas en la habitación de un hospital, ya no puedes levantarte, te cuesta respirar. Miras a tu alrededor y observas a una mujer con una cara muy demacrada y el vestido rojo. Cierras tus ojos.

...

Despiertas en la habitación de un hospital. Sientes unas manos muy frías recorriendo tu rostro. Ya no puedes respirar, solo divisas el color rojo. Lo último que recuerdas fue el momento en el que te acostaste en tu suave cama…, y luego cierras tus ojos y sientes cómo la vida se escapa de tu cuerpo.

...


Calificación:

domingo, 11 de octubre de 2020

El Fungus Bestiae

—Entonces… ¿me contará lo que pasó?
—No lo sé, tal vez si comiera un poco más… usted todavía no cree en mí y eso me ofende, pero si comiera un poco más vería lo real que puedo ser. 
—Me cuesta creer en un ser de sus características, Sr. Fungus Bestiae…, un hombre de ciencia como yo no cree en monstruos; siempre pondré la lógica delante de la ficción y lo más lógico es que después de haber comido esa planta usted sea sólo una ilusión. Además, luego del tan deplorable final que le proporcionó a mi paciente, ¿por qué debería yo confiar en usted?
—¡Ah! Qué pobres son sus argumentos, mi estimado, pues el hecho de que su trabajo intervenga en esta discusión tiene el efecto contrario al que me ha comentado. Su curiosidad es sólo tan infinita como su necesidad de satisfacerla.

El rostro del psiquiatra Inglés, el doctor Freak Ettummater, se encendió de repente haciendo que su cara de 66 años luciera dos décadas más joven. Él sabía muy bien que las palabras de la criatura delante suyo eran ciertas, después de todo fue su propio subconsciente quien la diseñó. El cuerpo del producto de su atormentada mente era el de un ciempiés de varios metros de largo y aproximadamente medio metro de ancho; éste terminaba en siete hombros que rodeaban un cuello muy corto que a la vez sostenía la cabeza de un payaso decrépito. Lo más curioso eran sus siete brazos, todos diferentes, pero todos humanos: el primero parecía pertenecer a una mujer muy hermosa y sus uñas estaban pintadas de un rojo intenso; el segundo era obeso y estaba muy transpirado; el tercero tenía varios relojes, pulseras, anillos y otras joyas; el cuarto era delgado y de mal aspecto, como si ya no sirviera para nada; el quinto estaba tensionado y portaba un cuchillo; el sexto tenía las uñas muy largas, y el séptimo tenía un anillo de diamantes que transmitía una elegancia y belleza extrema.

Astutamente el doctor trató de averiguar de qué se trataba aquella alucinación, retando al monstruo.

—No me arriesgaré a tener el destino de su primera víctima.

—¿Piensa que no puedo doblegar su voluntad? Es precisamente esa estupidez del hombre que lo lleva a la salvación. Aquello que le ofrecí a su difunto paciente fueron los secretos sobre el porqué de la existencia del hombre.

—¿El porqué de la existencia del hombre?

—Así es, pero no voy a responder más nada.

—¿Por qué no?

—Porque ambos sabemos que usted ha mordido el anzuelo, y quiere saber más. Tampoco llegó hasta aquí para darse la vuelta, ¿o sí?

Freak recapacitó, estaba siendo dominado por su mente y su deseo. Lo que era una prueba de investigación riesgosa empezaba a convertirse en un experimento que se salía de control. El viejo inglés comió otro pedazo del fruto azul que había bautizado Fungus Bestiae, nombre con el que luego su mente apodó a la criatura de siete brazos, ansiosa por continuar.

—Después de que probara el fruto de la planta que él mismo sembró para desafiar a la realidad y aislarse en otra que fuera más adecuada a sus gustos, pude hacerme presente en la mente del desafortunado individuo. Le ofrecí al hombre conocimiento sobre una verdad que sólo yo sé, pero él la rechazó desde un principio argumentando que no buscaba conocimiento, que él se drogaba para saber nada del mundo real. Por eso tuve que hacer un esfuerzo mucho más arduo del que hago con usted, tuve que hacer de la realidad que plantea este fruto una agradable y placentera para que mi víctima se hiciera adicta a mí. Así llegó el momento cuando ingirió lo suficiente de la planta como para que yo pudiera matarlo, contándole esa verdad que ningún humano tiene que saber.

—¿Y por qué quiso matarlo?… ¿Por qué quiere matarme a mí?

—Porque soy el fruto prohibido, soy venenoso, lo que ve usted es sólo una alucinación que le provocó el Fungus Bestiae, ¿recuerda?… La diferencia con los venenos comunes es que mi forma de matar es, me atrevería a decir, más artística. Ahora así como después de escuchar esa insoportable verdad mi presa se suicidó, usted correrá el mismo destino, mi estimado doctor; sabemos que no va a poder resistirse al saber lo que le ofrezco.

—De aumentar la dosis moriré. No seré tentado por una alucinación, por más real que sea.

Entonces la bestia se acercó al anciano, sigilosa y elegantemente hasta quedar frente a frente con él, y al hacerlo lo tocó con el primer brazo, el brazo de mujer.

Apareció frente al psiquiatra una mujer desnuda cuya belleza carnal alcanzaba los límites de la imaginación, era tal el deseo que provocaba que incluso en un hombre de su edad pudo despertar la más ardiente lujuria en su corazón. La mujer abrazó y besó al doctor en la boca, para luego invitarlo a comer del fruto.

Pero reaccionando dijo a la bestia, muy calmadamente:

—No caeré bajo este truco sucio.

—Tendré que seguir jugando.

La bestia extendió su segundo brazo, el gordo y transpirado, rozándole el estómago. Acto seguido Freak cayó de rodillas y comenzó a llorar del hambre. Fue como si su estómago se vaciara por completo y sus entrañas le suplicaran por algo de comer.

Desvergonzadamente el fruto fue puesto donde no podía escapar de su mirada. —Es usted malévolo, pero no voy a comer más.

—En lo primero acierta mas no en lo segundo. Sólo estoy atormentándole antes de que llegue el golpe de gracia que le hará dejar de existir. Aunque tiene su lado bueno, para un científico es alucinante esto que le está pasando y le va a pasar.

Fungus Bestiae alzó el tercer brazo y lo tocó en la cabeza, con lo que la vista de un enorme palacio de oro se presentó ante los ojos del doctor. Cada partícula era reflejada de la forma más hermosa en toda sala del edificio.

Mientras el anciano se maravillaba Fungus Bestiae lo tocó con el cuarto y el sexto brazo, el delgado y el de uñas largas. A la imagen del castillo se le sumó la de un atardecer que transmitía paz y una sensación de tranquilidad y cansancio. El castillo abrió sus puertas y dejó ver un interior acogedor y lujoso; dentro había manjares capaces de saciar tres veces el hambre que el segundo brazo le provocó, acomodados alrededor de una enorme cama sobre la cual esperaba la mujer de la primera alucinación. Freak se encaminó casi corriendo hacia la entrada del recinto, pero cuando la estaba por cruzar un hombre mucho más alto, joven y fuerte que él lo apartó de un puñetazo en la oreja, tirándolo al suelo y haciéndolo chillar del dolor.

Fungus bestiae se le acercó sigilosamente por detrás y tocó con el quinto brazo, aquel con el cuchillo. El ya irrecuperablemente confundido doctor miró con odio asesino al hombre que ahora besaba a la mujer dentro del castillo.

—Coma un poco más y le daré el poder para matarlo… Tendrá todas sus pertenencias, si sólo prueba un bocado más.

—Tuvo razón, esto ha sido un gran espectáculo, pero debe saber que soy bastante más inteligente que mi paciente, y por sobre todo, más inteligente que usted. No podrá tentarme porque aquí soy yo quien realmente tiene el poder.

El monstruo comenzó a reírse a carcajadas, su enorme sonrisa parecía de victoria. Con un movimiento elegante de los seis brazos ya usados hizo desaparecer toda alucinación y sensación en Freak, y una vez que éste se reincorporó, con el séptimo brazo lo tocó en la sien.

Entre un gesto de elegancia y una sonrisa triunfante el doctor habló:

—Conque se ha rendido ante un cerebro humano como el mío. Era de predecir su derrota pues yo preparé este experimento y concluí que si no me dejaba llevar por los efectos de esta patética alucinación, nada podría pasarme. Ninguna droga podrá ganarme. Lo decepcionante de todo esto es que pensaba encontrar algo de utilidad en el Fungus Bestiae, pero sólo es otro alucinógeno para hippies.

—Oh doctor, tiene usted toda la razón, yo no puedo hacerle ningún daño a alguien como usted. Por favor, permítame contarle el secreto, es más que digno de saberlo.

—Adelante…

—Siento molestarlo, pero sabrá entender… no puedo confiarle este saber si no come un poco más del fruto.

—Entiendo, probaré un poco más.

El anciano comió un generoso pedazo de la planta y cerró los ojos. Cuando los abrió, vio al ciempiés partiéndose de la risa en el suelo, parecía que iba a desmayarse de la risa, una risa de humor sincero, ni malicioso, ni sarcástico.

Casi sin poder respirar el Fungus Bestiae pasó a decir:

—Sus emociones no existen, son sólo una ilusión, no más real que ésta. Son el instinto que les llevan a hacer las cosas como la naturaleza lo indica. La felicidad es un chiste, otra ilusión más para llevarlos a proliferar su especie. Todo lo que hacen y todo lo que creen es falso: todo lo hacen para que la especie humana crezca, directa o indirectamente; pero lo más gracioso, es que esto no tendrá nunca una recompensa ni una razón.

»No tienen un fin real por el cual hacen todo lo que hacen, puesto que su mente y la forma en la que se comportan siempre serán el producto de un instinto natural, de una reacción química que así como lleva a los átomos a atraerse entre sí para crear una molécula y a su vez lleva a éstas a convertirse en vida, los seres humanos son atraídos entre sí por ninguna otra razón más que la casualidad.

»No hay diferencia entre vivir y morir; vivir no es bueno ni malo, es lo que es y no importa si sientes placer o no, al fin y al cabo son reacciones químicas dentro de un pedazo de carne… Ya sabe la verdad, es usted Dios.

Y con una carcajada, se desvaneció.

Freak Ettummater, implacable y sin sentimiento alguno, se inyectó una cantidad de morfina suficiente para dormir a un elefante. Se recostó en el suelo y mirando el techo se puso a esperar lo que, ahora que conocía la verdad, ya no era un final ni un principio, sino parte de la eterna renovación de la materia.

Así se fue Freak Ettummater, sin placer ni dolor. Así es como nos iremos todos…



Calificación:

lunes, 5 de octubre de 2020

Los niños del Ferrocarril

Cuenta la leyenda que un autobús escolar se detuvo sobre las vías del tren en un paso a nivel. Su conductor estaba tan borracho que no se dio cuenta de dónde había aparcado, mientras bajaba a orinar. Por desgracia, a los pocos segundos, un tren de mercancías, que circulaba a gran velocidad, chocó contra el bus, matando a todos los niños que había dentro. Los pobres angelitos casi ni se dieron cuenta. Se dice que desde entonces sus almas sin descanso penan en ese mismo punto, deseando cobrarse la vida de quien les dejó a su suerte por influjo del alcohol.

Cualquiera que se detenga por la noche en el paso a nivel del tren con la luz en rojo sufrirá su ira. Decenas de pequeñas manos invisibles empujarán su coche hacia la vías, donde serán aplastados por el tren.

Los más afortunados podrán acelerar su vehículo y escapar a tiempo, pero los espíritus de los infantes impedirán a cualquiera que haya bebido o esté borracho escapar con vida. Según los testimonios de los pocos supervivientes, a veces, cuando los cristales de los coches están empañados, se pueden ver sus manitas apoyándose en el cristal mientras te empujan a tu muerte. Otros dicen haber escuchado las voces y lamentos de los niños mientras permanecen en el sitio.


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martes, 22 de septiembre de 2020

El aula 2°B

En un pequeño pueblo de España, más concreto, en Andalucía, muchos alumnos que habían acabado sus estudios de Primaria entraban al instituto de Secundaria IES Alminar. Este contaba con cuatro cursos, los cuatros catalogados con las letras: A, B, C y D.

El instituto nunca había sufrido ningún acontecimiento que lo obligase a ser clausurado, o eso hacen creer a los jóvenes que tratan de lograr una enseñanza básica a su nivel. Sin embargo existe una "leyenda" que los profesores más veteranos, junto al director, han querido mantener en secreto.

Todo comenzó un caluroso día de verano, casi al final del trimestre.

Una joven de segundo curso, sector B, comenzaba su día como cualquiera, dirigiéndose a su clase. Pasó la primera lección y sintió ganas de ir al baño.

Pidió permiso al profesor y fue a los lavabos. Pobre chica...

El baño de mujeres no era nada del otro mundo, puertas de metal y pareces de azulejo. Hacía un calor horrible.

Abrió la puerta del último lavabo y se cerró tras ella. Al terminar intentó abrirla, fallando en el intento. Aporreó la puerta, pero lo único que recibió fue una quemadura debido al calor intenso. Comenzó a alterarse, el calor se apoderaba de ella.

¿Cómo terminó?

La encontraron pegada a la puerta, su piel se había incrustado en esta.

Al retirar el cuerpo, se pudo escuchar el sonido de la carne despegarse y desgarrarse poco a poco. El olor era vomitivo. Sus huesos eran visibles y su sangre se quedó cuajada debido al intenso calor de los urinarios.

Muchos dicen que aún hay marcas en la puerta de ese lavabo, de sus manos y su rostro, y que si te encuentras allí en verano podrás ver a la chica.

Yo nunca he entrado a esos lavabos, me limito a no pasar por la zona.

¿Ustedes entrarían?


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lunes, 10 de agosto de 2020

Solo quería su corazón

Cada mañana al despertar, precisamente a las seis de la mañana, Matías se asomaba por la ventana de la habitación para observar a su vecina Nicole, una muchacha muy hermosa de cabellos dorados y con un bello rostro angelical, la chica que todo joven desearía tener como pareja.

Ella solo duerme mientras él la admira con un profundo deseo, se mantiene oculto tras las cortinas con las luces apagadas y la mirada fija en la ventana del frente, espera que la alarma de su reloj rompa la calma y la despierte de sus sueños a las seis y media, como todos los días. Esa es la señal para que el joven se retire de su acecho.

Ambos asisten al mismo colegio, son buenos amigos y se visitan con frecuencia. Sin embargo, durante todo el tiempo que lleva conociéndola, nunca se le ha ocurrido cómo expresarle sus sentimientos. Las dudas lo invaden ante las posibilidades de rechazo y de resistencia a su deseo; le es inevitable pensar que su amistad podría arruinarse.

Un día de tantos, Matías se decide a cumplir su cometido. Sus padres no se encuentran en casa y Nicole lo visita, él la invita a su recámara, y ella accede pensando que platicarán de asuntos triviales. Mientras la hermosa niña entra al cuarto, el joven cierra la puerta tras de sí, ocultando un cuchillo en su cintura.

En silencio, antes de que ella voltee, se le lanza como predador a su presa. La apuñala repetidas veces en la espalda. De sus heridas mana aquel cálido líquido que solo ha visto en sus ilusiones, en el sinfín de ideas que han revuelto su mente cada mañana, cada media hora que la ha contemplado. Nicole trata de respirar sin conseguirlo. Sus ojos se cierran, y su mirada se apaga. El cansancio azota su ser hasta que su cuerpo queda inerte.

Agitado, Matías solo la observa y jadea. Quiere verle el rostro a quien le ha arrebatado la vida. Ha perdido su belleza. Se está hinchando. No sonríe más. La saliva que cae de sus labios toca el suelo y se entrevera con el mar rojo que despierta sus deseos más salvajes.

Toma un martillo que ha ocultado bajo su cama. No puede esperar a conseguir lo que busca. Se sienta sobre su estómago, y golpea repetidas veces su esternón con el acero.

Siente éxtasis y fascinación por la hermosa escena. Desgarra sus prendas con el cuchillo. Su camisa rosada y su sostén han adquirido un tono escarlata. Sus senos se han deformado. Sangre se ha acumulado en su piel.Clava la hoja y troza su pecho. Lo asierra con los dientes del filo. Lo encuentra. Sonríe. Después de todo, solo quería su corazón, para que nadie más pudiese tenerlo.

“Siempre buscamos el corazón de la persona que amamos. Y nuestro mayor miedo es que otro nos lo pueda arrebatar”




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domingo, 9 de agosto de 2020

La oscuridad de tres días

Esto sucedió a las 3:42 p.m. El mundo descendió hacia una oscuridad súbita y absoluta.

Resultó en caos. En nuestra oficina pequeña del décimo piso, nos reunimos entre la negrura ominosa esperando la luz. Había una televisión en la sala de descanso y alguien halló el control remoto, usando la memoria de nuestros dedos nos las arreglamos para cambiarlo al canal de noticias.

Por un largo tiempo, solo hubo silencio. Entonces, a través de la oscuridad aparentemente infinita, surgió una voz. Una locutora, buscando su escritorio valientemente y tratando de reconfortar a sus televidentes, nos habló con voz suave y temblorosa. Ellos tampoco tenían idea de qué estaba sucediendo, pero indiciaron que debíamos conservar la calma, y permanecer juntos en medio de los reportes de individuos desapareciendo en la oscuridad, alejándose de sus amigos y familia, perdiéndose o topándose con el peligro.

Pasamos los siguientes tres días en la oficina localizando nuestras posesiones en la oscuridad y logrando comer y dormir con comodidad relativa, a pesar de la sensación de que estábamos congelados en algún tipo de universo alterno.

Entonces, exactamente 72 horas después de que la oscuridad llegó, el manto se alzó. Nuestros ojos ardieron por la luz súbita, pero nos adaptamos dentro de poco y concordamos en que deberíamos dirigirnos al piso de abajo, como grupo, e ir afuera.

Mientras descendíamos por las escaleras, nos recibió un olor. Nauseabundo. Supe inmediatamente lo que era, y, reticente, giré por la última intersección de la escalera pensando que quizá alguien se había caído y había muerto por sus heridas. Estaba equivocado.

Creo que solía ser una mujer, pero no puedo estar seguro. Había sido desollada y eviscerada, pero no sé en qué orden. Cada centímetro de su piel estaba ausente, pero sus ojos y dientes permanecían, convirtiendo su cadáver en un monstruo contemplativo y sonriente.

No fui el único que vomitó. Necesitando escapar de ese panorama, irrumpimos hacia el vestíbulo por la entrada principal, y nos congelamos. Cuerpos sin piel estaban esparcidos a lo largo del pequeño vestíbulo. Eran casi quince, según el cálculo con el pequeño vistazo que les dimos. No teníamos la intención de quedarnos por mucho tiempo; sin embargo, descubrimos que las puertas del vestíbulo estaban aseguradas y no podíamos quebrar el vidrio.

Alguien —no recuerdo quién— tuvo la idea de dirigirnos al cuarto de seguridad y ver si podíamos pedir ayuda por la radio. Seleccionando cuidadosamente nuestro trayecto por los cadáveres con estómagos revueltos, hallamos el cuarto de seguridad abierto y a su guardia desollado. Luego de un acuerdo mutuo, retiramos el cuerpo y nos encerramos.

Mientras que uno de nosotros trataba de establecer contacto, los demás comenzamos a ver las grabaciones de seguridad del vestíbulo de los últimos tres días. No pudimos creer lo que vimos.

No estuvo oscuro en lo absoluto: nos habíamos quedado ciegos. Y mientras estábamos ciegos, ellos habían llegado.

Sombras negras humeantes y fibrosas; sin rostro, solo ojos. Ojos extraños y resplandecientes.

Estaban desollando a las personas y vistiendo sus pieles como disfraces.

Sintonizamos la grabación de seguridad de nuestro piso, y observamos horrorizados cómo caminaban entre nosotros sin escoger a nadie. Hasta este día, no sé por qué lo hicieron. En cierta medida, se habían reunido para observarnos, pero partieron dentro de poco y causaron estragos en la oficina del piso de arriba.

Fuimos rescatados días más tarde. No obstante, el mundo descendió a la insania en el transcurso de las semanas siguientes. Todos sabían acerca de los desollamientos, acerca de los impostores; pero nadie sabía quién era real y quién no, hasta que fue muy tarde. Sin confianza, los humanos no pueden sobrevivir lado a lado.

Permanecí con dos de mis colegas, quienes sabía que no cambiaron. Reunimos equipo para acampar y tomamos la decisión de movilizarnos hasta el área arbolada afuera de la ciudad para mantenernos alejados de la sociedad, ahora que se estaba tornando más y más volátil.

Lo teníamos todo planeado, y atesorábamos grandes expectativas sobre la recuperación de la humanidad.

Entonces nos despertamos una mañana y estábamos ciegos de nuevo.

Tres días más tarde, la luz regresó, y me encontraba con mis dos amigos… y un cadáver.





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viernes, 24 de julio de 2020

Las Patatas

En una pequeña ciudad de España, un padre dueño de un pequeño bar contrata a su hijo en verano para que le eche una mano con los turistas que llegan por montones al pueblo en esas fechas.

El joven no es muy trabajador, de echo es bastante despistado por lo que su padre le encomienda pocas tareas y todas ellas bastante fáciles.

Una tarde-noche con el bar aún vacío el padre debía ausentarse por una media hora, así que dejó de encargado del bar a su hijo. No había nadie por lo que su única tarea era prestar atención a una máquina freidora que estaba preparando unas papas. El joven le dice que no se preocupe, él se fijará en el encargo mientras sea necesario, pero viendo un partido de fútbol que transmitían por la tele se olvidó. 

Pasados unos momentos suena su teléfono y al contestar escucha una voz que le recuerda: "vigila la freidora" y cuelga. El chico pensó que era una broma de su padre que había asumido que se le habían olvidado las patatas, pero aún era pronto para ir a verlas, por lo que sigue mirando el partido. Pocos minutos más tarde vuelve a sonar el teléfono, contesta solamente para descubrir que es la misma voz con la misma advertencia.

Aún no es hora de sacar las papas, pero alertado por esas dos extrañas llamadas de teléfono, decidió ir a ver lo que pasaba. Una vez delante de la freidora se dio cuenta de lo que advertía el hombre. Al levantar la cesta de las patatas descubrió la cabeza de su padre a medio freir.



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miércoles, 22 de julio de 2020

El Sonido de las Campanas

Adolfo siempre fue una persona muy solitaria, y aunque le gustaba conocer lugares nuevos y relacionarse con otras personas, lo cierto es que por alguna extraña razón nunca consiguió mantener una amistad duradera. Quizás se debía a su temperamento o directamente a que no llegaba a encontrar la persona adecuada con la que congeniar.

Esa fue quizás la razón por la que finalmente decidió olvidarse de las amistades y se dedicó a sacar el máximo tiempo posible para ir conociendo los lugares más asombrosos que había en su entorno.

Ya llevaba varios años viajando y conociendo los rincones más bonitos de su país, pero hacer estos viajes solo comenzaba a ser algo aburrido, además de que al llegar a casa no tenía a nadie con quien compartir estas nuevas experiencias.

Un día acudió a un viejo pueblo que llevaba abandonado desde el final de la Guerra Civil, un lugar que sorprendía no ya sólo porque había quedado alejado de la mano del hombre hacía ya muchos años sino también por su aspecto ruinoso y la sensación de que todos aquellos que fueron fusilados todavía permanecían allí en espíritu.

Y esto lo empieza a creer cuando cada vez que llegaba oía el sonido de las campanas, apenas unos minutos antes de entrar con su coche a la calle principal. Al principio pensó que se trataba simplemente del viento que mecía la campana, pero no tardó mucho en dirigirse a la torre de la iglesia y observar que realmente era imposible que la campana sonase, puesto que la cuerda se había acabado rompiendo y la campana estaba depositada en el suelo.

Fue en ese mismo instante cuando se dio cuenta de que por fin había conseguido encontrar a los verdaderos amigos que siempre había estado buscando.



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domingo, 19 de julio de 2020

Mala niñera

Todo ocurrió muy rápido, exponencialmente rápido.

Primero aparecieron en las noticias, al minuto siguiente estaban caminando por los pasillos y habitaciones del hospital en el que trabajaba. Podía ver las calles inundadas por los muertos vivientes, sus destrozados rostros demandaban almas, sus gemidos eran la melodía del fin del mundo.

Tenía que salir de aquí antes de ser la siguiente, si pudiera llegar hasta la ambulancia al menos tendría una posibilidad de escapar de esta ciudad. Llegué tan rápido como pude a la unidad prenatal y rescaté a todos los bebés que pude, no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir aquí solos. Los coloqué en una larga camilla, abrí las puertas y corrí lo más rápido que mis piernas me permitieron al ascensor. 

Podía escuchar como ellos se alimentaban y luego los vi en las habitaciones, no se cuantas veces apreté el botón del elevador suplicando que llegara rápido. Una de esas cosas se percató de mi presencia y se abalanzó sobre mi. Sin pensarlo mucho tomé uno de los bebes de la camilla y se lo lancé. El zombie se detuvo para devorarlo mientras la criatura chillaba. Las puertas del ascensor se abrieron a mis espaldas.

Sería una carrera salvaje y difícil hasta la ambulancia, pero gracias a dios aún me quedan cuatro bebes.



Calificación:

sábado, 11 de julio de 2020

Caracol Cónico

"Cuentan que en Australia hay una especie de caracol que si te inyecta su veneno, te da el tiempo suficiente para fumarte un cigarrillo antes de morir".

Así comenzaba la carta de un tal señor "C", en la cual solo con esa frase había captado toda mi atención. Sostenía la carta a pocos centímetros de mi rostro y ahora que la tenia en mis manos era incapaz de seguir leyendo ¡Cuánto esfuerzo me costó encontrarla!
Ansioso por buscar información de un terrible accidente (100 personas muertas sin ningún motivo aparente), me encontré con esta carta escrita por el único sobreviviente del acontecimiento, que casualmente había muerto unos días antes de mi llegada a aquel pequeño pueblo de Australia.

Parecía que el pueblo quisiera deshacerse de la carta que quedó abandonada en la habitación donde el señor "C" murío, como un cadáver podrido. No podía creer que yo, un periodista que nunca creyó en estas supersticiones me asustara con lo que el breve escrito pudiera contener, pero entonces me convencí de que cuando se comienza un trabajo hay que terminarlo hasta el final. Totalmente dispuesto a seguir leyendo, me senté en la cama de la habitación y comencé a sentir ese placer que siempre me había provocado seguir el ritmo de las palabras.

"Cuentan que en Australia hay una especie de caracol que si te inyecta su veneno, te da el tiempo suficiente para fumarte un cigarrillo antes de morir". Volví a leer en voz alta, como si intentara convencerme de que sólo eran letras escritas en un papel, aunque aún hoy no puedo evitar que me deje sin habla.
"En Australia hay una especie de caracol, el caracol cónico Conus Magus, de los cuales hay algunas razas que son capaces de matar a una persona en poco tiempo. Estos caracoles constan de una especie de sifón, algo así como un cañón biológico que lanza un dardo cuando el caracol detecta a una víctima en su radio de acción. En realidad este dardo es una especie de diente, que al clavarse en la carne de su presa libera una poderosa toxina la cual tiene el efecto de un relajante muscular que funciona con tanta eficacia que las víctimas son incapaces de mover el diafragma para respirar, por lo que fallecen al poco tiempo de haber tenido contacto con el veneno.
Uno de los lugares donde se pueden encontrar en abundancia es en la gran barrera de coral, por lo que únicamente suponen un riesgo para los submarinistas que desean coleccionar sus conchas, no obstante la corriente puede arrastrar a algunos ejemplares y llevarlos hasta la costa.
Cuando todo ocurrió me encontraba en las famosas playas de Australia, disfrutando de un tiempo que pesar de los pronósticos había resultado ser excelente. Hubo lo habitual: un aviso de tiburones y otro de medusas, un escalofrío me recorrió al escuchar la voz en la radio, que hablaba con un tono demasiado cordial para el tema que estaba tocando, aunque en un instante volvió a invadirme el placer al recordar que estaba solo en un hotel con mi amada. Podía sentir el sabor de su carne en mis labios, un calor intenso pero agradable se extendía por mi cuerpo, mientras rozaba con suavidad el suyo. Le pedí que se quitara el anillo de bodas para poder sentir el contacto de todo su cuerpo, me sentí muy complacido al notar que su dedo mostraba una débil marca en el lugar del anillo, más tarde se convertirán en las marcas que usualmente tiene en el dedo una esposa.
Cuando salió el sol sentí muchos deseos de quedarme en la cama, pero le había prometido a mi esposa que visitaríamos las playas de ese maravilloso país. En ese entonces la playa no estaba repleta de turistas, solo había algunos surfistas montando las olas y era la hora perfecta para disfrutar de la tranquilidad del mar, ella me susurro con un hilo de voz que nos marcháramos a un lugar más solitario de la playa y no pude negarme.
Nos fuimos a un pequeño sector de la playa donde las olas a penas alcanzaban los 50 cm. Ella se fue a bañar en el mar y yo me quedé tumbado en la arena mientras encendía un cigarrillo mientras contemplaba cómo ella se iba internando en el mar; me distraje por un momento hasta que noté como el solitario lugar comenzaba a llenarse de gente que aún no logro entender por qué llegó hasta ese lugar.
De repente la cortina de humo que me rodeaba se disipó y vi a mi esposa tumbada en la arena con muchos turistas a su alrededor. Me acerqué corriendo alarmado, pero un hombre me detuvo en medio del camino negando con la cabeza. Entonces me percaté de que mi amada tenía una pequeña marca en el tobillo, a penas recuerdo lo que me explicaron en ese momento, solo después los forenses me pudieron dar a entender lo que por no llamarlo de otra forma, diré que fue un accidente.
Recuerdo que como pensé que no tenía otra cosa que hacer mientras la angustia me consumía y veía a todos aglomerarse alrededor de mi esposa que yacía tumbada en la arena, creí que de seguro había un médico cerca y que el hombre que me detuvo sabía lo que hacia; saqué un cigarrillo para relajarme un poco, cuando me lo terminé noté que había un extraño silencio. Todavía algo conmocionado miré a mi alrededor: todos estaban muertos". 

C.


Calificación:

jueves, 25 de junio de 2020

Operador del 911

—Novecientos once, ¿cuál es su emergencia?

Sí, hola. Eh… Esto sonará extraño, pero hay un hombre caminando en círculos en el patio frontal de mi casa.

—…¿Podría repetir eso, señor?

Se ve… enfermo, o perdido. O ebrio, o algo. Me desperté para tomar un vaso con agua y escuché pisadas sobre la nieve cerca de mi ventana frontal, así que di un vistazo… Lo estoy viendo ahora mismo, está a unos diez metros de mi ventana. Algo no está bien.

—¿Cuál es su dirección, señor?

1617 Quarry Lane, en Pinella Pass.

—Voy a enviar una patrulla hacia usted, pero se encuentra un poco alejado. ¿Está solo en su casa, señor?

—Sí, estoy solo.

—¿Puede asegurarse de que todas sus puertas y ventanas estén cerradas? Quédese en el teléfono conmigo.

Sé que mi puerta frontal definitivamente está cerrada, pero iré a revisar mi puerta trasera de nuevo. Aprecio mucho su ayuda, por cierto. Sé que todo esto debe ser un tanto raro, pero espero que…

—¿Señor? ¿Sigue ahí?

Está… Aún está en el patio frontal de la casa, pero está… Qué mierda… Está de cabeza…

—¿Señor? ¿Qué está sucediendo?

Me está viendo… pero está… ahora se está parando con sus manos. Está perfectamente inmóvil, viendo directo hacia mí. Está haciendo un paro de manos y está sonriéndome sin moverse.

—¿Es… Está haciendo un paro de manos, señor?

No… No sé por qué… Sí, me está mirando y está parado con sus manos. Tiene una sonrisa inmensa y está perfectamente inmóvil… Pero qué CARAJO… Por favor, manden a alguien aquí AHORA.

—Señor, necesito que permanezca en calma. He dado el aviso y una patrulla va en camino.

Sus dientes son enormes… Qué mierda. Ayúdeme, por favor…

—Señor, quiero que intente mantener un ojo en él, pero asegúrese de que su puerta trasera esté cerrada. ¿Puede confirmar que su puerta trasera está cerrada sin dejar de hablar?

Está bien… Ahora estoy caminando hacia atrás y lo mantengo en mi vista… Ahora mi mano está en la perilla… Está cerrada. Necesito revisar el cerrojo, así que voy a apartar la mirada por un momento.

—Está bien, señor. La ayuda va en camino. Solo quédese en el teléfono conmigo y todo estará bien.



Su cara. Está contra el vidrio.

—Señor, necesito que hable más fuerte. ¿Qué está sucediendo?

Dejé de verlo por unos segundos y ahora… su rostro. Está presionado contra mi ventana frontal. Sus dientes son inmensos y me está sonriendo… ¿Pero por qué no se mueve, mierda?

—Señor, necesito que vaya al cuarto más cercano y se encierre en él. ¿Tiene algún sótano o habitación en la cual puede encerrarse?

No me deja de observar… Me va a herir…

—Señor, necesito que me escuche. Enciérrese en algún lugar seguro hasta que los oficiales lleguen a su casa. ¿Me escucha?

Eh… sí… sí. Voy a encerrarme en mi cuarto.

—Y está seguro de que está solo en su casa, ¿correcto?

Sí, estoy solo en mi casa. Espere un momento... Se está moviendo... Está moviendo su cabeza... Me está diciendo que no... Puede escucharnos. Me trata de decir que no estoy solo.







—¿Señor? ¿Sigue ahí, señor? Escuché un ruido fuerte. ¿Todo está bien?



—¿Señor?




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lunes, 22 de junio de 2020

Los Muertos no Merecen Muchas Respuestas

La fiesta navidad de los Wilsons ya daba comienzo a su fin; Solamente quedaban cuatro familias. Siendo tan solo las 5 de la mañana el lugar era un desastre, todo cubierto de restos de comida. Era la primer navidad entre familia y amigos. Los padres de cada familia comenzaron a limpiar para arreglar un poco lugar.

De esas cuatro familias, dos vivían a pocas cuadras, lo que les facilitaba el camino a su hogar; las restantes vivían ahí, entre ellos estaba el mejor amigo del dueño del lugar, que por algún motivo al terminar la fiesta su coche dejo de funcionar, así que tuvo que pasar la noche ahí mismo hasta que por la mañana lo llevarán a su casa, todos limpian mientras los niños juegan alegremente. En silencio los adultos hablan a espaldas de otros que por el horario debieron marcharse, los pequeños ya un tanto aburridos decidieron ir con el abuelo, que por cierto fue un ex-combatiente de guerras y tenía muchas historias grabadas en su cabeza. Alfio su nieto favorito ya conocía la gran mayoría de ellas, ya que vivió muchos años en el campo, y con la falta de la televisión solo le quedo escuchar a su abuelo, y eran historias largas y aburridas para un niño, pero cuando un anciano habla ya no se le calla.

Una historia en particular que su abuelo jamás contó rodeo a los niños no tan solo de temor si no de intriga. De pronto los adultos comienzan a sentarse cerca de los niños a escuchar la maravillosa y tétrica historia, nadie se atrevía a contradecir ni una sola palabra del abuelo, tan solo por eso escucharon atentos hasta que le diera el sueño, eso jamas ocurrió. E Abuelo subió un poco el tono de la voz y todo se torno un poco más lúgubre, pues él ya se iba a acostar.

Las luces por algún fallo de la energía comenzaron a parpadear, en el aire se sentía un olor a sangre que llevaba tiempo sin frío.

Entonces fue cuando todos comenzaron a temblar de miedo al ver que de la mesa caía una copa.

— ¿Mierda? Se callo de la nada—dijeron algunos.

— ¡Dios Mio! que fue eso—replicaron los demás.

El abuelo que ya no le temía a nada, les aclaró, no se preocupen por lo que pueda llegar a pasar en este lugar.

Todos se exaltaron menos el abuelo, quien por su rostro sabía lo que sucedía en ese lugar. Los padres intentaban convencer a los niños de que nada malo iba a pasar, pues algo muy extraño los comenzó a torturar...

— ¿Por qué pasa esto? —se preguntaron todos.

—Esto pasa todas las navidades a estas horas, por eso en su niñez las fiestas terminaban temprano—respondió el abuelo con un tono burlón.

— ¿Y Cómo podemos acabar con esto? —gritó uno de sus sobrinos.

—No se puede acabar, solo resta aprender a sobrevivir y ya, no le teman a quien viene a visitarlos-.

—Tío ya comienzas a asustarme—Dijo el sobrino.

Los niños comenzaban a llorar. Hasta que la abrasante noche los puso a dormir, el mejor amigo del dueño que había leído libros sobre espíritus dijo tener la solución.

—Cálmense, yo se como solucionar todo esto y que jamás vuelva a suceder— Dijo el mejor amigo, comenzó a preparar todo lo necesario. Colocó un tablero extraño y le pidió a a su amigo que trajera una copa limpia. El dueño del lugar fue en busca de una copa limpia, fue difícil esa tarea con el desorden de cosas recientemente lavadas.

—Aquí tienes— Dijo un poco intrigado el dueño.

El mejor amigo se posiciono frente a lo que parecía según las películas el llamado juego de ouija pero con una gran copa limpia:

—Aquí sabremos que clase de mal nos acecha.

Todos a una gran distancias menos el abuelo observaban al mejor amigo del dueño interactuar con la copa y el tablero.

Una vez todo listo, el ritual ya daba comienzo. La copa sin que nadie preguntara nada se movió lentamente, formando así el nombre de quien toco el tablero por última vez, Dardo, el mejor amigo del dueño. Todos empezaron a tener piel de gallina en el momento que la copa dio su movimiento, la cual estaba bocabajo. Al estar en presencia de tal acto, todos se inundaron de terror. Entonces Dardo supo que debía comenzar a hacer las preguntas:

—¿Eres alguien malvado?

Sí, fue lo que quedo dicho con la copa deslizándose en el tablero.

— ¿Eres de sexo masculino?

DEPENDE

Todos de repente querían hacer sus preguntas, y el abuelo se levantó de su sofá a intentar a hacer su tan ansiada pregunta.

— ¿Eres habitante del cielo o el infierno?

Del mismísimo lugar al que vendrás.

— ¿Has muerto?

Jamás viví.

— ¿Quién eres en realidad?

Lo que menos crees.

— ¿Estás cómodo ahí?

Sí.

El abuelo que parecía ser el único sin miedo tomo la copa y la lanzó a la pared mas cercana:

— ¡¿Están Locos?!

Y la copa empezó a repararse y a levitar en el aire para luego volver a su lugar de origen.

Todos se sorprendieron al ver que la copa retomaba su lugar en el tablero, esta vez con cada pregunta del abuelo la copa no respondió ante ninguna de ellas. Dardo se acercó a hacer unas preguntas.

— ¿Estás ahí?

Claro que sí

— ¿Por qué no le respondes al abuelo?

Solo respondo pocas preguntas a los muertos

Todos con intriga no supieron que responder ante esa respuesta.

— ¿Te caemos bien?

La copa se detuvo por unos segundos como en duda de su respuesta y respondió:

Me agradan mis presas

Todos se asustaron y corrieron lejos.

—Ya deja eso y vayámonos.

La copa comenzó a moverse y respondió:

No podrán irse
Todos corrieron a la salida y notaron que la puerta estaba cubierta de nieve por fuera, lo que hacía imposible escapar.

—Es la primera vez que nos ocurre esto— gritó pepe el dueño del lugar

— ¿Ya vieron?— le replicó Oscar, su hermano.

—Lo mejor será aguantar hasta el mediodía— Dijo en voz baja Monica.

Todos se fueron a dormir ignorando todo lo ocurrido en su hogar.

Ya el sol inundó la casa con su luz y todos comenzaron a levantarse. Desayunos en familias hay pocos. Hasta que de repente suena el teléfono, nadie quiere acercarse a atenderlo y el tono de mensaje comienza a sonar, -el mensaje del número al que está siendo llamado es:

— ¿Eres alguien Malvado?

— ¡¿Qué?!—Respondieron todos.

—Vayan a ver al abuelo— Dijo una voz rara y macabra.

Todos corrieron a ver al abuelo. En el sofá donde él debía estar solo se encontraron 2 cosas, Una copa y el tablero que usaron esa noche. La copa estaba llena de sangre, debajo del tablero se encontraba una carta arrugada. La carta decía:

Les dije que a los muertos solo les contesto pocas preguntas



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martes, 16 de junio de 2020

La Guillotina

En una tarde de 1879, el asesino más famoso, el hombre más pudiente de Francia, fue condenado a la guillotina, demandado por su hermano por descuartizar a su esposa. Cuando la ejecución era inminente, pronunció sus últimas palabras:

¡¡ASESINARÉ A TODOS MIS DESCENDIENTES, ME CONOCERÁN COMO LA GUILLOTINA!!gritó el millonario.

¡Púdrete vejestorio!! ¡¡Estúpido, egocéntrico!! ¡¡alimaña!! ¡¡que Dios te perdone!!exclamó el pueblo.

Pasaron 40 años desde eso, mis padres me contaron eso cuando era un crío miedoso, al principio pensé que era una broma o una leyenda, pero con el tiempo me empecé a asustar mucho.

Por las noche no podía dormir no me gustaba entrar a lugares oscuros y lúgubres, al pasar el tiempo mi padre murió en un accidente aéreo, estaba tomando un vuelo a Miami, por trabajo y ese avión se estrelló, debido que el conductor estaba tomado, lloré mucho; pero con el tiempo me acostumbre a estar solamente con mi madre.

Luego de eso, cuando tenía 43 años mi madre falleció de vieja, yo estaba solo así que el miedo que tenía de niño no era una molestia, decidí ser escritor de libros de terror, ya que mis ideas eran bestiales, sin saber mucho escribí mi primer libro. Yo cómo protagonista, quería saber que se siente tener miedo, estar atrapado en una casa a oscuras.

Luego de hacer eso, (que si me pegó un susto enorme), decidí hacer un relato acerca de esa historia que me contaron mis padres:

¡¡Astres!! Me inspiraré en la historia de mi antepasado—pensé.

Luego de horas de trabajo, por fin termine. Pose mis pies sobre la mesa y cerré mis ojos, para poder pensar en mis ganancias y en que editorial podía publicar mi libro, cuando de repente abrí los ojos y pude notar un hombre sin cabeza que entro por la ventana con una hacha llena de sangre. Susurró:

Yo soy la Guillotina...


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